Capítulo 36. ¿Qué te duele más?

Freya

Levi se la pasaba rondando como alma en pena. Ahora que estábamos viviendo juntos, lo veía desvelarse, sufrir insomnio y asomarse por balcón de su departamento. Una vez salí a verlo, estaba llorando en silencio. No quería que lo viera, era su momento privado, por lo que jamás volví a seguirlo.

No sabía qué hacer para consolarlo. Extrañaba al Levi de antes que reía y bromeaba, desbordante de carisma y confianza. Aunque ahora me percataba de que tal vez ese Levi nunca existió en realidad, que era solo una fachada para esconder algo quebrado, algo incompleto.

Yo sabía bien que los sentimientos que Levi tenía hacia mí no pasaban de un cariño amistoso y, aunque yo gustaba de él, no pensaba presionarlo más con el asunto; no era correcto. La realidad es que Levi quería a Jasper, demasiado, y más allá de lo mucho que le dolía el conflicto eterno con su padre, creo que le dolía más haber perdido a Jasper.

Pero ¿qué era lo que Jasper sentía por Levi? Sabía que él gustaba de mí, pero... ¿Qué hay de él y Levi?

Terminé de guardar cosas en mi bolso y miré a Levi, quien estaba echado en el sofá de la sala, viendo aquel feo candelabro que colgaba del techo. Me acerqué a él, apoyándome en el respaldo del sillón.

—¿Te sientes bien? —pregunté.

Levi negó con la cabeza.

—No quiero ir a la escuela.

—Lo siento, pero no es opcional. Ya faltamos demasiado.

—Lo sé. —Suspiró, tallándose los ojos con las manos. De nuevo no durmió.

—¿Es por Jasper? —pregunté. La respuesta ya la conocía, pero quería que él se descargara.

Levi se encogió sobre sí mismo ante la pregunta.

—No me atrevo a darle la cara —admitió y se volvió hacia mí—. Y sí, lo sé, soy un cobarde.

—No creo que lo seas. Es normal estar asustado —aseguré—. Todo esto fue algo... repentino, pero no puedes detener tu vida. Solo aumentarás tu temor.

—No suena tan malo detener mi vida.

Lo miré con incredulidad.

—Levi.

—Aunque tú sí deberías continuar con la tuya. Tienes que.

Suspiré y estiré mi mano hacia su cabeza, revolviendo su cabello que de por sí estaba alborotado.

—Odio verte así.

—Y créeme que yo odio sentirme así.

Cerré los ojos durante un segundo y me recosté sobre el respaldo, aún acariciando su cabeza.

—Lamento haberte metido en este embrollo. Fui egoísta y me aproveché de tu vulnerabilidad para pedirte que nos casáramos —musité, apenada.

—No importa —dijo él tras unos segundos de silencio y se sentó—. No estoy enojado por ello ni contigo. En realidad me alivia saber que ya no estás en casa de tu madre.

Esbocé una sonrisa.

—Gracias a ti.

Me regresó la sonrisa, pero desalmada, apenas alcanzando a verse.

—No hay nada que agradecer. —Se puso de pie y se acercó a la televisión apagada, mirando su reflejo y peinando su alborotado cabello. Tomó su saco del respaldo de una de las sillas del comedor y luego se encaminó hacia la puerta, tomando las llaves de su coche que yacían dentro de una vasija.

Yo me acerqué a tomar mi bolso y, al hacerlo, vi que dentro de la vasija también había un disco guardado en un estuche de plástico transparente. Me llamó la atención lo que el disco tenía escrito con plumón permanente: «Para Jasper».

Lo agarré y me volví hacia Levi, quien terminaba de empacar algunas cosas para la escuela.

—¿Y esto qué es? —indagué, mostrando el disco.

Levi levantó la mirada y sus ojos se ensancharon al ver lo que sostenía entre mis dedos.

—Eso es... es algo que grabé. —Rascó su nuca—. Fue antes de que todo esto sucediera. Roh lo destrozó y tuve que volver a quemarlo, pero ignoralo, es una tontería —explicó con vaguedad—. Déjalo. Lo tiraré después.

Abrió la puerta del departamento e hizo girar las llaves de su coche alrededor de su dedo índice.

—¿Ya estás lista? —preguntó.

—Dame un segundo, olvidé algo —mentí—, pero tú adelántate a pedir el elevador.

Levi asintió, se colgó la mochila al hombro y salió del departamento. Caminaba pretendiendo tanta confianza, que era difícil creer que se pasó la madrugada llorando.

Miré el disco en mis manos y, a sabiendas de que Levi seguramente lo tiraría ni bien regresara de la escuela, lo guardé dentro de mi bolso, escondido entre mis libros.

Algo me decía que era importante para él, aunque tratara de negarlo.

(...)

