XX. Unnamed God
Importante escuchar:
🦋 Love on the Brain by Rihanna
🦋 What Now by Rihanna
🦋 I Wanna Hold Your Hand by The Beatles
🦋 Take What You Want by One Ok Rock (Live Performance)
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DOPPELGÄNGER
Una de las ventajas de caer en las garras del olvido era que la vida podía ser más soportable. Cuando ese escudo protector desaparece de nuestra memoria los peores monstruos enseñan sus colmillos y la persona que no puede controlar la estampida parece sumida en un letargo donde solo gobierna la oscuridad.
Jimin había atravesado aquel sendero espinoso aun sin importarle que le sangraran los pies o tuviera el rostro lleno de arañazos psicológicos. Lo había recordado todo, incluso lo más turbio y escondido en el interior de su alma había brotado como una ponzoñosa flor de barro para explicarle por qué necesitaba desesperadamente medicamentos para dormir y hacer la vida más soportable. Yoongi al final había sido su verdugo.
Cómo una enfermedad puede curar a otra, cómo el fuego puede anular su propia esencia. Seguía sin entenderlo. Más aun cuando evitaba mirarse en los espejos del vestidor o el hecho que el control de su capacidad pulmonar fuera excelente y los cinco minutos que llevaba bajo el agua en la bañera de porcelana del cuarto de baño no consiguieran privarle del mundo… quizás por siempre.
—¡Joder, ni aquí dejas de aparecer!
Se quejó mientras recuperaba una preciosa bocanada de oxígeno. La apnea lograba calmarlo y por increíble que pareciera, Yoongi no le había exigido nada después de aquella tormentosa noche. Él mismo se había arrastrado como una alimaña para pedirle perdón, realmente lo hacía por egoísmo.
Deseaba que el médico le librara de aquel dolor que era estar totalmente consciente de quién era o lo que su mente debía hacer la mayoría del tiempo. Sin control, Min solo le había acariciado la melena castaña antes de suministrarle un coctel de sedantes y decirle que habían terminado.
No sabía si con su extraña relación o con la terapia. Ya eso estaba de más. Días después comprobó que su empeño se había reducido añicos al contemplar las pruebas que con tanto ahínco había reunido en contra del doctor sobre la encimera de cocina igual que el pack que debía haberle enviado a Jungkook.
La aguda mente de su amante había anticipado con claridad todo el plan y él, como el peor de los tontos, había bailado bajo la lluvia púrpura que era Yoongi.
Estaba de más decir que el odio era lo único que le mantenía algo cuerdo. Debía seguir fiel a la idea que le odiaba hasta la médula para no atentar contra sí mismo, aunque realmente eso es lo que deseaba mientras escogía lo primero que quedaba en su campo visual y decidía enfrentar a la fiera antes de regresar a Londres.
Eso no significaba que iba a terminar. Su miserable alma necesitaba tener cerca al médico. Era como un mecanismo de rescate donde el daño te mantiene caminando sobre la línea de la cordura, aunque Jimin ya no se sentía seguro acerca de nada, comprender cómo Min conseguía a sus marionetas aun le erizaba la piel.
Con razón Sara no había dudado en darse fin a sí misma al reconocer la cantidad de monstruos que le habitaban. Él también quería esa liberación, el también deseaba desaparecer pero sabía que ni ese derecho le quedaba, no cuando Yoongi le vigilaba en la fría distancia como un halcón dispuesto a engullir a su presa.
Ya no era amor, estaba seguro. Ambos estaban obsesionados por el otro y quizás así sería mejor. Admitir que estaba enamorado de su captor emocional solo añadiría un nivel más a su locura.
—Se puede saber a dónde vas… Faltan tres días para regresar a Nueva York. Deberías aprovechar y descansar…
Aquella maldita voz a su espalda mientras encontraba la salida trasera de la cocina se hizo notar. Jimin relajó su cuello causando que crujieran las articulaciones de sus vértebras antes de mirarle de mala gana. Yoongi lucía demasiado caliente con los lentes que solía usar para leer o estudiar y el rebelde cabello compitiendo por un espacio en su frente.
Ahí estaba otra vez ese jodido sentimiento.
Tampoco se habían tocado más de lo regular después de aquella noche. Ni siquiera un ridículo roce de labios y Jimin estaba que trepaba por las paredes. No entendía por qué Yoongi le aplicaba la ley del hielo después de fracturarle mentalmente.
