Capítulo 37. Enfréntalo
Levi
Las clases fueron incómodas. Esa era la mejor forma de describirlas. Me sentía nervioso sin una razón en específico, sentía que todo mundo me observaba y podía ver a través de mí como si supieran lo que me sucedía, aunque solo era mi inconsciente traicionándome otra vez. Como siempre.
Me sentí así desde que llegué a la escuela esta mañana y vi a Jasper, no pude concentrarme en ninguna de las clases y cada vez que sonaba el timbre, me apresuraba a salir del edificio de la escuela y esconderme, ocultarme de todos, pero sobre todo porque no me atrevía a enfrentar a una sola persona, al chico al que le confesé que estaba enamorado de él. Terminé por escapar como un cobarde sin escuchar su respuesta y, en su lugar, fui a casa de su mejor amiga para que una hora después estuviéramos saliendo de la ciudad con la intención de casarnos. Contándolo así, sonaba como una reverenda idiotez.
Durante uno de los recesos estuve a punto de acercarme a Jasper. Lo vi, se le notaba preocupado, triste, herido; estaba tan cabizbajo que no me atreví a aproximarme porque yo sabía que el origen de esos sentimientos era por mi forma de actuar y por mis acciones erróneas. Yo era la causa de su sufrimiento aunque me costara aceptarlo. Tal vez fue Freya quién me pidió que me casara con ella, pero al final fui yo quien acepté, fui yo quien dio el paso y fui yo quién acabó por romper lo que ya estaba quebrado.
Agradecí que Jasper no me vio y me fui. Salí de la escuela en cuanto sonó el timbre, ocultándome detrás de una cabeza gacha y unos ojos caídos. Freya se fue más temprano que yo, puesto que sus clases terminaban antes y debía regresar al trabajo a darle muchas explicaciones a su jefe. Por lo tanto, esta tarde estaba solo.
Caminé hacia el estacionamiento y estuve a punto de subirme a mi coche para regresar al departamento cuando escuché una voz llamándome:
—¡Hey, Elrod!
Maldije a mis adentros y ni siquiera quise darme la vuelta. Era Roh y su grupo de amigos, entre ellos Alexa, quien aún no parecía entender con qué clase de patán estaba saliendo.
Los ignoré, le quité la llave al coche y abrí la puerta, solo para ser detenido por una mano cerrándola, casi aplastando mis dedos.
Me encontré con Roh recargado contra esta, mirándome de manera desdeñosa y burlona. No podía creer que alguna vez lo llamé amigo.
Lo miré con repudio, queriendo transmitirle la cantidad de desagrado que sentía tan solo por tenerlo cerca. Roh, además de grosero, prepotente y estúpido, también fue quien confirmó las sospechas de mi padre acerca de mi sexualidad. Por una razón era de mis pocos "amigos" que él aprobaba. Eran casi iguales.
—Quítate —mascullé, tratando de empujarlo con la misma puerta.
Roh se plantó en el suelo y comenzó a reírse con su grupo.
—¿Qué? ¿Estás avergonzado, Elrod? —inquirió—. Lo siento, amigo, pero tuve que decirle a tu papi los secretos que guardas. Fue por tu bien, era mejor que se enterara de tus mariconadas de una vez por todas, ¿no crees?
Alexa se acercó a su novio y apretó su brazo con urgencia.
—Ya basta —pidió—. Ya déjalo tranquilo.
—No te metas —espetó y arrebató su brazo de la mano de ella—. Solo cállate y obsérvame darle una lección a este marica.
Hice de mis manos un par de puños, dejando que la mochila que colgaba de mi hombro cayera al suelo.
—¿Cuál es tu maldito problema? —pregunté con frialdad.
—¿Mi problema? Mi problema eres tú, imbécil —respondió y se aferró al cuello de mi camisa, obligándome a verlo a los ojos—. Siempre fuiste un hijo de perra, te creías tan superior cuando en realidad eres el peor de todos nosotros. Y ahora mírate, estás hecho un cobarde de mierda que ni siquiera levanta la cabeza para verme a los ojos.
Solté un bufido y rodeé su muñeca con una mano, apretándola.
—Yo creo que tú eres el que quiere que lo vea a los ojos porque, de no ser así, te sientes como la mierda inferior que siempre has sido. —Lo empujé lejos de mí—. Siempre me has envidiado. Tú nunca me consideraste un verdadero amigo, me odiabas y hacías todo lo posible por humillarme. Es una lástima que nunca haya funcionado, ¿no crees? Al final, tú sigues buscándome a mí, así que... ¿Quién es el más patético entre los dos?
