Capítulo 7: El Whisky de Papá
Ashton
—¿Y qué? ¿Su familia no le puede celebrar el cumpleaños? —preguntó mi madre algo molesta.
Había ido a pedirle que me diera dinero para que Misty me acompañara a hacer las compras para el cumpleaños de Gohan.
—¿Quién? ¿Su papá el golpeador desaparecido, su mamá la que no lo defendía o su padrastro el que no lo quiere? —pregunté molesto también.
—Solo te falta pedir que lo adoptemos.
—Ay, mamá... —me quejé—. Solo quiero que sea feliz, es mi amigo y su familia es horrible.
Mi mamá rodó los ojos.
—Bien, pero solo doscientos dólares.
En realidad, yo le iba a pedir solo cien, pero no me iba a quejar de que me diera más dinero.
Luego de que mamá le hiciera el cheque a Misty con los doscientos dólares extras, ella me llevó a comprar lo que necesitaba al centro comercial.
Compré los dulces que sabía que le gustaban a Gohan y le conseguí de regalo una mochila y una sudadera que sabía que le gustarían.
Cuando llegamos a casa, almorzamos y Misty me ayudó a preparar los pocillos con los snacks que luego llevé a mi cuarto, el que había decorado con luces de colores que mi hermana Beverly había dejado abandonadas en el ático.
Por último, envolví los regalos en unos papeles y los dejé sobre mi cama con la comida.
Gohan llegó un poco después del almuerzo y al entrar a mi cuarto, soltó un suspiro.
—Me imaginaba que esto pasaría...
Yo no estaba seguro de la razón del odio que le tenía a su cumpleaños, pero imaginaba que tenía que ver con su triste infancia. Al menos esperaba que su pubertad y adolescencia fueran más agradables.
Gohan se sentó en la cama frente a las bandejas con comida y las analizó.
—No era necesario.
—Así son los cumpleaños —dije yo, tomando sus regalos y entregándoselos.
Gohan los tomo algo incómodo.
—¿Por qué son dos?
—Porque yo puedo darte dos.
Gohan no dijo nada más, solo los abrió.
Por más digno que intentara ser, no pudo evitar sonreír cuando vio las cosas.
—Gracias, Ashton.
Sin pensarlo se levantó y fue a darme un apretado abrazo.
Luego del abrazo comenzamos a comer y yo puse una película en la televisión que a Gohan le gustaba. Le había tomado prestado el reproductor de discos a Marco, quien siempre estaba afuera trabajando hasta tarde, y la película era una que ya teníamos en casa y era comunitaria.
Luego de ver la película hicimos karaoke de nuestros cantantes favoritos.
Antes de mí, Gohan no conocía mucha música pop. Yo me había encargado de transformarlo completamente y ahora, no concebíamos una vida sin Katy Perry, Rihanna o Lady Gaga.
Cuando nos agotamos, nos quedamos tirados en mi cama mirando el techo.
—¿Por qué aún no le hablas a Lindy?
Lindy era la chica que me gustaba de nuestra clase y a la que temía besar.
Yo me encogí de hombros.
—¿Y si me rechaza?
Gohan golpeó su frente con su palma.
—Eres un idiota —me dijo—. No te va a rechazar y sí así fuera por alguna extraña razón, entonces ella se lo pierde y no te quedaría nada más que hacer que seguir con tu vida.
Yo asentí algo inseguro.
Gohan distorsionaba las cosas por el cariño que me tenía. Yo no era tan lindo, ni genial como él pensaba.
—¿Vamos a la cocina por algo de beber? —pregunté, pues se había acabado la soda que tenía en el cuarto.
Gohan asintió y ambos bajamos las escaleras para ir al primer piso para meternos a la cocina.
Yo comencé a revisar el refrigerador, mientras Gohan husmeaba en los muebles.
—¿Qué es esto? —preguntó.
Yo me volteé a verlo. Tenía una botella de vidrio con licor en su mano.
—Mi papá dice que se llama whisky. Es alcohol —expliqué—. Lo bebe cuando tiene mucho trabajo.
—¿Y no se enoja cuando bebe?
Yo lo miré extrañado y negué.
—Una vez lo encontré dormido en su escritorio con un vaso de eso en la mano, pero nada más, ¿por qué?
—Porque mi mamá decía que esto hacía que mi papá se molestara —explicó—. Aunque no veo como...
Gohan comenzó a analizar la botella, moviéndola un poco con sus manos.
—Se ve inofensivo.
Entonces se me ocurrió una idea. Una idea que cambiaría parte de mi vida y la de Gohan para siempre.
—¿Y si lo probamos?
Gohan me miró con los ojos muy abiertos.
—Dijiste que es de tu papá —dijo él—. Si descubre que se lo quitamos, nos matará.