“Solo porque se trata de ti… te perdono.”
Recordaba su voz compungida al momento de despertar hecho un mar de lágrimas y quejidos mientras buscaba el amparo en los brazos ajenos. Ahora tenía ganas de gritarle que se metiera esa disculpa por dónde mejor le cupiera.
El castaño chasqueó la lengua y sin mediar palabras redujo la distancia hasta estar respiración con respiración. La aurora boreal que tenía Yoongi en sus orbes relampagueó mientras afianzaba el gesto irritado en su mandíbula.
—Voy a la ciudad. Necesito aclararme un par de cosas. Puedes estar tranquilo… Me voy a comportar.
Sentenció antes de darle la espalda y poner los ojos en blanco. Yoongi lo siguió solo para apoyarse contra el marco de la puerta y ver en primera fila todo el proceso de preparación de la Harley antes de salir.
Jimin le daba la espalda y se agachaba para comprobar que la motocicleta tuviera suficiente combustible cuando percibió las rodillas del mayor casi contra su trasero. Le miró mal sobre su propio hombro pero a Yoongi no le importó mientras dejaba un pequeño teléfono móvil de la marca BlackBerry en el bolsillo de atrás del pantalón del detective.
—Si lo compré fue para que los usáramos. Cuídate en tu salida, Jim.
Acompañó el gesto con un pequeño golpe sobre el trasero de Jimin. Hecho que provocó que un ligero rubor ascendiera hasta las orejas del detective.
Demonios
Estaba cayendo por él y la diversión en el rostro de Min le sacaba de quicio. No se despidió. Refunfuñando maldiciones subió a la motocicleta y trajo el motor a la vida.
El doctor se relamió los labios a conciencia observando a Jimin en aquella posición. Joder, cómo lo extrañaba. Solo Dios sabía cuánto le estaba costando no bajarlo de ahí y regresarle a la habitación.
Tres días cuando se trataba de Jimin eran demasiado para su autocontrol, pero sabía que estaba en el período más crítico. Jimin estaba por decidir y las dos opciones eran claras. Le amaría por completo o le condenaría a la distancia y el olvido.
Por ahora solo se afianzaba a la esperanza del odio. Para nadie era un secreto que la línea entre ese sentimiento y el amor incondicional era casi imperceptible. Mientras Jimin siguiera pensando incendiariamente en él podía respirar con cierta tranquilidad.
El sonido de la Harley saliendo de los límites de la propiedad amortiguó la vibración en uno de los bolsillos de su pantalón. Él también había tomado la precaución de hacerse con un teléfono móvil.
—Hasta que por fin contestas. Estoy listo para llevarme los folios hoy. Llegaré en media hora.
Woosung acababa de colgarle del otro lado de la línea y Min con gesto pensativo se rascó la nuca. La investigación estaba completa, pero lejos de sentirse en la gloria, el sabor amargo no le abandonaba.
No había mediado palabras con Jimin sobre ello, pero sí se había encargado de quemar los registros de Sara y Eddie con sus propias manos. Eso y media docena de cintas de audio para solo quedarse con la de Jimin. Ahora dudaba en si exponerlo o no y quizás el amor le estuviera afectando el cerebro con saña.
—Lo siento Haru, sé que me vas a despreciar aún más, pero no puedo hacerle eso… no cuando él es mi único compañero en este jodido mundo…
Así lo había dispuesto. La investigación cerraba con un mapeo del subconsciente y cómo algunas personas podían reaccionar de una manera contraproducente, enviando a la superficie un ser repulsivo y cínico que normalmente ocultaría de la sociedad.
Tal como el conflicto del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, dos personalidades residiendo en una misma persona o quizás algo más turbio aun. No podía traicionar a la única persona que compartía esa dualidad con él. Aun cuando tuviera cierto temor de que el Jimin de estos días no se acostumbrara jamás a la idea de que podría ser tan o más cruel que él mismo.
—Me aseguraré de que no te pierdas, Jim. Cuenta con eso.
Prometió de vuelta a la mansión. Media hora después Woosung estaría allí con una exultante sonrisa para encargarse del sistema de seguridad y algunos otros pendientes que solo atestiguaban el fin de una época entre luces y oscuridad para el doctor Min.
