Capítulo 7. Amo al enemigo
Levi
Cuando alguien llora, a veces yo también quiero llorar, pero no porque me provoque tristeza, sino porque no sé qué hacer o decir con exactitud.
Esto es lo que me sucedió ayer cuando vi a Freya, la mejor amiga de Jasper, llorando en su coche. Jasper supo que hacer de inmediato, pero yo no. Quería ayudar porque sentía que al menos debía preguntar si necesitaba algo, pero por otro lado no quería parecer metiche o arriesgarme a decir algo mal y parecer insensible.
Así que opté por irme y dejarlos solos, pero aquello no evitó que me pasara toda la noche pensando acerca de lo ocurrido. Presencié algo sumamente personal y lo más prudente sería no entrometerme, pero me consternaba ver a Freya así porque yo reconocía esas emociones demasiado bien.
—¡Levi! —exclamó una aguda voz a mi oído.
Hice un mohín, cerrando momentáneamente los ojos.
—No me grites, estoy al lado. —Pedí y me volví hacia la propietaria de la voz—. ¿Qué sucede?
—Te pregunté si me invitarás a tu departamento después de clases —respondió, deslizando sus dedos por el largo de mi brazo—. Hace algún tiempo que no voy... Mucho tiempo.
Suspiré. El nombre de aquella chica era Alexa, una muchacha innegablemente atractiva, de tez morena y frondoso cabello castaño que resaltaba sus ojos de tono avellana.
Antes de que me fuera a Europa por órdenes de mi padre, hubo un tiempo en que Alexa y yo salíamos sin salir. Era una relación casual, aquella que podría llamarse "amigos con derechos". La verdad es que yo sabía bien que ella estaba comenzando a enamorarse de mí, pero yo no, yo solo estaba evadiendo mis propios sentimientos.
—No puedo invitarte —excusé.
Alexa frunció el entrecejo y apartó su mano de mi brazo.
—Te has vuelto aburrido.
—¿Aburrido por no querer acostarme contigo? —musité, levantando una ceja—. Creo que la aburrida es otra.
Alexa suspiró con exasperación.
—¿Conoces a Freya? —cuestioné entonces, cambiando súbitamente el tema.
Alexa, por supuesto, se percató de ello y rodó "discretamente" los ojos para después recargarse con fastidio sobre mi banca.
—Freya Nielsen —contestó, desganada—. Tenemos un par de clases juntas; es la tipa que se la pasa pegada a su novio Jasper.
«¿Tipa?», pensé, algo incómodo por la forma en que escupió la palabra.
—Jasper no es su novio —corregí—. Solo son amigos.
Alexa me escudriñó con la mirada y luego se apartó de mi banca.
—¿Qué? ¿Ahora te gusta Nielsen o qué diablos? —indagó, directa como siempre.
«Cerca, pero muy lejos a la vez».
—No, no me gusta, lo que me gustaría saber es en dónde trabaja —justifiqué.
—¿Para qué querrías saberlo si la tipa esa no te revuelve la cabeza? —Volvió a cuestionar, alzando cada vez más el tono—. Respóndeme, Levi.
No le debía explicación alguna a Alexa. No éramos siquiera cercanos, como dije antes, solo tuvimos encuentros casuales, y eso fue hace meses.
—Alexa —llamé con seriedad—, sí sabes que no tienes un derecho de piso sobre mí ni nada por el estilo, ¿verdad? —inquirí, percatándome del significado de lo que acababa de decir cuando pronuncié la última sílaba. Un grave error.
Alexa tensó la mandíbula, negando con la cabeza.
—No tengo maldita idea de donde trabaja —masculló, dándome la espalda—, pero sí te diré que estarás cometiendo un grave error si te metes con ella.
—¿Por qué lo dices? —pregunté, verdaderamente confundido.
Alexa simplemente me miró con el rabillo del ojo y bufó. Estaba enfadada, muy enfadada. Obviamente era por celos, pero tampoco podía decirle la verdad, así que tendría que tragarse su coraje.
