Capítulo 16. Andamos sensibles hoy, ¿eh?
Levi
En este mundo hay muchas sensaciones poco placenteras, y definitivamente una de ellas es cuando ya estás cómodamente acostado en el sofá y alguien llega a irrumpir tu paz.
Mi celular vibró sobre la mesa frente al sillón y estuve tentado a ignorarlo y seguir con mi plan de jugar videojuegos y evadirme de la realidad, pero no paraba de vibrar, lo dejé boca abajo y ni siquiera podía ver quién me llamaba a estas horas.
«¿A quién conozco que podría llamarme? ¿Papá? Nah, lo tengo bloqueado y Jack vendría a avisarme. Tal vez algo le pasó a Jack, aunque él no me llamaría a mí. Freya... lo dudó, debe estar trabajando. ¿Jasper? Já, eso quisiera», pensé, teniendo un debate interno.
Terminé pasando las manos por mi rostro con fastidio para luego incorporarme en el sofá, tomar el celular y ver que me llamaban de la recepción del edificio. Peor aún, alguien venía a visitarme, aunque esto me hacía mucha menos lógica.
Exhalé y contesté la llamada, desganado.
—Alguien lo busca —respondió el recepcionista del edificio, un tipo que me llevaba si mucho diez años de edad, pero que tenía la amargura de un anciano cascarrabias.
Me dejé caer de espaldas al sofá.
—Buenas noches para ti también, me alegra que estés bien —contesté, claramente sarcástico. Por alguna razón los residentes e incluso los empleados de este edificio, me tenían mala voluntad por "problemático y ruidoso".
—¿Lo dejo pasar? —cuestionó, impávido como siempre, pero apostaba a que al otro lado de la línea estaba rodando los ojos.
—No estoy esperando a nadie —repliqué, girando el anillo alrededor de mi dedo índice—. ¿Quién es?
«Por favor que no sea papá o Alexa, por favor que no sea papá o Alexa...»
—Dice que su nombre es Jasper —respondió.
Al oír ese nombre, fue como si me recorriera una descarga eléctrica de punta a punta que inmediatamente me puso en pie.
—¿Estás seguro? —corroboré. Esto era tan bizarro, que bien podría ser falso.
—Sí.
—¿Es un chico de mi edad, alto, tez apiñonada, gafas y-?
—¿Lo dejo pasar o no? —acotó el recepcionista con un tono áspero.
Me volví hacia la sala y rápidamente comencé a limpiar, acomodando los cojines y llevándome la botella de refresco a medio tomar.
—Sí, déjalo pasar —farfullé y colgué la llamada.
Tendría si mucho dos minutos para adecentarme un poco. Un trabajo imposible tomando en cuenta que llevaba el cabello hecho un nido de aves y una playera blanca con una visible mancha de café.
—¡Mierda! —espeté.
Me puse una sudadera gris tan vieja como la playera que llevaba debajo —pero al menos limpia— y rápidamente aplané los mechones de cabello rebelde. Estaba asqueroso, pero en mi defensa no esperaba visitas, mucho menos que dicha visita fuese Jasper, el maldito chico que me alteraba para bien y para mal.
En ese instante escuché como tocaba la puerta del departamento. Justo pasaron los dos minutos que calculé.
Solté aquello que llamarían un "respiro calmante" y me encaminé hacia la puerta con lentitud. Si corría, Jasper escucharía mis pisadas del otro lado y no tendría forma de justificar aquello.
Abrí la puerta, adoptando al instante una expresión casual, o mejor conocida como mi típica sonrisa ladeada que dice mucho, pero a la vez nada, casi siempre nada.
—Hey —saludé al verlo.
Ahí estaba, parado en la entrada de mi departamento después de años sin poner pie en el edificio. Jasper había crecido, ambos lo hicimos; era más alto, casi de mi estatura, su cabello castaño era un poco más largo y más libre, sin mencionar que su cuerpo se había tonificado.
