Capítulo 22: Fiesta en Malibú

Julio de 2014

Gohan

Jamás en mi vida me hubiera imaginado que iría de vacaciones de verano a Malibú... bueno, tampoco que mi mejor amigo viviría en Beverly Hills, cerca de un montón de estrellas de Hollywood o cantantes.

Mamá no había tenido problema en dejarme ir con Ashton a Malibú, incluso cuando conduciría él. Sí, Ashton había sacado su licencia de conducir un mes atrás y había estado practicando con tramos cortos, vigilado por sus hermanos, por lo que ya se sentía preparado para ir a Malibú manejando.

—Si le haces algo al auto, te juro que te mataré, Ashton —le advirtió su madre—. No me importa que seas mi hijo, no te voy a aguantar otra estupidez de ese tamaño.

—Tranquila, mamá. Necesito el auto, no le haría daño apropósito, esa es tu garantía —le aseguró.

Ambos estábamos en la oficina de la casa, esperando que la señora Johnson nos entregara las llaves de la casa y del auto de una vez por todas para poder irnos.

—Y si algo le pasa a la casa, piensa que tu abuelo se va a sentir muy mal.

—Está muerto —le recordó Ashton.

—Bueno, si todo el cuento del cielo es real, se sentirá mal en el más allá, ¿quieres eso?

—No, mamá, no le haré nada apropósito a la casa.

La señora Johnson me miró a mi esa vez.

—Yo tampoco, lo juro —dije, poniendo mi mano en el pecho.

—Gohan, el corazón no está ahí, está más al centro —me corrigió.

—Bueno, pero usted me entiende.

La señora Johnson rodó los ojos y volvió a mirar a su hijo.

—Bien, los quiero aquí en cuatro días. Si llegan un día más tarde, jamás les prestaré mi auto nuevamente y entonces tendrán que pedírselo a Alan —dijo para asustarnos—. Porque dudo que los demás quieran prestarles algo.

—Sí, mamá, ya dame las llaves —pidió Ashton desesperado.

La señora Johnson bufó con el ceño fruncido y entonces tomó las llaves que tenía en su escritorio y se las entregó a Ashton directamente en las manos, dándole la última mirada de advertencia.

Ashton le dio una sonrisa y luego besó su mejilla.

—Gracias, mamá, nos vemos.

Ambos salimos disparados de la habitación para ir a la sala, donde teníamos nuestras maletas listas para subirlas al auto. Misty nos ayudó con eso y una vez que todo estaba adentro, nos despedimos de ella y nos pusimos en marcha.

—Vamos a estar completamente solos —dijo Ashton como un festejo—. Podremos beber y fumar y estar sin ropa.

Sí, sonaba como el paraíso.

—Traje las identificaciones falsas —le avisé—. Y son tan reales que asusta.

—Y yo tengo quinientos dólares en efectivo —me contó.

Debido a que los dos éramos aun menores de edad, comprar alcohol no era algo que pudiéramos hacer, menos en Malibú, donde no teníamos conocidos que nos hicieran favores.

Por otro lado, en Los Ángeles, yo tenía unos conocidos que falsificaban documentos y al ser yo, incluso me habían hecho un descuento. Claro, todo lo había hecho a escondidas de mi madre, quien no hubiera aprobado que yo me involucrara de alguna forma con esos delincuentes.

Aunque lo que estábamos haciendo sonaba como una pésima y peligrosa idea, ambos nos sentíamos bastante seguros... quizás porque aun éramos menores de edad y sabíamos que el señor Johnson nos podría ayudar con eso, aunque significara un horrible castigo después.

[...]

Habíamos salido victoriosos, como casi siempre.

Las identificaciones se veían tan bien, que nadie tuvo ni una sospecha de que eran falsas cuando nos vendieron alcohol.

El primer día nos habíamos encerrado en la casa a beber y fumar hierba nosotros solos y al día siguiente, estuvimos jugando en la playa privada del condominio hasta que se ocultó el sol.

Luego de eso, fuimos a la fiesta que nos había llevado a hacer ese viaje.

Obviamente nuestros padres no lo sabían, ellos creían que habíamos ido a Malibú solo porque queríamos divertirnos en la playa y ver a las celebridades que vacacionaban por ahí; pero la real razón por la que habíamos viajado era porque la prima de una compañera de la escuela celebraría su cumpleaños ahí, en su casa de vacaciones.

Ashton condujo hacia la casa de nuestra cumpleañera y, debido a la gran cantidad de autos que había en el patio delantero y en la acera, debimos quedar a unos metros de la casa.

Entramos con las botellas de alcohol que eran nuestra cuota y comenzamos a recorrer la fiesta saludando a la gente que ya conocíamos y conociendo a los que jamás habíamos visto en nuestras vidas.

De pronto, nos topamos con un grupo de personas que estaba fumando hierba en una esquina de la casa y sin dudarlo, nos incluimos en el grupo.

