Capítulo 22. La verdad duele

Freya

El autobús me dejó a una calle del departamento de Levi. Caminé el resto del trayecto y, cuando estuve en las puertas, me detuve a mí misma al ver con el rabillo del ojo como el coche de Levi estaba estacionado en la calle y él recargado contra este.

Conectamos miradas y una suave sonrisa nació en mis labios. Me aferré a mi bolso y caminé hacia él con curiosidad.

—¿Pensabas dejarme entrar aunque ya me habías visto? —cuestioné.

Levi me regresó la sonrisa, pero no era tan enérgica como de costumbre. Esta era más forzada y solo por eso me percaté de que en una mano agarraba una botella de cerveza a medio tomar.

—Te iba a detener si entrabas —respondió y tomó un sorbo—. A decir verdad, solo quería ver cuánto tiempo tardabas en darte cuenta.

Solté un bufido y luego fijé mi atención en la cerveza, señalándola con la cabeza.

—¿Puedes beber aquí? —cuestioné.

—Probablemente no, pero no hay nadie a los alrededores que pueda impedirlo.

—Touché.

Me acerqué y me recargué a su lado contra la puerta del coche. Tuve mucha suerte de encontrarlo aquí.

—¿Y qué haces afuera? —indagué.

—Mi papá está en el departamento. No puedo pensar si él está en la misma habitación.

—¿Pensar? —Fruncí el ceño.

Levi me miró con una ceja enarcada y una media sonrisa.

—¿Debería sentirme ofendido por esa reacción?

Chasqueé la lengua y negué con la cabeza.

—No, tonto, solo no me lo esperaba —admití—. ¿Qué es tan importante que necesitas pensarlo en la soledad de la calle y con una cerveza en mano?

Levi suspiró, bajando la botella que ni siquiera pudo terminarse.

—Tal vez solo me hago el tonto.

Permanecimos en silencio, yo podía sentir la palpable tensión en Levi. Había algo que no me estaba diciendo, no tenía que hacerlo si no quería, pero mentiría si dijera que la curiosidad no me comía viva. Giré mi rostro hacia el de él e indagué:

—¿Está todo bien?

Levi se encogió de hombros.

—No, pero creo que es mejor así —respondió y me miró a los ojos, ofreciéndome de su cerveza—. Asumo que tú también has tenido un día de mierda si viniste hasta acá para hablar conmigo.

Acepté la bebida y, tras tomar un trago, fruncí el ceño.

—¿Por qué lo dices como si hablar contigo fuese algo malo? —pregunté.

—No me malentiendas, no creo que hablar conmigo sea malo, sino que ambos tendemos a desahogarnos el uno con el otro. Sin compromisos, ¿sabes?

Tenía un punto. Ambos, con nuestras vidas infernales, siempre, de alguna manera u otra, acabábamos recurriendo al otro. Supongo que era por aquella laca de compromisos que él mencionó, podíamos ser sinceros, tanto, que yo ya le había confesado mis sentimientos y besado no una, sino varias veces.

—Jasper quiere hablar conmigo —confesé, recibiendo su atención de inmediato—, pero yo no... no quiero, o más bien no puedo.

—¿Sigues enfadada con él?

Negué con la cabeza.

—No, no es eso, es solo que... es incómodo —expliqué—. Ambos hicimos y dijimos cosas que no son sencillas de tratar. O tal vez exagero, no lo sé.

Levi se quedó en silencio, apretando sus labios hasta que emitió un suspiro y luego una desalmada carcajada.

—¿Puedo confesarte algo?

—Ya que planteas la pregunta me dejas curiosa. —Reí también—. Te escucho.

—Después de que tú y Jasper pelearon y él se emborrachó, yo lo llevé a una habitación en el segundo piso y... —dudó, tamborileando la puerta del coche con dos dedos— él y yo nos besamos.

Me torné boquiabierta y me volví por completo hacia él, estupefacta.

—Ustedes... ¿Qué?

—Él ni siquiera lo recordaba hasta que se lo dije ayer —añadió—. Y además él... él descubrió que soy gay.

