Capítulo 15: Niños Brillantes

Noviembre de 2012

Ashton

Gohan y yo saltamos por las ventanas para entrar de vuelta a la sala cuando nuestros compañeros avisaron que la profesora de matemáticas venia por el pasillo.  

No estábamos haciendo nada malo, solo habíamos visto un gato por el lado del salón que daba hacia el exterior y le habíamos querido dar algo de comer. Sabíamos que les gustaba el yogurt, así que yo había abierto uno que traía de merienda y le se lo había ofrecido, mientras Gohan lo acariciaba.

Cuando los demás nos alertaron de la profesora, dejamos el yogurt en el pasto para que siguiera comiendo y nos metimos a la sala rápidamente.

Para cuando la maestra entró, nosotros éramos los únicos de pie.

—Johnson y Bridge, no sé qué estaban haciendo, pero ya siéntense.

—Ya vamos —le dijo Gohan, metiéndose por entremedio de los puestos.

Ambos nos sentamos en nuestros puestos, uno al lado del otro y pegamos nuestra mirada al frente.

—Bueno, chicos, hoy empezaremos la clase con algo distinto —comenzó.

—Que no sea examen sorpresa, que no sea examen sorpresa... —oí pedir a Gohan.

De todas maneras, no sabía que tanto le preocupaba, él era uno de los matemáticos más brillantes que conocía. Aunque ambos éramos muy buenos, mi promedio en matemáticas era una décima más bajo solo porque había olvidado como hacer un ejercicio de trigonometría en una prueba. Maldita trigonometría.

—El viernes habrá un concurso de cálculo mental en la escuela y para eso necesitamos a los mejores matemáticos de cada grado —informó, tomando una pila de hojas—. Hoy harán una prueba de selección, sin calificación. Los que logren hacer más ejercicios correctos participaran el viernes.

Gohan y yo compartimos una mirada y entonces él levantó su mano.

—¿Qué sucede, Gohan?

—¿Hay un premio?

—Sí, Gohan. Quien gané el concurso se eximirá del examen final.

Eso no sonaba nada mal, pero mis esperanzas no estaban muy altas. El concurso era contra todos los grados de la secundaría y ya en el mismo grado que yo estaba, Gohan me podía ganar.

—Bien, entregaré las hojas dadas vuelta y cuando yo diga, podrán empezar. Tendrán dos minutos para resolver los ejercicios —informó—. Ah, y Gohan, ven a sentarte en mi puesto.

Gohan se levantó de mala gana y se sentó en el puesto de la maestra.

Una vez que llegó junto a mí, me pidió que corriera mi puesto al final de la sala, ya que yo me sentaba en uno de los últimos puestos. Obviamente hacia eso para evitar que los demás nos copiaran y arruinaran su amado concurso.

Una vez que empezaron los dos minutos, todos dimos vueltas las hojas y comenzamos a calcular. Había sumas, restas, multiplicaciones, divisiones, potencias y raíces... eso era pan comido.

«Raíz cuadrada de ciento sesenta y nueve... trece. Ocho más setenta y nueve... Ochenta y siete. Siete elevado a dos... cuarenta y nueve».

Fueron cincuenta ejercicios, por lo que más o menos debí demorarme dos coma cuatro segundos, pero había terminado cinco segundos antes, imaginaba que había sido porque las potencias y raíces cuadradas básicas como las que habían me las sabía de memoria.

Luego de que terminara el tiempo, la profesora tomó todas las hojas.

—El miércoles les diremos quiénes van a participar —nos informó.

[...]

No me sorprendió cuando el miércoles nos informaron a Gohan y a mí que habíamos quedado dentro de los diez alumnos que participarían el viernes en el concurso de cálculo mental.

Estaba algo nervioso, ya que, esta vez, sería otra modalidad. Estaríamos de pie en el escenario del auditorio, mientras toda la escuela nos miraba, y un profesor nos dirían los ejercicios verbalmente.

Una vez que estábamos arriba, sentí que tal vez no llegaría muy lejos. No con todos esos ojos observándome.

—Iremos uno a uno, cuando alguien se equivoque o se pase de los tres segundos, será descalificado —informó la maestra que dirigía el concurso.

Yo era el séptimo en la fila (Gohan venia después que yo), por lo que pude tener de ejemplo a otros.

—¿Veinte multiplicado por mil? —me preguntó el profesor cuando llegó mi turno.

—Veinte mil —respondí sin dudar.

—¿Veintiuno más nueve?

—Treinta —respondió Gohan.

Dimos tres vueltas con preguntas, hasta que una chica se equivocó y desde ahí, comenzaron a equivocarse o a no contestar. A los quince minutos ya solo quedábamos Gohan y yo.

—¿Veinticuatro dividido seis más siete?

—Once —respondí.

—¿Treinta y seis dividido en seis multiplicado por dos?

—Doce —respondió Gohan.

Pasaron dos minutos así y ninguno perdía.

