Capítulo 6
Los chicos y chicas estaban con Doflamingo y Corazón en la entrada de la carpa, donde el público podía hacerse fotos con quienes ellos eligieran. El resto de la familia estaba encargándose de los juegos y puestos de comida, junto con varios encargados. (TN) pensaba que esta parte era un poco aburrida, pero a la gente le hacía ilusión. Por suerte, ahora llevaba un vestido de princesa, que le cubría más el cuerpo. De lo contrario, no hubiera estado nada cómoda en las fotos. Al resto no parecía importarle.
—Monet. —Doflamingo llamó a la peliverde y le hizo una señal con la cabeza. Ella se separó del grupo y se fue con dos hombres bastante bien vestidos.
Casi todos los varones elegían hacerse fotos con las chicas. En cambio, las mujeres elegían a los chicos. Al contario que dentro de la familia, Law era bastante popular entre las chicas del público. Puede que les gustara su apariencia y actitud de chico malo. Él no sabía exactamente a qué se debía su éxito. Lo único que tenía claro es que odiaba estos numeritos.
—(TN), ven. Acércate —llamó Doflamingo. Ella se giró al escucharle. Estaba con un hombre algo mayor. Caminó hacia a ellos.
—Este es el señor Nakamura. Le gustaría charlar un rato contigo —explicó el rubio—. Ahí hay unas zonas donde podéis estar a solas un rato.
—Hola, (TN). Estás preciosa con ese traje —comentó ese tal señor Nakamura. Ella se escondió detrás de Doflamingo.
—No quiero ir... —murmuró, nerviosa. No quería estar a solas con un desconocido. Además, le miraba muy raro. El rubio suspiró. No le habían explicado esa parte y no quería que esa niñata estropeara la relación con esos buenos clientes.
—(TN), cariño... —dijo él, cogiéndola por los hombros. Intentó mantener la calma—. Solo tienes que hablar un ratito con el señor Nakamura. Tomaréis una copa, hablaréis de vuestras cosas. A lo mejor si te portas bien hasta te da un regalito. Luego vendrás con el resto a disfrutar de los juegos.
—Disculpad la interrupción —intervino una mujer rubia. Debía tener unos treinta años—. Me gustaría pasar un rato Law.
—Sí —dijo rápidamente el pelinegro. (TN) se quedó mirándole, extrañada. Él también le miró fijamente con sus penetrantes ojos grises—. Nakamura-ya, (TN)-ya... ¿Venís hacia allí con nosotros? Solo es tomar una copa.
—V-vale —tartamudeó la chica, dando unos pasos hacia delante. Estaba segura de que a Law tampoco le apetecía nada esto, pero si incluso él estaba dispuesto a ello debía ser por algo.
Los cuatro caminaron hacia una zona un poco más alejada. Había unas cuantas mesas, bastante separadas entre ellas. También había una especie de barra en la que Diamante se encargaba de servir las bebidas. Ese tipo no le acababa de dar buena espina a (TN); bueno, ninguno de los jefes en general, exceptuando a Corazón. Cuando llegaron, las dos parejas se separaron y se pusieron una en cada punta.
—Dos copas de ron —pidió la chica rubia, cuando Diamente se acercó a su mesa.
Desde el principio de la conversación, Law no prestó mucha atención. Miraba a (TN) y a ese baboso de reojo. ¿En serio se les había olvidado explicarle este pequeño detalle? ¿El detalle de que tenían que venderse un poco a los clientes? Él mismo odiaba todo este paripé, pero las personas que pedían estos momentos a solas eran las que más dinero daban al circo. Cuánto más dinero, más calidad de vida tendrían ellos. Simplemente había que verlo como una parte más de este trabajo. No tenía intenciones de volver a su vida de antes, y mucho menos ahora que era tan conocido. A la gente no le gustaría que monstruos como ellos anduvieran por las calles. Era completamente consciente de que era necesario mantener esa "familia". Algunos se acostumbraban más rápido y a otros les costaba más. (TN) tenía pinta de que le iba a costar. Si daba un paso en falso, tendría problemas con Doflamingo. Era muy estricto en este tema.