Luego de lo que pareció una hora, debí ir al baño y aproveché de beber algo. Estaba bastante drogado ya, pero no lo suficiente para estar chocando con las cosas y cayéndome, como lo hacían otros. Una de las chicas del grupo había chocado con un ventanal cuando quería salir a tomar aire y había caído al suelo, donde se quedó riendo unos cinco minutos.

Cuando volví al grupo para buscar a Ashton, este ya no estaba.

—Oh, no, apenas sé dónde estoy yo —me quejé.

Aun así, decidí buscarlo. No me sorprendió cuando abrí una puerta de una habitación y lo encontré sentado en la cama, con una chica sentada encima de él, besándolo.

Ambos se separaron de golpe al notar mi presencia.

—Perdón, ya me voy.

Estaba por cerrar la puerta, cuando la chica habló:

—Espera... ¿Por qué no te quedas?

Yo la miré extrañado.

—No me gusta ver, gracias.

Ella soltó una risa.

—Ashton tenía razón, eres muy gracioso —me dijo—. Me refería que podíamos participar los tres.

Ashton y yo compartimos una mirada y luego miramos a la chica para saber si hablaba en serio.

—No me digan que nunca han tenido un trío —dijo con algo de sorpresa.

—No tríos —dijo Ashton—, otras cosas sí.

Con otras cosas se refería a la vez que habíamos cogido en el techo de su casa con dos chicas... No sabría como llamar a eso, pues cada pareja había estado por su lado.

—Pues siempre puede haber una primera vez —dijo la chica, bajándose de encima de Ashton para ir por mí.

Esta vez, ella cerró la puerta con seguro para que nadie abriera la puerta y nos interrumpiera.

Al principio había sido algo un poco raro e incómodo. Ninguno sabía mucho que hacer, pero la chica de la que ni siquiera sabía el nombre, se había encargado de llevar las riendas.

Se sentía un poco raro estar cogiéndome a una chica, mientras le hacia sexo oral a mi mejor amigo, pero con el paso del tiempo comencé a sentirme más a gusto. No sabía si menos drogado hubiera aceptado tal cosa, pero sabía que no me arrepentiría.

Luego de más o menos una hora, habíamos terminado y la chica había salido de la habitación con una sonrisa. Parecía que hubiera tenido el mejor momento de su vida o tal vez era la marihuana la que la hacía sonreír tanto.

Ashton y yo nos vestimos y salimos unos minutos después de la chica, también con unas sonrisas en el rostro. Después de todo, había sido una de las mejores cosas que habíamos hecho en una fiesta.

—Deberíamos repetirlo algún día —dijo Ash.

—Claro que sí.

Ashton y yo nos habíamos acostado muchas veces con las mismas chicas, no dudaba que alguna pudiera aceptar hacerlo con los dos al mismo tiempo.

—¿Cuántos condones nos quedan? —pregunté.

—Tranquilo, tengo una caja en el auto.

—No entiendo como tus papás no están orgullosos, siempre eres tan ocurrente —le dije.

Ashton soltó una risa y me abrazó por los hombros. Parecía que iba a decirme algo, pero no alcanzó a hablar cuando alguien entro a la casa gritando.

—¡Los polis!

Solo había una cosa que hacer en un momento como ese.

Ambos salimos corriendo como todos los demás. Fuimos hacia el patio trasero, pues sabíamos que, si salíamos por la puerta delantera, más de una patrulla nos interceptaría.

—¿Ahora qué? —preguntó Ashton entre todo el caos.

—¿Qué tan grave es el delito de allanamiento?

—Bueno, depende de...

—No hay tiempo para pensar —dije, jalándolo cuando oí la gran cantidad de sirenas policiales.

Me lancé por encima de la pequeña cerca que separaba los patios traseros de las casa y Ashton me siguió.

Ambos comenzamos a correr por el patio del vecino y nos quedamos pegados a un costado de la casa, viendo a los policías bajarse de las patrullas para ir a revisar la casa.

No podíamos dejar que nos atraparan, pues éramos menores de edad que habían consumido alcohol y marihuana (la cual aún no se legalizaba en California). Además, podía apostar que había otras drogas en esa fiesta que yo no quería probar porque era un idiota con límites.

—¿Tienes una navaja? —me preguntó, Ashton, de pronto.

—Apuñalar policías sí que es ilegal —le recordé.

—No, eso no... las ruedas —me dijo, apuntando una patrulla vacía, muy cerca de donde estábamos.

Ambos compartimos una sonrisa y corrimos agachados para escondernos detrás de la patrulla, sacar mi navaja del bolsillo de mi chaqueta y apuñalar los neumáticos.

Una vez que dejamos los neumáticos de la patrulla bastante rotos, corrimos al auto riéndonos por haber hecho tal estupidez que pudo causar que nos arrestaran. Nos subimos rápidamente y comenzamos a huir entre todo el caos, alejándonos.

—Espero que no nos sigan —le dije—. Porque hay cincuenta gramos de hierba en el auto.

Ashton me miró horrorizado.

—¿Trajiste la hierba?

—Uno nunca sabe...

Ashton aceleró para alejarse más rápido de las patrullas y evitar que nos arrestaran.

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