Sus amigos soltaron exclamaciones de sorpresa y comenzaron a burlarse a sus espaldas. Los ignoré, manteniendo mi mirada fija en Roh quien, a pesar de ser más alto y corpulento, ahora tenía aspecto de un gigante ridículo y idiota.
—¡Vete al Infierno, Elrod! —bramó y se abalanzó hacia mí con la intención de golpearme.
Pude esquivarlo por cosa de nada y, cuando lo tuve al alcance, sin pensarlo y sin un rastro de prudencia, cerré mi mano en un puño —con el pulgar por fuera— y le di un puñetazo tan fuerte en la mandíbula, que cayó hacia atrás como peso muerto, semi noqueado.
—¡Mierda! —grité, aferrándome a mi mano que dolía como el demonio por el contacto de hueso contra hueso.
Los amigos de Roh se quedaron boquiabiertos y solo uno de ellos se acercó para ver cómo estaba. Estaba intentando ponerse de pie, pero las piernas le fallaban y parecía que la cabeza le daba vueltas. Nunca antes había golpeado a alguien así, en realidad, nunca antes había golpeado a nadie. Había visto a Roh y sus achichincles golpear a otros, pero yo nunca me metía ni tampoco hacía nada por detenerlos. Yo también era y seguía siendo una mierda de persona, pero sería un mentiroso si no admitiera que golpear a Roh fue muy satisfactorio.
—¡Estás muerto, Elrod! —gritó, arrastrando las palabras—. ¡Juro que te voy a matar!
Alexa rodó los ojos ante las palabras de Roh, negando con la cabeza de manera desaprobatoria.
Levanté mi mochila del suelo con la mano que no me punzaba del dolor y, antes de irme, volví a acercarme a Roh.
—Púdrete en el infierno, imbécil —mascullé.
Roh hizo amagos de ponerse de pie, pero se escucharon gritos de un profesor a lo lejos preguntando qué estaba pasando. El grupo de Roh se tensó al instante y comenzaron a dispersarse, dejando a su estúpido líder atrás.
—¡Cobardes! —les gritó el pelirrojo y luego se volvió hacia Alexa—. Alexa, ayúdame, nena.
—Ni en sueños. —Bufó y se volvió hacia mí, dándole la espalda a su novio, o más bien ex novio. Se aferró a mi brazo y susurró a mi oído: —Ven conmigo.
Me dejé llevar por ella, quien rápidamente me guió hacia su coche que estaba estacionado a unos metros del mío. Me subí al asiento del pasajero y ella al del conductor, arrancando ni bien estuvo cerrada su puerta y manejando lejos de la escuela.
—¿Por qué tanta prisa? —indagué, aún aferrándome a mi mano que ya comenzaba a hincharse.
—¿Querías que te viera algún profesor e ir a detención? —preguntó y miró mi mano—. Al menos dejaste el pulgar afuera. De otra forma te lo habrías fracturado.
Dio un volantazo, dando una brusca vuelta en U.
—¿A dónde me llevas?
—Necesitas hielo para eso —señaló.
Continuó conduciendo en silencio hasta una tienda de conveniencia. Ambos salimos del coche, pero ella me dijo que la esperara ahí. Me recargué contra el cofre, apretando los dientes y maldiciendo por el dolor, sin mencionar que era la derecha, mi mano dominante.
Alexa regresó unos minutos después con una pequeña bolsa de hielos y una paleta helada de chocolate. Me dio la bolsa y se recargó contra el cofre a mi lado, abriendo el empaque de su paleta.
Me puse los hielos en los nudillos, primero sintiendo un golpe de dolor y luego una ola de alivio. Me relajé un poco, soltando un respiro que tenía atorado desde el golpe.
—Gracias por golpearlo —dijo Alexa entonces, lamiendo su paleta.
Enarqué una ceja, soltando una leve carcajada
—¿Me estás agradeciendo por haber golpeado a tu novio?
Sacudió la cabeza, rodando los ojos.
—Roh es un idiota. Él se lo buscó y lo tenía merecido desde hace mucho tiempo. —Me ofreció de su paleta—. ¿Quieres?
Me acerqué y le robé un mordisco, sintiendo como se me destemplaban los dientes por el frío.
—No seas psicópata —bromeó Alexa—. Nadie muerde una paleta así.
—Así sabe mejor —aseguré.
—Mentira.
Le sonreí, volteando la bolsa de hielos que ya comenzaba a derretirse.
—¿Romperás con él? —pregunté.
—Por si no te diste cuenta, ya rompimos —respondió—. Nunca debí haberlo aceptado en un principio. Tonta yo, pero ya que. A la mierda el pasado y Roh.
Volví a carcajearme, asintiendo.
—A la mierda todo —añadí.
