Capítulo 27. No lo olvidaré

Freya

¿Por qué tuve que tener tan buena memoria para sufrir?

No puedo recordar cosas intrascendentes como las clases de matemáticas, o qué fue lo que comí hace un día, pero sí puedo recordar con nítido detalle todas y cada una de las veces en que he sufrido; cuando mi padre se fue, cuando mi madre comenzó a desahogar sus frustraciones en mí y ahora cuando me peleo con Jasper por algo estúpido. Peleábamos porque no sentíamos lo mismo, no, tal vez sí lo sentíamos, pero no era correcto. No era correspondido. No de la forma adecuada.

Yo sé que mi reacción a lo que pasó entre Jasper y Sally fue desmesurada, no tenía ningún derecho a ir y reclamarle por estar con otra persona. Jasper no era de mi propiedad, Sally no era de mi propiedad, nada de lo que sucediera entre ellos era mi asunto. No quería justificarme por lo erróneo de mis acciones, pero yo sabía que la razón de mi enojo era porque, antes de verlos así, admití que sí sentía algo por Jasper, algo que jamás podría confesarle...

Solté un suspiro mientras limpiaba las mesas del restaurante para terminar mi turno. De no estar peleando, probablemente Jasper vendría a recogerme y me llevaría a casa, pero ese no era el caso desde hace una semana. Él me lo ofreció al día siguiente de la discusión, tan pragmático como siempre, pero yo me negué, tan orgullosa como siempre.

—Freya —llamó Sally.

Aparté la mirada de la mesa  y la encontré parada a varios pasos de distancia de mí. Se le veía incómoda. Casi no habíamos hablado en todos estos días.

—Sally —dije, sonando sorprendida porque me estuviera hablando.

Sally se aferró a uno de sus brazos y me miró con los párpados caídos.

—¿Podemos hablar?

Mis ojos se ensancharon ligeramente. Yo tuve la intención de hablar con Sally desde lo que sucedió, pero no me atreví, sentía que la haría sentir incómoda. Un gran error de mi parte. Otro más.

—Sí —respondí y me senté en la mesa recién limpiada.

Sally se acercó y se sentó en la silla frente a mí. Estaba tan tensa que ni siquiera se encorvaba.

—Es una noche tranquila —comenzó Sally, tratando de romper la tensión.

Y sí, el restaurante estaba casi vacío. Éramos nosotras las meseras, el jefe y un camionero que tomaba café mientras hablaba por teléfono.

—Sí, por fortuna —respondí—. Menos trabajo para nosotras.

Sally sonrió de manera discreta.

—Sí, es una suerte.

Nos quedamos en silencio hasta que ella exhaló y entrelazó sus dedos sobre la mesa.

—Lo lamento, Freya —musitó, viéndome con los ojos llorosos—. Perdóname por lo que pasó con Jasper. No debí... No lo pensé.

Negué con la cabeza y estiré mi brazo sobre la mesa, alcanzando su mano.

—No tienes que disculparte, Sally —aseguré—. Entre Jasper y yo no sucede nada, solo somos amigos y yo no tenía razón para reclamarles como si tuviera derecho de piso sobre él o tú. —Apreté su mano—. Yo soy la que lamenta la escena que hice. Ustedes pueden hacer lo que quieran. Si quieren estar juntos, no hay problema. Yo no voy a interferir.

Sally se apresuró a sacudir la cabeza, ya con las lágrimas rodando por sus mejillas.

—No, Frey, no, nada sucederá entre nosotros —aseveró—. Fue un accidente, cosa de una vez y nada más. Te aseguro que no pasará de allí.

Le sonreí con desánimo.

—Jasper es un buen chico y tú una buena chica —añadí—. Si ustedes-

—Jasper no me gusta de esa manera —insistió y desvío la mirada, apenada—. Yo solo... solo lo hice porque estaba teniendo una mala noche. Porque quería olvidarme del pasado.

Fruncí el ceño.

—¿Está todo bien?

Sally tragó saliva, suspirando de manera trémula.

—La noche en que Jasper vino al restaurante, recibí un mensaje de mi ex —relató—. Decía que me extrañaba, hace meses que no me hablaba. Le dije que me dejara en paz y lo bloqueé, pero su solo mensaje me sacó de balance. Cuando vi a Jasper igual de desesperado, le ofrecí que habláramos. Ambos nos desahogamos y bebimos un rato. Después, cuando ya nos íbamos a casa, las cosas simplemente sucedieron. Estábamos vulnerables y nos dejamos llevar. Una equivocación.

