14 - Fiebre


[Ella]

Decidida a ayudar a otros dos desconocidos recordó las limitaciones que tenía:

-A quien ayude debe ser un desconocido.
-De su misma edad.
-Y debe ser una chica.

Esto la limitaba mucho ya que no quería volver al colegio y no podría encontrar a chicas de su edad por la calle, que normalmente estarían en los colegios.

Y si encontraba a una chica no significa que necesite ayuda, es decir era casi improbable.

¿Por qué le pidió algo casi imposible? Así nunca podría crear la cadena de la que habló el desconocido. Recordó las palabras del señor y su respiración se detuvo. Él había dicho que ella era especial.

Nuevamente sintió el calor en su pecho, pero sacudió su cabeza negándose a aceptarlo. El desconocido era cruel, de eso estaba segura. Se desplomó en su cama abrazando el paraguas, sus ánimos bajaron tan rápido que su concentración se fue.

Sin darse cuenta se quedó dormida abrazando el paraguas.

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Martes

Inconsciente se levantó por el sonido de su alarma, mecánicamente guardó el paraguas en su maletín agarró su chompa y abrió la puerta para bajar a comer. Sin embargo su cuerpo temblaba como una hoja seca movida por el aire.

El día anterior había dejado la ventana abierta y durmió con su ropa mojada, lo cual fue la peor combinación para su frágil cuerpo.

Cuando sintió el frío en su habitación su conciencia volvió, tambaleándose cerró la ventana y se quitó su ropa aun mojada, secó su delgado cuerpo y colapsó en el suelo.

Recordó que ya no era necesario ir al colegio, solo debía de pagar una deuda y pondría fin a todo.

Pero ahora su delgado cuerpo tiritaba, sus dientes hacían fuertes ruidos de choque y sus extremidades estaban entumecidas.

Solo debía calentarse un poco, pero con su delgado cuerpo eso iba a ser difícil.

Su mirada empezaba a desenfocarse y su conciencia se alejaba de su cuerpo, sentía su final cerca, ella iba a morir allí, sola, sin nadie que la acompañe. La risa de su madre se escuchaba desde abajo, al parecer empezó temprano su fiesta o todavía no acaba la de ayer.

Sus ojos se humedecieron, intentó sentarse torpemente, no podía controlar bien su cuerpo. Ni siquiera pudo ayudar indirectamente al desconocido.

Su vida peligraba y no pudo pagar su deuda...

— ... Lo... Siento... Perdón... Por ser... Inservible...

Con su borrosa visión miró el paraguas en su cama, estiró su brazo para alcanzarlo, recordó el rostro del desconocido y su cálida ayuda. El paraguas estaba en medio de la cama, estiró su temblorosa mano y lo agarró, cuando tiró de este apenas se movió.

Por alguna razón quería estar al lado de el desconocido, quería que venga y la ayudara, que le hable a pesar que ella nunca responda o que le haga compañía en silencio, sin embargo él no aparecería mágicamente, su vida demostró que ella no era la protagonista, no resaltaba en nada y aunque tenga buenas calificaciones no significaba nada como su mamá dijo.

Como sabía que el desconocido nunca llegaría quería alcanzar el pequeño paraguas, siempre lo utilizó y cumplió su función de cubrirla de la lluvia, pero los días que no lo utilizó como paraguas, este de alguna manera sirvió como un amuleto para ella. En esos dos días a pesar de no ser buenos, aunque fueron apenas unas horas, fueron lo suficiente para quererlo tanto.

Su conciencia se alejaba más, todo se veía distante y el paraguas no se movía. Ella lloró, en sus aparentes últimos momentos ni siquiera podría morir como ella quería, la vida la odiaba pero ella odiaba más a la vida, jaló el paraguas con sus últimas fuerzas, este por fin se movió e inmediatamente su visión se oscureció.

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[Él]

Temprano como siempre Jhon llegó a la oficina pero la primera cara que vio al abrir la puerta fue la de su supervisora.

— Hug... Buenos días supervisora… —Torpemente saludó.

— ¿Qué clase de reacción es esa? —Saludó con una pregunta mientras afilaba su mirada.

Sus compañeros lo miraron un poco sorprendido, mientras que veían a la supervisora con precaución y miedo.

— Ya te dije que no me llames así, sabés que tenemos otro tipo de relación —Sonrió maliciosamente mientras que regresó a su oficina.

Todos estaban asombrados pero cuando la oficina de la supervisora se cerró miraron con desprecio a Jhon.

— No es-

Intentando defenderse fue arrastrado por su compañero de cubículo, Rick. Este lo lanzó en su asiento mientras se remangaba la camisa.

— ¡¿Qué?! Es-espera! ¿Qué intentas hacer? —respondió mientras cubría su rostro.

— ¿Acaso no es obvio? ¡Cruzaste la raya que no se debía cruzar!

—¡Yo no hice nada, lo juro!

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Al final los pocos amigos que tenía en el trabajo ahora lo odiaban. Su vida tranquila ya no era tan tranquila.

Otra vez su supervisora lo llamó a su oficina, fue mirado con desprecio pero ya se estaba acostumbrando, solo suspiró y se encogió.

Cuando entró la mirada de su supervisora fue puesta en él, estaba vestida como siempre y sus dedos nunca se detuvieron.

— Veo que has hecho muchos buenos amigos —sonrió maliciosamente.

— Sí, gracias por eso —Se sentó cansado en el asiento delante de la supervisora.

— … Bueno no tengo mucho tiempo para darte esta vez... Quiero que lleves a tu sobrina a una peluquería.

— ¿He?

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