Alexa no era una mala chica, para nada, pero ambos teníamos ideas muy distintas del otro. Ella quería una relación amorosa conmigo, yo solo la quería como a una amiga y compañera de clases. Lo que sucedió entre nosotros en el pasado es algo de lo que, debo admitir, me arrepiento, pero no porque haya sido terrible, sino porque yo nunca sentí nada por Alexa y no me parecía justo para ella.
Las clases continuaron su curso y muchas veces tuve la tentación de acercarme a Jasper o Freya. Alexa tenía razón, ellos siempre estaban juntos, solo se separaban cuando tenían clases distintas, pero fuera de eso parecían un solo ser.
«Como una pareja», me dije internamente.
Tal vez Alexa tenía razón y sería un grave error meterme con Freya, entre ellos mejor dicho. Jasper me dejó muy en claro que yo no le agrado y aquello... aquello dolía más de lo me atrevería a admitir a viva voz.
«Siempre te rindes, te evades, renuncias, ¡ordena tus putas ideas de una buena vez, Levi!» Las palabras de mi padre resonaban en mis oídos. Siempre lo hacían.
Con cansancio, pasé una mano por mi rostro mientras caminaba fuera del edificio de la escuela; estaba dispuesto a montarme en mi coche e irme directo a casa. Hoy no quería pensar, hoy sí que quería evadirme, pero la vida parecía tener planes muy distintos para mí...
Salí a la entrada del instituto y vi a Freya y Jasper despidiéndose. Ambos tomaron caminos diferentes. Jasper se iba en dirección a su casa, el muy tonto optando por caminar cuando bien podría haberme pedido un aventón. Bueno, a quién engañaba, Jasper era demasiado orgulloso como para hacer tal cosa.
Freya, en cambio, corrió hacia la parada de autobuses y se subió al que iba a los límites de la ciudad, casi a las afueras. No pude evitar fruncir el ceño.
«¿Qué tan perturbador sería si la sigo?» Me auto cuestioné. Esta podría ser la oportunidad de oro para sacarme de la cabeza mi preocupación por ella y, sobre todo, para aproximarme de cierta manera a Jasper. Si eran tan cercanos, entonces podría entender qué es lo que siente Jasper por mí y preguntarle a Freya qué es lo que él piensa. Jasper se había vuelto casi un desconocido para mí y aquello había sido mi culpa y solo mi culpa.
—Imbécil... —Me ofendí por lo bajo.
—¡Oye! —exclamó una voz a mi oído y un inesperado peso cayó sobre mis hombros—. Apenas llego y ya me estás llamando imbécil, imbécil.
Volví la mirada hacia la derecha y me encontré con Roh. Roh no era mi amigo, todo lo opuesto; lo odiaba por ser el causante de mi conflicto con Jasper y el detonante de mi mayor idiotez en los últimos tres años.
Me aparté del agarre de él y lo vi frente a frente. Éramos casi de la misma estatura, pero él me llevaba unos centímetros por su esponjado cabello pelirrojo. Detestaba su cara de abusador con esa asquerosa sonrisa torcida y su forma de andar por la vida como si fuese dueño de todos o el juez moral de la escuela entera.
—No te llamaba imbécil a ti —dije, esbocé una sonrisa ladina y metí las manos en los bolsillo de mi pantalón—, pero te lo puedes adjudicar.
Roh no estaba al tanto de mi repudio hacia él, en realidad, él todavía pensaba que éramos amigos a pesar de la clara distancia que había puesto entre nosotros.
El pelirrojo soltó una seca carcajada y me dio una brusca palmada en la espalda.
—¿Entonces qué? ¿Ya dejaste de meterte con Alexa? —preguntó—. Me dijo que Nielsen es la que te calienta ahora.
Entorné los ojos.
—Eres repulsivo —ofendí, impávido.
Roh, como era de esperarse, lo tomó como una broma y se carcajeó.
—Tú también eres un asco, Elrod —espetó y solo entonces noté que masticaba un chicle como un asno—. ¿Entonces qué? ¿Ya es mi turno con Alexa?
—¿Tu turno?
—Ya terminaste con ella, ¿no? —indagó—. Ya no hay derecho de piso.
