Capítulo 38. Vete ya
Jasper
Hoy fue la primera vez que asistí el día completo a la escuela tras dos horribles semanas. Incluso los profesores estaban sorprendidos por mi aparición en sus clases, algunos bromeando y otros más consternados. Nunca les pasó por la cabeza que uno de sus mejores estudiantes faltara tanto sin una justificación válida.
Cuando terminaron las clases, me sentí abrumado por la cantidad de tareas y trabajos pendientes, pero este era el costo a pagar por mi irresponsabilidad, por no saber cómo procesar lo que sucedía. En realidad aún me costaba, sobre todo porque en la mañana me topé con Freya y Levi, intercambiamos incómodas miradas y no nos dirigimos las palabra, de hecho, nos evitamos.
Estuve a nada de quebrarme otra vez, pero no me lo permití y continué con mi día como si fuese cualquier otro. En parte para demostrarme que era fuerte y en parte para demostrarles que ya no me importaban —aunque fuese una mentira.
Salí del edificio de la escuela y a lo lejos vi el coche de mi hermana estacionado y esperándome. Agradecí que llegara temprano, no quería volver a toparme con Freya y Levi.
Aunque claro, la vida me detestaba y, como si hubiese escuchado mis temores, los materializó frente a mí.
—¡Jasper! —llamó la voz de Freya a mis espaldas.
Podría haberla ignorado, no me costaba nada, pero yo no era así. Para bien y para mal.
Me volví con lentitud, viendo como ella se acercaba trotando. Se veía igual que siempre, solo que su cabello de puntas azules eléctricas comenzaba a perder el tinte, volvió a su maquillaje llamativo y llevaba puesta una falda con un amplio suéter encima, sin mencionar la exagerada cantidad de anillos en sus dedos.
—¿Qué sucede? —pregunté en cuanto se detuvo a mi lado.
Recuperó el aliento y me miró de manera apenada. Al menos eso lo sentía.
—¿Podemos hablar? —pidió.
Me aferré a la correa de mi mochila y subí mis gafas por el tabique de mi nariz.
—No hay nada qué hablar —respondí, haciendo amagos de marcharme hasta que ella se aferró a la manga de mi camisa—. Freya-
—Jasper, por favor, tenemos que hablar —insistió—. Todo esto es un gran malentendido.
Solté un sarcástico bufido.
—Apuesto que sí.
Freya frunció los labios y me jaló hacia ella.
—Deja que te explique —pidió, bajando la cabeza—. Por favor.
La miré con enojo. Por supuesto que seguía indignado con ambos por lo que hicieron, pero a la vez... sí quería entenderlos. Más allá de clarificar mis dudas, quería saber qué fue lo que yo hice mal. ¿Qué hice para que ellos me dejaran?
—¿Qué fue lo que hice mal, Freya? —indagué en voz baja.
Freya levantó el rostro de súbito y se apresuró a negar con la cabeza.
—¿Qué? No, tú no hiciste nada malo, pero-
—¿Entonces por qué lo hicieron? —Apreté mi mano en un puño, sintiendo un nudo en la garganta—. ¿Cuál fue la necesidad de cometer tal estupidez?
—Jasper-
Arrebaté mi brazo de su agarre y retrocedí, sacudiendo la cabeza.
—Estoy harto. Se lo dije a Levi, estoy harto de que ustedes dos no me digan nada y se aventuren a hacer cosas que no tienen prudencia alguna. —Me desahogué, dejando a Freya congelada—. ¡Todo lo que hago está mal para ustedes!
—¡Jasper! —exclamó Freya, acercándose—. ¡No es así!
Me reí, qué otra cosa podía hacer cuando esto me parecía tan ridículo, como una burla. Las miradas de otros alumnos se fijaron en nosotros, todos ansiosos por escuchar un chisme, por evadirse de sus propios problemas viendo los de otros. ¿Querían una pelea? Pues la tendrían.
—Con ustedes dos aprendí que no importa que de todo de mí; mi cariño, mi preocupación, mi maldito amor, no importa porque jamás recibiré nada a cambio, solo lo opuesto, seguirán quitándome y alejándome, ¿así que para qué lo intento? —Alcé la voz—. ¡¿Para qué doy tanto a cambio si al final no recibiré nada?!
Freya se tornó boquiabierta.
—Jasper, por favor-
—¡Ustedes son un par de inmaduros que creen que por haber tenido un mal día pueden largarse y casarse como unos idiotas! —Continué, había abierto un grifo y ahora no podía contener el chorro de emociones que salía por esta—. Cuando la gente normal tiene un mal día llora, grita, golpea algo, ¡no se va de la ciudad y contrae matrimonio!
Freya frunció el entrecejo.
—Si vas a enojarte, enójate conmigo —masculló—. Todo esto fue mi idea y mi culpa, no la de Levi.
—¡¿Y por qué diablos sugerir algo así?! —exclamé, desesperado.
—¡Porque quería escapar de mi madre! —gritó de regreso.
Los espectadores probablemente no entendían nada de lo que estábamos diciendo, pero para mañana estaba seguro de que todo mundo estaría hablando de esto y más conclusiones serían sacadas.
