XIII. Judgement
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Mini maratón 1/2
📌Disclaimer: Los procederes que se reseñan en los próximos capítulos han sido creados solo como parte de la trama, en ningún momento se anima a llevarlos a la práctica o a demostrar teorías completas sobre ello, aunque exista un estudio de campo previo a su inclusión en esta obra. Solo sirven de base a un punto clave en este arco. Por lo que si eres sensible o menor de edad no se recomienda este contenido. Aclarado este percance, agradezco de corazón a todos los que apoyan esta novela. Si estamos aquí es por ustedes.
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Jeon Jungkook daba vueltas sobre la silla giratoria del departamento que solía ocupar con su hyung más valorado y actual sospechoso número uno de los homicidios en Nueva y YorK, Park Jimin. Que el castaño hubiera sido suspendido de la investigación por Namjoon solo aumentaba las tensiones en el departamento de asuntos policiales.
—¿Todavía no te vas? Pasan las doce de la noche JK.
Kim Taehyung asomó su castaña cabeza por el umbral del despacho del ahora Primer Oficial de División Jeon Jungkook.
—No tienes que tomarte tan a pecho el nombramiento. El señor Seok Jin solo quiso poner algunas cosas en su lugar.
—Y por algunas cosas, debo suponer que quiere que traicione a Jimin...
—No estoy diciendo eso. Solo trato de hacerte un cumplido, pero ya he tenido suficiente de tu rechazo para darme cuenta de que no es a mí a quien necesitas.
El semblante serio del Jefe de Patología logró mover aquellos sentimientos extraños que últimamente invadían al pelinegro. Jungkook no sabía qué hacer. Por un lado estaban intentando fingir que no habían encontrado cerdas de cabello perteneciente a Jimin en el cuerpo de las víctimas de la última serie de homicidios o que aquello parecía ciencia ficción teniendo en cuenta como habían sido salvajemente quemados después del descarrilamiento de uno de los viejos tranvías de la vía de Long Island; y por el otro, la condescendencia con la que Seok Jin y Namjoon le estaban tratando, como si permitirle cubrir a su hyung fuera un paso más para ponerle las manos encima una vez culminara su itinerario en Londres.
—Por lo visto Jimin sigue apareciendo en tus pensamientos, pero ya es demasiado tarde, incluso para el mejor detective de su división. Vamos a casa Kook.
Taehyung resolvió haciéndose del abrigo del detective y sin esperar su consentimiento se aproximó al escritorio para atrapar su mano. Jungkook se vio reflejado en aquellos intensos ojos color caramelo y una sonrisa torcida iluminó su pálido rostro.
—¿Por qué siempre tienes la razón, TaeTae?
—Porque soy mayor que tú y el más sabio en este edificio. Levanta ese trasero y tomemos algo antes de que cada quien se vaya en brazos de Morfeo. Ha sido una semana del demonio.
Jungkook asintió terminando de aceptar su abrigo y alistándose para dejar atrás preocupaciones y teorías en el muro de su despacho. Ese donde el dibujo de una mariposa unía los puntos de un caso que muchos estaban interesados en archivar.
Diez horas adelante en el huso horario, una mañana nebulosa empañaba el parabrisas y las ventanillas del taxi donde Park Jimin se trasladaba. El olor a naturaleza aun con el coche cerrado le hacía imaginar que Min poseía quizás una especie de hacienda a juzgar por la cara del taxista cuando le ofreció la dirección.
—Hasta este punto puedo dejarlo señor. La entrada a esa propiedad es casi inaccesible para un auto.
Ese último dato le hacía cavilar en la posibilidad de que Min hubiera usado otro vehículo para llegar hasta allí o simplemente de enfrentarse al hecho de iniciar la caminata que ahora él mismo protagonizaba después de pagar el taxi.
El espectáculo natural que le recibió era digno de encontrarse formando parte de algún cuadro o una exposición fotográfica. Si no estuviera a punto de encontrarse con su pasado, porque estaba seguro que Min representaba eso en su vida, se hubiera tomado mayor tiempo para aspirar la esencia del bosque o de las florecillas descomponiéndose en el suelo adornado con hojas decadentes de los centenarios alerces que flanqueaban la verja de la mansión.
—Siempre tuviste más suerte que yo para estas cosas.
Masculló Jimin de camino al interfono hacia el lateral de la verja.
—Ya estoy afuera, espero que usted también haya sido puntual.
Volvía a usar el tono formal que el propio Min le administraba. Si iba a jugar con el demonio pues debía escoger similares armas.
