Capítulo 30: Arrestados
Gohan
Yo no esperaba que eso pasara tan rápido, aun cuando había notado que Sarah tenía un interés en mí.
Yo pensaba quizás conquistarla durante unos días con mi simpatía y belleza natural; pero ni siquiera había dicho algo gracioso en todo el tiempo que habíamos hablado y ella ya me estaba ayudando a ponerme un condón con sabor a uva.
Ya parecía que ni siquiera tenía que intentar llamar la atención de las mujeres, ellas llegaban solas a mí.
«Soy todo un semental».
No sabía en que debía estar Ashton en ese momento, pero suponía que también estaba en una situación parecida con una de las otras chicas o con ambas.
Con la prisa ni siquiera le había preguntado a Sarah si había más gente en su casa que pudiera oírnos, pero por la forma en la que estaba gimiendo, me imaginaba que no temía que alguien la fuera a oír.
Esa había sido la primera vez en mi vida que lo hacía varias veces en una noche con la misma chica y sin Ashton entremedio, porque cuando éramos varios solíamos estar bastante rato haciéndolo.
Ya cuando terminamos la cuarta vez, ambos nos acostamos en la cama, y ella se apoyó en mi pecho.
Yo no solía ser muy afectuoso en general, pero después de tener sexo no hacia a las chicas a un lado como si fueran juguetes. Sabía que las caricias después del sexo eran importantes y a mí también me gustaba, aun cuando jamás tenía relaciones serias.
Comencé a acariciar la espalda de Sarah en silencio, hasta que ella casi hace que me dé un ataque al corazón preguntando:
—¿Te gustaría salir otro día?
Había olvidado por completo dejarle en claro la clase persona que era yo: una que no tenía citas o novias.
—Eh... ¿Cómo una cita?
Ella asintió sin mirarme.
—Me gustaría conocerte más...
Ya se había metido mi pene a la boca, no podía conocerme más que eso... bueno, si lo hacíamos sin condón, pero eso no sucedería mientras tuviera una neurona funcionando.
—¿Y cuándo sería eso?
No sabía muy bien que hacía, pero no me parecía correcto rechazarla en su casa después haber tenido sexo por bastante tiempo.
—No sé, la próxima semana, cuando tú puedas.
No, definitivamente no podía rechazarla. Quizás debía salir con ella y entonces ahí fingir que no me gusto para una novia y rechazarla... Sí, eso haría.
—Bueno... ¿intercambiamos números?
Ella asintió y se separó de mí para buscar su teléfono y yo poder buscar el mío.
Luego de que agregáramos nuestros contactos fuimos al baño y después hablamos un rato más acostados. Cuando noté que se había dormido, me paré con mucha delicadeza, tomé mi ropa y salí de la habitación para vestirme afuera.
Cuando fui a la que supuse que era la cocina, me encontré con Ashton bebiendo agua.
—Ya te iba a mandar un mensaje —le dije—. ¿Nos vamos?
—Sí, vamos —me dijo Ashton, dejando el vaso en el lavaplatos.
Ambos salimos de la casa en silencio y comenzamos a caminar en dirección a una parada de autobuses. Recién eran las doce, por lo que debía haber locomoción para llegar a casa.
—¿Le dijiste a Sarah que nos íbamos? —me preguntó Ash.
—No, le enviaré un mensaje después.
—Ah, ¿tienes su número?
Yo me lamí los labios y asentí.
—Vamos a salir un día...
Ashton me miró algo impresionado.
—¿Cómo en una cita?
—Así es... —dije sin mucho ánimo—, pero es solo para rechazarla siendo menos imbécil.
—¿Qué?
Solté un suspiró y le expliqué a mi amigo la razón por la que no había podido rechazarla en ese momento.
—Ah, bueno... considera que podría ser una peor idea y ella podría pensar que solo estas jugando y burlándote —me dijo—. Así que intenta comentarle tus intenciones lo más rápido que puedas.
—Sí, ese es mi plan —aseguré—. Parece buena chica, no quiero lastimarla.
Seguimos caminando por las calles un tanto oscuras. Aunque los faroles de las calles estaban encendidos, eran calles no tan concurridas y con pocos lugares con mucha iluminación, lo que provocaba que el ambiente pareciera el de una película de terror.
Una vez que estábamos llegando a la parada, divisé un grupo de tres chicos caminaban hacia nosotros. Al principio pensé que solo caminaban a algún lado como nosotros, hasta que noté una actitud extraña.
—Nos van a robar —susurró Ash.
Sí, exactamente. No podía creer que en toda mi vida viviendo entre pandillas jamás me hubieran asaltado y lo harían ese momento.
Uno de los tipos sacó un arma y, algo nervioso, nos apuntó.
—¡Vacíen los bolsillos y la mochila!
—Está bien —le dijo Ashton—. Solo baja el arma.
—¡Cierra la boca y haz lo que te digo!