—Has estado increíble hoy, Law... Aunque he de admitir que me he puesto un poco celosa cuando has besado a la chica nueva —comentó la mujer, paseando el dedo por la superficie de la copa de ron que habían traído hace unos minutos.
—Lo siento, Maiko-ya. El guion es el que nos dan —comentó, intentando dar algo de conversación. «Lo siento», «gracias» y «por favor» eran palabras que prácticamente nunca salían de su boca. Estas malditas conversaciones forzadas hacían que acabara todavía de peor humor, pero sabía hacer bien su trabajo.
Ella continuó hablando y hablando durante un rato más. Contaba cosas que no interesaban al pelinegro para nada. Se fijó en que (TN) apenas le había dado unos sorbos a su copa. ¿Habría probado el alcohol alguna vez? Ese tipo le estaba insistiendo para que bebiera. Vio pasar a Monet y a los dos hombres por delante de ellos. Se iban a la zona privada. Si ambas partes estaban dispuestas a tener todavía más intimidad, podían ir a aquella zona. Cuando volvió a fijarse en la nueva, vio que el tipo la tenía sentada sobre sus piernas y ella estaba forcejeando para levantarse.
—Maiko-ya, disculpa un momento. Mi compañera está teniendo problemas —dijo Law, manteniendo la calma, mientras se levantaba. La mujer asintió mientras daba un sorbo a su copa.
—Vamos pequeña, no te voy a hacer nada. Solo quiero que te quedes aquí sentada —repetía el señor una y otra vez, mientras cogía a la chica de la cintura. Ella pataleaba. Tenía ganas de vomitar. No lo conocía de nada y estaba sintiéndose muy incómoda. Hablar era una cosa, pero esto no le gustaba.
—Perdone, Nakamura-ya —intervino el ojigris, una vez estuvo cerca de ellos. (TN) alzó la mirada con esperanza—. (TN)-ya es nueva aquí. Es su primera actuación y está algo nerviosa. Le rogaría que no le incomodara, no es la mejor manera de ganarse su confianza. Si le apetece una charla más amena debería escoger a otra chica con más experiencia.
—Tienes razón —dijo el hombre, finalmente, mientras aflojaba el agarre. (TN) se levantó rápidamente—. Espero que podamos hablar otro día, bonita.
—Gracias Law —murmuró (TN). Cuando el señor estuvo lo suficientemente lejos.
—Tienes que espabilar. Esto es parte de la actuación. Te he salvado porque es la primera vez, pero hazte a la idea —contestó él, fríamente—. Ve con el resto.
Se dio la vuelta y caminó en dirección hacia su mesa. Él todavía tenía que estar allí un rato más. Le había mentido. Había mentido a (TN). Si le había ayudado es porque le había surgido un extraño sentido de protección con ella. Desde que la vio llegar, tan callada y amable, no pudo evitar fijarse en ella. Esas ganas de protegerla también estaban mezcladas con rabia. Rabia debido a que no parecía tener sangre en las venas. Había vivido toda la vida en la calle, joder. Era una superviviente. ¿Por qué parecía tan débil estando aquí? Eran sentimientos muy confusos que nunca antes había experimentado. Puede que la estuviera viendo como una hermana pequeña a la que debía cuidar y enseñar. Suspiró. Se estaba metiendo en un lío que no sabía cómo iba a acabar.
(TN) ya se había alejado de aquel lugar. Estaba algo deprimida. No había sabido hacer bien esa parte de su trabajo. ¿Por qué sus jefes no se lo habían explicado antes? Si se hubiera mentalizado, puede que hubiera actuado mejor con ese señor. Solo tenía que fingir, como si fuera parte de la obra de teatro. Al fin y al cabo, ella marcaba hasta donde quería llegar. Antes de encontrar a sus amigos, notó que alguien le agarraba del brazo.
