Capítulo 4. ¿Quieres que te ruegue?

Levi

Despertar debería ser considerado un pecado capital que es castigado con el sueño eterno.

Siempre pensaba estas incoherencias cuando acababa de despertar y no me subía el agua al tinaco. Me llevaba varios minutos aclarar las ideas y darme cuenta de que lo que pensé era una reverenda estupidez, digna de mi innato dramatismo.

«Eres el rey del drama porque eres dramático, pero controlas el drama como un regente dando órdenes». Por alguna razón, el recuerdo de las palabras de Jasper invadió mi mente.

Si esto no me despertaba, no veía que más lo haría. Froté mis ojos con el dorso de mis manos y me levanté de la cama sin molestarme en abrir las cortinas.

Salí de mi cuarto y arrastré los pies hacia la cocina del departamento. Era tan grande como una cocina normal o incluso más. Este no era un departamento cualquiera, era un departamento de proporciones exageradas y producto de los aires de superioridad monetaria de mi padre. Mi padre, un músico de rock mundialmente conocido desde los años ochenta y además el creador y dueño de la banda: RedRod.

Decir que era rico era poco. El bastardo era un genio de los negocios y exageradamente millonario.

Abrí la puerta del refrigerador con letargo. No había más que un par de latas de cerveza, refrescos embotellados y sobras de comida para llevar. Saqué la caja de pizza que a duras penas entraba en el refrigerador y tomé la última rebanada que quedaba.

Descalzo, salí al balcón del departamento y me recargué contra la firme baranda de metal. Miré hacia abajo sin sentir mínimo vértigo, pero sí una ridícula curiosidad por saber qué sucedería si dejaba caer la rebanada de pizza desde el piso quince.

Por suerte, mis ridículas ideas fueron acalladas cuando escuché un maullido cerca de mí.

—Buenos días, Satanás —saludé, esbozando una tranquila sonrisa al ver a mi gato blanco que me rozaba la pierna con la cola.

Me acuclillé, dispuesto a acariciarlo entre las orejas, pero como siempre, sacó las garras y gruñó. No me quería a pesar de que yo le había dado una casa y comida. A la única persona que alguna vez lo vi querer fue a Jasper —claro, antes de que todo se fuera al carajo.

Escuché un resoplido cerca de mí y me erguí con fastidio.

—Buenos días, señora Chester.

Desafortunadamente, mi vecina de al lado era una anciana religiosa e insoportable que me odiaba solo por existir.

—Señor Elrod —saludó con una fría cordialidad forzada y luego dio un sorbo a su té, barriéndome con la mirada.

Solo entonces me percaté de que yo no traía camisa y aquello me hizo preguntarme si la anciana me estaba juzgando o más bien admirando.

«¿Debería sentirme halagado por ser un encantador de viejitas u ofendido por su acoso?» Pensé.

Opté por simplemente sonreír de manera burlona, pero no pude ver su reacción antes de que abrieran la puerta hacia el balcón.

Levi.

Suspiré.

—Jack.

Me di la vuelta y me encontré con el perro faldero de mi padre, también conocido como mi niñera, mi segundo padre y, frecuentemente, mi espía.

—Necesitamos hablar —informó, con su voz rasposa y poco melódica; su voz daba miedo si la escuchabas sin ver su rostro, aunque su rostro tampoco era de buenos amigos, sino de matón. Creo que fue soldado antes de trabajar de guardaespaldas.

—¿Sabías que tienes nombre de protagonista de película de acción? —cuestioné, comiendo el último bocado de la pizza y entrando al departamento—. Odio a la anciana de al lado por cierto.

Jack cerró la puerta que daba al balcón y me siguió unos pasos detrás hacia la cocina.

—En su defensa, le has dado una pésima impresión —señaló—. Pones música a todo volumen, tu gato tiene un nombre que para ella es ofensivo y tus invitados son... ruidosos.    

Lo miré con incredulidad, cruzando los brazos sobre mi pecho.

—La música a todo volumen solo la pongo cuando sé que ella no está; Satanás es mi gato y lo llamaré como se me dé la regalada gana, y los "invitados" en realidad fue la invitada —corregí—, y eso solo sucedió una vez hace un año. El recepcionista amenazó con decirle a mi padre y me costó horrores convencerlo de que no lo hiciera —Bufé—. ¿A él qué diablos le importaba? Tenía diecisiete en ese entonces, no doce.

Solo hasta acabar con mi cháchara me percaté de que divagué de más. Me pasaba muy seguido con Jack; él no era muy dado a las conversaciones casuales.

Pero como siempre, no comentó nada y fue directo al punto de su visita temprana:

—¿Por qué llegaste tan tarde ayer? —indagó.

—Estaba ayudando a Jasper con su coche —respondí con vaguedad y entorné ligeramente los ojos—. ¿Apenas regreso a Seattle y ya me estás espiando? Vaya que papá no se olvida de una.

—Solo hago lo que él me ordena.

