Capítulo 2
Marcial había permanecido dentro del viejo armario de su Damita durante diez años. Creyó que lo había olvidado, hasta que su bonita sonrisa lo recibió cuando lo sacó de la casa. Ella había crecido, pero siempre sería su princesa. Le dio un abrazo que él correspondió, después de todo está hecho para eso. Aunque, cuando ella era niña, lo lanzaba por los aires, lo arrojaba contra la pared y jugaban a las luchas con otros peluches. Su adversario era un feo koala al que su Damita le tenía miedo, pero Marcial siempre estaba allí para rescatarla.
Le decía que era su héroe y que siempre estarían juntos. Luego de esos años de soledad pensó que fue una vaga promesa. Pero siente cosquillas en su interior al saber que no es así. Ahora estaba allí. Su único problema es el nuevo.
–¿No piensas ayudarme? –pregunta al ver al otro cómodo sobre la cama. Iris no se baja para nada de su pedestal.
–¿Qué haces? –responde con otra pregunta mientras está jugando con la tablet de su dueña. Marcial está en el suelo acomodando zapatos y arrojando ropas sucias dentro del cesto.
–Arreglo el cuarto de Damita, siempre lo he hecho. Así sus padres no la regañan y tiene más tiempo para jugar conmigo.
–Chris ahora prefiere los juegos para adultos, ya sabes –comenta el osito arco iris mientras le sonríe al otro.
–No, es muy joven para eso.
–Pero si en el pasado a las chicas de 15 años se las obligaba a casarse y tener hijos, eso dice wikipedia. Ella ya es adulta.
–Ése es el problema, necesito encontrar a un buen hombre antes que sea profanada por cualquier bastardo. –Marcial arroja la almohada hacia Iris, ya que esta se encuentran en el piso. El otro osito es derribado y apenas logra salir por debajo de esa acolchonada prisión.
–Que imbécil –refunfuña para luego volver a tomar la tablet–. Deja de meterte en su vida.
–Lo dice quién revisa sus mensajes–contraataca mientras se cruza de brazos.
–¡No puedo evitarlo! Ha estado hablando con un chico muy lindo.
En ese momento ambos escuchan pasos acercarse. Iris se apresura a apagar la tablet y hacer como si nada hubiera pasado. Mientras Marcial da un salto hacia la cama y se sienta a los pies de esta, como siempre hacía al momento de darle la bienvenida a su cuarto.
–Pasa Anahís, este es mi cuarto –dice la muchacha, ella sostiene la mano de una niña de muchos rulos. Ella mira con atención todo el lugar pero sus ojos se clavan en Iris en ese momento.
–Que lindo –chilla y luego apunta al peluche.
–Él es Iris y... –Chris es interrumpida por su celular, tiene una llamada y es la mujer de su nuevo trabajo. Ella le pide que regrese de inmediato al local porque necesita su ayuda. Chris suspira y luego mira a su pequeña sobrina–. Debo irme por unos minutos, tú te quedas en mi cuarto a jugar con mis peluches, ¿si?
–Okey tía, no es la primera vez que me quedo sola.
–Te prometo que regreso enseguida. –Le da un beso en la frente como despedida y deja el departamento rápidamente. Anahís, luego de escuchar la puerta ser cerrada bajo llave, da un salto hacia la cama y toma a Iris entre sus brazos. Apretándolo en un fuerte abrazo.
–¡Ah! Odio los niños –exclama y se aparta de la niña rápidamente. Ella queda boquiabierta luego de escucharlo y se sienta a los pies de la cama.
–¿Puedes hablar?
–Hola, soy Marcial –se presenta el osito blanco moviendo su mano–. Todos lo hacemos pero solo con los niños, los adultos no pueden escuchar o ver lo que hacemos, así que mejor guarda el secreto –le explica, porque siempre hablaba con su Damita y ahora se siente triste porque ya no puede hacerlo.
Ella asiente rápidamente, sacudiendo todos sus rulos castaños. Entonces se acerca a Iris con una gran sonrisa.
–Vamos a jugar.
–Nop, me quedaré aquí mirando vídeos. Soy delicado y no estoy hecho para jugar –responde dándole la espalda. Los ojos de Anahís se llenan de lágrimas.
–Pero-
–Déjalo. Yo jugaré contigo.
–Él es mal lindo y suave –murmura limpiando sus ojitos. Marcial le da una sonrisa en vez de explotar de la ira, como había pensado Iris que pasaría.