Unas dos horas adelante Park Jimin se masajeaba las sienes mientras esperaba que le atendieran en un salón de barbería del centro de Westminster.
Lo había decidido, al menos representaría un alivio dejarse de encontrar con el chico castaño de grandes ojos azules que le devolvía la mirada en los espejos del lugar podría mitigar su repulsión hacia sí mismo. Necesitaba un cambio, por minúsculo que fuera y había elegido empezar por lo más básico y ese era su apariencia exterior. Dentro su yo más desagradable solo sonreía mientras sus alas negras volvían a crecer.
—Estamos listos, señor Park, acompáñeme por favor...
La estilista que trabajaba allí le condujo dentro de un pequeño cubículo donde se dedicarían a tratarle el cabello y comentarle que el nuevo corte de pelo le sentaría de maravillas.
Las bolsas con las marcas más representativas del Soho solo atestiguaban que la tarjeta con que había arribado a Londres estaba casi en números rojos, pero su parte más narcisista se sentía satisfecha.
No quería seguir compartiendo la ropa con Yoongi, no quería seguir siendo el dócil detective que ya no tenía caso que resolver cuando había descubierto que enamorarse era la peor de las condenas.
—Listo, espero que le haya gustado. Su novia le recibirá con los brazos abiertos.
Jimin no pudo evitar soltar una carcajada ante la predicción de la chica de cabellos color púrpura que le había atendido.
—Gracias linda. Seguro le da una especie de conmoción. Aunque mi pareja no es mucho de mostrar sus sentimientos.
Esa conclusión le erizó la piel al ahora rubio platino. Pareja…estaba pensando en Yoongi de su mano en un día común y corriente en Nueva York. En vivir juntos y hacer espacios en su horario para tener citas y planear un futuro inexistente.
Joder, maldito seas Min.
Intentó que la mueca en su rostro no fuera perceptible y el rubio de intensos ojos azules que le encontró en los espejos del salón al salir se mofó con ironía. Eso estaba tan lejos de materializarse, más cuando un problema con el nombre de Haruna Min aparecía para hacerle solo un poco más insoportable la convivencia con el médico.
Los días se habían diluido tal como la niebla que apenas decoraba las fachadas de la ciudad en ese instante. Casi un mes y del Jimin demacrado y ojeroso no quedaba nada. Si las personas volteaban a mirarlo varias veces era porque lucía demasiado atractivo hasta para el más exigente.
Aunque el detective solo se viera a sí mismo como una marioneta agraciada cuyos hilos eran controlados desde el interior. Presa de un titiritero con los más altos títulos y renombre o esa fachada falsa que ostentaba frente a la sociedad. Una fachada que el propio Jimin estaba planeando quebrar.
—Solo espera nene… Me cobraré el hecho que hayas silenciado mi plan. No puedo entregarte pero solo yo puedo convertirme en tu mal.
El ángel encadenado que siempre le había custodiado sonreía con suficiencia mientras Jimin decidía almorzar en un pub del centro de la ciudad y de paso esperar que prepararan su orden en una de las joyerías del Soho.
En Nueva York septiembre parecía estar literalmente a la vuelta de esquina y Jeon Jungkook arribaría a sus veintiséis años con algunas incertidumbres existenciales. Primero el hecho que Jimin le llamara solo dos días atrás para pedirle que recibiera un paquete desde Londres cuya importancia era capital para levantar las sospechas que pendían sobre nombre y segundo porque en los últimos días Taehyung se había hecho un poco más cortante con él.
La relación de trabajo que compartían ya no existía. Más cuando el castaño de ojos color miel le miraba intensamente a través del cristal que separaba ambas jurisdicciones o no perdiera el tiempo para echarle en cara que Jimin nunca estaría a su alcance de aquella forma que tanto confundía al más joven.
A quién quería engañar, ya habían pasado los tiempos de tontear con algo tan delicado como ese hecho. Le gustaba su hyung y no de la forma en que debería. Estaba sumamente preocupado por su bienestar y el hecho de que estuviera incomunicado o que en el hotel donde se hospedara el castaño no supieran de él desde por lo menos tres semanas solo encendía la alarma; aún más cuando las visitas de Namjoon a su departamento y las sospechas de Taemin de que la vuelta a Nueva York del detective sería traumática se amontonaban en su cabeza.
