Capítulo 44: Decidir Quedarse

Gohan

—¿Y George? —le pregunté a mi mamá cuando noté que no estaba por ahí.

—Fue a Sacramento para estar con su madre —me contestó desde la cocina—. No quería dejarla sola en Navidad...

Eso había sido una clara indirecta para mí, pero decidí fingir que no la había entendido y me senté en la mesa del comedor, en mi antiguo puesto.

Hacía meses que no estaba por ahí y, las veces que había ido solo había sido un rato, no para desayunar como esa vez.

Mientras mamá calentaba el agua para el café, yo me quedé analizando todo a mi alrededor. Se sentía casi como si fuera un lugar extraño y lo único que quería era volver a mi departamento.

«No, tranquilo, no es tan malo».

Cuando mamá puso las tazas en la mesa, yo evité mirarla a los ojos.

—No me puedes evitar el resto de la vida, Gohan.

—No te estoy evitando —mentí.

—Eres mi hijo, Gohan, te conozco y sé cuándo evitas los problemas —dijo, sentándose en la punta de la mesa para estar más cerca de mí.

—Bien, tienes razón —admití—. Te estoy evitando y sabes porqué, así que no preguntes.

—No puedes estar enojado el resto de tu vida por lo de tu papá —me dijo—. Algún día tienes que olvidarlo.

—No es solo lo de papá —le aclaré—. Es también lo que pasa con George...

—Él no es un golpeador...

—Sí, claro, díselo a mi yo de quince con la nariz rota —le recordé—. ¿Sabes que pude denunciarlo por eso? ¿Sabes que pude denunciarte a ti?

Mi mamá negó como si lo que estuviera diciendo fuera una atrocidad.

—Todos comenten errores, Gohan, y con todo lo que he sufrido yo también no puedes ser así —me dijo—. No le haces honor a tu nombre con esa actitud.

Todos creían que mi nombre tenía que ver con la comida japonesa o el personaje de Dragon Ball Z, pero realmente mi mamá me lo había puesto por su significado religioso: "Dios es misericordioso".

—Dios es el misericordioso, no yo... y, realmente, contigo lo soy bastante —dije—. Siempre he justificado el que no me protejas como una madre debería hacerlo solo porque tú también sufres, pero a veces siento que te gusta eso porque jamás denunciaste a papá, ni tienes planes de separarte de George.

Mi mamá tomó su taza de café con ambas manos, sin importarle que debía estar caliente. Al ser ama de casa, nunca había tenido manos suaves y delicadas.

—¿A eso viniste?

—No... vine a saber si haberme mudado con Ashton fue un error o la mejor decisión que he podido tomar en mi vida —contesté.

Ella me miró con algo de esperanza.

—¿Quieres volver?

Yo me quedé en silencio unos segundos.

—Lo pensé en un momento —confesé—. Después de verte tan deprimida y desesperada por verme, creí que las cosas podían cambiar..., pero estando aquí me di cuenta de que no.

Los ojos de mi madre se aguaron y entonces arruinó lo que fue su última oportunidad para hacerme pensar que algún día las cosas serían diferentes.

—Tienes razón, no van a cambiar... es mejor que no vuelvas.

Yo asentí, aguantando las ganas enormes que tenía de llorar porque mi mamá, una vez más en su vida, había decidido no elegirme a mí por sobre sus parejas que ni siquiera la trataban como merecía.

—Puedes venir a visitarme más seguido, si es que no te molesta —me sugirió.

—Voy a ver... siempre estoy un poco ocupado con la universidad y otras cosas —le dije.

Hubo casi un minuto de silencio en el que solo se escuchaban nuestras bocas tomando sorbos de café, hasta que mi mamá volvió a hablar:

—Quiero que sepas que te amo, aunque te cueste creerlo.

Sí, me costaba mucho creerlo, de hecho, había días que simplemente no lo creía.

—Lo sé, mamá.

[...]

Apenas crucé la puerta del departamento, Ashton se levantó del sofá para ir a mirar cómo estaba.

Me agarró el rostro y comenzó a inspeccionarme.

—¿No te hicieron nada?

—No, estoy bien...

—Tus mejillas están rojas, ¿estuviste llorando?

Yo vacilé un momento.

—Tal vez...

Ashton me miró con tristeza y sin decir más, me dio un abrazo apretado que yo correspondí con gusto.

—Lo de ayer no lo dije en serio, tu sí eres mi familia —le dije.

—Lo sé, tú también eres la mía, por eso estamos juntos en este departamento.

Cuando nos separamos, Ashton me dio un beso en la punta de la nariz.

—¿Y si vamos a comprar el almuerzo antes de abrir los regalos?

—Son las once de la mañana, Ash —le recordé.

—Es que tengo hambre —explicó—. Misty no estaba en la casa, así que el desayuno fue asqueroso.

Sí, no creía que nadie en esa casa además de Misty supiera hacer un desayuno decente. Todos eran muy cerebritos, pero para esa clase de cosas eran un desastre.

—Bien, vamos a comprar el almuerzo.

Ambos salimos del departamento para ir a comprar unas hamburguesas a un restaurante que tenía una muy buena opción vegetariana y quedaba a unas calles.

Cuando era niño y me imaginaba como sería mi vida a los veinte años, me imaginaba algo totalmente distinto a la realidad. Me veía con una novia, viviendo aun con mi madre y con un grupo de amigos grande.

La verdad era que el futuro que quería cuando niño no me hubiera hecho lo feliz que me hacia ese.

Amaba ir con Ashton a comprar el almuerzo todos los días, amaba mi soltería y mi departamento; pero lo que más amaba era tener un mejor amigo como Ash.

Cuando niño creía que las almas gemelas siempre eran parejas, pero me había equivocado totalmente. Las almas gemelas podían tener cualquier tipo de relación, mientras hubiera un fuerte lazo de amor que las uniera y que, cuando estuvieran juntos se sintieran como dos piezas de un puzle que encajan perfectamente.

—¿Me amarías si yo fuera un maní? —le pregunté, mientras caminábamos.

Ashton soltó una risa.

—Te amaría, aunque fueras la cosa más horrenda de este mundo —aseguró.

—¿Me amarías, aunque fuera el cambio climático?

—Bueno, si lo pones así...

—Cuidado con lo que vas a responder —advertí.

—Ay, Gohan, no eres el cambio climático, no sé para qué me preguntas eso —me dijo con una risa.

—Estoy poniendo a prueba tu supuesto amor incondicional —le expliqué.

Ashton rodó los ojos.

—Créeme que lo pones a prueba todos los días siendo tú —bromeó.

Yo le di un empujón juguetón, el que él no dudo en devolverme, y seguimos así unas cuantas calles hasta llegar al restaurante y comprar nuestras preciadas hamburguesas de soya.

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