Capítulo 21. Tú me lastimas y yo soy idiota

Freya

Para mí venir a trabajar era venir a pensar. Laboraba como un robot en piloto automático, moviéndose de un lado al otro cumpliendo sus funciones, pero con la mente muy alejada de allí. Solo pensaba, pensaba en todo y en nada. O eso desearía.

Esta noche, mientras repartía menús y tomaba órdenes, me fue imposible quitarme a Jasper de la cabeza. Veía su rostro en cada cliente y juraba que escuchaba su corazón quebrándose por mi fuerte declaración del viernes. Han pasado dos días y ninguno ha dado el paso; yo tenía miedo de enfrentarlo y hallarme con su tristeza, y él de seguro no quería verme por enojo o miedo a caer en una mayor espiral de depresión.

Aprovechando mi tiempo libre, me senté en una de las mesas y, con un suspiro, saqué mi celular. Abrí los mensajes de texto y vi el chat de Jasper. Hacía ya una semana que no nos hablábamos. ¿Acaso esto no era inmaduro?

—¿Cansada? —preguntó una voz a mis espaldas y sentí una mano posarse sobre mi hombro.

Negué con la cabeza, viendo con mi vista periférica como Sally rodeaba la mesa y se sentaba frente a mí.

—Estresada —respondí.

—¿Es por lo qué pasó con Jasper? —

—Sí. —Seguí viendo su foto de contacto y sentí un nudo en la garganta—. Me siento culpable por lo que dije, sé que no debería porque no estoy obligada a regresar sus sentimientos, pero yo... yo sé que había mil maneras mejores de abordar el tema.

Sally apretó sus labios y me miró con aquella consternación de hermana mayor que me hizo sentir un poco menos sola en esta tormenta.

—Freya —llamó y tomó mi mano entre las suyas para que la mirara a los ojos—. ¿Puedo preguntarte algo?

Me tardé unos segundos en responder, temerosa de que podría preguntarme. Al final, simplemente asentí.

—¿Estás segura de que no sientes nada por Jasper? —cuestionó.

Mis ojos se ampliaron con exageración y zafé mi mano de su agarre, tensa. ¿Qué clase de pregunta era aquella?

—Yo...  —dudé.

Sally notó mi nerviosismo y se apresuró a negar con la cabeza.

—No, olvídalo, no tienes que responder si no quieres.

—No, no es eso, es solo que...  —Desvié mi mirada de la suya y mordí mi labio.

¿Qué es lo que sentía por Jasper? ¿De verdad podía confesarlo? Porque la verdad era que a mí... sí me gustaba Jasper.

¿Cómo no podría gustarme el chico que siempre ha estado ahí para mí? Por supuesto que tenía sentimientos ocultos por él, pero nunca los dejé desarrollarse, no como los que tengo por Levi. Con Jasper las cosas eran complicadas, imposibles me atrevería a decir, pero no era culpa de él, sino mía y solo mía. Jasper, para mí, era la viva imagen de-

—Freya —irrumpió Sally—. No tienes que responder.

Volví a negar con la cabeza.

—No siento nada por él —mentí—. Al menos no de esa manera.

Sally asintió, comprensiva, y me dio otro apretón en las manos antes de que mi celular vibrara. Volví mi atención hacia la pantalla y, hablando del rey del desastre, recibí un mensaje de Jasper.

El corazón me latió con fuerza y abrí el mensaje. No podía ignorarlo, debió ver que estaba en línea y aprovechó para hablarme.

Jasper: ¿Podemos hablar?

No supe qué responder. No quería verlo por temerosa, no aún.

Freya: estoy en el trabajo.

Jasper: ¿Puedes después?

Sí, sí podía después, pero no quería, no me sentía lista. Necesitaba hablar con Levi antes de enfrentarme a Jasper; solo Levi podría comprender la situación, nadie lo haría mejor que él.

Freya: me quedaré estudiando cuando acabe mi turno para esperar a Sally. Mañana tengo un examen, lo siento.

Mentí rotundamente. Nada, absolutamente nada, era verdad en ese mensaje.