«Te maldigo por ser guapo».
—Hola —saludó de regreso, se le veía tenso, o más bien decaído. Él, al igual que yo, no estaba arreglado ni nada por el estilo. Llevaba puestos unos jeans rotos y una playera azul con una chamarra arrugada encima. Extraño viniendo de él.
—¿Todo bien? —cuestioné, cruzando los brazos sobre mi pecho y recargando un hombro en el marco de la puerta—. No es que no me guste tenerte por aquí, pero debes admitir que es muy extraño.
Jasper asintió, rascando su nuca mientras veía por sobre mi hombro.
—Ya ni siquiera recordaba este sitio —admitió—. Veo que le has hecho algunas remodelaciones.
—Todo el tiempo —añadí.
Entre ambos se formó un silencio incómodo, pero no porque estuviésemos carentes de palabras, sino porque había mucho que decir. Jasper tenía algo atorado y yo tenía demasiadas preguntas.
—Jasper-
—Yo-
Nos interrumpimos mutuamente y solté una leve carcajada.
—Tú primero.
Jasper desvió su mirada de la mía.
—¿Estás desocupado?
—Depende.
Me miró con fastidio y yo volví a carcajearme.
—Solo bromeaba, Jas.
—No me-
—Sí, sí, que no te llame Jas. —Hice aspavientos con la mano y me aparté de la puerta para permitirle el paso—. Entra, no tengo nada que hacer más que pasar una hermosa velada contigo.
Jasper no reaccionó a mis palabras y fue entonces supe que algo estaba muy mal. No mantuve mi atención sobre él para no incomodarlo, en su lugar, me encaminé hacia el sofá, dejándome caer en este último.
—¿Y por qué viniste aquí? —indagué.
Jasper se paseó por la sala, observando los muebles y pasando las yemas de sus dedos por la mesa de ping pong antes de acercarse a donde yo estaba.
—No tenía a dónde más ir —admitió.
Aquello me dolió un poco.
—¿Así que fui tu última opción? —inquirí, tratando de disimular mi decepción.
Jasper se volvió rápidamente hacia mí y sacudió la cabeza con atisbos de una sonrisa en sus labios.
—No, idiota —respondió con ligereza y se sobresaltó al sentir como mi gato blanco, Satanás, le rozaba la pantorrilla con su esponjada cola. Al percatarse de que era él, la sonrisa se manifestó completamente y se acuclilló para acariciarlo entre las orejas—. Hey, la última vez que te vi eras un minino.
Al instante, la sonrisa de felicidad pura que Jasper portaba en su rostro, se contagió al mío. Me sentía como un padre viendo a su pareja jugar con sus hijos.
«Eres un imbécil. Un imbécil enamorado», me dije a mí mismo.
—Respondiendo a tu pregunta —la voz de Jasper intervino en mis pensamientos. Desvanecí la sonrisa en mi cara al instante, aparentando que no lo estaba viendo.
—Te escucho.
—Realmente eras mi única opción.
—¿Incluso sobre Freya? —Fruncí el ceño.
—Freya es lo que me trajo aquí —explicó, acariciando al gato una vez más antes de erguirse y sentarse a mi lado—. Vino a mi casa, discutimos, luego discutí con mi hermana y ahora estoy aquí contigo.
—¿Necesitas un hombro para llorar? —cuestioné, mitad bromeando, mitad hablando en serio.
Jasper se rió por lo bajo.
—Claro, por qué no. —Apoyó su cabeza en mi hombro y yo me petrifiqué. Estábamos tan cerca que podía percibir el aroma de su shampoo, no era nada espectacular, solo olía fresco, como aquellos que dicen ser aroma a brisa de mar.
Jamás esperé esto viniendo de Jasper y estuve a punto de rodear su hombro con mi brazo, pero él se apartó de súbito y volvió a reírse abiertamente.
—Solo bromeaba —aseguró—. Además eres un hombro terrible para llorar, te pones muy tenso.
