Capítulo 41. Busca el definitivo

Freya

Para mí el amor siempre ha sido algo confuso. Lo era porque, con dieciocho años de edad, jamás había presenciado algo real o aquel amor sincero entre dos personas. Mi referente más cercano era la ficción, historias románticas, películas en donde los protagonistas se encontraban al final, incluso en letras de canciones que relataban desde la más grande tragedia, hasta la relación más reconfortante.

Pero yo misma jamás había sentido o presenciado algo semejante.

Mis padres no eran ejemplo de nada, mucho menos de una relación de amor y comprensión. Cuando conocí a Jasper, casi al instante comenzó a gustarme, pero con el pasar de los meses y conforme más tiempo pasé con él, me percaté de que lo que sentía era apreciación porque me trataba bien y me recordaba a mi padre en su actitud e incluso en pequeños rasgos de su apariencia. Me di cuenta de que, mi amor por Jasper, no era más que una forma de llenar el vacío que la figura masculina primaria de mi vida dejó atrás. Lo quería, sí, quería mucho a Jasper, pero también sabía que si ese amor escalaba, existía la posibilidad de repetir la misma historia de mis padres y repetir el ciclo destructivo. Aquel terror superaba por mucho mi amor.

Luego vino Levi, llegando justo en el momento propicio, cuando decidí que nada podía ocurrir entre Jasper y yo por más que lo quisiera. Cuando vi a Levi por primera vez, sentí atracción, una superficial atracción que escaló al punto de volverse una necedad, una excusa para olvidar a Jasper. También quería a Levi, le tenía tanto aprecio como a Jasper y, en los meses que nos conocimos, se volvió más que un amigo, incluso, más allá de nuestro falso matrimonio, él era mi confidente y yo el suyo. Estábamos juntos en nuestra soledad, y eso... Eso no lo reemplazaría por nada del mundo.

Yo sé y siempre he sabido que no estoy preparada para el amor, he querido negarlo, hacerme creer lo contrario, pero ahora que recuperaba algo de lucidez en mi vida, me percaté de que no estaba lista para amar, no hasta sanar y entender qué es realmente amar a otra persona de la manera correcta, sin que sea una necesidad por llenar un vacío o una necedad para olvidarme de alguien o algo. Aprendería, aunque me tomara meses o años y, solo una vez estuviese lista, lo afrontaría, me atrevería a abrir mi corazón y amar a otra persona de la manera correcta, de la manera sana y sincera, sin razones ocultas de por medio.

Pero por el momento, no podía seguir interfiriendo en el camino de aquellos que sí sabían lo qué es amar y ser amado de regreso. Yo, además de estar lista para aprender... estaba lista para dejar ir.

Esperé casi una hora sentada afuera de la casa de Jasper. Tenía un asunto pendiente con él, una gran duda que resolver para brindarnos a ambos la libertad que anhelamos.

El coche de su hermana se estacionó frente a la casa y vi como en el interior Jasper negaba con la cabeza, mostrándose renuente a bajar y hablar conmigo. Yo me puse de pie, viéndolo a través del cristal, esperando poder transmitirle que esto era importante.

Jasper conectó su mirada con la mía durante un segundo, y luego, tras un suspiro y otra sacudida de cabeza, abrió la puerta del coche y se bajó.

Me acerqué a él para encontrarlo a medio camino. No parecía feliz, no tendría por qué tras lo ocurrido y lo mucho que lo hicimos sufrir con nuestras pésimas decisiones.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, cortante.

Me quedé en silencio y miré hacia dónde estaba su hermana, quien pareció captar el mensaje de que necesitábamos privacidad y movió el coche al garaje, dejándolo ahí y bajando para meterse a su casa.

—Freya —insistió Jasper.

Una vez me aseguré de que no había nadie cerca, exhalé.

—Tenemos que hablar —dije, esta vez no era una petición ni una sugerencia, no, era una necesidad, casi una órden.

Jasper desvío su mirada de la mía, viendo su casa a mis espaldas y luego regresando a mis ojos.

—No aquí —dijo y caminó hacia la banqueta frente a la casa, lo suficientemente alejada para tener privacidad en caso de que termináramos alzando la voz.

