XXXI. So far away/Bittersweet
Importante escuchar:
🦋My Inmortal by Evanescence
🦋
DOPPELGAÄNGER
Min Yoongi llegó temprano a su compromiso para el almuerzo. Tanto que secretamente lamentó tener que esperar por la llegada de la escritora en aquel Bistró donde solía concertar sus reuniones de negocios o citas más formales.
La nevada se había detenido para construir un ambiente ligeramente calmo en comparación con la vorágine que engullía a la ciudad. Nueva York respiraba Acción de Gracias de camino a una ajetreada semana de Viernes Negro y finalmente Navidad.
Una fecha que consideraba insípida como la mayoría de las reuniones sociales a las que se veía obligado a asistir. Sin embargo, estar en un sitio público le permitía reforzar un viejo hábito, y ese era el de examinar la naturaleza humana en su mayor expresión.
No había muchas personas para ser un jueves pasadas las doce del meridiano. Con parsimonia se retiró la bufanda color escarlata que le cobijaba el elegante cuello antes de remover con sus largos dedos el cabello que le obstruía gran parte de la frente.
Los lentes se ajustaron a la coqueta nariz antes de garabatear en el cuaderno que solía acompañarlo un nombre que a pesar de todo no podía olvidar. Había una razón especial para que el doctor Min quisiera divagar tanto mientras esperaba a la heredera de la familia Ezra.
Una razón para que hubiera empleado más tiempo del necesario en despachar su trabajo en la UCH y entretenerse mirando las ofertas de los escaparates que coronaban el Soho antes de tomar un taxi hasta su destino.
Helena Kim, un fantasma tan dulce como contradictorio, últimamente volvía aparecer en sus sueños. Un hecho que se había visto obligado a reprimir, pero como siempre, su memoria lo traicionaba flagrantemente y contemplar el rostro iluminado de Alie Ezra del otro lado de la estancia no ayudaba en nada.
Aun así trató de recomponerse y como dictaba la cortesía ponerse de pie hasta que la laureada escritora llegara a su encuentro y le estrechara la mano con una calidez que distaba mucho de su apariencia física. Era una copia exacta de la mujer que había sido su madre, pero no tenía los mismos ojos.
—Disculpa que me retrasara con el tráfico ¿Esperaste mucho?
Lo trataba con tanta familiaridad que para Yoongi era doloroso. Muchas veces estuvo tentado a salir corriendo para no estar en su presencia, pero en su mente Jimin aparecía como un ángel vengador para obligarle a esbozar una sonrisa torcida, negar con la cabeza y pedirle a la mujer que tomara asiento.
—Descuida, acabo de llegar. Espero que te guste la gastronomía francesa.
—Es una de las más alabadas. Gracias.
Alie dirigió aquel cumplido antes de asentir en dirección del servicio del restaurante que ya les ofrecía el menú. Yoongi dejó a un lado su aversión para centrarse en su invitada. La estudiaba casi con un interés científico, como si en cualquier momento la voz de su madre y las viejas rencillas fueran aparecer en el tono sosegado de ella.
Tal como la propia escritora predijera en alguna ocasión, los orbes color esmeralda del doctor se detuvieron sobre cierto anillo engarzado en oro blanco con los mismos tonos de un pasado que se había visto obligado a sepultar. Alie lo percibió y por primera vez la jovialidad abandonó su rostro.
—No voy a pretender que nos conocemos de toda la vida, cuando es evidente que existe cierto malestar hacia mi persona. Tampoco quiero que me aceptes radicalmente. Solo tenía curiosidad y la sigo teniendo. Te pareces tanto a ella…
Era el golpe que faltaba para que el cristal que solía separar a Yoongi de la humanidad terminara de agrietarse. Los sentimientos en el último mes parecían haberlo anegado. Por un lado estaba Jimin y un amor tan cálido que le arrastraba a la locura. Del otro estaba su propia identidad.
Cómo había pasado de observar a la humanidad, esas insípidas máquinas de nervios, músculos y huesos para entender lo que realmente había sido su vida.