Retraje la mano de inmediato, riendo nerviosamente y tratando de fingir que nada estuvo a punto de suceder.
—Sí, eso... eso dicen todos —respondí un sinsentido. ¿Quién diablos eran todos?
Jasper terminó de reír y volvió a suspirar. El cansancio de nuevo regresó a su expresión y supe que era hora de dejarnos de bromas. Jasper había venido a desahogarse y yo estaba más que dispuesto a escucharlo.
—¿Me dirás que sucedió? —indagué.
Jasper se giró hacia mí, conectando nuestras miradas durante unos segundos antes de comenzar a hablar. Me confesó todo, desde lo que sucedió en la feria con Freya, hasta hace una hora que ellos dos discutieron. Lo peor es que estas peleas eran por mi causa, al parecer mi existencia era la culpable de que estos dos rompieran la amistad que tenían. Freya estaba enamorada de mí e insistía en estarlo a pesar de mis sentimientos por Jasper —los cuales ella ya conocía— y ya no había nada que yo pudiese hacer. La impotencia me comía vivo.
Y la verdad es que no sabía qué decir. ¿Disculparme? ¿Culparme por ello? Comenzaba a cuestionarme si esto no era mi culpa, si yo me había entrometido de más o hecho algo que haya causado dicha impresión en Freya.
—Lo lamento —exterioricé, apenado—. Lamento que las cosas hayan salido así, Jasper.
Jasper negó con la cabeza y se recargó en el respaldo del sofá, apartando las gafas para restregar sus ojos.
—No es tu culpa —aseveró—. Tú no controlas los sentimientos de Freya. Además la rechazaste, ¿no?
«Sí, después de que casi me acostara con ella», pensé, pero rápidamente aparté esta idea de mi cabeza. Esto era lo único que no podía confesarle a Jasper, no tenía idea de cómo reaccionaría y prefería no averiguarlo. Nada sucedió. Nada pasó. Nada debía ser dicho.
—Sí, la rechacé —respondí—. Y te aseguró que nada sucederá entre nosotros.
Jasper se encogió de hombros.
—Creo que en este punto da lo mismo. —Se resignó—. Tal vez sería más inteligente y menos masoquista si me rindiera con ella.
—Estás hablando desde tu dolor del momento. No deberías precipitarte.
Suspiró, cerrando los ojos.
—Lo sé, pero ahora también tengo a mi hermana encima —espetó—. Ya no la soporto con sus insinuaciones.
—¿Insinuaciones?
Jasper volvió a abrir los ojos.
—Su novio me besó en su cumpleaños y ahora ella piensa que soy gay y no me cree que nunca hubo nada entre nosotros o que yo no estaba enamorado de él —musitó—. Una estupidez, pero hasta hoy en día nos tiene distanciados.
Me torné boquiabierto ante su confesión. Se notaba que la cosa con su hermana era tensa, pero nunca pensé que fuera por algo así.
—¿Y tú...?
—No, no soy gay, Levi —respondió con monotonía.
—No iba a preguntarte eso.
Jasper se tensó momentáneamente, pero casi al instante volvió a negar con la cabeza.
—Como sea, fue una tontería que mi hermana se tomó demasiado a pecho porque pensó que su novio le pediría matrimonio, pero al final resultó esto —relató a grandes rasgos—. Siempre he creído que pudo haber sido mucho peor.
—¿Peor? Pero si eso ya suena de mierda —señalé—. Imagina que tu novia que tanto amas besa a tu hermana y te revela de la peor manera posible que siempre ha sido lesbiana.
Jasper exhaló.
—Sí, tienes razón, sí fue terrible, es solo que... —Se sentó a la orilla del sillón, haciendo de su mano un puño—. Me enfurece, no soportó que no confíen en mí o me mientan, sobre todo con algo así.