—Nunca hubo derecho de piso —corregí—. Yo no soy dueño de Alexa y, para serte franco, dudo mucho que ella tenga el mínimo interés en ti.
—¡Ah! —exclamó y se echó a reír, casi escupiendo la goma de mascar—. ¡Así que todavía no la sueltas! —Me dio otra recia palmada en la espalda—. ¡Vamos, Elrod! ¡Ya déjala respirar!
Me alejé varios pasos de él.
—No hay nada entre ella y yo —aseveré—. Y ya deja de molestar con lo mismo. Es cosa de ella si quiere salir contigo o no. No soy su dueño y tú tampoco.
Roh chasqueó la lengua antes de escupir el chicle en su mano.
—¿Eres marica o qué? —inquirió, pasándose a mi lado y susurrando a mi oído—: Eres más delicado que una puta mujer.
Aquello me dejó helado, con los puños apretados y el cuerpo tensó. Quería golpearlo, no, quería que simplemente se largara y quería que sus palabras dejaran de afectarme tanto. ¿Por qué lo hacían? ¿Por qué le conferí tal poder a ese cara de mierda?
—¡Vete con Nielsen, Levi! —gritó Roh mientras se alejaba caminando de espaldas para verme con su repulsiva sonrisa socarrona—. ¡La chica tiene lo suyo!
Vi como aventaba su chicle a la calle y después trotaba hacia sus amigos, rodeando el hombro de una desconocida que se vio absolutamente incómoda. ¿Quién le permitió tantas libertades a ese simio pelirrojo?
Negué con la cabeza y me fui caminando con pasos firmes hacia mi coche. Definitivamente iría a buscar a Freya, pero no por lo que Roh había dicho, sino porque verlo y escucharlo otra vez me recordó el patán que yo había sido antes y lo mucho que necesitaba enmendar mis errores.
Arranqué el coche y, viendo por última vez a Roh a través del espejo retrovisor, pisé el acelerador.
(...)
Freya
No podía enfocarme en nada.
En la hora y media que llevaba en el trabajo, había anotado tres órdenes mal, confundido la mostaza con el ketchup y tomado al menos tres pequeños descansos para ir al baño y despejarme. Me eché agua en la cara, me hice y deshice la coleta, e incluso me di palmadas en las mejillas.
«¡Despabilate, Freya!» Me grité internamente.
Pero no era tan fácil. La discusión de ayer con mi madre me había trastocado física y mentalmente. Física por el moretón en la espalda baja y mentalmente por el temor que me provocaba siquiera verla y el estrés que me consumía viva.
Después de que Jasper me consoló, me vi forzada a retornar al averno. Él me ofreció quedarme en su casa, pero no pude, no habría soportado la vergüenza de que sus padres me vieran en un estado tan deplorable, además no quería acobardarme tanto. Tenía que regresar y demostrarle a mi madre que sí, sí estaba asustada, pero todavía podía resistirlo y no abandonaría todo por su causa. No le obsequiaría tal placer.
Salí del baño y, con estos pensamientos en mente, logré aclarar las ideas y enfocarme mejor en el trabajo.
—Oye, Frey —llamó Sally, acercándose a mí—. ¿Te encuentras mejor?
—¿Por qué preguntas? —cuestioné, jugando a la desentendida.
Sally me miró con incredulidad y colocó una mano en su cintura.
—No estoy ciega, te veo la preocupación escrita en toda la cara, los ojos hinchados y como no logras concentrarte en nada —expuso y miró hacia todas las direcciones, asegurándose de que no hubiese nadie cerca antes de preguntar: —¿Qué sucede?
Sally no sabía del todo acerca de mi situación en casa, pero estaba segura de que lo sospechaba desde que yo cometí el error de olvidar maquillarme unos moretones en los brazos. Siendo sincera, no quería que ella lo supiera porque significaría recibir más lástimas y ya tenía más que suficiente con las de Jasper.
—Ayer fue un día difícil. —Me limité a responder. No era mentira, pero tampoco toda la verdad.
