Capítulo 11: Preservativos
Ashton
—No fue la gran cosa —le dije a Gohan, para que dejara de insistir con detalles.
Desde que había salido del cuarto en el que había estado con una chica y me lo había encontrado en el pasillo, no dejaba de pedirme que le contara con exactitud lo que había pasado.
Ya habíamos vuelto a mi casa y estábamos en mi baño cepillándonos los dientes.
—¿No fue la gran cosa? —preguntó—. Hace no demasiado temías besar a Lindy y ahora le metiste el...
Antes de que terminara su comentario fuera de lugar, tomé el cepillo de dientes que tenia en su mano y se lo metí a la boca.
—Termina de lavarte los dientes de una vez por todas.
Gohan me miró de mala gana, pero hizo lo que le pedí.
La verdad era que yo tenía ganas de llevar eso a cabo mucho tiempo atrás. Desde que había besado a Lindy la primera vez, habíamos comenzado una clase de relación abierta. No teníamos nada realmente, solo nos besábamos y manoseábamos de vez en cuando, pero eso ya me estaba comenzando a desesperar.
Todas las veces que Lindy y yo estábamos juntos mi cuerpo pedía más contacto y me alegró saber que no era el único cuando Lindy me había pedido que llevara condones a la fiesta. Aunque le había dicho a Gohan que no había sido la gran cosa, había sido la muy gran cosa. Había sido la cosa más placentera que había hecho en toda mi vida.
Cuando salimos del baño, nos metimos a mi cama y entonces Gohan rompió el silencio:
—¿Es tan bueno como todos dicen o no es la gran cosa?
Yo no pude evitar sonreír mirando el techo.
—Es incluso mejor.
Gohan asintió mirando el techo también.
—¿Y por qué pasó ahora? Ya llevan bastante en su... lo que sea.
—Cumplió quince la semana pasada —le explique—, supongo que creyó que era el momento indicado.
Aunque quince años si era un tanto precoz, catorce años lo era más, por lo que suponía que Lindy no se sentía tan cómoda con eso. A mí, por otro lado, me importaba bastante poco tener catorce años, de todas maneras, ya tenía conciencia sexual, por lo que podía tener sexo con alguien de la misma madurez que yo.
Luego de hablar un poco más, terminamos por quedarnos dormidos. Habíamos llegado a mi casa a las tres, por lo que el cansancio nos había ganado.
[...]
No había nada que odiara más que los días de limpieza profunda en la casa y sí, yo no hacía nada, pero era bastante incomodo que tantas personas extrañas se metieran a la casa y la intrusearan para dejarla reluciente.
Aunque Misty limpiaba constantemente, ella era solo una mujer de una edad un tanto avanzada, no podía cortar el césped, limpiar la piscina o subirse en una escalera para limpiar el polvo acumulado de los delicados candelabros de lágrimas; era por eso que cada dos meses venia un grupo de personas de una compañía de limpieza a hacer eso.
Yo estaba en mi cuarto encerrado, sentado en mi cama viendo un documental del universo para pasar el rato, cuando Marco entró a mi cuarto sin siquiera tocar.
—¡Oye, que sea tu hermano menor no te da derecho a violar mi privacidad! ¡¿Qué clase de abogado eres que no sabes eso?!
—Y tú, siendo bastante menor que yo, tienes menos derecho a robarme preservativos —atacó.
Yo quedé helado por un muy efímero momento y entonces reaccioné a fingir demencia.
—¿De qué demonios hablas? ¿Para que querría yo preservativos? Tengo catorce años —me defendí.
Mi argumento había sido una completa tontería, pero hacía lo que podía.
Marco me dio una sonrisa llena de cinismo.
—¿Tú crees que soy idiota?
Su solo tono de voz me hizo estremecer. Quizás podía jugar con mis demás hermanos e incluso con mis padres, pero Marco... él era como una versión de mi padre que no era mi padre, por lo tanto, podía lastimarme físicamente y nadie lo acusaría de maltrato.
—Lo digo en serio —insistí, intentando salvarme.