Jasper

Estaba tirado de espaldas sobre mi cama, viendo a ningún punto en específico del techo mientras en mis audífonos resonaba una canción, la canción. Aquella que Levi y yo descubrimos. Me odiaba tanto a mí mismo porque lo único que escuchaba eran canciones que me recordaban a Levi y a Freya.

En los últimos días no pude sacarlos de mi cabeza, no desde que Sally me dijo que regresaron a Seattle y me di cuenta de que era probable que los viera en la escuela en estos días.

Los extrañaba, pero a la vez no quería hacerlo. Estaba enojado y me sentía engañado. No debería extrañarlos.

Me rodé sobre la cama al tiempo en que la puerta de mi habitación fue abierta por Dakota. Ella tenía la pésima costumbre de no tocar y simplemente abrirse paso.

—Vas a llegar tarde, mocoso deprimido —dijo y sacudió las llaves del coche—. Vámonos ya.

—No estoy seguro de ir hoy —admití, quitándome los audífonos.

Enarcó una ceja y colocó una mano en su cintura.

—Si sabes que nuestros padres te tienen condicionado, ¿no? —preguntó—. Ya no puedes faltar ni un día más.

Solté un gruñido, restregando mi rostro con mis manos.

—Podría fingir ir y saltarme las clases.

Dakota exhaló y se cruzó de brazos.

—¿Y ahora por qué quieres faltar?

Me senté, tomando mis gafas de la cómoda al costado de la cama.

—Sally me avisó que regresaron y puede que hoy vayan a la escuela —expliqué—. No quiero verlos. No puedo-

—¿En serio vas a dejar que ellos controlen tu vida? —interrumpió—. Ellos son los que deberían sentirse avergonzados, no tú.

—No, no es eso, es que yo...  —dudé, subiendo las gafas por mi tabique— yo no sé si pueda verlos juntos.

Mi hermana suspiró y se acercó a mí, sentándose a mi lado en la cama.

—Jasper, a pesar de todo lo que hemos hablado, he evitado preguntarte una sola cosa, pero me temo que si yo no lo hago, tú nunca te atreverás a preguntarte a ti mismo, así que dime, ¿qué te duele más? ¿Qué Freya está con Levi o que Levi está con Freya?

Bajé la mirada, sacudiendo la cabeza.

—No lo sé, yo no-

—Yo lo sé —acotó, tomándome por sorpresa—. Y creo que tú también lo sabes, ¿no es así?

Me quedé boquiabierto y estuve a punto de contestar cuando la voz de mi madre desde el piso de abajo nos interrumpió:

—¡Se les hace tarde!

Dakota soltó un bostezo y se puso de pie, estirándose.

—Deberías pensarlo —añadió y se encaminó hacia la puerta—. No sirve de nada amar en silencio.

Mi hermana salió de mi habitación y yo me quedé sentado en el mismo lugar, con la mirada perdida mientras pensaba en sus palabras:

«¿Te duele más que Freya está con Levi o que Levi está con Freya?»
   
«Creo que tú también lo sabes».
   
«No sirve de nada amar en silencio».

Me puse de pie, tomando mi mochila y audífonos, pensando:

«Me encantaría poder gritarlo».

(...)

Dakota me dejó en la entrada de la escuela, diciéndome que vendría a recogerme en cuanto saliera. Le agradecí y, en cuanto ella se fue, me enfrenté al edificio frente a mí. Todos los demás andaban con libertad, sin preocupaciones o miedo alguno. Sentía que algunos me miraban, como si supieran las cosas que hice.

Me tensé, sintiendo el sudor en las palmas de las manos y saqué los audífonos. Me los puse sin siquiera reproducir sonido, solamente para fingir que estaba en mi propio mundo y nadie se me acercara para hablar.

Caminé al interior y, cuando iba por el pasillo hacia mi casillero, me encontré con Levi y Freya sacando cosas de la taquilla de ella. Los tres nos miramos fijamente, un contacto visual que me dejó casi tembloroso.

Levi me veía con espanto, tan nervioso como yo; mientras que Freya me veía con vergüenza. Levi fue el primero en romper el contacto visual, colocando sus ojos en el suelo antes de darse la media vuelta y apresurarse al interior de un salón.

Freya lo vio irse y luego volvió a mirarme. Yo me quité los audífonos, puesto que ella parecía a punto de decir algo, pero al final, cerró la boca y abrazó sus libros contra su pecho, también dándose la media vuelta y continuando su camino a través del pasillo.

De nuevo ellos se alejaban, demostrando emociones que iban desde el temor, hasta la vergüenza y tristeza.

«¿Así será a partir de ahora?»

Mil disculpas por no actualizar el domingo, pero es que se me juntaron los pendientes y bla bla bla.

De cualquier forma, ¡muchísimas gracias por leer! 💜

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