14: Cosas inesperadas
Los chicos salieron del halo de luz.
—¡Espérenme! —pidió Micaela y salió detrás de ellos.
Los espíritus empezaron a venir a atacar.
—¡¿Qué les parece esto?! —exclamó Gabriel.
Extendió las manos y unos inmensos rayos salieron disparados hacia los espíritus logrando despejar el camino.
—¡Bien! —dijo Eliot— Así no tardaremos en llegar —casi el doble de espíritus venía a lo lejos—. A ver qué puedo hacer.
Extendió las manos y una esfera de luz empezó a formarse y crecer, los espíritus se detuvieron. Se disparó un inmenso rayo de luz que los hizo huir.
—Respetan la luz —observó Gabriel—, entonces también puedo usar eso.
—¡Son tan impresionantes! —los felicitó la chica, y ambos le sonrieron.
Seguían avanzando. El camino estaba despejado, se encontraban cerca de la zona iluminada cuando más del triple de espíritus aparecieron y los rodearon de pronto.
Empezaron a atacarlos. Eliot les lanzaba esferas de luz que los hacia huir, Gabriel lanzaba rayos y esferas de luz también. Micaela se mantenía entre los dos, lanzaba ráfagas de fuego que ahuyentaba a algunos y deshacía a los que alcanzaba, despejando un poco el camino, pero seguían viniendo espíritus desde lo más recóndito de la dimensión.
Micaela disparaba fuego pero estaba empezado a ser consumida por el miedo, el fuego empezaba a salir con menos intensidad. Gabriel y Eliot la cubrían.
—¡¿Qué sucede?! —preguntó Gabriel ante su bajo rendimiento.
—¡Tengo miedo! —exclamó asustada— ¡No sé si pueda con todos, siguen viniendo!
Un espíritu negro la agarró del brazo, haciéndola soltar un grito de sorpresa. Inmediatamente los chicos dejaron de atacar y fueron en su ayuda, pero eso hizo que más espíritus se amontonaran y empezaran a jalonearlos. Gabriel se libró de uno y le lanzó una descarga eléctrica pero vinieron cuatro más y volvieron a aprisionarlo. Eliot hacía lo que podía para librarse y ayudar a Micaela, logró ver que uno de los espíritus tenía una esfera negra y se alistó para introducirla en ella.
—¡Déjenla! —gritó.
—¡Micaela! —la llamó Gabriel, luchando por librarse.
En ese instante una ráfaga inmensa de fuego desintegró a todos los espíritus. Micaela quedó impresionada con tal muestra de poder, Eliot y Gabriel voltearon y quedaron absortos. El corazón de Eliot dio un vuelco, Jadi estaba frente a ellos.
—Ustedes no pertenecen aquí —les dijo—, ¿por qué hacen tanto lío?
—Jadi… —él sonrió al verla después de tanto tiempo.
—¿Quién? ¿Quién es Jadi? —cuestionó ella.
Los tres se sorprendieron. Eliot se le acercó un poco.
—Te he estado buscando… todo este tiempo.
—Pues creo que te has equivocado —respondió la chica, alejándose.
—Ven conmigo, no te arrepentirás, verás que recordarás todo lo que fuiste.
—No tengo porqué ir a ese lugar de dónde vienes, nunca estuve ahí y no me interesa conocerlo.
—En verdad es como si no fuera ella —murmuró Gabriel.
En ese momento, un ser blanco se materializó a cierta distancia, iluminando más la zona. Era como un ángel pero éste ente no era como lo pintaban aquellas historias de fantasía. No tenía alas de ave, éstas eran de pura luz, su rostro casi plano, con dos enormes ojos amarillos. Quedó mirándolos, y todos estaban algo pasmados ante la majestuosidad del ser.
—Seres inferiores que vienen a interrumpir la paz —su voz hizo eco—, ¿cómo han llegado hasta acá?
—Hemos venido por nuestra amiga —se atrevió a responder Gabriel—. Ocurrió un error, ella no debería estar aquí…
—Los errores no existen —refutó—. Ella pertenece a aquí, ustedes no tienen la capacidad para evitar la muerte, ni poder llegar a este lugar… ¿Cómo osan entrar? Sólo son seres humanos del planeta azul, ni siquiera han desarrollado su máximo poder mental.
—Oh cielos —murmuró Micaela con miedo—, está molesto… Pareciera un ángel de los que se habla en la religión.
—Nosotros hemos podido entrar a otros planetas —habló Eliot—, gracias a los dones que nos dieron unos seres.
—Ya veo —comentó el luminoso ser de forma imparcial—. Son capaces de cambiar algunas leyes establecidas para su planeta con esos dones… pero eso no implica que ella esté aquí por error, el hecho de que tú puedas evitar su muerte no está permitido en tu mundo. Por lo tanto deben volver, no tienen nada que hacer aquí.
—¡No, por favor! —pidió Eliot tratando de mantener la calma— Deme una oportunidad.
Micaela se sorprendió al verlo tan frustrado.
—No hemos venido hasta aquí en vano —agregó Gabriel.
—Por favor… Sé que la convenceré, sé que me recordará, sólo déjeme intentar…
El ser no cambió de expresión, los sentimientos parecían ser algo más primitivo para un ente como ese.