—¡Hay otras formas de resolver ese tipo de cosas, Freya! —reprendí—. ¡Esto estuvo mal y sé que eres lo suficientemente inteligente para darte cuenta de ello!
Freya me miró con desagrado. Ya no había vergüenza en su mirada, solo enojo. Vaya forma de arreglar las cosas.
—¿Acaso crees que no nos arrepentimos? —inquirió—. ¡¿En serio crees que somos así de desalmados?!
Me crucé de brazos, volviendo a bufar.
—Tú dímelo, Freya —señalé—. Me ignoraron, me evitaron y se largaron de un minuto al otro. Nunca me explicaron razones de nada; ni del rechazo de Levi, ni del tuyo. ¡Jamás pude entender absolutamente nada!
Aquello sacó a Freya de su enojo, percatándose de la razón de mi propio rencor. Relajó su expresión, volviendo a adoptar una faceta de culpabilidad y pena.
—Jasper, no-
—No voy a perdonar cada cosa que hagan, Freya —interrumpí—. Tengo un límite y ustedes ya lo cruzaron. Yo sé que cometí un error, pero ustedes cometieron otros diez. Estoy agotado de todo esto.
Freya estiró su mano hacia mí, abriendo la boca como si quisiera detenerme, decir algo más, pero por su rostro atravesó una ola de duda y se retractó. Abrazo su mano contra su pecho y desvío su mirada de la mía. Ya no había nada más que decir.
Le di la espalda y me encaminé hacia el coche. En cuanto me subí, Dakota volteó a verme con consternación.
—Esa era Freya, ¿no es así?
Asentí, apoyando la frente contra la ventana.
—¿Discutieron?
—Como si fuera novedad —respondí, sarcástico.
Dakota suspiró y arrancó el coche.
—Hiciste bien en enfrentarla —puntualizó, saliendo del estacionamiento.
—Pues no se sintió bien.
—Lo sé.
(...)
Mi hermana me dejó en casa y luego ella se fue a trabajar. Le deseé suerte y ella en cambio me dijo que ya me olvidara de Freya y Levi y me enfocara en mis tareas y la escuela.
Ese era mi plan, pero se vio frustrado cuando, al entrar a mi casa y dirigirme hacia la cocina para tomar un vaso de agua, me topé con mis padres sentados en la sala junto con Levi.
Sentí un hoyo en el estómago al verlo ahí. Yo quería escapar, olvidarlos, pero seguían apareciendo frente a mí en situaciones de las cuales no podía retirarme con tanta facilidad.
Conecté mis ojos con los celestes de Levi. Estos se notaban irritados y cansados. Su expresión se veía forzada, adoptando esa faceta de chico estable cuando ambos sabíamos que su vida era una mierda. Al menos mis padres sí se tragaban la farsa.
Mi mamá notó mi presencia y se giró hacia mí, esbozando una suave sonrisa.
—¡Jasper! —exclamó y se acercó—. Levi llegó hace un rato buscándote. Le dijimos que no tardabas en regresar y decidió esperar.
Fruncí el entrecejo, aún sin quitarle los ojos de encima a Levi.
—Gracias de nuevo por recibirme, señora Sainz —dijo él, con ese carisma y amabilidad moldeable.
Mi mamá negó con la cabeza.
—No es ninguna molestia —aseguró.
Mi papá se puso de pie también.
—¿Quieren que les dejemos la sala? —ofreció.
Levi parecía a punto de responder, pero yo me adelanté:
—No, hablaremos en mi cuarto —contesté, tajante.
Mis padres intercambiaron una breve mirada de extrañeza, pero los ignoré y, en su lugar, le hice una seña a Levi para que me siguiera al segundo piso.
—Disculpen —musitó Levi al pasar junto a mis padres.
Subimos las escaleras y lo miré con el rabillo del ojo, notando como se sobaba los nudillos de la mano derecha. Estaba ligeramente hinchada.
—¿Qué te pasó en la mano? —pregunté, logrando disimular la preocupación que sentía.
Levi vio su mano y luego a mí.
—Golpeé a un idiota.
—¿Te golpeaste a ti mismo?
Suspiró, aunque también me pareció escuchar un dejo de una carcajada. Mi intención no era ser chistoso, pero a él siempre le causaban gracia mis comentarios amargos.
Continuamos el resto del trayecto en silencio y, al llegar a mi cuarto, dejé que Levi entrara primero. Se mostró renuente al inicio, pero yo insistí con la mirada y no le quedó de otra. Cerré la puerta con más fuerza de la necesaria y le puse el seguro.
Me volví hacia él, aventando la mochila al suelo.
—¿Qué diablos haces aquí? —indagué, enfadado.
Levi vio como aventaba la mochila y luego me miró a los ojos, consternado.
—¿Estás bien? —preguntó.
—¿En serio vas a preguntar algo tan estúpido?
—De acuerdo, no estás bien. Supongo que es entendible.
—¿Supones?
Levi me miró apenado y rascó su nuca mientras se paseaba de un lado al otro.
—Y también supongo que hablaste con Freya.
Me crucé de brazos.