Mis ojos se ampliaron y mi mente trató de apresurarse para alcanzar todas las confesiones que estaba recibiendo.

—Levi-

—Mi padre le dijo todo. Le dijo cosas que no quería que nadie supiera.

Coloqué una mano sobre su hombro.

—¿Y qué pasó? —indagué—. ¿Cómo reaccionó Jasper?

Una leve sonrisa se dibujó en sus labios y bajó el rostro, fijando los ojos en sus zapatos.

—Mejor de lo que esperaba —respondió, cerró los ojos y exhaló—. Me hizo sentir bien.

Arrugué las cejas ante aquella revelación. Yo sabía que Jasper no reaccionaría mal si Levi le confesaba sobre su sexualidad, pero lo que me dejó sin palabras fue la reacción de Levi. Se le veía tranquilo cuando hablaba de Jasper, podía notarlo por la forma en que miraba el cielo estrellado sobre nuestras cabezas y la tensión en él se disipaba

Como Jasper, yo también recibí una dura verdad.

—Tú... —comencé, dubitativa— tú de verdad estás enamorado de él, ¿no es así?

Levi asintió, sin verme, sino con sus ojos puestos en el cielo.

—Desde hace años.

Mordí mi labio. Tal vez era hora de quitarme otro peso de encima, lo único que me mantenía renuente a dar pasos definitivos en otras direcciones. Lo llamaba: el mayor secreto de mi corazón. Por más cursi y meloso que sonara, no hallaba una mejor manera de nombrarlo.

—¿Ahora yo puedo confesarte algo? —pedí.

Levi ahora sí me miró a los ojos, aún con rastros de aquella tranquilidad de antes cuando hablaba de Jasper.

—Sí, claro.

Solté un suspiro, rozando la suela de mi zapato contra el pavimento.

—Ya te he dicho antes que me gustas, y mucho, pero hay algo que me impide enamorarme de ti como tú estás de Jasper —confesé, mirándolo de soslayo—. Una vez me lo preguntaste, cuando apenas nos conocíamos, que si a mí me gustaba Jasper.

Levi volcó toda su atención sobre mí, intrigado. Le mantuve la mirada, no planeaba acobardarme con esto.

—En ese entonces mentí, porque la verdad es que yo... yo sí siento algo por Jasper —confesé.

Los ojos de Levi se ampliaron. No esperaba que le dijera esto ahora y, a decir verdad, yo tampoco. Planeaba desahogarme un poco, tal vez recibir algún consejo de su parte, pero aquí estaba, confesando uno de mis secretos mejor guardados.

—Es algo pequeño, un cariño, una atracción, pero es algo que he reprimido —admití—. Lo he reprimido porque... —Solté un trémulo suspiro, esta era la parte que más temía confesar, lo que tanto había pensado pero nunca me he atrevido a exteriorizar—. Jasper me recuerda a mi padre.

Levi se apartó del coche y se paró frente a mí, patidifuso.

—¡¿Huh?! —exclamó—. ¿A qué te refieres con eso?

—Jasper se parece a la memoria que tengo de él; su forma de ser, de hablar. —Reí con desgano—. Incluso usan un tipo similar de gafas. Jasper es como... es lo más cercano a la viva imagen de los pocos recuerdos que tengo de mi papá.

Levi aún no podía concebirlo, lo supe al ver la extrañeza en su cara.

—Entonces tú-

—Me rehúso a enamorarme de él —acoté—, me niego tan rotundamente porque temo que, si lo hiciera, yo me convertiría en mi madre. Lentamente, con el pasar de los meses y los años, empezaría a ser como ella y eso es lo que menos quiero en esta maldita vida.

Levi parpadeó varias veces, finalmente procesando todo lo que acababa de confesarle. Volvió a recargarse contra el coche y pasó una mano por su rostro, suspirando.

—A veces ser huérfano no suena tan mal, ¿eh? —bromeó, viéndome con el rabillo del ojo y dedicándome una desalmada sonrisa.