—Sally... —Me levanté de mi silla y me arrodillé frente a ella, tomando sus manos entre las mías—. ¿Por qué no me dijiste que él te volvió a buscar?

—No me pareció grave, siempre lo ignoro, pero siempre regresa con un nuevo número o de alguna otra forma.

—¿Sabe dónde estás?

—No, me he asegurado de ello.

Suspiré y me erguí, dándole un fuerte abrazo. Sally era mi mejor amiga, no importaban los errores cometidos por ambas, siempre le guardaría un enorme cariño.

—Frey —llamó una vez se tranquilizó.

La solté y volví a sentarme en mi lugar.

—¿Sí?

—¿Qué es lo que sucede entre tú y estos dos chicos? —indagó—. Simplemente no logro entender el problema.

Me hallé renuente a contarle toda la historia, pero terminé por hacerlo cuando me percaté de que ella sería la única capaz de comprenderlo sin juzgarme; mi única confidente fuera de Jasper o Levi. Así que le relaté todo desde el inicio, cada detalle de este complicado triángulo amoroso.

—Me gustaría aclararlo ya —concluí—. Antes de que empeore y no podamos volver atrás.

(...)

Jasper

¿Cómo es posible que las cosas vayan tan mal de un minuto a otro?

No me cabía en la cabeza que Freya y yo fuésemos incapaces de vernos a la cara. Su reacción no me parecía justa, de hecho, nada de lo que sucedió me parecía justo. Freya continuaba rechazándome, pero utilizaba como excusa lo que sucedió con Sally para hacerme ver como el malo de la historia. Y yo, en mi naturaleza sobre pensante, me cuestionaba si de verdad yo no era el villano tratando de disfrazarse de víctima.

«Deja de culparte. Deja de culparte. Deja de...»

Escondí mi cara entre mis manos y apoyé mis codos sobre el escritorio en mi cuarto. Quería dejar de pensar en Freya, necesitaba estudiar y concentrarme. En los últimos días mis notas han ido a la baja y no podía darme el lujo de ello cuando buscaba aplicar a una beca completa para la universidad.

Tal vez no era lo correcto para mí mismo, tal vez mi dignidad ya estaba tan destrozada que sabía que la única manera de sentirme bien otra vez era agachando la cabeza y ofreciendo disculpas aunque, en el fondo, yo sabía que no todo era mi culpa.

Estaba tan mal, tan, pero tan mal, que ya no distinguía lo bueno de lo malo. Mi criterio desaparecía poco a poco.

Solté un suspiro, pasando una mano por mi rostro con agotamiento. Cerré el libro y me dispuse a apagar la luz para irme a dormir, o ese era el plan hasta que escuché algo chocando contra mi ventana.

Fruncí el ceño y me acerqué a esta, viendo como alguien lanzaba pequeñas piedras al cristal. Extrañado, lo corrí hacia arriba.

—Oye, qué-

Fui interrumpido cuando una piedra pasó a centímetros de mi cara, cayendo dentro de mi habitación.

—¡Oye! —grité—. ¡¿Qué diablos haces?!

—¡Jas! —exclamó la voz de Levi—. ¡Soy yo!

Escudriñe los ojos, pero entre mi pésima visión y la oscuridad, apenas y podía vislumbrar una silueta en mi patio frontal.

—¿Ahora qué estás haciendo, Levi? —pregunté, cansado. No tenía humor para lidiar con sus juegos.

—¿Podemos hablar? —pidió.

Exhalé. A veces odiaba ser el buen tipo que, sin importar su humor, era incapaz de ignorar a su amigo.

—Bajo en un minuto.

Bajé al primer piso, agradecido de que aún no llegara mi familia a casa o de otra forma sería algo incómodo. Abrí la puerta y vi a Levi parado a unos metros de esta. Sentí déjà vu al presenciar aquella escena. Era muy similar a la noche antes de que él se fuera a Londres; ropa semejante, el coche estacionado en la calle y casi a la misma hora. Solo esperaba que no se repitiera lo de aquella vez, cuando él me-

—Hey, Jas —saludó Levi, acercándose—. Espero no hayas estado durmiendo aún.

—No, estaba estudiando —respondí.

Metió sus manos dentro de los bolsillos de su chaqueta, esbozando una media sonrisa.

—Muy típico de ti.