Ashton y yo compartimos una mirada y comenzamos a vaciar nuestros bolsillos. Los tipos tomaron nuestros teléfonos y cuando el del arma estaba distraído, revisando uno de los bolsillos de Ashton con su mano desocupada, mi amigo le agarró el brazo con el que sostenía la pistola y comenzó a forcejear con él.
Yo aproveché de intentar golpear a los otros dos lo más que podía, aunque, como ellos eran dos, uno logró agarrarme por la espalda y sostenerme para que el otro me golpeara.
Mientras yo estaba haciendo de saco de boxeo, Ashton seguía forcejeando, haciendo que la pistola apuntara al suelo para que no fuera a lastimar a nadie.
De pronto, el arma se disparó y la bala le llegó en el pie al tipo que me estaba golpeado. Él cayó al suelo quejándose de dolor, mientras los demás seguimos batallando, hasta que una patrulla apareció por ahí.
Por primera vez en mi vida no temía que me arrestaran y tal parecía que Dios se quería burlar de mí, porque fue también mi primer arresto... y también el de Ashton, pues la vez que destrozó propiedad privada no lo habían esposado.
—Que nosotros no hicimos nada —se quejó Ashton mientras lo esposaban.
—Pelear en la calle es desorden público —le dijo el policía.
—Nos estaban asaltando, ¿desde cuándo actuar en defensa propia es delito?
De pronto, un policía se acercó con la mochila de Ashton en la mano.
—Hay como diez gramos de marihuana aquí adentro —informó.
Ashton miró al policía que lo estaba arrestando con una sonrisa nerviosa.
—Bueno, eso sí es un verdadero delito. Ya pueden arrestarme si quieren.
Eso hicieron. Nos metieron en una patrulla y nos llevaron a una estación de policías para encerrarnos en una celda.
—No puedo llamar a mi papá —dijo Ashton, jalándose el cabello—. Como tres meses fuera de casa y ya me arrestaron... creerá que soy un irresponsable.
—Bueno, tranquilo... lo resolveremos.
—Sí, de todas maneras, solo eran diez gramos lo que hace que sea una cantidad para uso personal y solo equivaldría a una multa, no a un delito penal —dijo casi sin respirar—. Igual que el desorden público.
—Me alegra saberlo.
Al menos Ashton tenía algo de conocimiento sobre leyes.
—¿Pero quién demonios pagará la maldita fianza? No quiero dormir aquí —se quejó Ash.
Eso sí que sería un problema.
[...]
—Me declararé culpable y evitaremos ir a juicio si es que rebajan la multa —le dijo Ashton al policía.
Ya habían tomado nuestras declaraciones del incidente por separado, pero nos habían juntado para hablar de las consecuencias.
—Señor Johnson, será encontrado culpable de todas formas, no hay manera de que pueda salir impune —se jactó el policía.
—Claro que sí, el arresto fue ilegitimo —reclamó—. Yo estaba siendo atacado y los policías revisaron mis pertenencias sin ninguna causa probable. ¡Yo era la victima!
De pronto, otro policía entró a la sala de interrogaciones para susurrarle algo al que estaba con nosotros.
El policía que estaba primero adentro miró a Ashton algo preocupado y entonces carraspeó su garganta.
—Bien, sí... creo que podrían tener algo de razón —admitió el policía—. Dejaremos el arresto en sus expedientes y pueden irse cuando alguien pague su fianza. El juzgado les enviara la multa después.
Yo miré a Ashton extrañado y él solo se encogió de hombros.
—Bien, haré una llamada.
[...]
—Bev, te digo que no fue nuestra culpa —dijo Ashton en el teléfono.
Yo estaba de vuelta en la celda, mientras el estaba a un lado con un policía vigilándolo.
No escuchaba todo lo que decía, pero había notado que hablaba con Beverly. Suponía que había decidido llamarla a ella porque sería la que menos lo reprendería.
De pronto, el policía que había entrado antes a la sala de interrogación paso por cerca de mi celda leyendo algo y la curiosidad me invadió.
—Oye, tú —lo llamé—. Oficial...
Me quedé esperando a que me dijera su nombre.
—Oficial Alan Cooper —se presentó.
—Oficial Cooper, ¿podría saber que hizo que no nos acusara por el desorden público?
Al final, habían solo tomado en cuenta el delito de posesión, que, por la cantidad, no era grave.
Alan miró hacia los lados, como revisando que no hubiera nadie ahí.
—Ningún policía quiere meterse con un juez tan poderoso —susurró.
Ahora todo era muy claro. Los policías habían averiguado quien era Ashton Johnson y obviamente no querían arriesgarse a molestar al conocido juez Johnson.
—Ah, sí, el señor Johnson es un desgraciado y su hijo favorito es Ashton. Si se entera de que arrestaron a su bebé consentido los querrá matar —mentí.
Alan me miró incrédulo.
—¿Y él sabe que su bebé consentido fuma marihuana?
Yo me quedé sin saber que decir.
—Un gusto, Alan.
—Oficial Cooper para ti —me corrigió.
—Un gusto, oficial Cooper... ¡Yo me llamo Gohan, como la comida japonesa!
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