Capítulo 44. Dos de tres

Jasper

Pasaron los meses, y con estos, llegó nuestra graduación.

Como cualquier otro evento de la escuela, fue insulso y aburrido. Utilizaron la cancha de fútbol para poner un escenario y sillas;  nos llamaban a subir, recibir nuestros reconocimientos, que nos aplaudieran mientras tomaban fotos y luego nos íbamos, dando oficialmente fin a más de una década de escuela obligatoria.

Por mi apellido, fui uno de los últimos en ser llamado, recogí mi reconocimiento, mis padres aplaudieron con excesiva emoción y tomaron demasiadas fotografías. Un momento tan embarazoso, que incluso mi hermana mayor se estaba burlando de mí.

—¡Jasper, cielo! —Me abrazó mi mamá en cuanto terminó la ceremonia—. ¡Estamos muy orgullosos!

—Bien hecho —felicitó mi papá, dándome una palmada en la espalda—. Y con honores.

Mi hermana me rodeó los hombros.

—El niño dorado sigue sin perder el título —bromeó, seguido de una carcajada—. Felicidades, tonto.

Les sonreí.

—Gracias, por todo.

Mi mamá apretó los labios, aguantando las lágrimas.

—Ay, Jas, no digas eso o me harás llorar —se quejó.

—¿Más? —preguntó mi papá con incredulidad.

Mi mamá lo fulminó con la mirada y Dakota y yo nos echamos a reír. Realmente no me importaba la festividad en sí, sino estar con mis seres queridos. Sonaba cursi, sí, pero era lo que más anhelaba después de tanto caos en los últimos meses.

Y hablando de seres queridos...

—Buenos días, señor y señora Sainz —saludó Levi, él también llevaba la toga y su reconocimiento en mano. No se graduó con honores como yo, pero lo logró a pesar de su poco interés académico.

Una sonrisa apareció en mis labios al verlo y, en cuanto nuestras miradas se cruzaron, él sonrió también.

—¡Levi, muchas felicidades! —exclamó mi mamá y lo abrazó—. ¡También estamos muy orgullosos de ti!

Mi papá asintió, esbozando su afable sonrisa.

—¿Ya decidiste qué estudiarás? —indagó.

—No aún —respondió y se acercó a mí, tomando mi mano—, pero tengo el presentimiento de que será en la misma universidad que Jas.

—No me llames así —reprendí entre dientes.

—¿Ni siquiera porque eres mi novio? —murmuró.

—No.

—Como era de esperarse de los tórtolos —molestó mi hermana, sonriendo de manera burlona—. Una vez juntos, no los separas.

—Dakota —reprendió mi padre.

—¿Qué? Es la verdad.

Mi mamá solo limpió sus lágrimas y sacó su cámara nuevamente.

—Dejen que les tome una foto —pidió—. Para el recuerdo.

—Mamá...

—Me parece una excelente idea, señora Sainz —concordó Levi y me rodeó con un brazo, sonriendo ampliamente.

Claro, para él era fácil porque salía bien en todas y cada una de las fotos. Intenté sonreír también y mi mamá tomó lo que se sintió como un rollo entero.

—Se ven tan adorables —lloriqueó.

Mis padres se enteraron de nuestra relación hace poco menos de un mes. En realidad, mi mamá fue quien se dio cuenta al encontrarnos besándonos en la puerta de mi casa. Tuvimos que confesar todo, pero ellos en ningún momento se mostraron a disgusto, por el contrario, parecían felices porque había encontrado a alguien.

—De acuerdo, es suficiente. Hay que dejarlos solos un rato. —La detuvo mi papá y volvió a vernos—. ¿Cena a las ocho?

—En su casa, señor Sainz.

Mi papá asintió y guió a mi madre hacia el estacionamiento. Mi hermana rodó los ojos ante las reacciones de nuestros padres y luego se despidió.

—Nos vemos en la noche.

Una vez se alejaron de nosotros, Levi no desperdició ni un segundo en girarme hacia él y plantarme un beso en los labios.

—¿Y eso por qué fue? —pregunté con una carcajada.

—Solo una felicitación para mi estudiante de honor. —Rodeó mi cintura con sus brazos y me atrajo hacia él—. Mi novio es todo un genio. Serás un excelente abogado.

Lo abracé de regreso, apoyando mi mentón sobre su hombro.

—Increíblemente, tú también lograste graduarte.

Levi se apartó de súbito.

—¡Oye!

Ambos reímos y tomamos nuestras manos sin intención de separarnos.

Tras aquella confesión en el parque de juegos, Levi y yo comenzamos a salir. Las primeras semanas fuimos discretos, temerosos de la opinión de los demás, pero conforme pasó el tiempo, nos dimos cuenta de que la vida era demasiado corta y nuestra juventud demasiada efímera como para preocuparnos por lo que personas idiotas pudiesen decir. En la escuela empezamos a comportarnos como pareja sin pena ni vergüenza y pronto todo mundo supo de nuestra relación. Hubo críticas, sí, desafortunadamente siempre las había, pero no nos pudo importar menos. Estábamos juntos después de tanto tiempo y nada ni nadie nos quitaría ese placer.