Nos quedamos en silencio. Un silencio incómodo. A decir verdad, estos últimos días también había evadido a Levi. Sentía vergüenza de que Freya le contara lo que sucedió y él también me juzgara. Pero yo sabía que entre amigos los secretos eran difíciles de guardar y yo no quería vivir con ese peso.

—Tengo que contarte algo —admití entonces.

—Genial, yo también. —Se carcajeó, nervioso—, pero tú primero.

Me tensé.

—Tú viniste hasta acá para hablar, lo justo es que hables primero —repliqué.

—Soy todo un caballero, Jas-

—No me llames Jas —zanjé.

—Jasper, insisto, tú primero. —Miró a mis espaldas—. Es tu casa después de todo.

Metí las manos en los bolsillos de mi pantalón, apretándolas en un par de puños para contener mi palpable nerviosismo. Pero confiaba en Levi, sabía que él no me juzgaría. No pedía que me comprendiera, simplemente que no me juzgara por mis pésimas decisiones.

—No te conté toda la verdad sobre lo que sucedió entre Freya y yo —comencé—. La razón por la que aún seguimos peleados.

—Supuse que fue por otra diferencia, pero-

—Cometí un error, Levi —interrumpí—. Por eso ella está tan enfadada y yo tan apenado.

Levi frunció el ceño.

—¿Error? ¿Qué clase de error?

Mordí uno de mis labios y bajé la cabeza, encogiéndome sobre mí mismo.

—Aquella noche le mandé un mensaje a Freya pidiéndole que habláramos, ella me dijo que estaba estudiando en el restaurante y no tenía tiempo. De todas formas decidí ir para ofrecerle llevarla a casa y que platicáramos en el trayecto, pero cuando llegué al restaurante, ella no estaba allí. Su amiga, Sally, me dijo que fue a verte y me sentí engañado. Quería evadirme de todo y me emborraché. Sally me acompañó, conversamos, nos desahogamos y ella se ofreció a llevarme a casa porque yo estaba demasiado ebrio. Le di las llaves de mi coche, pero antes de siquiera poder irnos del restaurante comenzamos a besarnos y... —dudé— y una cosa llevó a la otra. Freya llegó poco después y nos vio. Discutimos y luego recibí la llamada del hospital. No hemos hablado desde eso.

Levanté el rostro para ver la reacción de Levi, se había tornado boquiabierto y las manos que antes guardaba dentro de sus bolsillos, ahora colgaban lánguidas a sus costados.

—Jasper, eso no-

—Ya sé que estuvo mal —interrumpí—. Mi intención es disculparme con Sally y con Freya para-

—¿Cómo pudiste hacer eso? —acotó y, cuando volví mi atención hacia él, no vi más que enojo en su rostro—. ¡Ahora entiendo porque Freya está tan enfadada!

Sentí un hoyo en el estómago.

—¿Tú también vas a juzgarme? —cuestioné con un tono frío—. ¿Tú también piensas que soy la peor persona solo por esto?

—Estuvo mal, Jasper —espetó—. No entiendo cómo... ¡Ni siquiera la conoces!

—Cierra la boca, nos oirá todo el vecindario.

—¡Me vale una mierda, Jasper!

Fruncí el entrecejo.

—¿Y tú por qué te pones así? —cuestioné—. Tú no conoces a Sally, ¿a ti en qué te afecta?

Levi apretó la mandíbula y dejó de hacer contacto visual conmigo. Estaba colérico, lo notaba por la forma en que arrugaba la frente.

—Tú no... no lo entenderías.

—¡Pues explícame! —bramé—. Ya estoy harto, harto de que tú y Freya siempre me den el mismo trato. Ninguno me explica nada, pero ambos se enfadan por cualquier mínima estupidez que cometo como si hubiese sido un maldito pecado capital. ¡Estoy harto!

Levi se acercó a mí con pisadas recias.

—¡No es tan fácil, Jasper! —refutó—. ¡Nada de esto lo es! ¡Ni para ti, ni para Freya, ni para mí!

—¡Este fue mi error y solo mío! —repliqué—. ¡¿Por qué siguen actuando como si tuvieran una especie de derecho de piso sobre mí?! ¡No tengo la obligación de pedirles permiso para cada cosa que hago! —grité, viendo como los vecinos salían de sus casas para ver al causante de tal escándalo. Ya me valía una mierda—. ¡No le pertenezco ni a Freya ni a ti!