Por un momento estuve tentado a preguntar si en verdad no sentía nada por el novio de su hermana, pero callé por prudencia. Conocía a Jasper lo suficiente para detectar que aún había algo que le molestaba, algo que era noventa y nueve por ciento seguro no me diría.
—La vida es una mierda, ¿no? —dije entonces, desviando el tema—. Esto de convivir con otros es agotador.
Jasper volvió a recargarse y giró su cuello para verme a los ojos.
—¿A ti qué te trata de mierda? —indagó—. ¿Lo mismo de siempre?
Asentí, subiendo una pierna al sillón con todo y zapato —una terrible costumbre generada a partir de mi pereza de desatarme las agujetas.
—Mi papá es un imbécil —afirmé—. Seguimos teniendo los mismos problemas de siempre, incluso peores ahora que he "madurado". Me dice que ya no soy un niño, pero me trata y da órdenes como si fuera una puta mascota. —Vi a mi gato echado al lado de Jasper y esbocé una leve sonrisa—. Sin ofender, Satanás.
Jasper volvió a acariciar al gato sin que este protestara y su rostro adquirió cierta seriedad.
—Entonces aún no has recobrado tu trono —musitó.
Aquellas palabras me sacaron de balance. Yo sabía bien que Jasper recordaba aquel momento entre nosotros, pero lo que desconocía, es que ese fue el preciso momento en donde el corazón me palpitó con más fuerza y me percaté de que estaba enamorado de mi mejor amigo.
«¿Realmente quieres seguir perdiendo el tiempo?» Pensé, viendo con el rabillo del ojo a Jasper, quien jugaba con el gato mientras sonreía con ligereza.
Realmente no quería seguir desperdiciando valioso tiempo. Quería decirle a Jasper todo lo que sentía y, si me fuese a rechazar, necesitaba que lo hiciera ya.
Carraspeé disimuladamente y me deslicé por el sofá de manera "casual" para estar más cerca de Jasper.
—¿Recuerdas que te pregunté si serías mi rey cuando recuperara mi trono? —cuestioné.
Jasper dejó de acariciar a Satanás y volvió su mirada hacia la mía.
—Sí, lo recuerdo —respondió—. Creo que ha sido una de las promesas más extrañas que he hecho.
—Jasper... —vacilé, no sabía cómo expresarle lo que sentía, jamás lo había practicado o armado escenarios ficticios en mi cabeza por terror al rechazo.
—¿Estás bien? —Me interrumpió su voz.
Lo tenía tan cerca que podía simplemente inclinarme hacia delante y besarlo en los labios, pero no era lo suficientemente valiente o atrevido para hacer tal cosa. No con Jasper.
Terminé por exhalar, cerrar los ojos y dejar caer mi frente contra la suya. Jasper se sobresaltó por ello, pero no se movió, al contrario, adoptó consternación y colocó su mano sobre mi hombro.
—¿Levi?
Mantuve los ojos cerrados, a sabiendas de que si los abría y me encontraba con sus orbes, me pondría demasiado nervioso y, si baja la mirada y veía sus labios, me lanzaría por un anhelado beso.
—Necesito confesarte algo —susurré.
Jasper deslizó su mano hacia mi brazo, apretando este último con más preocupación que antes.
—¿Qué sucede?
Yo sabía que dentro de Jasper habitaba un sobre pensador y seguramente estaba pensando en mil escenarios catastróficos.
Por fin reuní el coraje y me forcé a separar los párpados. Tal como teoricé, sentí mis manos sudar al instante en que me hallé con sus ojos detrás de los gruesos lentes. Tenía una mirada suave y valiosa, encantadora.
Tragué saliva, aferrándome a mi propia pierna con fuerza.
—Jasper, yo-
Pero antes de poder completar la frase, resonaron los recios golpes de la puerta a través del departamento. Reconocí esos golpes secos y maldije por dentro, apartándome de Jasper.
Jasper frunció el ceño.
—¿Quién es? —cuestionó.