—Levi —llamó una voz y ambos nos volvimos hacia atrás. Jack, el vigilante de Levi, se acercó a nosotros con su celular en mano—. Tu padre acaba de llamar.

Levi rodó los ojos.

—¿Ahora para qué?

—Quería hablar contigo, pero le dije que no estabas disponible —explicó—. Mandó felicitaciones por tu graduación. —Me miró de soslayo—. A ambos.

Levi frunció el ceño.

—¿Recordó la fecha?

—Eso parece.

—¿Felicitaciones a ambos? —pregunté yo en cambio.

Jack volvió a asentir.

—Sus exactas palabras.

—Vaya, vaya...  —Levi chasqueó la lengua—. Con que el viejo ahora quiere pasarse de amable.

Lo miré con curiosidad.

—¿Crees que esté intentando restablecer contacto contigo?

Levi se encogió de hombros.

—No lo sé y no me importa. Si lo que quiere es que le hable de nuevo, tendrá que esforzarse más que eso —respondió sin rastro de arrepentimiento.

Jack le sonrió ligeramente, era casi imperceptible en su impávido rostro, pero la intención estaba allí.

—Yo también quería felicitarlos. —Me miró con amabilidad—. A ambos.

—Gracias, Jack —dijo Levi, regresando la sonrisa.

Jack se fue poco después y una vez más nos quedamos solos. Levi tomó mi otra mano y volvió a girarme  hacia él.

—De acuerdo, ¿en qué estábamos?

—Hablábamos sobre tu proeza de haberte graduado —me mofé.

—Creo que podemos dejar ese tema de lado. —Colocó una mano en mi nuca y me atrajo hacia él—. En su lugar...

Estábamos por besarnos otra vez cuando el claxon de un coche nos sobresaltó. 

—¡Hey, Jasper, Levi! —gritó la voz de Freya, quien asomó la cabeza desde la ventana del coche de Levi—. ¿Vienen o qué?

Ambos intercambiamos una sonrisa y trotamos hacia el carro, subiendo a la parte trasera. Freya iba al volante, con unas gafas de sol en su rostro y un bonito vestido floreado. Se parecía mucho a la Freya que conocía, la mejor versión de ella.

—¿Por qué te saltaste la graduación? —indagué.

Se encogió de hombros.

—A decir verdad me vale un carajo —respondió, seguido de una carcajada—, pero también es porque estaba recogiendo esto.

Extendió su mano hacia el asiento del pasajero en donde iba sentada Sally. Sally nos saludó con su típica dulzura y le pasó a Freya una carpeta negra.

—Levi —llamó Freya y le tendió la carpeta—, tu regalo de graduación.

Levi frunció el ceño y tomó la carpeta entre sus manos. La colocó sobre su regazo y, al abrirla, vimos que se trataba de los papeles del divorcio. El proceso estaba terminado y ellos por fin estaban separados ante la ley.

Mi novio sonrió, agitando los papeles sobre su cabeza.

—¡Señoras y señores, oficialmente soy un hombre divorciado! —exclamó, soltando una carcajada—. ¡Soy libre!

Sally se rió también y me miró con el rabillo del ojo.

—No exactamente.

Levi se aferró a mi mentón y me dio un rápido beso de júbilo. Le sonreí con la misma emoción, entrelacé nuestros dedos y besé el dorso de su mano.

—Me alegra que al fin se haya concretado.

Freya asintió.

—No sabía que estos trámites eran tan tardados —exhaló—. Pero qué fastidio.

—Muchas gracias, Freya —dijo Levi entonces.

—No, gracias a ti —respondió ella, mirándolo a través del espejo retrovisor.

—No me gusta ser la que interrumpa este tipo de momentos, pero... —Sally señaló su reloj de muñeca—. Se nos hace tarde.

Freya miró la hora y soltó una maldición:

—¡Mierda!

—Alguien va a perder el vuelo —se burló Levi.

—Cierra la boca, Elrod —espetó y arrancó el coche con premura, saliendo disparada de la escuela.

Freya terminó aceptando la oferta de su padre de mudarse a Groenlandia con él. Su papá estaba aliviado, pero sobre todo feliz de tener una segunda oportunidad con su hija. Primero se llevó a la madre de Freya, internándola en un centro de rehabilitación para lidiar con sus adicciones. Freya se quedó atrás para terminar la escuela, y ahora que había acabado... se mudaría.

En el trayecto hacia el aeropuerto, Levi y yo nos quitamos las calurosas togas y fuimos cantando a todo pulmón junto con Sally, molestando a una nerviosa Freya. Muy típico de ella, siempre llegando tarde a todos lados, incluso a su propio vuelo.