Saqué un par de refrescos del refrigerador y negué con la cabeza.

—No te preocupes, mi padre también es como mi jefe. —Le ofrecí uno de los refrescos—. Me da dinero y órdenes, pero pocas veces me da la cara más que para reprenderme

—Bajo esa lógica. —Tomó la  botella—. ¿No deberías comportarte para evitar malos ratos?

—Ese es el asunto, ¿qué es exactamente comportarme? Porque en mi perspectiva no me parece que haga nada malo —expliqué, dando un trago a la gaseosa de uva.

Jack frunció el ceño.

—¿Nada de nada?

Sonreí con atisbos de malicia y un tono socarrón.

—Aunque quisiera, no puedo contarte mis secretos, Jack. Sé que tienes un contrato con mi papá que te obliga a informarlo sobre todo lo que yo hago y no pienso comprometerte pidiéndote que mientas por mí.

Jack permaneció en silencio, pero su expresión adusta se suavizó un poco.

—Ya sabes que a ti te veo más como un padre que a mi propio papá. —Le di una palmada en el hombro—. Y yo jamás haría algo para perjudicar a alguien que me importa.

«Mentiroso. Eso es lo que era. Un mentiroso».

(...)

—Ni muerto, imbécil.

Las ofensas de Jasper eran algo que en cualquier otra circunstancia me herirían, pero ahora mismo eran bastante justificables.

Esta mañana le dije a Jack que jamás haría algo para perjudicar a alguien que me importaba, pero no fue más que una vil mentira. Lo que le hice a Jasper hace tres años fue una bajeza y un acto de cobardía de mi parte del cual no estoy nada orgulloso; lo que le hice hace tres meses fue simplemente vergonzoso y reprobable. Pero ahora he vuelto, cambiado mi perspectiva y estaba decidido a enmendar dichos errores.

El problema: Jasper no olvidaba, y por ende, perdonar le era igual de difícil.

—Vamos, Jas, sé que no-

—No me llames Jas —acotó.

Exhalé, apoyando una mano en el volante.

—Jasper, sé que no tienes coche y probablemente no tendrás en un largo rato —continúe—. Deja de ser tan orgulloso y solo acepta el favor.

—No es orgullo, Levi. —Se cruzó de brazos—. Es que no te tolero. 

Ese era Jasper, franco para herir, pero callado para amar. Al menos conmigo, tenía sus razones.

—De acuerdo, ódiame, pero al menos hazlo dentro del coche —pedí y me incliné aún más hacia la ventana—. Y ya sé que la última vez que tomaste un autobús te robaron la cartera y que tu casa está demasiado lejos de aquí como para caminar.

—No está tan lejos.

Solté un bufido, dando una suave palmada al volante.

—¿Cuánto te llevará? —inquirí, frunciendo el ceño—. ¿Dos, tres horas?

—Lo que no me queda claro, Levi. —Me miró con intriga, aunque era intriga combinada con repudio—. Es por qué estás tan empeñado en ayudarme. Apenas y nos dirigimos la palabra en estos tres años y ahora incluso te preocupas por lo que yo haga con mi vida.

«Si supieras...»

—¿Tan renuente estás a la idea de que una persona pueda cambiar? —cuestioné, adoptando seriedad para que me tomara en serio—. Ya no soy el mismo mocoso descerebrado de hace tres años, ¿sabes?

Jasper miró a sus espaldas y luego de regreso al coche, escudriñándolo. Conocía esa expresión; lo estaba considerando.

—Al menos dime por qué —dijo al fin—. ¿Por qué me ayudas? Hace un rato te dejé en claro que tú no me importas a mí.

—Porque alguna vez fui un imbécil y no pienso repetirlo.

Aquello hizo que Jasper ampliara muy levemente los ojos. Fue la respuesta correcta.

—Sí, sí eres imbécil. —Suspiró y se quitó la mochila del hombro, abriendo la puerta del pasajero para meterse al coche con un mohín—. Que sea en silencio —advirtió.

Yo asentí, aunque sabía bien que no cumpliría su petición. Este era el momento idóneo para hablar con Jasper. Estábamos solos y él no tenía manera de escapar a menos que saltara del coche, y no creía que me odiar tanto aún.

El silencio era incómodo y aunque generalmente no me costaba romper la tensión, con Jasper era diferente. Hace mucho que no lo tenía tan cerca y no podía evitar verlo cada dos segundos con el rabillo del ojo.

Él mantenía la mirada fija al frente, con sus ojos marrones escondidos debajo de aquellas gafas grises con una exagerada graduación; su cabello castaño adoptaba cierto tono dorado a la luz vespertina que se filtraba por la ventana de su lado y podía ver como la camisa blanca que traía encima le quedaba algo pequeña por la forma en que se ajustaba a sus brazos justamente tonificados.

Subí lentamente la mirada—aprovechando el semáforo rojo—, y me encontré con su cuello, en el cual palpitaba lentamente su pulso y, más arriba, sus labios en una línea recta que-

—Está en verde. —Me interrumpió su voz.