No respondí y simplemente me puse de pie para ir a abrir, haciendo de una de mis manos un apretado puño por la cólera de haber sido interrumpido. Abrí la puerta y me hallé con el tosco rostro de Jack, quien de inmediato extendió su mano y me mostró su celular. Era mi papá en la línea y por la seriedad en la cara de Jack, supe que no me llamaba por algo precisamente bueno.
Exhalé con pesadez y tomé el celular, apartándome de la puerta para que Jack entrara al departamento. Encendí el micrófono de la llamada y coloqué el frío aparato contra mi oreja.
—¿Para qué me buscas? —cuestioné, sin saludos y sin innecesarias cordialidades. Mi padre y yo ya estábamos muy lejos de eso.
—¡¿Por qué demonios me bloqueaste?! —exigió una respuesta. Hace tiempo que no escuchaba su voz; rasposa, grave y poco placentera. Por esta razón él era el guitarrista de su banda—. ¡Desbloquéame ahora mismo, Levi! ¡No es posible que tenga que comunicarme contigo a través de Jack!
—Y exactamente por esto es que te bloqueé. Nunca tengo humor para escuchar tus gritos —respondí, manteniendo el tono a diferencia de él.
Vi con el rabillo del ojo como Jack entraba al departamento, cerrando la puerta a sus espaldas y acercándose a un confundido Jasper.
—Más te vale no estarte metiendo en putos líos —masculló—. Sabes que siempre te estoy vigilando a través de Jack y sé exactamente qué es lo que haces.
—Sí. —Me alejé más, bajando el tono para que Jasper no me escuchara—. Ya sé que eres mi maldito espía.
Papá bufó de manera desagradable. Esto le parecía simpático, le generaba placer mi descontento hacia él. Tóxico de la A a la Z.
—¿Y qué? —continuó y escuché como abría una lata, probablemente de cerveza—. ¿Ya decidiste qué diablos vas a hacer con tu vida? Espero estés consciente de que no pienso mantener tu trasero por siempre.
Aquello me provocó una risa involuntaria y crucé un brazo sobre mi pecho al mismo tiempo que alzaba una ceja. Él ni siquiera podía verme, pero la reacción física era involuntaria.
—¿Estás seguro? —inquirí—. Porque a mí me parece que me mandas y me mandarás dinero cada vez que te sientas culpable por ignorarme todos estos años, así que, siguiendo esta lógica, sé que tarde o temprano volverás a hacerte sentir culpable a ti mismo.
Mi papá azotó algo contra una superficie, supongo que la lata de cerveza, y respondió:
—Deja de retarme, Levi —advirtió—. Recuerda que tenemos un acuerdo.
Claro, el acuerdo. Una estupidez del tamaño del mundo que jamás cumpliría.
—Como sea —musité y colgué la llamada, pues cada vez que mencionaba el dichoso acuerdo, era para terminar la conversación.
Apagué la pantalla del celular y me di un segundo para relajarme. Apreté el tabique de mi nariz y solté un suspiro, siendo tomado por sorpresa cuando sentí una mano posarse sobre mi hombro. Me di la vuelta rápidamente y me encontré con el sereno rostro de Jasper.
—Jack me dijo que era tu papá —dijo en voz baja, tranquilo—. ¿Estás bien?
Tan solo con oír su voz y ver su preocupación por mí en su rostro, me sentí más tranquilo. No me sentí tan... tan solo. Por primera vez no me ahogaba por mi cuenta, tenía una persona tratando de salvarme de las aguas agitadas.
—No es nada —aseguré, negando con la cabeza—. Solo mi papá presionándome para que decida qué haré después de la escuela. —Me encogí de hombros—. Pero me vale mierda, así que seguiré evadiéndome.
De pronto, la consternación en la cara de Jasper fue reemplazada por extrañeza y luego por cierto enojo.
