Capítulo 6: Práctica
Abril de 2011
Gohan
—Adivina que...
Ashton llegó muy eufórico a la escuela.
—¿Qué pasó? —pregunté curioso.
—¡Conseguí las malditas entradas y los pases para el Meet and Greet! —gritó—. ¡Vamos a conocer a Katy Perry!
Yo me quedé procesando la información un momento y entonces hablé:
—¿Vamos a ir solos?
—Ya tenemos trece...
—No, yo aún no los cumplo.
—Pero el concierto es en agosto, para ese entonces ya tendrás más de trece. Tu cumpleaños es como en dos semanas.
—Ah, entonces sí —acepté convencido—. ¡Conoceremos a Katy Perry!
Ambos nos abrazamos y comenzamos a saltar en forma de festejo.
Desde que habían empezado los rumores de la gira mundial de Katy Perry, Ashton les había rogado a sus padres por entradas para ambos y, aunque los señores Johnson me detestaban un poco, habían terminado por aceptar.
Por suerte, Katy Perry no era una estrella de rock que inhalaba cocaína con fans de cuarenta años que apestaban y se drogaban tanto como ella; la mayoría de sus fans eran niños y adolescentes. Además, los padres de Ashton solo habían oído las canciones con letras más lindas, no las que hablaban de penes, homosexualidad o actos sexuales.
—Será nuestro primer concierto —dijo Ashton—. Aunque no lo sería si Avril Lavigne se quisiera dar una vuelta por Los Ángeles.
Avril Lavigne también estaba de gira mundial, pero sólo haría cuatro paradas en Estados Unidos y ninguna sería por donde vivíamos, lo que había hecho que Ashton lloraba como si se hubiera muerto alguien.
Por suerte, su tristeza se había ido cuando supo que Katy Perry, quien vivía en Los Ángeles, si haría tres conciertos ahí. Estaba seguro de que algún día Avril Lavigne pasaría por la ciudad en una gira y sin duda la veríamos, aunque fuera de unos metros porque no le gustaba que la tocaran.
Como ese día era viernes, Ashton y yo fuimos a su casa después de clases. Así lo hacíamos todos los viernes.
Sus padres le habían comprado una patineta, la cual a ellos no les gustaba mucho, pero Ashton era tan insistente que para que se callara, habían terminado comprándosela.
Luego de comer los bocadillos que Misty nos había preparado y cambiarnos el uniforme, ambos salimos de casa con la patinetas y dos bicicletas para ir a un parque cercano y practicar.
Debido a que ninguno sabía usar la patineta, aún no nos atrevíamos a ir a una pista de esas especiales para usar patinetas, patines e incluso bicicletas.
Dejamos las bicicletas tiradas en el pasto y Ashton se puso sobre la patineta, mientras yo lo afirmaba.
Estuvimos horas practicando, aunque no habíamos logrado mucho más que rasparnos y lastimarnos.
Mi madre me mataría cuando viera que había roto los jeans que había comprado tan solo hacía una semana.
Cuando volvimos a la casa de Ashton, ambos fuimos a su cuarto y el sacó del cuarto de sus padres un maletín de primeros auxilios con un antibacteriano y gasas.
—Mamá me enseñó a curar heridas —dijo tomando mis manos, las que estaban llenas de raspones por las caídas.
Ashton curó todas las heridas de mi cuerpo y luego siguió con las suyas.
Cuando terminó, devolvió el botiquín a donde estaba y yo encendí su televisión, la cual era un último modelo, nada parecido a la vieja y pequeña tele que había en la sala de mi casa.
Ambos nos acostamos en su cama y noté como Ashton revisaba el perfil de Facebook de una de nuestras compañeras en su IPhone.
—¿Por qué no le hablas de una vez por todas?
Ashton apagó su celular de golpe y me miró con nerviosismo.
—Ya lo he hecho.
—Sí, pero para decir puras estupideces. La última vez le pediste la hora con tu teléfono en la mano —le recordé.
—Me da algo de temor...
—¿Por qué?
—Porque es una chica bonita, popular y con mucha experiencia. En solo este año escolar ya tuvo tres novios y yo llevo años sin ninguna —argumentó—. La última novia que tuve fue la que tú me quitaste.
Yo fruncí mi ceño.
—Deja de culparme. Ella fue la que me buscó y yo solo cedí.
Ashton resopló.