Nos sentamos en la banqueta. Estaba fría y algo húmeda por una llovizna que cayó hace un rato.

—¿Ahora de qué quieres hablar? —preguntó Jasper, impaciente.

—Yo hablaré —comencé—, pero tú tienes que estar dispuesto a escuchar.

Jasper presionó los labios, frunciendo el entrecejo.

—No respondiste mi pregunta.

—Ya sabes de qué quiero hablar —contesté—, pero ya te dije que tienes que estar dispuesto a oír todo lo que tengo que decir.

—Freya-

—Jasper —interrumpí—. Por favor. Solo... solo escúchame.

Por un momento juré que él se negaría, se levantaría e iría, pero no fue así. Solamente tensó el cuerpo y fijó sus ojos en el pavimento.

—Te escucharé —cedió.

Suspiré con alivio.

—Gracias —añadí y coloqué mis manos detrás de mi espalda, apoyando todo mi peso sobre estas—. Realmente no... no sé por dónde comenzar. Ya sabes que no soy muy buena con las palabras.

—Debiste haberlo pensado antes.

Me carcajeé ligeramente.

—Y también sabes que nunca preveo nada —repliqué—. Creo que eso solo me ha traído problemas.

—Freya. —Jasper se volvió hacia mí, serio—. Dime ya qué haces aquí.

Bajé el rostro, volviendo a suspirar.

—Quiero que entiendas lo que sucedió, por más estúpido que haya sido, hay una razón para todo, no una justificación, solo una explicación —comencé—. La verdad de por qué Levi y yo nos casamos.

Jasper se quedó en silencio, nuevamente se le veía a disgusto, pero hacía gran esfuerzo por tragarlo y escucharme.

—Primero que nada, Levi y yo no nos casamos por amor. No nos amamos, no de esa manera —relaté—. Él solo lo hizo para ayudarme.

Le conté todo a Jasper, comenzando por la horrible discusión que tuve con mi madre, describiendo la manera en que ella perdió por completo el control hasta llegar al punto de intentar ahorcarme con sus propias manos. Le dije como Levi llegó en el momento justo a salvarme de ella y luego cómo me fui con él. Le confesé cómo me sentía: asustada, abrumada, perdida, sola, y cómo esta combinación de emociones imperfectas me llevaron a dar un paso que durante tanto tiempo solo vi como una última posibilidad, una casi imposible. Le relaté cómo después de que Levi aceptará casarse conmigo, salimos de Seattle y condujimos durante dos días hacia Washington, queriendo alejarnos, olvidarnos de todo. Y, por supuesto, le conté cómo nos hizo sentir esto, lo culpables y arrepentidos que estábamos, lo idiotas que fuimos, lo muy tarde que nos percatamos del error que cometimos, uno que juramos sería irreparable.

—Pero yo no quiero que sea irreparable, Jasper —finalicé—. No creo que sea irreparable.

En algún punto, Jasper se relajó y su enojo fue reemplazado por tristeza mientras se recargaba sobre sus rodillas con los hombros caídos.

—Sí estaban tan conscientes de la estupidez que estaban cometiendo. —Se volvió hacia mí—. ¿Entonces por qué lo hicieron?

—Por miedo, por confusión, por soledad. —Me encogí de hombros—. Son tantas las razones, todas a base de pensamientos irracionales y escenarios catastróficos.

Jasper asintió lentamente, tal vez comprendiendo lo que quería transmitirle o tal vez pensando en lo ridículo que era todo esto.

—¿Van a divorciarse? —preguntó.

—Sí, lo más pronto posible —respondí—. Le había pedido tiempo a Levi para poner mi vida en orden, pero... ya no lo necesito. Ya sé qué es lo que haré.

Jasper me miró con curiosidad, dejando entrever ese lado paternal suyo.

—¿Qué harás? —indagó.

Esbocé una sonrisa.

—Arreglar el pasado —respondí con vaguedad. No era momento de entrar en detalles respecto a mí—. No te preocupes, lo entenderás muy pronto.