—¿Todo bien? —preguntó Sally.

Cerré el chat de Jasper antes de que lo viera y forcé una sonrisa, poniéndome de pie.

—Necesito hablar con Levi —respondí y me encaminé hacia la salida.

Busqué su contacto y presioné marcar sin siquiera haber salido del restaurante. El teléfono sonó, a la espera de ser atendido. Esperé casi dos minutos, pero nada, me mandaba a buzón. Volví a marcar una vez más, pero de nuevo nada.

—Mierda... —musité y guardé el celular de regreso en mi bolsillo, no sin antes fijarme que solo quedaban quince minutos de mi turno.

Regresé al restaurante y fui directo hacia Sally, quien se hallaba ocupada limpiando la barra.

—¿Podrías cubrirme estos últimos quince minutos? —pedí, dejando el celular en la barra para bajar el cierre del vestido y cambiarme—. Te dejo todas mis propinas.

Sally asintió, aunque frunciendo el ceño.

—Sí, no hay problema, pero, ¿está todo bien?

Asentí, esbozando una media sonrisa.

—Iré a casa de Levi.

(...)

Jasper

Decir que me sentía como un pedazo de mierda sería mi acto de mayor sinceridad en estos instantes.

No podía concentrarme en la tarea, ni en el trabajo pendiente, ni en nada. Todo me daba vueltas en la cabeza: Freya, Levi, la escuela, mis calificaciones. El estrés me devoraba vivo y sin piedad.    

El sábado, después de que Levi me confesara que nos besamos en la misma fiesta en donde yo mandé todo al carajo con Freya, yo tuve que contarle lo que su padre me dijo. Levi se lo tomó terriblemente, pero no conmigo, sino en general, esto a tal grado que casi sufrió un ataque de pánico.

Esa misma tarde, él me confesó que su sexualidad era algo que siempre ha sido dudoso para sí mismo, algo que lo ha vuelto inseguro y desconfiado. Levi me dijo que hablaría con su padre y me ofrecí a acompañarlo, pero él se negó, limitándose a agradecerme por haberlo comprendido. A pesar de esto, no podía deshacerme del mal presentimiento que sentía por él, su expresión cuando me dijo que hablaría con su papá no fue nada prometedora.

—Ay, Levi  —exhalé, masajeando mis sienes. Tal vez lo mejor sí era que él enfrentara solo este problema, después de todo, yo mismo estaba algo... confundido.

Además, tenía otro enorme problema en mi plato: Freya. Acababa de enviarle un mensaje pidiéndole que habláramos después de su turno y ella me contestó: «Me quedaré estudiando cuando acabe mi turno para esperar a Sally. Mañana tengo un examen, lo siento».

Toqué la mesa con la punta del lápiz en mi mano, pensativo. De seguro Freya no quería verme, pero me temía que si yo no insistía, esta diferencia entre nosotros perduraría más de la cuenta.

Miré el reloj en la pantalla, faltaban solo diez minutos para que su turno terminara. Tal vez podría ayudarla a estudiar para calmar las cosas entre nosotros y luego darle a ella y a Sally un aventón a casa. No esperaba que todo se resolviera hoy, pero era un progreso.

Salí, disculpándome con mi papá porque faltaría a la cena. Tomé el coche de mi hermana y manejé hacia el restaurante donde trabaja Freya: "Hamburguesa a la francesa".

Me estacioné en donde quise aprovechando lo vacío que estaba el lugar y solté una exhalación para calmar mis nervios.

«Es solo Freya, no el juicio final», me dije a mí mismo.

Entré al restaurante y busqué a Freya entre las mesas, pero no estaba por ninguna parte. Fruncí el ceño y cuando estaba por ir a preguntar a su jefe, sentí una mano aferrarse a mi brazo.

—¿Jasper? —preguntó una voz.

Me volví hacia la dueña, encontrándome con Sally, la amiga y compañera de Freya.

—Sally, hola —saludé y nuevamente busqué a mis alrededores antes de fijarme en ella—. ¿Sabes dónde está Freya?