¿Qué haces cuando has llegado al final del camino? ¿Qué haces cuando el sueño no existe e incluso en compañía estás tan solo como al inicio?
Las manos de Yoongi se crisparon bajo la mesa, pero su rostro seguía siendo la máscara cetrina que cualquiera hubiera invocado como circunspección. Alie suspiró.
—Disculpa, pero siempre tuve interés en saber sobre ella. En mi familia se esforzaron tanto para dejarla a un lado. Mi abuelo quemó sus pinturas, mi abuela negaba su existencia. Solo pude verla una vez y fue en París, en una subasta antes que alguien comprara el cuadro donde la habían retratado a los diecinueve. Dicen que me parezco físicamente a ella y quizás por eso en mi familia hubo cierto temor, pero mi madre pensaba diferente. Ella y Key… sin esas personas, quizás yo…
—El cuadro lo compré yo…
El discurso de Alie se vio interrumpido para descubrir cierta intranquilidad en el rostro del doctor. No lo esperaba y menos que Yoongi exhibiera una especie de pesadez en su mirada verde bosque.
—El cuadro original fue subastado y forma parte de mi colección personal. Tengo una copia en Manchester Lake, pero ahora esa propiedad ha pasado a nombre de mi ex esposa. Tienes razón. Eres exactamente igual a ella a esa edad, por eso comprenderás que si no fuera por Jimin esta conversación ni siquiera se estaría produciendo. Por mucho tiempo he deseado borrar su existencia de la mía. No es rencor, ni siquiera es remordimiento, solo… es difícil…
Ella nunca pensó encontrar la desesperación a tal grado de desnudez en las facciones del más pálido. Era como si escuchara su alma quebrarse del otro lado de la mesa y en un verdadero impulso no pudo resistirse al tomarle la mano que se insinuaba detrás de la servilleta. Yoongi parpadeó.
—Lo sé, pero aunque sea doloroso hay recuerdos que no se pueden enterrar. No te estoy pidiendo que seamos amigos. Que accedieras a este encuentro es más de lo que podía aspirar. A mi abuela le hubiera gustado conocerte, August.
Al estar conectados por un débil roce de sus manos ella pudo apreciar la fragilidad de un hombre que no había conocido el amor maternal en su totalidad. Yoongi, a pesar de todo continuaba siendo un niño que intentaba con uñas y dientes regresar a su hogar.
—Supongo que no podré negar mi línea de sangre. Presiento que padeces de los mismos males que todos los Ezra. Por cierto… Key te ama, desesperadamente…
Ahora fue el turno de la escritora de parpadear y rehuir al contacto, pero él se adelantó, colocando su otra mano sobre la de ella, al punto de acariciar con los dedos la piedra esmeralda que centelleaba en el delicado índice.
—Y tú no le correspondes…
Completó con una leve nota de amargura y Alie se rehusó a perder la partida al mirarle directamente a los ojos. Aterradoramente analítico, compartía el mismo carácter cruel de toda su ascendencia.
—Supongo que es tu manera de advertirme, pero tú tampoco te sabes ocultar. A pesar de estar viviendo en los campos de la felicidad, la duda en tu mente no te deja tranquilo. Estás esperando algo de forma inconsciente, una especie de pérdida diría yo…
Apostó ella para finalmente alejarse del contacto de esas manos pálidas y grandes. Min sonrió por primera vez con autenticidad. Por lo visto no era el único dado a evaluar el lenguaje corporal y las reacciones ajenas.
Entonces recordó con lentitud que además de escribir libros de ficción gótica, ella poseía un postgrado en Psicología y Ciencias del Comportamiento. La sonrisa se convirtió en una suave carcajada amortiguada por la conversación de los pocos comensales que llenaban el local.
—Sin lugar a dudas, no quisiera que fueras mi enemiga…
La respuesta solo causó diversión en las facciones de ella. Al punto de reír en voz alta y ocultar una sonrisa detrás de la carta del menú. Del otro lado del escaparate del Bistró, una nueva oleada de copos de nieve se presentaba para cubrir la ciudad, mientras dos almas muy parecidas sellaban una extraña hermandad.