—Necesito tener las malditas piezas juntas, solo así podremos ganar este ajedrez.
Apuntó mirando el muro donde en el último mes se había congelado el caso. Los Choi y Kai le habían ayudado a extender la pesquisa. Aquellos chicos tenían la madera y la falta de sentido común suficiente para hurgar en los archivos que Namjoon celosamente estaba derivando de la oficina del Asuntos Internos y que incluían varias veces el nombre del detective.
Jungkook temía lo peor y estuvo tentado a contactar varias veces con Jimin para que pospusiera su regreso mientras las aguas tomaban su nivel, pero Taehyung había decidido colocarlo de frente con sus dudas e insinuaciones amorosas. Sí, porque el más joven no era ciego y Tae le tiraba los tejos cada vez que podía.
—Otra vez pensando en Narnia… Los chicos se van esta noche de juerga… ¿Qué dices Kook? ¿No te gustaba el jazz tanto como el alcohol...?
Ahí estaba otra vez, con aquella pose intelectual y al mismo tiempo atrayente, ajustándose los lentes de montura negra sobre su recta nariz. Jungkook suspiró antes de despeinarse el flequillo. Pensar le estaba matando. En lugar de veintiséis sentía que poseía cuarenta.
Qué de malo podría traerle tener una noche de copas fuera. Qué de equivocado tendría saciar su deseo en otra persona cuando la razón principal de su guerra interna estaba en Londres haciendo Dios sabe qué.
—Solo porque mañana es mi cumpleaños.
Taehyung sonrió con ironía mientras observaba al pelinegro. Ninguno de los dos entendía que aquel sería el inicio del desastre.
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DOPPELGÄNGER
Pasaban las doce de la noche para el uso horario de Inglaterra y Min Yoongi era más semejante a un tigre enjaulado comprobando cada dos segundos su nuevo teléfono móvil.
—Serás idiota Park… ¡Contesta de una jodida vez!
Volvió a intentar con la línea y le devolvió al buzón. Llevaba treinta intentos y el deseo de salir a barrer la ciudad le estaba ganando. De hecho ya estaba en Londres, cerca de Picadelly Circus, la zona que el castaño seguramente habría elegido para su salida.
Al menos si se dejaba llevar por lo que conocía de la personalidad de Jimin aquel debería ser el destino de sus pesquisas, pero como parecía ser la norma desde los últimos tres días, el detective ya no era tan predecible.
La vibración en su mano le sacó del torbellino de pensamientos e hipótesis que solían embargarlo cuando pensaba en su chico. Encontrar el nombre del mencionado al lado de una notificación de mensaje le saltó varios latidos.
—Finalmente contestas… ¿Dónde demonios…?
—Shhh… no me grites nene… y ven a buscarme. Te extraño como el demonio y quiero que me…
La línea era lo suficiente inestable y ruidosa para darle la idea que Jimin había cometido una estupidez. Min se masajeó la sien derecha mientras regresaba al piloto de su Aston Martin.
—Sé específico bebé… dime exactamente dónde estás para poder encontrarte…
Intentó modular la voz justo como cuando estaba con sus pacientes. Del otro lado una carcajada borracha le contestó. Jimin estaba ebrio en sabría dónde y la ira en Min estaba alcanzando niveles catastróficos.
No sabía si estrangularlo con sus propias manos o encerrarlo en la habitación hasta que regresaran a Nueva York. Ya lo había decidido esa misma tarde después que Woosung se fuera con una nota de decepción en su moreno rostro. No le había entregado los folios que debían llegar a Haruna y tampoco se había preocupado por el sistema de seguridad.
—Terminamos aquí… Voy a empezar desde cero.
—En serio vas a dejarlo todo por él… ¿Si sabes que Haru no se lo va a tomar muy bien que digamos? Prometiste cuidarla Min, justo como me ayudaste a mí a salir adelante, esa chica…
—Esa chica ahora es una mujer y ambos decidimos que llegado el momento iba a elegir. Jimin me necesita ahora, más que nunca me necesita. Yo no debí haber escuchado a mi padre aquella vez. Sus heridas son más complejas que las mías y si quiere un final idílico, pues no se lo negaré. No podría cuando le debo demasiado.