—He visto cómo usas tus dones —anunció—. Eres bueno y diferente a otros humanos, puedo sentirlo —paseó su vista por los presentes—. Puedo sentir la esencia de cada uno. Nosotros estamos pendientes de lo que es cada ser viviente en el inmenso sistema del universo, podemos juzgar lo que hicieron luego. No son los primeros que han tenido dones, de hecho hay muchos más, humanos que han logrado desarrollar dones especiales aumentando su nivel de energía y conciencia, conectándose con la energía de mi dimensión.
Gabriel y Micaela se sintieron algo intimidados. Sabían que aquel der debía ser muy poderoso, sobre todo si provenía de la dimensión divina.
—Te he juzgado tomando en cuenta los dones que tienes —sentenció—, así las leyes de tu mundo no aplican sobre ti, tendrás la oportunidad de convencerla de volver contigo.
Los tres se sintieron aliviados y el ser desapareció en un destello. Eliot miró a Jadi.
—No entiendo por qué ese arcángel cree que pertenezco a tu mundo —renegó ella.
—Porque sí perteneces —le explicó el chico—. Jadi… por favor, ven conmigo, no tienes idea de cuánto me haces falta.
—No me llamo Jadi, deja de decir eso.
—Fue muy duro quedarme sin ti de un día para otro, soñar contigo y volver a la realidad al despertar.
Ella lo miró con algo de conmoción.
—Suenas convincente, pero el lugar del que vienes es uno de los peores…
—¡Tonta! —exclamó Micaela. Todos la miraron sorprendidos— ¿Cómo es posible que lo hayas olvidado? Él ha hecho de todo para poder venir hasta aquí, ni siquiera osó serte infiel de ninguna forma con otras chicas…
Gabriel la agarró del brazo sorprendiéndola y desaparecieron del lugar bajo un destello de luz. Ella abrió los ojos y se puso de pie con dificultad, sentía una pesadez tremenda y el dolor le empezó a inundar el pecho. ¿Qué había hecho?
Un par de lágrimas le brotaron de los ojos. Gabriel la tomó de los brazos, agarrándola por sorpresa, y la arrinconó contra la pared de la cueva.
—¡¿Qué sucede contigo?!
—¡Perdón! Soy una tonta ¡ya lo sé!
—Esto no es una película, ¿qué creíste? ¿Que con decirle eso ella recordaría?
—¡No! Bueno, ¡no sé! Me frustró escucharlo decir esas palabras…
—¡Olvídate ya de él!
—No sé si pueda, ¡es difícil! —nuevas lágrimas amenazaron con salir— Soy una tonta, jamás debí ilusionarme, no podré…
—Sólo intenta. —La besó, sorprendiéndola por completo.
Ella cerró los ojos casi inconscientemente y abrió sus labios contra los de él enseguida, después de que él lo hiciera. Se dejó llevar. Su forma de besar la hizo estremecer, pero tan pronto como pasó todo terminó. Él se separó, la miró con cierto arrepentimiento y se fue, dejándola pasmada al pensar en lo que había pasado.
Se deslizó por la pared hasta quedar sentada, abrazó sus rodillas, su corazón le latía con fuerza. En ese lapso, Eliot había despertado y se le acercó. Al verlo recordó lo que había dicho y apoyó su frente en sus rodillas.
—Lo arruiné…
—Claro que no. —Se sentó a su lado.
—Lo siento… me siento terrible.
—Jadi no sabe quiénes somos, así que no le afecta lo que digamos.
—Entonces ¿no dijo nada acerca de mí?
—No… Seguí tratando de convencerla, le dije que volvería. Esta vez la haré entender…
—Sé que lo harás… y perdón.
Eliot sonrió un poco.
—Ya pasó —miró a los costados—. ¿Y Gabriel?
Micaela se sonrojó de pronto.
—Ah… S-se fue.
—No te gritó, ¿verdad?
—No, no, todo está bien.
Él se puso de pie y le extendió la mano para ayudarla.
Volvieron a sus casas. Micaela casi no pudo dormir pensando en el beso de Gabriel, sentía mariposas en el estómago. ¿Acaso él le gustaba también?
Por otro lado. Gabriel también se encontraba recostado en su cama.
*Recuerdo*
Eliot hizo dormir a Micaela y quedó mirándola unos segundos, luego se preparó para pasar a la dimensión también.
—Bien, dices que puedes hacerlo solo, te espero allá —le dijo a Gabriel.
—¿Te gusta Micaela?
Eliot no pudo evitar verse sorprendido por la inesperada pregunta, pero pronto cambio de expresión y sonrió levemente.
—No… mi gusto por ella no es del tipo del que ella siente por mí…
—Entonces —se removió incomodo—, ya te lo dijo…
—¿Lo sabias? —lo miró con un poco de asombro.
—Lo deduje… luego ella me lo confirmó.
—Es una buena chica, y… detestaría que alguien la lastimara. —Miró a Gabriel de forma sospechosa y éste miró a otro lado, sintiéndose algo aludido. Eliot suspiró— No le digas nada sobre esto, no quiero que se ilusione al mal interpretar algo, no quiero hacerla sufrir.
—No, no le diré…
*Fin del recuerdo*
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