Kim Seok Jin observaba el descenso de los nubarrones antes de que la tarde comenzara a declinar.
—Tío Jinnie ¿De veras vas a llevarnos al lugar elegante?
La pequeña Amy tiró del pantalón del moreno consiguiendo que una sonrisa se quedara en su agraciado rostro.
—Si tu papá se anima acompañarnos, solo así.
—Mmhmmmh—la pequeña exhibió su labio inferior para construir un adorable puchero. Seok Jin no pudo resistirse a cargarla para estar cara a cara—No sé si nos acompañe. Papá ha estado malito por semanas.
El moreno lo sabía mejor que nadie. Kim Namjoon parecía más un autómata que un ser humano desde que se hiciera oficial su deposición. Encerrado a cal y canto, únicamente hacía acto de presencia para llevar a sus niños a la escuela y de vuelta a un deprimente estado donde la habitación le parecía poco para calmar la ira consigo mismo.
La habitación y una botella de Ginebra que pobremente lograba ocultar. Seok Jin se había propuesto detener aquella estela de autodestrucción al ser notificado en una ocasión que Namjoon había olvidado a sus hijos en el colegio.
La inteligente Amy había dado el nombre del apuesto moreno que recordaba como su tío y desde entonces el senador de Alabama prácticamente había adoptado a los niños, trayéndolos a su hogar, habilitando un espacio para que Namjoon diera inicio a un desgastante proceso llamado desintoxicación.
—Ahh… ahí estaban…
Hablando del rey de Roma, para ser más de las tres de la tarde de un invernal Acción de Gracias el antiguo jefe de la Oficina Principal de Cuántico aun lucía como acabado de despertar.
Quizás la abstinencia del consumo etílico le estuviera pasando factura pero la imagen de Jin con su hija en brazos lograba solo concederle un mayor peso a la autocomplacencia.
Namjoon seguía luchando contra el deseo de sonreír mientras una manita pequeña y cálida tiraba de sus piernas. Han, su pequeño de siete años comprendía aún más que Amy lo que estaba sucediendo.
—Sí papá, el tío Seok Jin prometió llevarnos a la cena con la gente grande en el edificio alto que Hannie oppa quiere remodelar cuando sea grande.
La efusiva Amy le tiró los brazos al cuello y Namjoon no se resistió al hábito de aspirar el aroma de los cabellos de su hija. Tan similar a su difunta esposa. Otra herida se abrió lentamente, pero Seok Jin estaba ahí para ocultar la tristeza y despeinarle el flequillo a Amy antes de pedirle que tomaran asiento en el sofá.
Ni en mil años, Kim Namjoon podría pagarle por semejante acto de humanidad.
Tal como los mayores actos de bondad, amar con un corazón limpio es quizás una de las pocas atenciones verdaderas en un mundo cada vez más cruel. Park Jimin estaba seguro de ese particular mientras se encaminaba hacia el local donde había quedado encontrarse con Yoongi para cumplir la promesa de pasar la tarde juntos y de ahí incorporarse a la cena que organizaba el senador de Alabama y la mayor parte de la tropa que por años se había convertido en su familia.
Elegir usar el auto de Yoongi en lugar de su desgastado Ford había sido una buena idea, teniendo en cuenta lo difícil que era vencer el embotellamiento con las calles cubriéndose de una capa delgada de hielo y escarcha.
Navidad sería hermosa en una urbe que ya se cubría de guirnaldas luminiscentes y anuncios publicitarios en el complejo del Times Square. Una Navidad diferente para un año con tonos agridulces. Jimin sonrió al encontrarse con la presencia de Yoongi del otro lado del umbral.
Como si las dudas palidecieran ante la mirada del doctor, redujo la distancia antes de dedicarle una inspección concienzuda.
—Por fin apareces. Aun no me atienden. Estaba comenzando a desesperarme.
El detective terminó de ocupar un sitio en la banca donde Yoongi aguardaba por su turno. El salón-barbería en el que se habían citado parecía un pandemonio de mujeres y hombres atareados de aquí para allá.
