Estaba sentada fuera de la biblioteca, mi espalda pegada a la pared mientras veía el agua caer de forma torrencial del cielo. El mismo se iluminó y el trueno sonó con potencia. Solté un gran suspiro mientras sacaba mi sketchbook y un lapicero. Me puse a dibujar el edificio de ciencias para pasar el tiempo.

Mi tranquilidad duró poco.

―¿Olvidaste tu paraguas?

―Hoy sí traje una estaca. Está en mi mochila.

Se rió quedo y se sentó a mi lado como si fuéramos amigos de años. Apoyó sus antebrazos en sus rodillas y miró el horizonte.

―¿Te quedaste a la práctica?

―Mm-hmm.

―La pasaron a mañana. ¿No viste?

―Mi teléfono murió.

―Eres algo descuidada tomando en cuenta que eres una cazavampiros.

―Y tú eres muy descarado.

―Ya te dije que solo soy directo.

―¿Y quieres mi sangre?

―Sí.

―¿Por qué no intentas beberla?

―Quiero que tú me pidas hacerlo.

Solté una risita sarcástica y guardé lo que había sacado antes de que HoSeok llegara.

―Creí que los vampiros no sueñan, Jung.

Giré la cabeza e hicimos contacto visual. La misma ola de familiaridad me cubrió. Sabía que debía odiar su sola existencia, pero algo en mi interior luchaba en contra. Era como si me dijera que no había nada malo con él. Que no iba a lastimarme. Que no sería capaz de matarme.

Sonrió de lado y levantó un poco una ceja.

―Hay muchos mitos por ahí, ¿sabes? ―dijo con aire de estar coqueteando. 

No quise quedarme por mucho más cuando noté sus intenciones. No disimuló su mirada lasciva en absoluto. Sin embargo, al levantarme y cargar mi mochila, sentí un vacío. Mordí mi labio inferior un segundo sin dejar de ver a Jung.

―Lo que sea que estés intentando lograr, déjalo. Si no, voy a matarte.

Me di la vuelta y huí con prisa. A los pocos segundos mi ropa ya estaba totalmente empapada.