Prólogo

–¡Lo vi!

A veces, la vida no es como uno se lo espera.

–¡NO DEJEN QUE ESCAPE!

Él lo sabía más que nadie.

–Schnellere, faule (Más rápido holgazanes).

Ya no había nada que pudiera salvarlo, no después de lo que pasó.

¿Quién es él? México. Un sobreviviente.

–Как вы думаете, куда вы идете? (¿A dónde crees que vas?)– fue atrapado por la muñeca.

Rebobinemos.

Era el año del 2009 cuando podía decir que su historia comenzó.

El pequeño de cuatro años era regañado por su madre después de haber hecho un desastre en la sala. Tanto las paredes, como el piso y los muebles estaban llenos de lodo; incluso había algunos tapices rasgados.

–¡Eres un desagradecido! Ya estás grandecito para saber que esto está mal– gritó. El niño apenas prestaba atención a las palabras de su madre; prefería jugar con sus dedos o mirar su alrededor –¡Y ni siquiera te importa!– gruñó la mujer –Pero claro que no, si aquí me tienes aquí para limpiar todo. A eso se le llama ser egoísta.

–Lo siento– respondió de mala gana.

–Y lo sentirás más, pues ya no iremos al zoológico.

–¿¡QUÉ!? Pero lo prometiste.

–Lo prometí a un niño bien portado y educado con sus padres

–¡NO ES JUSTO!

–México, no seguiré discutiendo esto– respondió su madre.

–Pero yo quiero ir–.

–Ugh, como chingas – giró los ojos –Iré con tu padre al mercado y cubrir otros pendientes, quiero que te portes bien mientras no estamos.

–¿Entonces solo vas a irte y dejarme solo?– gruñó.

–Ganas no me faltan. Hablé con la vecina, ella te echará el ojo de vez en cuando– respondió la mujer para luego mirar a su hijo –Volveremos en 3 horas– suspiró –¿Quieres que traiga algo?

El niño no respondió.

–Te amo– murmuró su madre –México, te amo–.

El niño solo corrió a su cuarto, sin saber que ese sería el último día que vería a sus padres.

La noticia del accidente en carretera no tardó en llegar al vecindario; las vecinas hicieron lo mejor que pudieron para guardar el secreto y que este nunca llegara a oídos de México.

Los días pasaron; días que se convirtieron en semanas y estas en meses.

Nadie fue capaz de sacar al niño de su cuarto y este nunca logró darse cuenta como la colonia estaba cada día más vacía.

El chico no dejó de crecer, pasó su etapa de niñez y llegó a su adolescencia. Nunca entendió del todo bien todos los cambios que pasó, tanto físicos como emocionales.

A veces le gustaba mirar fuera de su ventana. Ya no podía ver personas por las calles como cuando era niño; de ser así, tal vez al fin hubiera pedido ayuda.

Sin embargo, un día alguien apareció. Se trataba de un chico de piel verde y cabellos rizados. El latino nunca entendió por qué, pero su corazón dio un salto apenas lo vio.

No lo pensó mucho, tomó ropa vieja de su padre, se la puso y salió para poder admirarlo más de cerca. Debía admitir que se sentía maravillado, sus músculos se tensaban cada que se estiraba y habían ángulos donde su vieja camiseta de tirantes dejaba ver más piel de la que el mexicano se esperaba. Su cuerpo era muy diferente al suyo, mientras que aquel chico poseía bastante masa muscular, el de México y apenas podía ocultar un poco sus costillas.

Creyó que estaba siendo discreto, pero el chico misterioso no tardó en sentir otros ojos sobre él.

–Olá?– se asomó –Tem alguém aí? (¿Hay alguien ahí)– miró a su alrededor.

México intentaba esconderse, pero el chico parecía acercarse cada vez más a él. En un ataque de pánico, el tricolor tomó una piedra y la estrelló contra la cabeza del visitante inesperado

Después de eso, todos eran solo recuerdos borrosos.

Lo único que su cerebro parecía recordar a la perfección que esa se trató de su primera relación sexual y el placer que sintió con esta. De hecho, podía jurar que esa fue la primera que sonrió después de aquel accidente.

Era el año del 2009 cuando podía decir que su historia comenzó. Pero fue ese otoño del 2020 que su destino quedó sellado.

Tres años pasaron, ahora México tenía dieciocho y había perfeccionado todo lo que la vida le había enseñado hasta ese momento. Se volvió más astuto, hábil, rápido y, a pesar de que las autoridades solo lograban conseguir imágenes borrosas de él, a nadie le cabía duda de que el criminal más buscado de la época era atractivo.

Fue un día martes, mientras brincaba por los tejados que una nueva víctima captó su atención. Su piel era tricolor, con los mismos colores el mexicano. De hecho, no solo eso parecía ser coincidencia, pues al ver su rostro, era como verse en un espejo.

México ya había escuchado con anterioridad la teoría que hablaba sobre que en el mundo existían por lo menos siete personas idénticas a ti; y sabía que se trataba de un encuentro que podía significar la muerte de una de las personas.

Ahogó una risa, desde hace meses estaba planeando una manera de desaparecer del mapa y volver a empezar en un nuevo lugar. De repente, todo parecía acomodarse a su conveniencia.

Estaba decidido, tenía una nueva víctima. Y esta sería la más importante de todas.

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