Woosung se quedó pensativo. Su amigo sabía que él y su esposa tenían una relación turbia detrás del intercambio de información para terminar la investigación. Min no era estúpido y quizás su matrimonio fuera más un acuerdo comercial por conocimiento y poder donde de vez en cuando compartían cama.
No estaba seguro, de hecho no se creía con lo suficiente para analizar a las dos personas con las que estaba agradecido por haberlo sacado del lodo en el peor momento de su vida, pero de ahí a intentar descifrar cómo funcionaban esas mentes, él pasaba en buen grado.
—Supongo que será la última vez que nos veamos. Puedes estar tranquilo. No le diré a Haru que esto sucedió. Sea como sea ese chico logra hacerte sentir vivo… y eso amigo mío… no tiene precio…
Min sonrió con sinceridad. Una de las pocas sonrisas que dedicaba a sus más allegados. Ambos se despidieron hasta que el germen de la angustia se apoderó del médico y la necesidad de encontrar al objeto de la caída de sus murallas mentales se hiciera más fuerte.
—¡Jodida vida, tenías que tener esta maldita memoria!
Las letras color neón de un club muy similar al que solían visitar en su adolescencia le impactaron el rostro. Vergessen Bar en Londres, que ridícula jugada del destino. Yoongi no se inmutó en sobornar al encargado de controlar el acceso a aquel sitio.
Su única prioridad era encontrar al castaño y cuando sus ojos dieron de golpe con aquellos espejos azules por un instante todo se quedó en silencio para él. Jimin se había cambiado el color del pelo. Ahora lucía un rubio platino que solo destacaba la palidez de su piel y lo rubicundo de sus labios.
Min maldijo en voz alta antes de aproximarse a la barra y enredar sus brazos alrededor de la fina cintura del más joven, apartando de esa manera al hombre que hasta el momento conversaba demasiado cerca de su chico.
—Mmhh… él es mi Yoonie. Te dije que no estaba solo en esto... cariño…
La forma en la que Jimin coqueteaba solo avivó el incendio dentro del médico, que sin dudarlo procedió a acariciarle la espalda al rubio. Aun bajo las luces estroboscópicas podía notar la dilatación en las pupilas del de ojos azules.
Joder
Jimin no solo estaba ebrio también se había colocado a saber con qué cosa y no perdía tiempo para ofrecerse al primer idiota que le pasara por delante. Una mezcla de celos y repulsión se agitó en Min, pero eso no le impidió dejar un beso húmedo sobre la nuez de Adán de un divertido Jimin que se dejaba hacer mientras el otro chico en la barra les miraba casi hipnotizado.
—Una pena porque por lo visto a tu Daddy no le gusta compartir. Fue lindo conocer a alguien que no le importa lo que piensen los demás. Nos veremos después, Jim.
—Adiós Chanyeol, también fue hermoso conocerte…
Jimin se despidió efusivamente del pelirrojo que hasta ese entonces le había acompañado. No habían hecho más que charlar sobre el hombre que ahora parecía atacarle con la mirada, de eso y quizás aceptar dos tiras de LSD solo para recordar aquellos tiempos de adolescente donde disfrutaba de las escapadas de fin de semana con el propio Min.
Solo se había desconectado un instante de aquella nube de pensamientos aderezados por la euforia de las sustancias en su sangre para comprobar cómo el médico casi le cargaba en peso y obligada abandonar el club.
—Espera nene… aún no me quiero ir…Baila conmigo. Hace años que no nos divertimos así…
—No me jodas Jimin y camina. Tenemos que hablar y estás lo suficientemente colocado como para solo soltar sandeces…
—No estoy tan mal… Solo un poco caliente y te necesito como un jodido adicto. Ven aquí…
Yoongi no pudo escapar de aquel abrazo lascivo mientras Jimin le saqueaba la boca. Fue tarde cuando la multitud los rodeó a ambos, únicamente preocupada de sentir la música electrónica y el calor de varios cuerpos rozándose uno contra otro.
Min en otras condiciones se sentiría asqueado. Odiaba el contacto físico, pero Jimin lo tenía lo suficientemente ocupado pegándose a su cuerpo y despertando una marea de sentimientos que aborrecía admitir.
—Estamos en un lugar público… Me rehuso a compartirte.
Logró articular cuando el detective pasó de su boca a morderle el cuello.