—Había olvidado que tú eres un santo —bromeó.
Ambos comenzamos a darnos empujones de juego y cuando nos detuvimos, volví al tema:
—¿Por qué te da miedo que sea más experimentada? Te podría enseñar cosas.
—Sí, pero ¿y si no quiere? —preguntó con temor—. Tal vez quiere un novio con experiencia y yo ni siquiera sé si beso bien.
Yo sabía que Ashton no había dado su primer beso con lengua, pero era porque era un idiota. Había un montón de niñas, incluso mayores, que babeaban cuando lo veían.
Yo solo había besado a una chica con lengua el semestre pasado. Una chica que conocí en el cumpleaños de un primo y tenía un año más que yo.
—Pues puedes practicar —sugerí.
—¿Y con quién?
—Conmigo.
Ashton abrió los ojos como si hubiera dicho algo horrible.
—¿Besarte a ti?
Yo lo miré fastidiado.
—¿Qué prefieres? ¿Besarme a mí y que yo te diga que lo haces mal o que te lo diga ella? —pregunté.
Ashton se quedó pensando un momento y luego me miró algo nervioso.
—¿Esto no arruinara nuestra amistad?
—Solo es un beso con lengua, Ash —dije, restándole importancia.
Ashton asintió y ambos nos sentamos con las piernas cruzadas frente a frente. Yo me acerqué un poco a su rostro y Ashton tragó saliva para luego juntar sus labios con los míos.
Al principio, Ashton tenía sus ojos cerrados con fuerza, pero luego relajó un poco más su rostro y yo cerré mis ojos también.
Los primeros segundos solo movimos nuestros labios y, al darme cuenta de que Ashton no metería su lengua a mi boca, yo lo hice.
Puse mi mano derecha en su nuca y entonces comenzamos a besarnos con lengua.
Debido al nerviosismo de Ash, al principio estaba siendo bastante torpe, pero con el paso de los segundos comenzó a tomar el ritmo e incluso me di cuenta de que besaba mejor que la chica a la que había besado.
El desgraciado solo se había tardado unos segundos en aprender a besar y tenía el descaro de estar asustado por besar a la chica que le gustaba.
Luego de un rato más, me separé de él y limpié la saliva de mi boca con la manga de mi sudadera.
—No seas llorón, besas mejor que yo —me quejé—. Ahora ve y háblale a la chica.
Ashton sonrió feliz. Probablemente no esperaba que le dijera ese cumplido, pero era cierto.
—Gracias, amigo.
Ambos chocamos los cinco y volvimos a acostarnos en la cama, pegados uno al otro, para mirar la película que estaban dado y comentar cosas malas de ella.
—¿Y qué vas a hacer para tu cumpleaños? —me preguntó Ashton, de pronto.
Yo me encogí de hombros. Nunca había hecho nada y aun así, Ashton me seguía preguntando.
—Algún día tienes que hacer una fiesta.
—No tengo más amigos que tú —le recordé.
Ashton se quedó en silencio con eso, al menos por un momento.
—Entonces ven a mi casa y hagamos una pijamada —sugirió—. Cae sábado, así que nos podemos quedar hasta tarde jugando o lo que sea.
Por primera vez, hacer algo para mi cumpleaños no sonaba tan mal.
—Bueno, podemos hacerlo —dije convencido.
—Increíble.
No sería la primera vez que me quedaba a dormir en casa de Ashton, pero imaginaba que esa vez, él me tendría algo preparado. Yo no quería celebrar, pero eso a Ashton le importaba bien poco.
Ashton siempre hacia lo que él creía correcto. Él no concebía un cumpleaños sin fiesta, pero era porque él había nacido en una familia que, a pesar de ser fría como la Antártica, al menos no lo maltrataba.
Yo no había recibido amor de mi padre, solo golpes, y tampoco sentía que mi madre me amara del todo, porque si lo hubiera hecho, no se hubiera quedado mirando eso sin hacer nada.
La única razón por la que disculpaba a mi mamá era porque ella había recibido más golpes que yo incluso y sabía que era una víctima también.
Ashton no entendía que mi nacimiento había sido una tortura y que, si mi padre hubiera seguido en mi vida, yo hubiera terminado suicidándome; pero tampoco se lo quería explicar, menos con esas palabras.
Al menos, en ese momento ya no sentía que mi vida fuera una tortura y se debía a él en su mayoría.
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