Yo le reste importancia.
—A lo más me va a reprender y quizás ni cuenta se de.
Cerré el refrigerador y le arrebaté la botella a Gohan para abrirla.
—Me sacrificaré por el equipo —dije y tomé un respiro.
Pegué la parte superior de la botella a mis labios y la empiné para beber un buen trago.
Se sintió como si le hubieran prendido fuego a mi garganta y estómago, lo que me hizo toser un poco.
—¿Estas bien?
—Es horrible —dije con una mueca de asco.
—No puede ser tan malo.
Gohan me quitó la botella e hizo lo mismo que yo, teniendo una reacción más o menos parecida.
—¡Puaj! —exclamó, limpiando sus labios con la manga de su camiseta—. Es asqueroso.
—Tal vez no lo bebimos bien. Déjame probar de nuevo.
Realmente no hice nada diferente, volví a tomar un trago de whisky que hizo que mi esófago ardiera como si fuera un volcán en erupción.
—Quizás hay que ponerle hielo —dije después de un rato—. He visto que papá lo bebe así.
Tomamos un vaso y hielo de la heladera para luego servir el líquido y esperar un momento para que el hielo enfriara el licor.
Efectivamente eso hizo que supiera menos fuerte y que se sintiera más refrescante.
Realmente no nos gustaba como sabia, pero la experiencia era divertida.
Como consecuencia de nuestra nula experiencia, en unos minutos comenzamos a sentirnos algo torpes y mareados, por lo que salimos al patio para tomar aire puro bajo el cielo nocturno.
Lo lamentable de vivir en una ciudad como Los Ángeles era que las estrellas casi no se veían y para nosotros, que disfrutábamos de la astronomía, era algo triste.
Me senté al borde de la piscina con las piernas cruzadas y Gohan me imitó, para así comenzar a jugar con el agua.
Mientras jugábamos a hacer olas, Gohan habló:
—¿Te puedo decir algo sin que te asustes?
—Claro.
Sabía que no había nada que él pudiera decirme que me asustara.
—Besas mejor que la chica con la que di mi primer beso —confesó.
Yo solté una risita.
—Bueno, yo no te puedo comparar con nadie, pero estoy seguro de que besas bien —aseguré.
Yo jamás había planeado que mi primer beso con lengua fuera con un hombre y que, además, se hubiera sentido bien. Pero después lo pensé un poco y no tenía nada de extraño. Eran besos, todas las personas tenían labios, dientes y lengua; el género no tenía nada que ver.
No sabía cómo había pasado exactamente, pero en unos segundos me encontré besando a mi amigo una vez más.
Todo iba más que bien, hasta que un grito femenino nos separó.
Beverly estaba de pie en el marco del ventanal que daba al patio trasero, mirándonos horrorizada.
Oh, no, esto no puede ser bueno.
[...]
—¿Te gustan los hombres?
—No, papá —aseguré.
—Si te gustan los hombres... —mi madre dio un suspiro—. Bueno, no es algo malo, pero de todos los hombres existentes, ¿por qué Gohan?
—Gohan es solo mi mejor amigo —aseguré.
—Amigos que se besan con legua —dijo mi padre—. No creo que un niño de trece años deba estar llevando a cabo esas prácticas y menos robándose mi whisky de cuatrocientos dólares.
—¡Es que yo quería besar una chica, pero me daba miedo, entonces Gohan me dijo que podía practicar con él y no le veo nada de malo porque es mi amigo! —exclamé desesperado—. ¡Y lo del whisky solo fue un experimento, te prometo que no volveré a robarte nada!
Mis padres solo pestañearon un par de veces y entonces mi papá sacó un tríptico del cajón de su escritorio con el título "¿Soy gay o estoy confundido?".
—¡Ese título es una porquería! ¡Y besar hombres no me hace gay! ¡Les dije ya que no soy gay! —grité molesto—. ¡¿Por qué no mejor me reprenden por robarme el whisky?! ¡Eso es más sensato!
No me hubiera molestado si realmente hubiera sido gay, pero no lo era y me molestaba que mis padres no me creyeran.
Después de que Beverly armara un escándalo sacando a todos de sus cuartos, incluidos a mis padres, Gohan y yo nos quedamos en mi cuarto en un ambiente incómodo, hasta que se fue en la mañana.
Luego de que Gohan se marchara, mis padres me pidieron ir a la oficina para hablar de un asunto y, sin tener que preguntar nada, supe que asunto era.
Luego de expresar mi molestia, mis padres siguieron insistiendo en hablar de mi sexualidad y mi identidad de género, que no sabía qué demonios tenía que ver. Ya tenía trece años, tenía claro mi género.
Realmente odiaba a Beverly en ese momento, quizás, por ese instante, incluso sentía que era mi hermana más despreciable.
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