Dejamos el coche estacionado en donde pudimos y bajamos rápidamente. Agarré la maleta de Freya de la cajuela, sintiendo como el peso me jalaba hacia abajo.

—¿Qué diablos traes aquí? ¿Los ladrillos de tu casa? —me quejé y Levi se acercó para ayudarme a cargar con la maleta.

—Solo lo necesario para vivir en otro país —respondió Freya mientras revolvía sus papeles.

—Definitivamente le cobrarán peso extra —masculló Levi.

—¡Dejen de quejarse y corran! —reprendió Freya, corriendo al interior del aeropuerto.

Sally la siguió de cerca.

—¿Estás segura de que traes todos tus documentos? —preguntó.

—¡Esperemos que sí!

Entre Levi y yo cargamos la maleta de mano y corrimos detrás de ellas. Nos dijeron varias veces que no corriéramos por las terminales, pero se le había hecho tan tarde a Freya, que no quedaba de otra. Llegamos a la sala de su vuelo y se apresuró hacia la recepción, entregando todos sus papeles y documentando su pesado equipaje. Llegó tan solo diez minutos antes de que cerraran las puertas.

Nos tomamos un breve respiro y Levi apoyó todo su peso sobre mi hombro.

—No vuelvo a correr de esa manera —se quejó entre jadeos.

—Ustedes dos tienen una terrible condición física —se mofó Sally.

—Bien, todo listo —suspiró Freya, peinando hacia atrás los mechones sueltos de su cabello—. Ahora viene la parte que menos quería. Soy pésima para las despedidas.

—Sinceramente, ¿hay alguien que sea bueno para las despedidas? —pregunté.

Freya se carcajeó, aunque sus ojos ya comenzaban a tornarse cristalinos.

—Los voy a extrañar —musitó—. De verdad... no sé qué haré tan alejada de caras familiares. Creo que me sentiré extraviada.

Me acerqué a ella y la tomé de los hombros.

—Esto no es una despedida, es solo un hasta luego —consolé—. Y yo sé que, en lo que sea que decidas hacer, te irá de maravilla, Freya. Te acostumbrarás, conocerás nuevas personas y-

Me interrumpió al rodearme con sus brazos, estrechándome con fuerza.

—Jasper, deja de sobrepensar —pidió en voz baja.

Me quedé congelado un segundo, pero poco después la abracé de regreso, sonriendo con melancolía.

—No puedo prometer nada.

Se separó de mí.

—Trata de. —Sonrió—. Créeme que te sentirás mejor.

Le dio un apretón a mi mano y se acercó a Sally, siendo esta última quien se abrazaba a Freya como si no pudiese dejarla ir. Ambas lloraron abiertamente.

—Tranquila, pronto nos volveremos a ver —consoló Freya entre lágrimas, colocando un mechón del cabello rubio de Sally detrás de su oreja—. Ten por seguro que vendré a la inauguración de tu repostería.

Eso solo provocó que Sally llorara más y volviera a abrazar a Freya.

—Ay, Frey —sollozó—. Te voy a extrañar. Te voy a extrañar demasiado.

—Y yo a ti.

Tras un par de palabras más, ambas se separaron y Freya se acercó a Levi, también abrazándolo con fuerza.

—Tienes un gran chico a tu lado —dijo, mirándome de reojo—. Así que si llegas a romperle el corazón, juro que te estrangulo yo misma.

Levi se carcajeó, una carcajada húmeda por las lágrimas en sus ojos.

—No te preocupes, jamás me atrevería —aseguró y me miró con cariño, estirando la mano para aferrarse a la mía.

Le di un apretón y me acerqué a ambos. Freya vio nuestras manos entrelazadas y sonrió.

—Gracias por todo —dijo, limpiando sus lágrimas y tomando a Sally de la mano para acercarla—. A todos... Muchas gracias.

Compartimos un abrazo entre los cuatro y escuchamos cómo hacían el primer llamado para el vuelo de Freya. Sally se separó primero y le deseó suerte a Freya, dándole un tierno beso en la frente.

—Y ustedes dos —añadió Freya, señalándonos—. Más les vale no arruinar esto.

Levi y yo intercambiamos una mirada de complicidad, entrelazando nuestros dedos.

—No planeábamos hacerlo —aseveré.

Freya se mostró satisfecha con mi respuesta y, tras un último adiós, se adentro a la sala para abordar su vuelo. La vimos alejarse, a sabiendas de que no volveríamos a verla en un tiempo, conscientes de que, después de todo, solo quedábamos dos de tres.

Levi apretó mi mano y me volví hacia él. Compartimos una sonrisa y apoyamos nuestras cabezas la una sobre la otra.

No arruinaríamos esto. Algo en mi interior me lo aseguraba, puesto que esta vez... íbamos por el camino correcto.

Estoy llorando mientras publico este último capítulo, solo queda el epílogo y es todo 😭

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