Del otro lado no se escuchó respuesta alguna. Solo el sonido magnético de la reja sacudiendo la enredadera de glicinas que la rodeaba para darle acceso a un joven cuya castaña cabellera resplandecía ante el mortecino sol de la campiña inglesa.
El doctor contemplaba todo el espectáculo desde su despacho en la mansión. Le había pedido expresamente a Woosung que derivaran el sistema de seguridad hacia su ordenador y por eso tuvo pleno acceso a la expresión facial de Jimin frente a la verja de su santuario personal.
Porque obviamente Manchester Lake había sido su único refugio cuando años atrás el hilo que les unía había sido fragmentado casi por completo. Terminándose la copa de vino que desde un horario tan ridículo como las cuatro de la madrugada le había acompañado, el anfitrión de aquella extraña velada se remangó los puños de la impoluta camisa negra y enfiló directamente a la entrada de la casa, donde Jimin casi alcanzaba a tocar el timbre.
La aspereza y algo más se dibujaron en el rostro dorado de su invitado al comprobar que la única alma que le recibiría sería Min. Cavilando las dimensiones de aquella casa, Jimin esperaba que tuviera como mínimo un ama de llaves o en su defecto un solícito mayordomo que complaciera las excentricidades del catedrático. Pero por lo visto el cálculo se le fue al infierno al descubrir la expresión vacía y hasta cierto punto aburrida en el semblante de su anfitrión.
—Supongo que debo saludarle, doctor...
El tono seco de Jimin amenazaba con sacarle una sonrisa. Yoongi se ocultó peinando su cabellera negra hacia atrás. Un gesto que solo reforzaba el atractivo que puede tener un hombre cuando el cabello le coqueteaba con el final de su nuca.
—Jimin... ¿No crees que es hora de bajar las armas al menos por hoy? Si vas a ser mi paciente, lo mínimo que podemos ofrecernos es respeto y mensura. Así que deja ese resentimiento que acabará provocándote una úlcera por estrés, si es que no la tienes ya...
Jimin estaba tentado a golpearse contra alguna superficie solo para comprobar si había escuchado bien. Desde cuándo Min quería jugar al mejor amigo.
Decididamente se estaba cuestionando si haberse ofrecido en bandeja de plata ante el doctor había sido una buena decisión. La mirada verde de Min se intensificaba gracias al ambiente en el porche de la mansión.
Un bosque oscuro de donde emergerían muchas bestias.
Pensó Jimin e inconscientemente remojó sus agrietados labios con la punta de su lengua, un gesto diseñado para alterar más la marea de deseos dentro del médico. El más pálido solo elevó la comisura izquierda de sus labios.
—Entonces me olvidaré de los honoríficos solo por hoy y fingiré que somos buenos conocidos ¿No es esta la parte donde me invita a entrar?
La sonrisa terminó de materializarse y con una floritura de sus ágiles manos Yoongi le enseñó el camino. Solo para observar cómo la nuez de Adán de Jimin bajaba lenta y dolorosamente, atestiguando su ansiedad y sentimientos contenidos mientras atravesaba el umbral.
Ni casa de brujas ni elementos de tortura. La sala de estar de la mansión era común y corriente para lo que Jimin había elucubrado en todo su trayecto en taxi de camino a Manchester Lake.
Quizás algunos jarrones orientales llenos de rosas azules o una reproducción de La Noche Estrellada de Van Gogh acompañando el ambiente sosegado de la estancia, fueran los elementos para identificar el gusto de su anfitrión.
—Esa pintura también está en su consultorio... por lo visto le gusta mucho Van Gogh...
Jimin escuchó como el doctor Min tomaba asiento frente a lo que parecía un pequeño diván. Acto seguido las notas de Nocturne No. 2 de Frederic Chopin comenzaron a inundar la estancia ganándose la expresión asombrada del detective Park.
Desde aquel ángulo, la luz le iluminaba el rostro creando una zona de penumbra en la cual Min se regocijaba. Jimin tenía el aspecto de un inocente ángel pero escondía los mismos deseos impuros que cualquier demonio de los que habitaban encerrados en la jaula del control que por años el mismo doctor había creado. Le estaba siendo difícil controlarse y reparó con lentitud en el hecho de que una mochila colgaba del hombro izquierdo de su impasible acompañante.
—Supongo que no me vas a responder en cuanto al gusto por el postimpresionismo. Por esa parte te apoyo. También me gusta Van Gogh.