Sin dudas, las festividades eran un momento cumbre que lograba generar más estrés que paz en la mayoría de los organizadores. Jimin se dejó empapar por ese ambiente unos segundos antes de percibir cómo sus manos eran envueltas por la palma de una de las de Yoongi. A pesar de llevar guantes pudo sentir la calidez del gesto e inconscientemente sonrió.
—Fuiste a hablar con Alie y continuas vivo. Yo tenía razón.
Habló aun mirando hacia el ajetreo frente a sus ojos. Yoongi le acarició con el pulgar distraídamente.
—Sí, fui hablar con ella y descubrí que es mejor que nos llevemos bien. Odio encontrar a un contrincante que no seas tú.
Aquella declaración consiguió que el rubio le enfrentara con la mirada. Una de las comisuras de la boca de Yoongi luchaba por no formular esa sonrisa que lograba hacer añicos la estabilidad del detective.
—Indagaré más sobre ello después. Creo que ya le toca en la fila, señor Min.
Yoongi iba a construir alguna respuesta mordaz pero la muchacha que se encargaría de cortar su cabello estaba frente a él instándole amablemente a que le siguiera.
Jimin ensanchó la sonrisa antes de hacerse con una de las revistas que el médico había estado escrutando antes de su llegada a fin de matar el tiempo. No necesitaba mucho para espiarle por el gran espejo que presidía el lugar.
El perfil elegante de Yoongi se recortaba contra la luneta mientras le pedía indicaciones al estilista y la muchacha se preparaba para iniciar el adecentamiento de su larga melena. Jimin lo observaba a conciencia.
Desde el sobrio suéter en gris acero que llevaba hoy, los pantalones de ante entallados del mismo color negro del abrigo, el reloj de pulsera de la marca Rolex y los anillos que ambos compartían.
Cómo era posible que su mundo lo pudiera contener una sola persona. Solo meses atrás había deseado estar lo más alejado posible de él y ahora no podía concebir un segundo sin su presencia.
Era hasta cierto punto asfixiante la necesidad con que le procuraba. Siendo lo primero que deseaba ver al despertar y lo último al irse a dormir. Las decisiones que había tomado para llegar allí parecían solo encerrarlo dentro de una burbuja.
El temor aplastante a perderse en ese sentimiento a veces conseguía ofuscarlo. Tal como sucedía en ese instante. Siempre acostumbrado a vivir más allá del dolor, la idea de que este tiempo fuera de felicidad y paz al lado de Yoongi solo conseguía confundirlo.
Como si en el momento menos pensado la mariposa que había cuidado y bautizado con el nombre del médico se escapara de sus manos y jamás pudiera regresar. Jimin lo intuía y quizás ese fue el reflejo en su rostro cuando Yoongi caminó en su dirección exhibiendo un nuevo corte de cabello que solo resaltaba lo innegable.
A sus treinta años Min Yoon Gi era un hombre hecho y derecho abrumadoramente guapo, consciente del efecto que podía provocar en los demás. Jimin solo sonrió socarronamente antes de dejarse conducir de regreso al Mustang bajo el halo de un cómodo silencio donde únicamente percibía la mano de Yoongi en su espalda baja.
No ocuparon los asientos delanteros, sino que prefirieron quedarse en el backseat mientras la nieve construía irreales diversiones sobre los cristales tintados del coche. Jimin seguía a solas con sus sentimientos cuando fue sorprendido por los brazos del otro. Yoongi se refugiaba en el hueco de su cuello mientras lo alentaba a que le devolviera el gesto.
—Lo siento. Ha sido una tarde demasiado agitada. Dame unos minutos para recomponerme.
El detective estuvo tentado a cuestionar aquella extraña petición llegando de la persona menos dada a ese tipo de demostración de cariño, pero no lo hizo.
En su lugar le acarició la espalda describiendo movimientos circulares y aspiró el aroma de su cabello recién lavado. La esencia que habían usado tenía toques cítricos como la loción que más le gustaba llevar.
