Capítulo 17: Nariz Rota
Ashton
Gohan había logrado quedarse dormido después de llorar durante lo que fue una hora, una muy larga hora.
Yo estaba sentado en la cama, apoyado en el respaldo, mientras le acariciaba el cabello e intentaba resolver el debate moral que tenía en mi interior.
El padrastro de Gohan jamás lo había maltratado físicamente antes, quizás podía dejarlo pasar esa vez, pero entonces él seguiría maltratándolo psicológicamente porque yo sabía que lo insultaba cada vez que se le daba la oportunidad. Por otro lado, si forzaba a Gohan a hacer una denuncia, estaría traicionando su confianza y, muy probablemente, lo sacarían de esa familia y lo mantendrían en un hogar hasta que cumpliera su mayoría de edad.
Yo no quería que Gohan terminara en un hogar sustituto, donde quizás lo tratarían peor o estaría solo y más deprimido de lo que estaba. Aunque Gohan nunca me había dicho directamente lo mal que se sentía cada día de su vida, yo lo sabía y vivir con eso se sentía horrible; pero por ese momento, lo único que podía hacer era mantenerlo lo más lejos de su casa posible.
No podía forzar a Gohan a hacer una denuncia. De todas maneras, al momento en que entráramos a una universidad yo me encargaría de sacarlo de ahí, aun si no íbamos a la misma.
De pronto, alguien tocó la puerta despacio y yo me levanté de la cama para ir a abrir.
—Toma, come algo —me dijo Beverly, entregándome una bandeja con la cena—. Y mamá dice que mañana no tienen que ir a la escuela... es mejor que se queden aquí.
—Gracias, Bev.
Mi hermana me dio un intento de sonrisa y se marchó. No dudaba que alguien hubiera escuchado el llanto de Gohan, pero esperaba que no preguntaran nada.
Volví a sentarme en mi cama y comencé a comer la cena lo más silencioso posible para no despertar a mi amigo.
[...]
Cuando desperté en la mañana, Gohan ya tenía los ojos abiertos y estaba mirando el techo como si estuviera pensando.
—¿Estás bien? —fue lo primero que pude preguntar.
Gohan se sobresaltó un poco, pero luego giró su rostro para mirarme y asintió.
—No soy tan infeliz como crees que soy... gracias a ti.
Yo le di una sonrisa.
—Sé a lo que te refieres.
Porque a mí me pasaba exactamente lo mismo. Quizás mi familia era muy fría y desapegada, pero Gohan llenaba todas esas carencias emocionales.
—¿Qué hora es?
—Mamá dijo que no fuéramos a la escuela. Además, tú nariz esta herida, será mejor que evites hacer mucha actividad o podrás lastimarte más.
—¿Está muy mal? —me preguntó, tocando su nariz con cuidado.
—Un poco hinchada y morada, pero no tan mal —dije con sinceridad—. Sigues siendo igual de guapo, si es lo que te preocupa.
Gohan soltó una risa.
—Me alegra saberlo.
Entonces Gohan se acercó a mi para abrazarme y acurrucarse. Yo le di un beso en la frente y lo abracé con cuidado de no pasar a llevar su nariz y empeorar su lesión, después de desayunar le debería dar unos analgésicos para que no tuviera que lidiar con tanto dolor.
[...]
Gohan había estado todo el fin de semana quedándose en mi casa. Yo le había tenido que prestar algo de ropa porque no había traído suficiente con la prisa.
Mi familia no había hecho ningún reclamo por su presencia, pero suponía que ya habían descubierto que el golpe lo había recibido en su casa y no por pandillas que solían convivir con él. Su historia solo fallaba en eso. En todos esos años viviendo en el sur de Los Ángeles, el sector más peligroso, donde, si iban turistas, era para concientizarse de la pobreza de la ciudad; no había tenido ningún problema... ¿por qué los tendría en ese momento?
En ese momento estábamos estudiando para un examen de biología del miércoles, en mi cuarto. Ya era domingo, por lo que Gohan tendría que volver a su casa.
—Iré por soda —le avisé.
—Está bien.
Yo me levanté de mi asiento y bajé al primer piso para meterme a la cocina, donde me topé con mi mamá.
—Qué bueno que bajaste, tenemos que hablar sobre Gohan.
Yo la miré con algo de preocupación.
—Sé que lleva muchos días aquí, pero...
—No, no es eso —me interrumpió—. Ashton, vivimos en Beverly Hills y tenemos cinco hijos, de los cuales ya tres se alimentan solos, dejar que Gohan se quede aquí no hace una diferencia, ni nos dejara endeudados de por vida.
—¿Entonces?
—Me preocupa saber que en su casa un día le puedan dar una paliza y esa vez no solo le rompan la nariz —me dijo—. No pude quedarme sentada fingiendo que no sé qué su historia es falsa y hablé con la señora Davies...
Yo abrí los ojos con terror. Eso era muy malo.
—Mamá, no, ¿qué hiciste?
—Tranquilo. Antes de que me reclames algo, ella no le dirá nada a Gohan —me intentó calmar—. Le dije que, si volvía a ver a Gohan con alguna lesión que indicara un maltrato intrafamiliar, yo haría una denuncia contra su pareja y que ella, como madre, tenía que poner a su hijo antes que a ese... ese zángano.
—¿La amenazaste? —pregunté sorprendido.
—Tómalo como quieras. Yo no tengo nada en contra de ella, solo me parece una mujer que no merecía tener hijos, pero eso no importa —confesó—. Lo que importa es que sepa que esta vez no es igual que cuando Gohan era un niño.
Yo apreté los labios algo nervioso y entonces asentí.
—Ah, y le dije que lo llevaríamos a casa a las seis, para que sepan.
—Bueno, yo le diré.
Tomé la soda del refrigerador y entonces volví a subir.
[...]
El lunes Gohan ya no se veía tan deprimido. Lo único fuera de común era que estaba usando una bufanda que le tapaba hasta casi los ojos.
—¿Cómo respiras con eso? —le pregunté en susurro, mientras la maestra de matemáticas escribía en el pizarrón.
—Pues con la nariz.
—Pues tu nariz está rota e inflamada, no le estás haciendo un favor con esa bufanda —le dije.
—En Nueva York la usan así —me dijo.
—En Nueva York está nevando, Gohan.
—Pues en mi mente estoy en Nueva York. El frio es mental, Ashton.
Entonces apretó los ojos como si se estuviera obligando a sentir frio.
Era sorprendente como Gohan era brillante y al mismo tiempo era tan idiota; pero creía que eso era lo que más me gustaba de él. Su personalidad era un tanto intrigante.
Una vez que salimos al receso, fuimos al baño y nos encerramos en un cubículo para que Gohan tomara sus remedios y yo pudiera revisarle su nariz.
—Bien, se ve menos hinchada, al menos —le dije—. Los moretones pueden durar hasta dos semanas, así que vas a tener que seguir con tu fantasía de Nueva York.
Gohan soltó un suspiro agotado.
—No te ves tan mal, podrías sacártela y decir que te metiste en una pelea callejera y ganaste —le dije—. Las chicas se volverían locas.
—Olvídalo, no tiraré mi reputación de galán a la basura así —me respondió—. Les dejo esas historias a los matones.
Yo solté una risa.
—Bueno, el viernes le diré a Anette que te revise... ella sabe más de narices que yo.
Gohan asintió y volvió a ponerse la bufanda para salir del baño, conmigo detrás.
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