—Y yo te hablo en serio cuando te digo que, si no te disculpas y repones lo que te robaste, iré con papá y mamá y les diré las cosas que está haciendo su bebé —amenazó, usando un tono burlesco en la última parte.
—Está bien, pero no hice lo que tú crees que hice, solo quería jugar... y con Gohan los inflamos —mentí.
Por suerte solo había sacado dos, uno que usaría y otro de repuesto en caso de que el primero tuviera problemas, por lo que mi mentira podía sonar realista.
Marco me analizó unos segundos, como si intentara descifrar si mi historia era verídica.
—Bien, de todas maneras, no me interesa lo que sea que hagas. Si iniciaste tu vida sexual, no es mi problema, solo ve a comprar los condones que me sacaste antes de mañana en la noche o tendrás problemas.
Yo asentí y en el momento en que Marco salió de mi cuarto, dije:
—¿Por qué tanta desesperación? Como si tuviera con quien ocuparlos.
No era que Marco fuera horrible y espantara a las mujeres, solo que él no parecía interesado en eso, solo parecía interesado en su trabajo. Aun así, alguna vez le había conocido una novia, a diferencia de a Pierce, quien realmente jamás había llevado a casa a una mujer... quizás porque no eran su tipo.
Gohan y yo estábamos seguros de que Pierce era gay, aunque él parecía ocultarlo bastante bien porque no creía que nadie más se diera cuenta.
Luego de la interrupción de mi hermano, volví a acomodarme y a prestar atención a mi documental. Al día siguiente iría a la farmacia por unos preservativos.
[...]
Gohan y yo estábamos caminado hacia a la farmacia luego de haber estado jugando con nuestras patinetas en el parque. Obviamente le había contado lo acontecido el día anterior y él no había dejado de burlarse.
—¿Marco tiene sexo?
—Tiene treinta años, Gohan, y no es un fenómeno o un monstruo —respondí.
Gohan soltó una risa.
—Sí, pero imagínalo —comenzó—. Cuando una mujer está arriba de él, debe estar preparando su defensa para su siguiente caso.
Yo rodé los ojos con una risa. Sí, no me imaginaba a Marco dejando su trabajo de lado, aun metiendo su pene en una mujer.
—Bueno, piense en lo que piense, necesita condones para evitar embarazar a alguien.
Aunque mi hermano mayor ya tenía una edad prudente para tener hijos, dudaba mucho que él los quisiera. No importaba la edad que tuviera, no creía que fuera a querer hijos.
—Y otra cosa, ¿acaso Marco es ciego que creías que no se daría cuenta de que hurgaste sus cosas?
—Estaba desesperado, ¿ya? Lindy me avisó solo unas horas antes —argumenté.
—Bueno, te entiendo, yo también hubiera preferido una reprendida de Marco a quedarme con las ganas.
Amaba que ambos pensáramos tan igual la mayoría del tiempo.
No tardamos mucho en llegar a la farmacia, donde compré exactamente los mismos condones que le había sacado a mi hermano, ganándome una mirada algo despectiva de la vendedora. Sí, no era un adulto, pero al menos me estaba protegiendo. Era un precoz precavido.
Luego de hacer la compra, acompañé a Gohan a esperar el autobús que lo acercaba a su casa y una vez que lo tomó, yo volví a mi casa.
Ya que era lunes, me sorprendió ver que mi mamá estuviera en la sala sentada tomando un té.
—Hola, mamá, ¿qué haces aquí tan temprano?
—Debí dejar el hospital un momento porque tenía asuntos importantes que resolver aquí en casa, ya sabes, como el que mi hijo menor esté haciendo cosas de adultos —dijo con claro enojo.
Yo tragué saliva, nervioso, y mi expresión no debió ayudarme mucho, por lo que solo le di la razón.
—¿Hace cuánto, Ashton?
—Solo lo hice el sábado, mamá... —entonces cerré la boca de golpe.
Eso me había hecho olvidar que, supuestamente, el sábado Gohan y yo habíamos estado en mi cuarto solos.
Mi madre abrió los ojos horrorizada.