—¿Setenta y ocho menos quince menos nueve?

—Cincuenta y cuatro —dije sin dudar.

—¿Sesenta y cinco menos veinte dividido en tres?

—Quince.

Entonces el maestro miró a la profesora a cargo.

—Se acabaron los ejercicios.

La profesora pareció algo complicada y se acercó a la directora, quien estaba sentada en la primera fila de un lado, para hablar. Una vez que terminaron, la profesora volvió a subir al escenario y tomó el micrófono.

—Bueno, debido a que el desempate parece imposible, ambos serán ganadores y, por lo tanto, ambos se eximirán del examen final —dijo con una sonrisa.

Fueron unas maravillosas noticias. No importaba que nos fuera excelente en los exámenes de matemáticas, quitarnos ese largo y tedioso examen final era maravilloso. Menos estudio y menos tiempo perdido en la escuela.

Gohan y yo bajamos del escenario y chocamos los cinco.

—Somos unos genios.

Era la primera vez que Gohan decía eso refiriéndose a algo que no había sido una mala idea.

[...]

Mi felicidad por haber ganado el concurso no había durado mucho, pues tan solo a la siguiente semana habían citado a mis padres por una razón que no tenía clara.

—¿Qué hiciste esta vez? —me preguntó mamá.

—No tengo idea —dije algo nervioso—. No he hecho nada malo...

Bueno, al menos no que se hayan enterado. Con Gohan habíamos encontrado un basurero con la bolsa recién cambiada y habíamos jugado a subirnos y andar como si fuera un transporte, pero lo habíamos hecho en un pasillo vacío a la hora de almuerzo.

—Pues ahora tendré que pedir permiso en el trabajo para ir en la tarde y también tu padre, porque la directora pidió que estuviéramos ambos.

Yo no dije nada, prefería no empeorar la situación.

—Bueno, ya iré a la escuela —le dije a mi mamá—. Nos vemos en la tarde.

—Sí, nos vemos y compórtate.

Yo asentí y salí de la oficina.

Cuando llegué a la escuela, lo primero que hizo Gohan fue preguntarme:

—¿Qué hicimos de malo? ¿Lo del basurero fue tan malo?

—¿También citaron a tu mamá?

Gohan asintió.

—Y no solo a ella... la directora pidió que, en lo posible, viniera mi padre... —dijo en voz baja.

Yo me senté en mi puesto de una vez por todas y me acerqué lo más posible a él.

—Pero él no puede venir, ¿cierto?

—Claro que no... quizás ni siquiera está en Los Ángeles —respondió—. Pero la directora cree que mis padres aún están en contacto.

Yo ya sabía eso. Gohan me había dicho que su madre temía que el que su padre ya no estuviera presente en su vida afectara con la beca en su escuela, en especial porque él no era el mejor portado, aunque yo sabía que la escuela ponía como prioridad el que Gohan fuera un estudiante brillante. Sus notas casi perfectas valían más que mil de sus travesuras.

—Bueno, lo que haya sido que hayamos hecho, lo sabremos en unas horas.

[...]

El ambiente era bastante incomodo. Ni la señora Davies ni mis padres parecían muy contentos con estar ahí y apenas se habían saludado, se habían quedado en silencio.

Una vez que la directora apareció en la sala de espera, mi miedo aumento.

—Pasen todos, por favor.

Los cinco entramos y nuestros padres tomaron asiento frente al escritorio de la directora, mientras nosotros nos quedamos de pie atrás.

—Sé que el tema del que les voy a hablar debería hacerlo por separado, pero, ya que Gohan y Ashton son tan amigos desde hace años, supongo que no les molestara que lo hable con todos juntos —explicó.

—¿Qué hicieron? —preguntó mi papá.

—Nada malo, esta vez —respondió, sorprendiéndonos a todos—. Creo que, después de que ganaran el concurso de cálculo mental, cinco ferias de ciencia consecutivas, concursos contra otras escuelas y hayan mantenido los dos promedios más altos a nivel de la secundaria por todos estos años, lo correcto es que me preocupe de que hagan lo correcto con su futuro.

—¿Quiere hablar de universidades? —preguntó la señora Davies.

—Más que eso, quiero que Ashton y Gohan busquen lo que les interesa hacer y sea a donde sea que quieran aplicar, la escuela dará las recomendaciones necesarias —aseguró.

—¿Harvard? —preguntó Gohan.

—Sí.

—¿Stanford? —seguí yo.

—A donde sea. Aquí en Los Ángeles o donde sea.

Gohan y yo compartimos una mirada y luego miramos a la directora.

—Muy bien, comenzaremos a buscar —le dijimos.

La directora nos dio una sonrisa y luego se dirigió a nuestros padres.

—Tienen unos hijos brillantes.

—Lo sabemos —aseguró mi madre, con una sonrisa genuina.

Suponía que, por primera vez, nuestros padres estaban felices de que los hubieran hecho ir hasta la escuela para hablar de nosotros.

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