Capítulo 35: Robo
Ashton
Cuando desperté con el ruido de autos y la luz de la mañana dando en la cara, supe que estaba bastante lejos de estar en mi habitación, sobre mi cama.
Abrí los ojos con cuidado, pues la luz provocaba que me dolieran y, además, la cabeza me bombeaba como si fuera a reventar.
Me di cuenta de que estaba tirando en el piso del parque, justo debajo de una banca, sobre la que Gohan parecía estar durmiendo. El muy maldito me había dejado la peor cama.
Si bien, no era una situación ideal, todo me parecía relativamente bien, hasta que busqué mi celular en mi bolsillo y no lo encontré. Por el miedo, comencé a rebuscar hasta dentro de mi ropa interior, por si acaso, pero no corrí con suerte.
Al principio, había imaginado que lo había perdido en mi ebriedad, pero entonces me di cuenta de que me faltaba otra cosa: mi reloj de muñeca. Ese reloj costaba tres mil dólares y había sido un regalo de cumpleaños de parte de mi mamá, no podía desparecer.
Eso me dejó en claro que alguien me había robado.
—¡Gohan! —chillé.
Gohan dio un salto sobre la banca y yo me levanté del suelo para remecerlo con brusquedad.
—¿Tu celular?
Gohan se quejó, agarrado su cabeza con las manos. Probablemente, tenía el mismo insoportable dolor de cabeza que yo, pero no había tiempo para males físicos cuando me habían robado más de tres mil dólares.
—¿Para qué lo quieres? —preguntó con la voz rasposa.
—¿Lo tienes?
Gohan asintió y metió su mano en su bóxer para sacar el celular. Eso explicaba porque no le habían robado.
—Me robaron —le dije—. Mi celular y mi reloj.
—Solo tú vas a fiestas con un reloj tan caro como ese...
—¡Ese no es el punto! —le dije—. ¡Tenemos que ir con la policía!
—Bien, bien... ya voy, pero, por favor, deja de gritar —me pidió.
—Ya, pero muévete.
Sin esperar más, lo jalé del brazo para empezar a llevarlo en dirección a la estación de policías más cercana, justo en la que trabajaba el oficial Cooper, a quien tanto le gustaba arrestarnos.
Una vez que cruzamos la puerta, el primer policía al que nos topamos fue precisamente a Alan Cooper, quien nos quedó mirando con bastante sorpresa.
—Comida japonesa, princesa de papá... ¿qué hicieron esta vez?
—Por si no te das cuenta, no traemos esposas —le dije—. No estamos arrestados, venimos a hacer una denuncia.
El oficial no pudo evitar soltar una risa, pero luego tosió y recuperó la compostura.
—¿Es en serio? —quiso corroborar—. Porque, por si no lo saben, hacer una denuncia falsa es...
—Es un delito —terminé yo—. Por Dios, soy hijo de un juez, tenme algo de respeto.
—Bien, discúlpame... —pidió—. Ahora síganme, voy a tomar sus declaraciones.
Le expliqué al oficial Cooper cual había sido el problema y él me dijo que, por suerte, el parque tenía cámaras lo que quizás serviría para encontrar a los ladrones. Lamentablemente, no podía asegurar nada, quizás no se les veían los rostros o quizás, gracias a que no todas las cámaras funcionaban, su rastro se perdía.
—Haremos todo lo que podamos —me dijo el oficial—. Incluso revisaremos las casas de empeño, un reloj tan caro, quizás lo intentaron empeñar o vender.
—Gracias, Alan.
—Oficial Cooper —me corrigió.
—Claro, tú nos pones apodos y yo no te puedo hablar por tu nombre —me quejé.
—Yo soy la autoridad —me dijo.
Eso lo podía debatir, pero prefería no tener problemas con él, después de todo me ayudaría a encontrar a quien o quienes habían robado mis pertenencias.
[...]
—Si compro otro celular, solo aportaré más a la destrucción del medio ambiente —dije triste.
Ese celular ya tenía casi tres años, el cual era más o menos el promedio de la edad a la que las personas cambiaban sus teléfonos.
—Entiendo tu punto —me dijo Gohan, mientras desayunábamos en la sala—, pero hay que ser realistas... no podemos evitar lastimar al planeta con algunas cosas.
Eso ya lo sabía. Si hubiera sido por mí o por Gohan, jamás hubiéramos querido causarle daño al medioambiente, pero era algo imposible.
Sí, los autos eléctricos sonaban como una mejor opción, pero también utilizaban mayor cantidad de cobre, el que se extraía a través de la minería, lo que causaba un impacto en el medio ambiente también. Al final, de una u otra forma, impactábamos en el planeta.
Era imposible ser completamente sustentables, nadie estaba dispuesto a dejar los medios de transporte y solo caminar; a dejar los teléfonos, computadores y todo tipo de tecnología moderna; a no comer nada de animales o productos de estos; o a andar desnudos por la vida.