Nos quedamos en silencio y yo estuve a nada de agradecerle a Alexa por haberme ayudado a escapar de allí, pero ella se me adelantó y cambió el tema drásticamente:
—¿Entonces es cierto? —indagó, volteando a verme—. ¿Eres gay y te gusta Jasper?
Dudé y mi subconsciente casi me traiciona, casi cediendo al reflejo de responder que no y olvidar que ya no debía ocultarlo. Roh lo sabía, Alexa lo sabía, Jasper, Freya, mi padre, todos aquellos que eran cercanos por gusto y los que no, lo sabían. Ya no tenía que ocultarlo, pero eso era algo que todavía no lograba digerir del todo.
—Sí —respondí tras un prolongado silencio—. Todo es verdad.
Alexa continuó comiendo y asintió.
—Ya lo sospechaba —admitió.
—¿Quieres un premio o algo? —pregunté, hastiado.
—No, idiota. —Terminó la paleta y me señaló con el palo de madera—. Lo que quiero es que se lo digas a Jasper si tanto te importa. Te conozco y sé que eres de los que prefiere morir con sus secretos antes que confesarlos.
—Jasper ya lo sabe —repliqué—. Se lo dije todo.
Alexa enarcó las cejas.
—¿Y?
—No dijo nada.
Frunció el ceño.
—¿No dijo nada o tú no le permitiste decir algo? —inquirió—. Tienes esa pésima costumbre.
Bajé la cabeza, a sabiendas de que, si hubiese esperado un minuto más aquella noche, habría recibido la contestación de Jasper; positiva, negativa, indiferente, recíproca, lo que fuera, pero habría sabido qué pensaba al respecto.
Exhalé, presionando con más fuerza la bolsa de hielos.
—¿Qué se supone que debo hacer si cometí una enorme estupidez? —pregunté—. ¿Si cometí un error que sé que lo lastimó mucho?
Alexa se tornó pensativa, soltando un largo suspiro.
—Generalmente los errores son cometidos para ser arreglados —respondió—. Así que ahí está tu respuesta: arréglalo. Jasper no está muerto ni nada por el estilo, así que sí hay una vuelta atrás y, por ende, es reparable. Esa es mi lógica.
No pude evitar sentirme decepcionado por la respuesta, pero ¿qué más podía esperar? Nadie me daría una solución mágica, la única manera de remediar lo roto, era, redundantemente, remediándolo.
Me volví hacia Alexa.
—Gracias por salvarme de los profesores. —Levanté la mano con la bolsa de hielos—. Y por los hielos.
Se encogió de hombros.
—Es lo mínimo que podía hacer después de que golpeaste a Roh.
—Y también gracias. —Desvíe la mirada, tímido—. Por no juzgarme.
—Nunca te juzgaría por tu sexualidad, Levi —aseguró y tomó mi mano sana—. Aunque no lo creas, me importas y te quiero como a un buen amigo.
—¿A pesar de lo que he hecho? —inquirí.
—Sí, tonto. Te lo debo.
Me mostré confundido.
—¿Me lo debes?
Asintió.
—Tú me has ayudado incontables veces. Me diste un espacio en este lugar cuando yo estaba perdida, tal vez no fue con la mejor compañía, pero me hiciste sentir menos... sola. —Esbozó una leve sonrisa y apretó mi mano—. Y eso te lo agradezco mucho.
Le sonreí y giré mi mano para poder apretar la suya de regreso.
—Eres demasiado buena para ellos —añadí.
Alexa rodó los ojos, ampliando su sonrisa.
—Eso es obvio —concordó—. Una vez nos graduemos, me iré de este lugar a una universidad muy lejos de aquí. Empezar de cero, ¿sabes? Mejor compañía, menos presión. Lo que realmente quiero.
—Sé que lo conseguirás.
Asintió, exhalando.
—Yo también —afirmó y, tras unos minutos de silencio, le dio una palmada al cofre del coche—. Ahora vamos, te llevaré de regreso a la escuela para que recojas tu coche.
Me aparté del cofre, con la bolsa de hielos casi hecha agua.
—Iré a tirar esto —señalé.
—Tira esto también —pidió Alexa, dándome la basura de su paleta.
La tomé y caminé hacia el basurero al lado de la tienda de conveniencia. Tiré el empaque vacío y la bolsa de hielos, viendo mi mano hinchada una vez más. Pasé mis dedos por esta con cuidado y una leve sonrisa nació en mis labios. De verdad había golpeado al imbécil de Roh. No era precisamente correcto, pero se sintió demasiado bien.
«¿Así que así se siente enfrentar a tus demonios?» Pensé.
Me quedaba claro que podía enfrentarlos, pelear contra ellos de ser necesario, pero... ¿Podía reparar lo que parecía irreparable?
Estaba a punto de averiguarlo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top