—Su turno terminó hace un rato —respondió con amabilidad—. Bueno, más bien ella se fue antes, creo que dijo que iría a casa de Levi. Te diría que la llames, pero olvidó su celular aquí.

Mis ojos se ampliaron, percatándome de las mentiras de quien solía llamar mi mejor amiga.

—¿De Levi? —pregunté en voz baja, más para mí mismo que para Sally.

—Sí —respondió y me miró con consternación, volviendo a agarrar mi brazo—. Oye, Jasper, ¿te encuentras bien? Te ves-

—¿Venden alcohol aquí? —interrumpí.

Sally me miró con confusión, pero después con algo más semejante a lástima. Asintió.

—Sí, ¿quieres hablar? —ofreció y me dedicó una desalmada sonrisa—. Yo invito el trago.

El turno de Sally terminó y ambos nos sentamos en una mesa alejada de los demás. Nos compró una cerveza a cada uno y comencé a despotricar sobre todo lo que tenía atrapado dentro. Me dolía hasta el alma que Freya me mintiera, y que cada vez que trataba de acercarme a ella, pisaba una mina y todo volvía a explotar.

Sally me escuchó atenta, ofreciéndome consuelo. Yo continué tomando hasta que hubo cinco botellas vacías frente a mí y una sola de Sally. El dueño del restaurante acabó por echarnos y solo entonces, en mi estado medio ebrio, caí en cuenta de la hora.

—Wow... es tarde —dije con la voz arrastrada y saqué las llaves del coche.

—Y tú estás demasiado ebrio para manejar —señaló Sally, quitándome las llaves mientras nos encaminábamos hacia el carro—. ¿Es el Chevrolet?

Asentí, sintiendo como me punzaba la cabeza.

—Lamento esto —me disculpé, apenado.

—No te preocupes —aseguró—. Todos tenemos noches de mierda.

Me carcajeé y, en cuanto llegamos, me subí al asiento del pasajero, dejando caer mi cabeza contra el respaldo. Sally se subió en el lado del conductor y estaba tan oscuro que no podía ver dónde se insertaba la llave.

—Demonios, no veo nada —masculló.

—Déjame ayudarte —ofrecí y me dispuse a agarrar las llaves, pero terminamos por tirarlas entre los dos—. Mierda, lo siento, deja que-

—No, déjalo yo-

Ambos tratamos de agarrarlas y nuestras manos se rozaron por un instante. Levanté el rostro de súbito y Sally hizo lo mismo, conectando nuestras miradas. Me percaté de que Sally era bellísima, sobre todo por aquellos ojos celestes que resaltaba tanto en sus finos rasgos faciales.

Nos quedamos viendo el uno al otro durante largos segundos y, cuando estaba por volver a disculparme y retroceder, Sally se acercó y pegó sus labios contra los míos. Sabían a la cerveza que se había tomado antes, pero estaba combinada con un toque de frambuesa por el labial rojo intenso que usaba. Eran unos labios cálidos y carnosos, sumamente tentadores.

Sally se separó de mí, luciendo muy apenada.

—Jasper, no, lo siento —farfulló—. Discúlpame, yo no debí-

Tal vez era el alcohol en mis venas o el hecho de que tenía el corazón despedazado y buscaba el mínimo consuelo, pero volví a unir mis labios con los de Sally, saboreando la dulzura de estos.

Ella no tardó en corresponder, aferrándose al cuello de mi chaqueta con fuerza, acercándose cada vez más a mí. Me aferré a su cintura y la atraje hasta que una de sus rodillas quedó sobre mi asiento y comenzó a quitarme la chaqueta con avidez. Yo, presa del placer, cedí y me quité la prenda de ropa, tirándola al suelo mientras ella bajaba el cierre de su vestido.

Volvimos a besarnos y lentamente, conforme perdíamos la ropa y la inhibición, nos extraviamos en el placer.

Yo buscaba consuelo y Sally una compañía. No éramos más que un par de necesitados.

¡Feliz San Valentín!

Aunque que creo que este capítulo es lo opuesto a un feliz día del amor y la amistad jajajaj.

Gracias por leer 💜

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