Amplíe los ojos inconscientemente y giré el cuello tan rápido que se me nubló la vista durante un segundo. Jasper se me quedó viendo y negó con la cabeza.

—Veo que no has dejado de ser un desastre tras el volante —musitó—. En general no has cambiado en nada.

No dije nada, apenas recuperando la compostura por mi desliz. No podía permitirme que Jasper descubriera lo que sentía por él. No así —y tal vez jamás.

Suspiré discretamente y encendí la radio, siendo mis oídos profanados por la música de mi padre. Le cambié de inmediato a una de esas estaciones que casi nadie escuchaba y me topé con la grata sorpresa de una canción que Jasper y yo descubrimos en esta misma estación olvidada y de la que estuvimos obsesionados en su tiempo.

If he likes him let him do it —noté—. Nos gustaba, ¿recuerdas?        

Jasper no dijo nada e incluso volvió la mirada hacia la ventana.

Sabía que él no quería vagar a los momentos del pasado que me involucraran a mí y decidí bajar el volumen. Si quería hablar del presente, entonces eso haríamos:

—¿Y qué es lo que sucede entre Freya y tú? —cuestioné—. ¿Te gusta?

Jasper se volvió de súbito hacia mí, frunciendo el entrecejo.

—No voy a responderle ese tipo de pregunta a alguien que no es de fiar.
   
«Auch», pensé y me aferré con más fuerza al volante, como si esto me ayudara a tragarme lo mucho que me dolían sus palabras.

—Me agrada Freya; se ve que es una chica lista —agregué—. Además, creo que es exactamente tu tipo.

Aquello captó el interés de Jasper y me miró con el rabillo del ojo.

—¿Y cuál es ese tipo exactamente?

—Oh, ya sabes, la típica persona que tiene pinta de meterse en muchos líos, pero se evita dichos problemas gracias a ti —expliqué—. Eres del tipo "salvador", para bien y para mal.

Jasper me dio la espalda, apoyando el codo en el marco de la ventana y recargando el mentón en su palma.

—Pero aun así no logro salvarme a mí mismo de ti —murmuró.

Aquello me sacó una carcajada.

—¡Oye! —Fingí molestia—. ¿Qué era aquello que siempre decías sobre la educación y modales?

—Vete al infierno, Levi —musitó, pero no de manera grosera, sino más bien en un intento por ocultar su divertimento.

Sonreí —aprovechando que no podía verme— y aquello me dio el valor que necesitaba para hablar del elefante en la habitación.

—Lo lamento —dije, bajando ligeramente la voz—. Lamento lo que ha sucedido.

—Levi-

—Empecemos de cero —interrumpí—. No espero que me perdones y comiences a tratarme como un amigo a la primera, pero sí que me des la oportunidad de reiniciar. Nos des la oportunidad.

Jasper se sentó derecho en su sillón, pero no volteaba a verme.

—No creo que sea buena idea.

—Vamos, Jasper, ya me he disculpado antes y vuelvo a hacerlo, ¿qué más quieres que haga? —inquirí, frenando para poder ponerle toda mi atención—. ¿Quieres que me arrodille? ¿Qué te bese las manos? ¿Qué me corte un brazo?

Jasper no respondió y pude percibir la incomodidad en su rostro que tanto se esforzaba por mantener impávido. Decidí cerrar la boca y continuar manejando. Por ahora me bastaba con que había escuchado mis disculpas y mi petición. Lo demás dependía de él.

Llegamos a su casa y, para mi grata sorpresa —pero no la de Jasper—, su padre estaba sacando la basura y nos vio.

—Mierda... —musitó Jasper.

El papá de Jasper era casi una copia de su hijo, o viceversa mejor dicho. Ambos usan gafas, tenían un peinado similar, e incluso, cuando Jasper estaba de buen humor, eran igual de cordiales.

Bajé el vidrio del lado de Jasper y lo saludé, muy a pesar de su hijo.

—Buenas noches, señor Sainz.

—¡Levi! —exclamó—. Pensé que te habías desvanecido de la faz de la tierra. Ya nunca te veía por aquí.

«Así que Jasper jamás les contó lo que sucedió. No me sorprende», pensé.

Miré a Jasper de reojo, notando como él negaba discretamente con la cabeza. Decidí seguirle la corriente.

—Estuve fuera del país —excusé.

—Entonces tendremos que ponernos al corriente —comentó, esbozando una sonrisa tranquila—. ¿Quieres quedarte a cenar?

Los ojos de Jasper se ampliaron a tal grado que fue perturbador.

—Papá-

—Me encantaría —accedí.

Jasper es de mecha corta y Levi es como una explosión. Se nota que se adoran entre ellos (ejem sobretodo Levi ejem) XD.

Les dejo por aquí la canción que Levi y Jasper iban escuchando en la radio. No es una canción conocida, pero creo que les va a la perfección 👀👌

[Dato curioso: yo conocí esta canción de la misma manera que ellos].

[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]

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