—¡¿Con Gohan?!
—¡No, yo...!
No podía hacerles creer a mis papás que me había acostado con Gohan, no porque él fuera hombre, sino porque era mentira. No estaba dispuesto a mantener una mentira tan fea solo para evitar decir que me había escapado de casa.
—Nos escapamos —dije rendido—. Fue mi idea porque una chica que me gusta quería... tú sabes.
Mi mamá se agarró el puente de la nariz con su mano derecha.
—O sea, que no solo estas teniendo sexo, estás desobedeciéndome y mintiéndome —dijo con un tono más tranquilo, aunque suponía que era porque comenzaba a dolerle la cabeza—. ¿Qué crees que dirá tu papá de esto?
Yo tomé aire y decidí decir lo que pensaba.
—Puede enojarse por mi desobediencia e incluso por robarle preservativos a mi hermano, pero no porque haya tenido sexo. Él empezó a la misma edad y en un auto, yo al menos lo hice en una cama —argumenté.
Obviamente, mi mamá abrió la boca sorprendida.
—¿De dónde sacaste eso?
El gran problema de lo que había dicho era que la mujer que se había cogido mi papá en ese auto no era mi mamá, era la chica que competía con mi mamá por el amor de Alan Johnson.
La historia la había escuchado una vez que papá estaba bebiendo su preciado whisky en la oficina, mientras tenía una charla de hombres con Marco y Pierce. Yo no había sido incluido en su reunión porque tenía once años y muy probablemente, todo lo que habían hablado eran asuntos no aptos para un niño. Lamentablemente, los tres eran hombres brillantes, pero no tanto como para cerrar una ventana cuando hablaban cosas secretas.
—Si te cuento, ¿me vas a defender?
Sí, estaba chantajeando a mi propia madre, pero cualquiera lo hubiera hecho para evitar un enfrentamiento con mi padre.
Mi mamá pareció dudarlo, pero luego de lamerse los labios dijo:
—Está bien, pero si es una broma, vas a lamentarlo, Ashton —advirtió—. Que seas mi hijo no ablanda mi corazón.
Sí, lo tenía claro.
—Tranquila, mamá, no es broma.
Luego de contarle la historia a mi mamá, yo subí al segundo piso y me encontré de frente con Marco, quien sonreía muy complacido. Suponía que creía que mamá me había dado mi merecido.
Yo saqué los condones de mi mochila, abrí la caja y saqué cuatro para dárselos.
—Los otros dos son para que no te quejes más y no digas que soy el peor hermano del mundo —le dije.
Marco sonrió cínicamente, tomando los preservativos.
—Y para tu información, si los tengo es porque tengo con quien ocuparlos.
Eso me dio a entender que había oído mi comentario del día anterior y era precisamente la razón por la que le había dicho a mamá lo que había hecho. Era pura venganza porque había herido su ego de macho.
Entonces Marco se marchó, aun en su ilusión de que había recibido mi merecido, y tan solo unas horas después, cuando papá llegó a casa, comenzó algo que no pensé que comenzaría.
—¿De dónde sacaste esa historia? —preguntó mi papá.
—Eso es lo de menos, Alan, ¿quién diablos era esa?
Mis hermanos y yo estábamos pegados a la puerta del cuarto de nuestros padres. No importaba que todos fueran adultos, estaban tan curiosos como yo.
Aunque yo sabía el motivo de la discusión, no me había imaginado que fueran a llegar a eso, pensé que mamá lo utilizaría para manipularlo en un momento que fuera necesario; pero parecía que sus celos habían ganado.
—Maya, eso fue hace treinta y ocho años —dijo mi papá—. Ni siquiera estábamos saliendo.
—¡Exacto! ¡Tú no querías salir conmigo porque estabas muy ocupado con Barbara O'Connor! —comenzó a alzar aún más la voz—. ¡Y me imagino que era ella la del auto!
—Si así era, no te importa, Maya —dijo con un tono autoritario—. Y se acabó la conversación.
No sé porque me imaginaba que, aunque la conversación se hubiera acabado, eso no terminaría del todo...
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