—Jasper-

—¡Pensé que tú no me juzgarías! —continué—. ¡Pensé que después de todas las veces que he estado ahí para ti, tú estarías aquí para mí!

Levi se quedó boquiabierto e incluso juré que se tornó más pálido. Su rostro pasó del enojo, a una tristeza avasallante. Pero, ¿por qué?

—Tienes razón —musitó y sacudió la cabeza—. Esto no es justo para ti.

—Levi-

Levi me dio la espalda y se alejó hacia su coche, pero yo no iba a permitir que se marchara así. Corrí hacia él y me aferré a su brazo.

—¡Levi! —exclamé y lo giré hacia mí—. ¿Para qué viniste hasta acá? ¿Qué es lo que querías decirme?

—Déjalo ya, Jasper. Olvídalo. —Hizo amagos de zafarse de mi agarre, pero yo me aferré con más fuerza—. Suéltame.

—No hasta que me respondas.

Levi apretó los dientes, negándose a verme a los ojos.

—Te dije que lo olvides —masculló.

—¡No! —insistí—. ¡Estoy harto de pretender que nada está ocurriendo!

Levi soltó su brazo de mi mano, haciéndome trastabillar por la fuerza empleada.

—¡Olvídalo ya! —bramó—. ¡Olvídalo, Jasper, olvídalo todo maldita sea!

—¡No te atrevas a repetir lo que me hiciste la noche antes de irte a Londres! —advertí—. Si lo haces otra vez, Levi... —Respiré hondo y lo miré a los ojos con seriedad— no podré perdonarte una segunda vez.

El cielo tronó sobre nuestras cabezas y comenzarnos a caer gotas de lluvia. Mis vecinos volvieron a meterse a sus casas, prefiriendo estar secos que enterados de un chisme ajeno.

Pero yo no les presté atención a ellos, sino a Levi frente a mí, con su cabello azabache mojado y pegándose a su frente, con sus ojos celestes demasiado abiertos mientras me veía fijamente. Ninguno dijo nada por un largo rato, uno tan prolongado que sentía la ropa pesada de lo mojada que estaba.

—Levi —musité—. Dime, por favor, responde una sola pregunta de las cientos que te he hecho.

Levi tragó saliva con dificultad, lo noté por la forma en que se movía su manzana de Adán. Hizo de sus manos unos puños y negó con la cabeza, con el agua escurriendo de las puntas de su cabello.

—Vine a confesarte mis sentimientos.

Me torné boquiabierto. A punto de indagar, acercarme más, decir algo, pero-

—Vine a confesarte que me gustas, Jasper —continuó, mirándome nuevamente a los ojos y con sus lágrimas mezclándose con el agua de lluvia—. Qué estoy enamorado de ti.

No sabía que responder. No sabía que pensar. Solo veía a Levi, llorando, confesando algo que, en otro tiempo, jamás se habría atrevido a admitir en voz alta. Solo lo escuchaba declarando su amor hacia mí y me percaté de como las piezas encajaron, pero el rompecabezas aún estaba incompleto. Faltaba algo, faltaba mucho, pero no sabía qué, no sabía nada.

—Levi —Di un paso hacia él, pero fui detenido por su mano.

—Te dije que lo olvides —insistió y retrocedió hacia su coche—. Olvídalo todo. Todo lo que sucedió antes, hace un minuto y lo que venga después. Olvídalo.

—No, Levi, yo no-

Pero él no me escuchó y rápidamente rodeó su coche para subirse al asiento del conductor. Intenté seguirlo, pero él ya había arrancado y salió disparado de allí. Corrí unos escasos metros detrás del vehículo, tal vez con la esperanza de que se detuviera, pero no fue así.

Levi se fue sin mirar atrás. Levi se fue. Levi se fue... otra vez.

Me azotó el recuerdo de aquella noche antes de que se marchara a Londres. Cuando vino a mi casa, cuando tuvimos una conversación que igualmente terminó muy mal. Yo no quería repetir eso. No quería repetir la historia cuando quedaba tanto espacio para escribir una nueva.

Me quedé parado a media calle, completamente empapado por la lluvia y aventé un puñetazo al aire, luego una patada y todo para terminar jalándome el cabello mojado y gritar:

—¡No lo olvidaré, Levi! ¡No olvidaré nada!

Me gusta que las cosas exploten así, no me oculto (procede a ocultarse por miedo a que la funen).

💙¡Muchas gracias por leer!💜

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