Hasta ese punto Yoongi pensaba en él. Era tan conmovedor que el rubio no pudo evitar alejarse un poco para enmarcarle el rostro entre sus manos. Su sorpresa fue grande al descubrir la mirada melancólica que Yoongi tanto trataba de ocultar. Jimin respiró profundo antes de cerrar los ojos y apoyar su frente sobre la del médico.
—Estoy aquí, cuando estés listo, si alguna vez lo estás… déjalo todo en mí…
El más pálido comprendía a la perfección a qué se refería. Desgraciadamente eran iguales en ese punto. Para dos acostumbrados a la soledad en medio de la multitud es muy difícil creerse merecedor de una porción del cielo, pero Yoongi era codicioso y no pudo resistirse a acariciar las mejillas sonrojadas y frías de su chico antes de construir esas palabras que tenían el poder de curar y lastimar a partes iguales.
—Lo sé, yo también sigo aquí solo por ti. Te amo, es lo único que me mantiene vivo. No me dejes aun cuando todo parezca contradictorio. Confía siempre en mí…
Jimin asintió con una certeza que era aterradora hasta para él mismo antes de ceder al impulso de atrapar entre sus dedos las puntas del recién cortado cabello de la persona que más admiraba en su existencia.
Un atisbo de nostalgia también lo atrapó al recordar la primera vez que le había visto. El aspecto de Yoongi era casi el mismo, la mirada de un guerrero listo para robarles las llaves del castillo a los tiranos. Los ojos color esmeralda se iluminaron al percatarse de aquella epifanía.
—Jim… Ahora tiene mayor significado para mí. Fue en esta fecha ¿verdad?… tus padres querían que yo…
Los labios de Jimin lo interrumpieron. No quería escuchar lo que hubiera sido su vida si sus padres lograban adoptar a Yoongi en un día de Acción de Gracias perdido en el tiempo.
—No te arrepientas de nada, Yoon. No lamentes cada paso que has dado hasta mí. Yo juré no hacerlo y si debo vivir en las sombras para mantenerme a tu lado lo aceptaré con gusto. No sé por qué, pero se siente como una despedida… una que yo no permitiré que se materialice… sí lo sabes ¿verdad?
Yoongi estaba tentado a negarse, pero no lo hizo. Se ancló al abrazo sincero que estaba recibiendo mientras le acariciaba el rostro.
—Lo sé, tal como tú lo sabes… estoy en casa, finalmente lo estoy… Jimin… tú eres ese sitio que por años idealicé. Ya no sería capaz de anteponerme a tu bienestar. Estoy dispuesto a tanto por ti y recién lo admito. Así que supongo que todas las emociones me desbordaron. Es tan irónico… para alguien que etiquetaron como una especie de ser incapaz de amar, el hecho de lograrlo de la forma que sea es casi como uno de esos ridículos milagros que suelen pregonar en la cultura popular. Eres como ese ángel de la piedad que sigue cuidando de mí, a pesar de todo.
Jimin no pudo evitar compartir la sonrisa antes de cerrar más el abrazo. Aspiró el aroma que exhalaba Yoongi antes de continuar.
—No soy un ángel, en todo caso es lo contrario. Si a ti te dijeron que nunca podrías sentir nada claramente, imagínate la carga que pusieron sobre mis hombros al enlistarme. Es como si ser diferente fuera una anomalía. Créeme Yoon, nunca ha existido nada malo en ti, no verdaderamente, y sé que hoy fue un día pesado al encontrarte con Alie Ezra. Sé que vendrán días aún más agobiantes y querrás alejarte, pero, si en verdad lo deseas, no me excluyas a mí. Permíteme acompañarte, incluso si es muy lejos. En medio de tu soledad, déjame estar ahí.
La sonrisa ya no estaba en el rostro de Yoongi, solo una expresión distinta pero igual de emotiva que aquellas palabras. Fuera del Mustang la nieve volvía a reanudar su caída en una especie de cortina de perdón.
Para aquellos que agradecen en un día donde las definiciones de familia vuelven a variar, nunca antes se sintieron más agridulces los ecos del anhelo.
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DOPPELGAÄNGER
El Yoonie de este cap💜
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