Min disfrazó la sonrisa con la taza de té que había dispuesto sobre la mesa auxiliar a su derecha. Si por algo se felicitaba en esta vida era por predecir cada movimiento, y aunque Jimin prometía ser un platillo demasiado apetecible, los hábitos ganaban la mayoría de las ocasiones y él odiaba improvisar.
—Solo quiero que mis pacientes estén cómodos antes de iniciar. Por lo visto consultó el informe del tiempo y piensa acompañarme esta noche...
Cuestionó ladeando la cabeza para que Jimin se sentara totalmente recto en el diván. Ya sabía que llevar una mochila a cuesta le traería ese tipo de comentario, más en presencia de alguien que era tan cuidadoso con los detalles.
—Pronostican lluvias en la tarde noche, pero eso es normal aquí.
—¿Ya había estado antes en Inglaterra, señor Park?
—¿Comenzamos la entrevista, señor Min?
Ambos tuvieron que sonreír. Era imposible no hacerlo cuando la tensión parecía una dama invisible rodeándoles en la misma espiral de anhelos.
—Touché—concedió Min—Por lo visto no podemos mantener una conversación más allá de una pequeña pelea. Póngase cómodo y aunque le pedí que olvidáramos los honoríficos el oficio me obliga a solicitárselo. Cuando esté listo podemos comenzar.
Entonces Jimin reparó en cómo las manos de su acompañante se iban a una pequeña grabadora de mano. Así era cómo funcionaba. Min poseía una verdadera fonoteca con las sesiones de todos sus pacientes. Años de material que había sido plasmado en su tesis y que ahora estaba a punto de llegar a otro nivel con el sujeto mejor estudiado: Park Jimin.
El castaño se despeinó el flequillo antes de cruzar las piernas y deshacerse del grueso abrigo que ocultaba un suéter de cachemira del mismo color azul cielo de sus ojos. Min observó todo el proceso como si asistiera a la escena trascendental de algún filme taquillero. No se cansaría de observarlo nunca. Fuera como fuera, había sido testigo del crecimiento de aquel hombre a solo unos pasos de su presencia.
—Cuando guste señor Min. Podemos comenzar.
El castaño se mordió el labio inferior, causando otra pequeña explosión en su acompañante, que fue disfrazada con el rápido garabateo sobre el cuaderno que usaba para registrar sus consultas.
—Primero debe saber que para realizar esta terapia necesitaré su consentimiento informado, en el cual se comprometerá a utilizar mi método y una vez que lo firme, si es que lo hace, todo quedará bajo la protección del secreto médico. Incluyendo las implicaciones legales que eso podría contener...
"Todo un profesional."
Pensó Jimin y segundos después observó cómo Min le ofrecía un folio grapado con al menos tres hojas impresas. Ni siquiera leyó la primera línea. Jimin firmó ciegamente los tres renglones donde se le cuestionaba sobre una terapia de la que solo tenía vagas suposiciones.
Yoongi no cabía en su asombro. Solo se le ocurrían dos posibilidades: Jimin era demasiado idiota o un plan más elaborado acechaba detrás de toda esa capa de amable cooperación.
—Espero que sea consciente de la decisión que acaba de tomar. No solo terminó de acceder a formar parte de mi grupo de casos para la confección de la investigación en la que trabajo, también se compromete a quedarse hasta el final.
La seriedad de aquel tono solo le erizaba los vellos al detective, pero aun así prefirió tragarse el nudo que a intervalos intentaba asfixiarle y regalarle una sonrisa demasiado brillante hasta para el propio Min.
—Créame, doctor, prefiero sufrir a manos de usted que seguir en la oscuridad que envuelve a mi pasado. Sea lo que sea, ya llegó el momento de aclararme.
Min se obligó asentir y apuntar en su cuaderno la fecha y el nombre completo de Jimin. Las preguntas de rigor iniciaron al tiempo que la música en el sistema de sonido variaba hacia el Arabesque No.1 de Debussy.
Varias veces Jimin tuvo el impulso de negarse, pero poco a poco comprendió la razón por la cual todos caían rendidos en el hechizo del doctor Min.
El primer paso para ganarse la confianza de alguien era mostrarse totalmente sincero y habría que ser demasiado prolijo para encontrar alguna falencia en el discurso pausado y seguro que aquella voz le susurraba en los oídos.
Aun cuando una distancia providencial les separaba, el detective sintió la caricia oscura de esos ojos verdes sobre su alma y muy en lo profundo el hombre encadenado en su subconsciente comenzó a percibir que al final del camino quizás existía un verdadero juicio.
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