—Te hice una pregunta, Levi —insistí—. Dime qué diablos haces aquí.
—Vine a disculparme —admitió y negó con la cabeza—. No a justificarme, no a hacerme la víctima, sino a disculparme por mis errores.
—¿Ah, sí? ¿Cuál de todos?
Se acercó a mí con seriedad en su expresión.
—Todos y cada uno de ellos.
Me tensé ante la poca distancia entre nosotros e instintivamente retrocedí un paso.
—No puedes arreglar tantos errores solo con palabras —musité, bajando un poco mis defensas.
—Lo sé, por eso también los arreglaré con mis acciones —aseveró—. Cambiaré, Jasper.
Negué con la cabeza, incrédulo.
—No puedes decir eso cuando sigues casado con Freya.
—Eso es temporal. Lo hago solo para ayudarla —excusó.
—Dijiste que no ibas a justificarte.
—En este caso tengo que hacerlo. —Volvió a acercarse—. Yo no haría algo así solo por hacerlo. Quería ayudarla, quería-
—Mientes —acoté—. Ya lo hiciste una vez, ¿recuerdas el accidente?
Ensanchó los ojos.
—Eso... No estaba pensando con claridad.
Escudriñé los ojos.
—Y supongo que también dirás que no estabas pensando con claridad cuando te casaste con Freya.
Negó con la cabeza.
—No, estaba muy consciente de lo que hacía.
—Y aún así lo hiciste.
—¡Para ayudarla! —exclamó, entrando en la desesperación—. ¡Tú hubieras hecho lo mismo!
—No, no lo habría hecho —repliqué—. Habría buscado otra manera de ayudarla, no usado eso como una excusa para una salida rápida. Para escapar.
Levi se estremeció ante mis palabras. Era tan fácil de leer como un libro abierto. ¿Lo había hecho para ayudar a Freya? Sí, en parte, pero también porque él mismo quería escapar y tener una justificación para no enfrentar sus errores.
—¿Por qué tenías que conocerme tan bien? —Soltó una desalmada carcajada, pasando una mano por su cabello—. Te odio por eso.
Tragué saliva y me aferré a la tela de mi pantalón. Aún debía hacerle una pregunta a Levi, algo que no me dejaba dormir por las noches de tanto darle vueltas en busca de una explicación:
—¿Por qué te fuiste antes de que pudiera responder tu confesión? —pregunté y di un paso hacia él—. ¿Por qué me dijiste que lo olvidara?
Levi conectó nuestras miradas. La suya era amplia y nerviosa.
—Yo-
—No lo olvidé —interrumpí—. Y no pienso hacerlo.
Levi se tornó más tenso y bajó la mirada.
—Jasper, tú no-
—Quiero entender la razón, Levi —insistí, volviendo a llamar su atención—. Quiero entender por qué-
Antes de poder terminar mi oración, Levi levantó el rostro de súbito, con un largo paso se acercó a mí, se aferró a mis mejillas y me besó en los labios.
Me quedé petrificado en mi sitio, con los ojos demasiado abiertos y el cuerpo tenso como un cable estirado. Levi aún así continuó besándome, colocando una mano en mi nuca. Sus labios eran como los recordaba: tersos, con un dejo de sabor a menta y sus besos eran delicados, nada forzosos, sino como una invitación.
Sentí un hormigueo en el estómago y poco a poco perdí la resistencia al impulso de corresponder aquel beso. Puse mi mano en su cintura y lo besé de regreso. Su beso pasó de ser una invitación, a un anfitrión, dándome la bienvenida y haciéndome sentir a gusto y cómodo.
Nos detuvimos un segundo y nuestros ojos, nublados por un dejo de éxtasis por la repentina caricia, no vieron nada más que deseo. Levi volvió a besarme y comencé a retroceder hasta dar con el pie de mi cama. Me empujó hacia esta y me senté para después ser lentamente guiado hacia abajo. Lo besé con más fuerza, extrañaba esto, extrañaba sentirlo y tenerlo a mi lado. Por un momento pensé en olvidar todos los errores del pasado, dejar de lado toda mi indignación con tal de que él siguiera aquí, besándome, haciéndome sentir.
Pero la realidad... es que no era así de sencillo.
Lo empujé lejos de mí y giré el rostro sobre la cama para no tener que verlo a los ojos. Levi se mostró confuso y estaba a punto de cuestionarme, pero yo lo interrumpí:
—Regresa a casa con tu esposa —mascullé. Todo el rencor de antes volvió a mí. Levi seguía casado con Freya. Freya seguía casada con Levi.
No importaba la cantidad de besos y caricias, no podía perdonar a ninguno.
Con el rabillo del ojo, vi como Levi tragaba saliva y en su rostro cruzaba un dejo de culpa. Se apresuró a apartarse de mí y retroceder.
—Lo lamento —murmuró y salió de mi habitación tan rápido como pudo.
Yo me quedé acostado de espaldas sobre mi cama, viendo al techo y colocando el dorso de mi mano sobre mi frente mientras me maldecía:
«Solo olvídalos, idiota. Hazte un maldito favor y olvídalos ya».
Y lo haría... si tan solo fuese tan sencillo como pensarlo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top