Jasper no preguntó más, pero tampoco se mostró tan preocupado como otras veces.

—Suenas muy segura —señaló—. Hace mucho que no te escuchaba así.

Me carcajeé, negando con la cabeza.

—Digamos que tuve una revelación —admití—. Por más ridículo que suene.

—¿Una revelación?

Exhalé, cerrando los ojos durante un segundo.

—Ya no quiero jugar a ser la víctima, Jasper, estoy harta de interpretar ese papel que yo misma me asigné y forcé a otros a asignarme —expliqué—. Ya no seré la víctima de mi madre, mi padre, de ti o de Levi, vamos, ni siquiera de mí misma. Estoy cansada de eso. Quiero ser yo, sin causar lástima y sin ser fuente de preocupaciones. Nadie se merece sufrir por otra persona, como tú y Levi lo han hecho por mí.

Jasper ensanchó los ojos, como si no pudiese creer las palabras que salían de mi boca. Esta era una faceta de mí completamente nueva para él, él
que me conoció en mi peor momento y nunca nada mejor que eso.

—Freya, eso es... —comenzó, escaso de palabras—. Me alegro por ti. De verdad... me alegra que estés dispuesta a cambiar por tu bienestar.

—Me tardé un poco, ¿no crees? —bromeé.

Jasper soltó una discreta carcajada, asintiendo levemente.

—Deberías estar orgullosa de ti. —Me sonrió, esa sonrisa tan cálida y sincera que me hacía sentir menos sola—. Yo estoy orgulloso de ti.

Sentí un nudo en la garganta y, sin detenerme a pensarlo, me acerqué a Jasper y lo abracé con fuerza.

—Perdóname por equivocarme tanto —dije con la voz quebrada—, pero sobre todo por hacerte sufrir con mis peores decisiones.

Jasper no correspondió el abrazo al instante, pero sí escuché cuando soltó una temblorosa exhalación.

—Yo también lo lamento —susurró y me abrazó de regreso, primero dudoso, pero luego con la misma fuerza que yo, hundiendo su cara en mi hombro—. Lamento que esto haya llegado tan lejos.

—No fue tu culpa.

—Aún así.

Continuamos abrazándonos, una manera de reconciliarnos, el principio de una larga lista de errores por enmendar.

—Hay una última cosa que debemos aclarar —dije a su oído.

Jasper se separó de mí y me miró con ojos llorosos.

—¿Qué cosa?

—Hay algo que debo confesarte —admití, avergonzada—. Algo que... algo que debí decirte hace mucho tiempo.

Jasper me miró con una curiosidad expectante y yo solo pude suspirar.

—La verdad es que yo... sí sentía algo por ti —confesé—. Me gustabas, Jasper.

Jasper ensanchó los ojos, casi quedándose boquiabierto.

—Freya-

Levanté la mano, pidiéndole que me escuchara antes de decir algo.

—Me gustabas y yo sabía que tú gustabas de mí, al menos lo sospechaba —continué—, pero esto que yo sentía por ti, jamás podía ser correspondido. No podía serlo porque me di cuenta de que, el cariño que sentía hacia ti, era uno egoísta. Te quería porque me recordabas a mi padre, porque sentía que, si te tuviera siempre a mi lado, serías capaz de llenar un vacío que a ti no te correspondía. Era injusto, un amor destinado al fracaso. Lo sabía bien.

Jasper apartó su mirada de mí y parpadeó varias veces, asimilando.

—¿Sigues sintiendo algo por mi? —cuestionó.

Negué con la cabeza.

—No, yo... yo te quiero, Jasper, y sé que siempre lo haré, pero... no te quiero de esa forma. No puedo permitirlo. No sería correcto para ninguno.

Jasper asintió, comprensivo, y entrelazó sus manos sobre su regazo.

—La verdad es que yo tampoco creo sentir nada por ti ahora —confesó—. Nada más allá de la amistad, me refiero.

Fruncí el ceño.

—¿Crees? —inquirí.

—No estoy seguro. No he estado seguro de nada estas semanas —admitió, soltando una desalmada carcajada—. Anómalo en mí, ¿no crees?