Reí, aunque en la garganta sentía un apretado nudo y los ojos los tenía llorosos, ¿por qué quería llorar? No lo sé, supongo que descargar uno de mis temores me generaba esto, una fuga de emociones.

Sin pensarlo, tomé la mano de Levi y le di un apretón.

—Pero entiende que, aunque sienta algo por Jasper, no significa que no sienta absolutamente nada por ti. Es diferente —aseguré y me paré frente a él, tomando su otra mano—. Seguiré insistiendo, Levi, porque te quiero, como amiga, como novia... como todo.

Levi se me quedó viendo, nunca podía interpretar que pasaba por su mente y muchas veces prefería no saberlo. Justo como ahora.

Me incliné hacia delante y me puse de puntas para alcanzar sus labios y depositar un suave beso. Fue tan rápido qué ni siquiera le di tiempo de regresarlo, o apartarme. Era mejor así, no creía poder soportar su rechazo ahora mismo.

—Gracias por escucharme —musité.

Levi apretó una de mis manos de regreso y me miró con cierta ternura. Amaba esa mirada, era vulnerable, pero a la vez tan desinteresada.

—¿Quieres que te lleve a casa? —ofreció.

Negué con la cabeza, limpiando una lágrima antes de que escapara de mi ojo.

—No, está bien —aseguré y señalé su edificio—. Además presiento que tú también tienes tus asuntos por resolver.

La tensión retornó a Levi y este último se limitó a asentir.

—Solo cuídate, ¿si? —pidió.

Acaricié el dorso de su mano con mi pulgar antes de soltarla e irme hacia la parada de autobuses. Lo único que quería era regresar a casa y tumbarme en la cama. Necesitaba reiniciar mi cabeza con unas horas de sueño.

Mientras esperaba el transporte, abrí mi bolso para sacar mi celular, pero este último no estaba. Por un momento sentí pánico, a sabiendas de que ahora mismo no podía darme el lujo de comprarme uno nuevo.

—¡El restaurante! —exclamé, recibiendo miradas de las demás personas que esperaban—. ¡Mierda! ¡Lo olvidé allí!

Definitivamente lo había olvidado ahí. Maldije en mi mente y me subí al siguiente autobús que me llevara hacia allá. Por suerte, el restaurante no cerraba sino hasta la madrugada debido a los camioneros que pasaban por algo de comer.

Al llegar, entré y fui directamente a la barra, aliviada de ver ahí el celular. Agradecí que nadie se lo había llevado y chequé la hora en la pantalla. El turno de Sally acabó hace un rato, pero tal vez seguía por aquí ya que no le molestaba quedarse a cerrar a cambio de un pequeño extra.

—Jefe —saludé al dueño del restaurante, quien se mostró confundido al verme ahí.

—¿No te habías ido ya? —preguntó.

—Olvidé mi celular y vine por él —expliqué vagamente, buscando con la mirada entre las pocas personas que había en el restaurante—. ¿Sally ya se fue?

Mi jefe negó con la cabeza y señaló hacia la ventana que daba al estacionamiento.

—Un chico vino y se fueron juntos al coche rojo que está allá, pero aún no se han ido —respondió.

Fruncí el ceño, sintiendo un golpe de preocupación por mi amiga.

—Gracias —farfullé—. Hasta mañana.

Me apresuré a salir del restaurante y buscar el aclamado coche rojo, pero lo que no me esperaba es que dicho coche fuera de...

—¿Jasper? —Me detuve en vilo al ver lo que estaba sucediendo.

Sally se bajaba del coche, subiendo el cierre de su vestido mientras reía y trataba de peinar su cabello. Jasper, del otro lado, también se bajó y abrochó el botón de su pantalón. Ambos estaban sonrientes, extasiados por lo que acababan de hacer hasta que dicha felicidad se vio acortada cuando Jasper conectó su mirada con la mía.

—Freya-

Me acerqué con recias pisadas hacia él y, con una creciente rabia, le di un golpe en el pecho, haciéndolo retroceder.

—¡¿Te acostaste con mi amiga?!

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