Al fin y al cabo, se podía pensar que nuestro discurso ecologista era hipócrita; pero no era eso. Gohan y yo no decíamos que dejáramos de contaminar o afectar al planeta por completo, pero sí considerábamos que todos podíamos poner un granito de arena para hacerlo lo menos posible. Hacer cosas básicas como reciclar, reducir el consumo de carne o darles la mayor duración posible a los teléfonos; podía no sonar como la gran cosa, pero todo valía.
—Espero que al menos alguien le de uso —dije—. Aunque sea sacándole partes.
Por suerte, las cosas importantes que tenía en mi celular las tenía respaldadas y ya me había encargado de cambiar las claves de todas mis redes sociales para que no quedaran abiertas.
—¿Le vas a decir a tu papá? Digo, vas a tener que comprar otro celular —me dijo Gohan.
Yo me quedé pensando.
No podía gastar el dinero del mes que me daba para comprar un celular, en especial porque compraba de alta gama precisamente para que me pudieran durar más años. Los celulares de gama media o baja que tenía Gohan comenzaban a tener problemas en un par de meses, en cambio, mi celular, con tres años, aún tenía una batería que podía durar un día entero.
—Voy a tener que hacerlo..., pero por tu celular —le dije.
Gohan se quejó.
—Después se sabrá mi número.
—Seguramente ya lo sabe, si Bev te tiene de contacto, ya lo sabe.
Quizás, Gohan solo tenía a Beverly agregada como contacto, pero no dudaba que mi padre le hubiera pedido el número de Gohan a ella para tenerlo en caso de emergencias.
Gohan me entregó su celular de mala gana y, como yo no me sabia el número de papá de memoria, llamé a mi hermana.
—¿Qué quieres, Han?
—Soy Ashton.
—¿Qué no tienes un teléfono tú?
—¿Está papá por ahí?
Hubo un silencio de unos segundos.
—Sí, está en su oficina, ¿le digo que te llame?
—No, no... dame con él.
—Ashton, este es mi celular.
—Solo dame con él, Beverly, por Dios.
—Ay, ya.
Oí como Beverly se movía y caminaba, hasta que tocó la puerta de papá.
—Papá, Ashton quiere hablar contigo...
Hubo más movimiento y luego papá habló:
—¿Por qué no me llamas por tu teléfono, Ashton? ¿Qué pasa?
—Me robaron el teléfono... ya hice una denuncia, pero no sé si lo encuentren, así que necesito comprar otro.
—¿Solo te robaron el teléfono? ¿Nada de tarjetas?
—No, papá, solo el celular.
No le diría que mi preciado reloj también estaba en manos ajenas, pues se lo diría a mamá y ella sufriría un infarto aun con el sano corazón que tenía.
—¿Cuánto quieres?
Yo tragué saliva algo nervioso.
—Mil quinientos dólares —susurré.
—Habla bien, Ashton.
Yo tome aire.
—Mil quinientos dólares —dije de una vez.
—¡¿Mil quinientos dólares?! —preguntó horrorizado—. ¿Quieres un celular de oro o qué?
—No digo que el celular vaya a costar eso, pero los últimos modelos de gama alta son caros, papá... Además, los celulares me duran bastante. El anterior al que me robaron me duro cinco años —argumenté.
—Sí, pero ahora vives en un departamento de mala muerte y te paseas en transporte público —me dijo—. No quiero que te roben un celular así de caro.
—Ay, papá, a todos nos pueden robar en cualquier lugar —argumenté—. Y a Beverly le regalaste un IPhone de mil dólares.
—Sí, cuando te gradúes como ella, quizás te regale uno. No ahora.
—No quiero un IPhone, no me gustan —le dije—. Y mientras no me gradué, necesitaré un celular.
—Bien, te mandaré el dinero —me dijo—, pero hazme el favor de cuidar ese celular, no por mí, sino por ti.
—Sí, papá.
Mi papá era tan exagerado a veces, solo era un celular y no era como si lo quisiera para destrozarlo. Obviamente, si compraba un celular, lo cuidaría, no tenía que pedírmelo como si fuera una persona desquiciada.
[...]
Había perdido toda la esperanza de tener de vuelta mi celular y mi reloj, pero todo había dado un giro y esa mañana, Alan había llamado a Gohan para informarle que habían dado con el paradero de mi reloj.
Por suerte, habían hallado el reloj en una casa de empeño y sabían que era el mío, pues mamá había hecho que le grabaran mi nombre en la parte trasera de la caja del reloj.
Lamentablemente, no había rastros de mi celular, pero era lo menos importante, en especial porque ya tenía uno nuevo.
En cuanto al ladrón, lo habían encontrado utilizando las cámaras de la casa de empeño para pasarlas por el reconocimiento facial. El hombre tenía antecedentes y estaba en el sistema, por lo que habían logrado arrestarlo y tendría que ir a juicio. Pobre idiota, en ese momento debía arrepentirse de hablarle robado al hijo de un juez.
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