–Es porque soy un modelo antiguo, jugaba con tu tía cuando era niña.
–¿De verdad?
–Si, ¿qué quieres hacer? –pregunta y espera paciente a que ella decida. Termina subiendo y bajando los hombros.
–¿Qué hacías con mi tía?
–Le enseñaba a cocer y a cocinar, todas las niñas deben saber eso.
Iris deja la tablet e interfiere en ese momento, no permitirá que esto continúe.
–Ya veo lo que tratas de hacer. Deja a esta niña en paz –dice, colocándose frente a Marcial. Este mira a Anahís y le toma de la mano para guiarla a la cocina.
–Ignóralo.
–No quieres jugar conmigo –murmura ella dándole una última mirada al osito multicolor. Así ambos van a la cocina y Marcial tarda unos minutos en reconocer la estufa y más. Es que todo se ve muy futurista para él.
–Bueno, lo primero que debemos hacer es prepararnos para cocinar –le explica mientras recoge su cabello, tiene una verdadera batalla con los rizos pero termina haciéndole un peinado alto–. Las señoritas deben arreglarse, ¿eres una señorita?
–Mamá dice que puedo ser lo que quiera. Quiero ser un poni.
–Mmm, te falta mucho más para ser un poni que para ser una señorita. Los ponis no comen galletas –comenta el osito mientras busca su viejo delantal dentro de la caja con la que llegó. También toma uno más grande que hace juego con una gorra de chef rosa.
–Que lindo. –Los ojos de Anahís brillan al saber que ella usará ese conjunto. Marcial, por su parte, se ata el delantal y acomoda su gorro. Ahora sí están listos para cocinar. Iris se asoma a la puerta cuando se harta de oír las risas de ambos, encontrándose con la niña con las mejillas cubiertas de harina y a Marcial con manchas de chocolate en su nariz.
–¿Ves? Solo debes seguir la receta y todo saldrá bien –comenta mientras le limpia el rostro con un trapo húmedo. Ella hace lo mismo quitando el chocolate.
–Mamá dice que no puedo tocar la estufa –murmura al ver a Marcial manipular el fuego y encender el horno.
–Obvio no, para eso estoy aquí. Siempre debes pedir ayuda de un adulto para hacer estas cosas, ¿si? –dice y le pide que coloque la bandeja con las galletas dentro. Anahís lo hace y esperan a que estén listas.
–¿Terminaste de lavarle el cerebro? –pregunta Iris cuando da unos pasos dentro de la cocina.
–Marcial me enseñó a hacer galletas. –La niña le sonríe y voltea hacia el horno para ver como sus creaciones se cocinan–. ¿Quieres probar?
–Seguramente saben horribles –responde haciendo una mueca. El otro peluche le da una sonrisa a Anahís y se acerca a su par.
–Las vas a probar por las buenas o te las tragarás por las malas –murmura mientras coloca una cuchara de madera en el cuello de Iris.
–Por las buenas –exclama el este, aterrado por la amenaza.
Una hora transcurre de la partida de Chris y Anahís se encuentra comiendo sus galletas con un poco de leche tibia mientras mira la televisión. Marcial sonríe al verla balancear sus piernas y las migas que quedaron en su rostro, le recuerda mucho a su Damita.
–Por tu culpa ahora tengo chocolate en mi pelaje –se queja Iris mirando sus manos–. ¿Cuándo se irá ese demonio?
–Damita la dejó bajo nuestro cuidado y no importa cuando tiempo pase.
–Es que... ¿Recuerdas al chico que mencioné? –Marcial gira su cabeza lentamente hacia él y tira hacia atrás sus ojeras bicolor–. Yo le hablé como si fuera Chris y lo invité a venir. Pero esa niña está aquí.
–Qué no sabes que no debes hablar con extraños, ¿eh?
–Pero así es como conoces a gente maravillosa. Él está a punto de llegar seguramente. –La sonrisa que intenta mantener se esfuma al ver el rostro de Marcial.
–No pondrá un pie aquí y menos con Anahís sola –le gruñe dándole un empujón. Entonces la puerta se abre, ambos ositos ven al hombre entrar como si fuera su propia casa. Un largo pasillo separa la entrada de la sala y la niña todavía no vio al intruso.
–Yo le dije dónde estaban las otras llaves, pero... No se parece nada al de las fotos –murmura Iris dando unos pasos hacia atrás.
–Te haría pedazos ahora mismo, pero tengo que proteger a la niña.
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