—No puedes hacer eso. —Retiró su mano de mi hombro—. Tu padre, hasta cierto punto, tiene razón, es hora de que empieces a pensar por ti y en ti, Levi. Decide de una vez qué es lo que quieres y ve por ello, no te quedes sentado "evadiéndote". Ninguna solución mágica aparecerá sin que la busques primero.
Me torné boquiabierto. Siempre supe que Jasper era un chico de responsabilidad y claros objetivos, pero jamás pensé que él mismo me diría que debía enfocarme en mí y pensar en mí. Por supuesto que sabía que tenía razón, que debía pensar en mi futuro, pero-
—Sí no haces nada... te arrepentirás —concluyó Jasper.
Y aquellas fueron las palabras que me golpearon de lleno. A mi mente vino aquel día en que Freya fue a mi departamento y le conté sobre los problemas que tenía con mi papá. Le admití a ella que yo sabía que papá tenía razón y dije:
«Lo odio porque tal vez el idiota sí tenga razón y sí necesité un empujón, alguien que me diga: ¡oye, imbécil, si no te decides ahora, morirás arrepentido!» Esas fueron mis exactas palabras refiriéndome a mi padre.
Conecté mi mirada con la intensa de Jasper. De verdad estaba preocupado por mí, su expresión lo delataba. Bajé ligeramente el rostro y asentí con lentitud.
—Tienes razón —concedí.
Jasper soltó la tensión en su cara y suspiró, viendo la hora en su reloj de muñeca y abriendo los ojos con exageración.
—Tengo que irme —avisó con urgencia y se dio la media vuelta para irse hacia la puerta, pero algo en mí me empujó a detenerlo, aferrándome a su brazo.
—Jasper —llamé y, en cuanto volteó a verme, sentí como mi corazón palpitaba con fuerza, justo como la vez en que me percaté de mis sentimientos. Me agarré a él con un poco más de fuerza y una sincera sonrisa nació en mis labios—. Gracias.
Al inicio, Jasper no pareció entender a qué me refería, pero tras unos segundos, simplemente asintió y respondió:
—No hay de qué, Levi—musitó y se zafó de mi agarre para salir del departamento.
Lo vi irse sin percatarme del pasar del tiempo. Lo único que me había quedado en claro después de ese inesperado encuentro, era que Jasper acababa de volver a ganarse mi corazón. Lo quería, lo deseaba... lo necesitaba.
«¿Cómo lo hace?»
Escuché un carraspeo y volví de golpe al presente. Jack estaba parado frente a mí, con su seria expresión y la mano extendida. Parpadeé un par de veces y le regresé su celular sin decir nada.
—¿Te encuentras bien? —inquirió, guardando el celular en su bolsillo.
Tragué saliva y una aliviada sonrisa apareció en mi rostro.
—Sé que quiero, Jack. Siempre lo he sabido —aseveré y guardé mis manos en los bolsillos de mi pantalón, recargándome contra la pared—. Quiero estudiar, tener mi propio hogar, hacer lo que se me dé la gana sin sentirme atado. —Miré sus inexpresivos ojos oscuros—. Y quiero estar con alguien... con Jasper.
Jack, como era de esperarse, no dijo nada, pero tampoco mostró mínima reacción física. Solo se mostraba así de monótono cuando estaba seguro de algo. Él ya había deducido todo, después de tantos años, era imposible no hacerlo.
—No quiero arruinar tu momento —dijo entonces, sacando el celular y leyendo la pantalla—, pero tu padre acaba de avisarme que vendrá a Seattle el viernes.
Suspiré, sin borrar la sonrisa de mi rostro porque en verdad ya no tenía ganas de luchar o enfadarme.
—¿Le dirás lo que acabo de decirte? —pregunté.
Jack volvió a guardar el celular y fijó su mirada en mí. Juré ver un atisbo de una sonrisa en sus labios, pero tal vez yo estaba alucinando.
—No.
¡Empezando el año con nuevo capítulo!
Ya casi llegamos a la mitad del libro, que rápido se pasa el tiempo...
💙¡Muchas gracias por leer!💜
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