Sally parecía a punto de decir algo más, pero casi al instante cerró la boca y desvió la mirada.
—¿Podrías atender al chico de la mesa seis? —pidió, pasándome un menú—. Tengo que servir unos platos.
Asentí, tomando el menú y sintiendo como Sally me daba un leve apretón en la mano mientras me lo entregaba. Yo solo pude dedicarle una desalmada sonrisa. No me alcanzaba para pretender más
Me alejé de Sally y me acerqué a la mesa seis, pero al ver quién estaba sentado en esta, me detuve en vilo y amplié los ojos con exageración.
Era Levi, el ex amigo, enemigo, o lo que sea de Jasper.
Parpadeé un par de veces, cerciorándome de que no era una especie de alucinación mía.
«Porque eso tiene tanto sentido...»
Pero todo atisbo de duda fue disuelto cuando el azabache giró su rostro hacia mí y me hallé conectando miradas con unos serenos irises celestes. Todo el mundo se esforzaba por describir los ojos como si fuesen obras de arte, pero a mí no me salía eso. Para mí sus ojos eran como océanos de agua dulce, ¿ven? Era incoherente. Por eso era directa y prefería decir las cosas como tal: los ojos de Levi eran azules, preciosos y tranquilos. Fin del comunicado.
—Freya —saludó, esbozando su sonrisa ladeada que encajaba tan bien con su rostro. Ahora entendía porque todas las chicas gustaban de él, era difícil no encontrarlo por lo menos "lindo".
Relajé el ceño y terminé de aproximarme a su mesa con pasos lentos. Nunca antes había visto a alguien de la escuela aquí, era un restaurante demasiado alejado y su comida no era exquisita como para que valiera la pena el trayecto y el gasto de gasolina.
—Levi —saludé de vuelta, colocando el menú en la mesa.
Levi vio de reojo la carta, pero pronto volvió a enfocarse en mí.
—Así que sí trabajas aquí. —Señaló mi vestido—. Me gusta el uniforme.
—A ti y a todo camionero que pasa por aquí. —Solté un suspiro—. ¿Cómo supiste donde trabajo?
—¿Insinúas que te estaba buscando?
—No, tonto, aunque básicamente acabas de confirmarlo —Me crucé de brazos—. Nadie viene a "Hamburguesa a la francesa" por gusto, sino porque queda de paso y es barato.
Levi frunció el ceño.
—¿Hamburguesa a la francesa?
—Así se llama el lugar.
—Ah...
Rodé los ojos y miré a mis espaldas, confirmando que mi jefe estaba en la cocina antes de volverme hacia Levi.
—Levi —llamé su atención y me apoyé contra la mesa para estar más próxima a su nivel—. ¿Por qué me buscas?
Levi dobló una de las esquinas del menú y, sin verme a los ojos, respondió:
—Tengo dos razones.
—Y yo tengo cinco minutos —Me deslicé al asiento frente a él—. Tienes dos minutos y medio para cada una de tus razones.
Levantó el rostro, ahora sí conectando nuestros ojos.
—Una de las razones tiene más importancia que la otra.
—Entonces dale más tiempo a esa —resolví y di una suave palmada en la mesa—. Comienza.
—La primera es que quiero saber si estás bien. —Se inclinó sobre la mesa para estar más cerca y poder hablar en voz baja. Apreciaba el detalle de la discreción—. No es mi intención ser chismoso ni nada por el estilo, pero vi lo mal que estabas ayer y me quedé con la duda de si te encuentras-
—Problemas familiares —acoté de súbito—. Eso es todo. Siguiente razón.
Pero Levi no era como Sally y no iba a dejar el tema por la paz. Era más como yo, insistíamos hasta hastiar, pero conseguíamos respuestas.
—Puedes contarme, si en algo tengo experiencia es en problemas familiares —aseguró y se recargó contra el respaldo de su sillón—. Déjame adivinar, ¿familiar tóxico?
Con la yema del dedo, tracé círculos en la superficie de la mesa y una leve sonrisa nació en mis labios.