—Sé que en el pasado nos gustaba exhibirnos un poco. Ahora recuerdo la cara de tu madrastra cuando nos atrapó haciéndolo en tu habitación ¿No te apetece regresar a esa época justo ahora? Cuando casi no pensabas y me jodías duro. Quiero eso justo ahora…
Jimin era cruel y Yoongi no quería regresar ni de broma a ese tiempo oscuro donde las emociones le nublaban el discernimiento. Necesitaba su autocontrol en perfecto estado, por eso no dudó en pasar las manos por debajo de las rodillas del detective y alzarlo sobre su hombro. Una sonora palmada en ambos glúteos y Jimin reía a carcajadas.
—Eso mismo nene. Entre más cavernícola mejor… ¿Me joderás en tu coche?
Yoongi decidió ignorar aquella versión hasta cierto punto vulgar de su chico y pagando otra vez a la persona encargada de la puerta consiguió dejar a un divertido Jimin sobre el asiento del copiloto.
—Ummh la edad te puso aburrido. Ahh… quieres amarrarme. Sabes que también me gusta así cuando me fo…
—¡Quieres callarte de una vez…! No soy ese adolescente estúpido que se dejaba arrastrar. Sí, justo ahora quiero cogerte de una forma en la que no te vas a poder sentar en un mes. Quiero dañarte aún más porque no te parece suficiente con lo que ya llevas dentro. Me estás volviendo loco y tengo un límite. Aprendí eso el día que por poco te pierdo y sabes por qué casi no puedo recuperarte… por ese mismo descontrol. Que planee, piense y controle nuestro presente y futuro es lo único que me garantiza que no desaparecerás jamás. Estás loco tanto como yo o mejor dicho, eres la enfermad que necesito para mantenerme cuerdo, así que deja de hablar como un maricón consentido. No somos eso ninguno de los dos.
La sonrisa en el rostro de Jimin se borró lentamente. En su lugar una sombra gigantesca le avivó las pupilas. A través de la niebla de las alucinaciones su yo más repulsivo elevaba el mentón para colocarse el cinturón de seguridad con violencia.
—Odio a tu calculadora mente. Mis compras y la motocicleta llegarán mañana a tu casa. Ahora vámonos de aquí. Desgraciadamente hasta tu peor versión me sigue gustando.
Fue lo que dijo y cerró los ojos para evitar que una traicionera lágrima se le escapara. Yoongi le obedeció modulando la radio en una emisora que hablaba sobre el clima. Jimin tamborileaba rítmicamente sobre el cuero del asiento mientras escuchaba a su corazón correr en círculos en una noche igual de húmeda y contradictoria que su relación con Yoongi.
Todo seguía suspendido en el hilo asfixiante de la radio hasta que el volumen se hizo más elevado y las notas de I Wanna Hold Your Hand de The Beatles llenaron el reducido espacio del coche. Jimin intentó decir algo, algo que le impidiera arrepentirse pero el frenazo del coche intentando aparcar en una calle prácticamente desierta fue el preludio antes de que Yoongi le quitara el cinturón de seguridad y lo instara a subirse a su regazo.
Se besaron de esa forma desesperada y dulce a la vez. Las manos buscando al otro. El cuerpo anticipando el deseo de fundirse de esa manera donde las excusas sobraban. Jimin estaba llorando sin darse cuenta que Yoongi también. Realmente era así, realmente le quería de esa forma tan pura y oscura a la vez.
No iba admitirlo en palabras y quizás así fuera mejor para ambos. Pero Jimin jamás podría olvidar esa especie de primera vez en la que Yoongi además de hacerle el amor le estaba mostrando su alma.
Las manos unidas al completar aquel devastador tormento entre sus pieles húmedas y cansadas solo para que las luces de la ciudad se reflejaran en la mirada de ambos.
—El rubio platino te hace ver más encantador. Me fascina el cambio de look, Jim…
Jimin sonrió como si esa confesión en los labios maltratados de su amante fuera la única razón por la cual podía vivir.
—Lo hice pensando en ti… todo lo hago pensando en ti… Te amo…
Yoongi esbozó aquella sonrisa en la cual sus encías eran perceptibles antes de enmarcarle el rostro para darle otro beso.
“Yo también te amo, mi dulce Jimin.”
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DOPPELGÄNGER
FIN PARTE 2. LUFTSCHLOSS
Les dejo a mis bebés en este capítulo
Allie_desu out 💜
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