—Jasper —llamé, acercándome más a él—. Tú... ¿Sientes algo por alguien más?

Me miró con el rabillo del ojo.

—Tal vez, no... no lo sé.

Apreté mis labios en una fina línea y llevé mi mano hacia el bolso que colgaba de mi hombro, tanteando sobre este hasta sentir que sí traje lo que debía. Una leve sonrisa nació en mis labios, casi rayando en una carcajada. Negué con la cabeza y me acerqué más a Jasper, dándole un rápido y suave beso en los labios.

Jasper retrocedió casi al instante, confundido. Exactamente la reacción que necesitaba para despabilarse.

—¿Por qué hiciste eso? —cuestionó, limpiándose sus labios con las mejillas sonrojadas.

Me carcajeé.

—Llamémoslo un beso de prueba —respondí y saqué el disco de Levi de mi bolso, entregándolo—. Ya sabes con quién buscar el definitivo.

Jasper vio el disco que le ofrecí, confundido al inicio, pero comprendiendo una vez reconoció la letra de Levi.

—¿Es de Levi?

—Sí. —Insistí con el disco—. Tómalo. Es para ti.

Lo aceptó, dudoso.

—¿Por qué lo...?

Lo interrumpí haciendo aspavientos desdeñosos con una mano.

—Los detalles no importan. Solo tómalo y haz lo que tú creas correcto.

Jasper se aferró a este con fuerza, tragando saliva con dificultad a la vez que una discreta sonrisa nacía en sus labios.

—Creo que... creo que siento algo por él —admitió.

Enarqué una ceja.

—¿Crees?

Negó con la cabeza, carcajeándose con los ojos llorosos.

—No. Yo lo sé.

Le sonreí, asintiendo.

—Entonces díselo.

Jasper exhaló, parecía más vivo que nunca, con la energía desbordándose de cada poro de su cuerpo. Se acercó a mí y volvió a abrazarme.

—Gracias, Freya —susurró a mi oído.

Lo abracé de regreso.

—Hazlo ahora.

Jasper asintió y, antes de irse, le dio un último apretón a mi mano. Lo vi correr al interior de su casa, tomando las llaves del coche de su hermana y volviendo a correr hacia afuera. Me miró una última vez desde la distancia y le deseé suerte con un pulgar arriba y una amplia sonrisa.

Jasper regresó el gesto y se metió al coche, arrancándolo y saliendo rápidamente de su casa.

Lo vi alejarse por la calle y por un momento me vi a mí misma desde la distancia. Parada sola en aquella acera, pero no era algo malo, no, era cómo debían ser las cosas, puesto que muy pronto tendría la satisfacción de saber que Jasper y Levi... serían tan felices juntos como yo por ellos.

—Buena suerte.

(...)

Jasper

Lo supe en cuanto Freya me confesó lo que sentía por mí. Lo confirmé en cuanto me dio ese pequeño y casi insignificante beso. Lo sabía desde hace mucho tiempo...

Estoy enamorado de Levi Elrod.

Lo he estado desde hace demasiado tiempo, un amor que iba y venía, algo que reprimía porque no comprendía la libertad de amar. Creía que a mí me gustaban las mujeres, aunque en la fiesta de cumpleaños de mi hermana me besé con su prometido, un hombre, y me gustó. No lo sentí incorrecto, solo lo sentí como otro beso más. No había distinción entre hombre o mujer, podía ser besado por ambos y sentiría lo mismo.

Sentía algo por Levi, tal vez desde hace años, pequeños momentos que pasaba por alto al ser ignorante en el amor, pero que ahora veía a la distancia y recordaba cómo me hacían sentir. Levi, aquel que hace meses odiaba, pero más allá de hacerlo por las cosas que hizo, también lo hacía por irse sin dejarme descifrar lo que yo mismo sentía. Ya no quería ocultarlo, ya no quería fingir que era solo un juego entre amigos cuando claramente no lo era.

Dejó de serlo hace mucho, antes de que él se confesara, antes de aquel beso en la fiesta de Alexa, antes de todo eso, pero ambos éramos demasiado idiotas y temerosos para aceptarlo.