—Puede ser, pero aún no te tengo la confianza suficiente para responderte aquello. —Volví a verlo a los ojos, reflejando la misma sonrisa ladina que él—. De hecho no confío en ti.
Levi enarcó sus pobladas cejas.
—Auch —profirió en voz baja y luego tocó la mesa con el nudillo de su mano derecha. Solo entonces noté que traía puesto un anillo plateado que combinaba perfectamente con el discreto pendiente en su oreja—. Aunque siendo justos, tienes razón, no te he dado razones para confiar en mí.
Asentí, concordando.
—Solo razones para desconfiar.
Levi volvió a apoyarse en la mesa, intrigado.
—¿Por ejemplo?
—Jasper dice que lo humillaste —ejemplifiqué—. Y Jasper no es el tipo de persona que mentiría con algo así.
El rostro de Levi adquirió cierto grado de aflicción. Estaba avergonzado.
—No, no miente —musitó—. Yo sí lo humillé.
Por alguna extraña coincidencia, aquello conectó la pieza faltante del rompecabezas que reveló la razón de la repentina presencia de Levi en este horrible restaurante.
—Esa es la segunda razón, ¿verdad? —inquirí, esbozando una sonrisa que rayaba en lo burlón—. Viniste a hablar conmigo porque soy cercana a Jasper y tú quieres que él te perdone por lo que sea que le hayas hecho en el pasado, ¿me equivoco?
Levi no se mostró molesto por mis conclusiones, al contrario, parecía más bien aliviado. Como si le hubiese quitado un gran peso de encima.
—Quiero recuperar mi amistad con Jasper —admitió—. Y sí, pensé que acercarme a ti podría ayudar.
—De acuerdo. —Miré el reloj en la pared con el rabillo del ojo. Me quedaban solo dos minutos—. ¿Qué fue lo que pasó entre ustedes?
—Un error estúpido —contestó—. Mi estúpido error.
—Eso solo me dice que fuiste un estúpido, no qué fue lo que le hiciste a Jasper para que te odie tanto.
Levi desvío su mirada, entrelazando sus dedos sobre la mesa y haciendo temblar una pierna.
—Fui un cobarde —murmuró.
Levi, al igual que yo, era abierto con cosas que uno no esperaría, pero tan cerrado como un frasco hermético cuando se trataba de algo doloroso. No podría sacarle las palabras, no ahora, y probablemente tampoco en un largo tiempo.
Suspiré y me aproximé a él a tal grado que nuestras narices casi rozaron la una con la otra. No me molestaba estar tan cerca, ni en lo más mínimo.
—¿Por qué hasta ahora intentas arreglar las cosas? —susurré.
Levi, a pesar de que estaba invadiendo su espacio, no se alejó. Ni siquiera se veía incómodo, de hecho se relajó.
—Tuve una revelación —respondió. No mentía, más bien era escueto.
Solté un bufido y me eché hacia atrás.
—¡Ah, claro, eso me dice mucho! —exclamé, sarcástica.
Levi se encogió de hombros, riendo al igual que yo. Tenía una sonrisa agradable, de aquellas que eran tan contagiosas como un virus.
Disimuladamente, le sonreí de vuelta y me puse de pie. Ya no tenía más tiempo para conversar.
—¿Tomarás mi orden? —preguntó—. Quiero una hamburguesa de queso sin pepinillos.
Sacudí la cabeza y coloqué mi mano sobre su hombro.
—En lo que pueda ayudarte respecto a Jasper, te ayudaré —cedí y, sin detenerme a considerarlo, extendí mi mano hacia el cabello que caía sobre su nuca y lo acaricié, era suave y fino, agradable. Después retrocedí y exterioricé algo que había tenido muy en claro desde hace poco más de veinticuatro horas:
—Me agradas.
Creo que ya era hora de que Freya y Levi se conocieran realmente. Tienen personalidades bastante similares, ¿no? 👀
Tal vez sea un poco pronto para preguntar, pero tengo que hacerlo porque me come la curiosidad: ¿a quienes shippean hasta ahora?
Los leo, los leo...
Y como no sé que más decir... ¡Muchísimas gracias por leer!
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