Me alejé rápidamente de mi casa, escuchando cómo recibía una serie de llamadas de mis padres porque se supone que estaba castigado y no podía salir a esta hora. No me podía importar menos si me daban otro año de castigo.

Aprovechando el semáforo, apagué el celular y lo aventé al asiento trasero, saqué el disco de la caja plástica en donde venía guardado y lo puse en la radio del coche.

Se reprodujeron un par de canciones que a Levi y a mí nos gustaban. Aquella que ambos descubrimos, aquellas que solíamos cantar a todo pulmón antes de nuestra gran pelea. Miles de recuerdos inundaron mi mente y me generaron un nudo en la garganta.

Escuché con atención y, cuando terminó la tercera canción, esperaba otra, pero en su lugar, se escuchó la voz de él. Me detuve casi de golpe, estacionando el coche en una esquina mientras subía el volumen del radio:

Lo lamento, Jas, pero este no es solo un simple disco de música. Dios, pero que malditamente cursi soy —comenzó su voz—. En fin, este es un disco cuya principal intención era grabar un mensaje para ti, ya sé que nadie usa estas cosas en la actualidad, pero sé que tú lo escucharás en ese viejo coche tuyo.

Me carcajeé, subiendo más el volumen y escuchando como él también reía, su risa nerviosa.

»Wow, ¿estoy nervioso?, sí, estoy muy nervioso por esto. Extraño viniendo de mí, ¿no? El chico de apariencia segura —continuó—. No sé por dónde empezar, no, sí lo sé, solo que, ahora que lo pienso, tal vez no sea la mejor manera de comenzar esto, pero, siendo honestos ¿qué puedo perder? —suspiró—. La verdad es que tú, Jasper, eres un idiota, pero yo soy aún más idiota por amar a un idiota. ¿Me gustas?, ¿te quiero?, ¿te amo? No sé cómo decirlo correctamente, el simple hecho de grabar esto me ha costado cientos de intentos y miles de tachones en un cuaderno viejo. Pero, ¿sabes qué? Creo que empezaré desde el inicio.

Me aferré al volante del coche y la voz de Levi en la radio exhaló.

»Mi nombre es Levi Elrod y probablemente no soy lo que tú o casi todos creen. En estos dieciocho años de vida he sido un actor, en especial estos últimos cuatro. He interpretado un papel que yo mismo me impuse por cobarde. Me he ocultado detrás de una faceta de chico malo, rebelde, mujeriego y fiestero cuando en realidad soy lo malditamente opuesto, por lo tanto, seré sincero por primera vez en mucho tiempo: hola, mi nombre es Levi Elrod, me incomodan muchas situaciones sociales, a veces me paso de bueno con los demás, las fiestas me abruman y me gustan los hombres. Soy Levi Elrod, aquel que conociste tras una conversación sobre soda de uva; soy Levi Elrod, aquel que fue tu mejor amigo de la infancia y aquel que llamaste rey y aceptaste reinar con él algún día; soy Levi Elrod, el que arruinó nuestra amistad; soy Levi Elrod, el que busca arreglar las cosas que nunca debió romper en primer lugar. Soy Levi... y estoy enamorado de ti, Jasper Sainz.

El nudo en mi garganta se apretó y también mi agarre sobre el volante.

»La verdad es que solo soy un chico extraviado que cada día busca y encuentra una nueva porción de sí mismo. Me ha costado años, lágrimas y muchos corajes el tan solo buscarme, por lo que espero que tú ya te hayas encontrado y, de no ser así, espero que, cuando te busques, encuentres al menos una pequeña fracción de mí en tu camino.

La grabación terminó y casi al instante le siguió otra canción. Me quedé con las manos pegadas al volante y con lágrimas rodando por mis mejillas. Solté una carcajada, una húmeda y rota carcajada antes de volver a arrancar el coche y conducir tan rápido como pude.

Hace meses yo juraba haberme encontrado ya, sin percatarme de que aquello era una mentira, pues me faltaba una pieza, una última pieza cuyo nombre... era Levi Elrod.

¡El triángulo amoroso va llegando a su fin! 👀

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