—(TN). ¿Estás bien? —preguntó Corazón, algo preocupado. Se sentía mal por la chica. Pensaba que su hermano le habría explicado todo adecuadamente. Ella asintió—. Esto, bueno, es algo que se suele hacer después de la actuación. Son clientes importantes que pagan dinero por conoceros un poco mejor. Solo tienes que ser amable y, si hacen algo que no quieres, tienes que avisarnos inmediatamente.
—Está bien. Me había asustado un poco. No volverá a pasar —se disculpó ella. Prefería no contar nada sobre su primera experiencia. A la próxima iría más preparada. Notó una mano sobre su hombro. Alzó ligeramente la cabeza y se encontró con la cara de Doflamingo.
—Lo siento, pequeña. Me he puesto algo nervioso. Ha sido mi culpa por no haberlo explicado antes —comentó el rubio, mientras le acariciaba suavemente con las yemas de los dedos.
—Está bien. He aprendido para la próxima —dijo ella—. Voy a buscar a los demás.
—Claro, disfruta de lo que queda de noche —se despidió Doflamingo, mientras se separaba de ella.
La chica comenzó a andar en busca del resto. La gente se lo estaba pasando genial jugando y comiendo. Todas las casetas de comida olían genial. Se le estaba abriendo el apetito. Perritos calientes, palomitas, algodón de azúcar, maíz asado... ¡Era un sueño! Finalmente, como no se decidía, cogió un perrito y una mazorca de maíz. Primero se lo comería y luego buscaría al resto. Había demasiada gente, así que decidió ir a sentarse a la parte trasera, detrás de las casetas. Cuando llegó a su destino, se sobresaltó al ver una figura sentada apoyada en una de las casetas.
—Law... ¿Ya has acabado? —preguntó ella, sin alzar mucho la voz.
—Si estoy aquí es para estar tranquilo, no para que alguien venga a molestarme —contestó él, sin abrir los ojos.
—Vale —dijo ella, mientras se apoyaba en la caseta de al lado.
Le daba todo igual, solo deseaba llevarse a la boca la comida que se había comprado. Decidió empezar por el perrito. Con el primer bocado casi se llevó la mitad por delante. Law no podía evitar mirar de reojo a la chica. Comía como un animal. Una vez acabó con lo primero; dejó el papel al lado de sus piernas, para poder recogerlo después y tirarlo a la basura. Ahora tocaba la mazorca. Miró con ojos brillantes el maíz tostado. Acercó su boca y pegó el mordisco más grande que pudo. Miró de reojo a Law mientras acababa de masticar. El giró rápidamente la cara. Le había pillado. Seguro que él estaba observando lo poco delicada que era para comer, pero no le importaba para nada. Law era un borde y un maleducado, así que ella no tenía razones para ser refinada delante de él. Era raro. Unas veces le ayudaba y otras le hablaba mal.
—Comes como un cerdo —comentó el pelinegro, un rato después, cuando vio que la chica le comentaba. Había sentido la necesidad de hablarle antes de que se fuera. No sabía muy bien por qué. De todas formas, casi nunca salían palabras amables de su boca.
—¿Y qué? —preguntó ella, encogiéndose de hombros. Law sonrió internamente, en el fondo le gustaba que ella le diera algo de caña—. Yo me voy. Si te quieres quedar ahí solo y amargado, adelante.
No le dio ni tiempo para contestar. Ella no esperaba respuesta, así se adentró de nuevo en la feria dejando a Law pensativo. Claro que se quería quedar solo y amargado. Él estaba bien así. Prefería estar ahí que soportando las estupideces de sus compañeros o alabanzas del público. Sin embargo, estar solo le llevaba a pensar. Pensar y recordar. Sus recuerdos eran demasiado claros. Y no es que fueran muy agradables. Si tan solo hubiera una forma que le resultara agradable para dejar de pensar tanto en ello...En fin. Daría una vuelta por la feria.
—¡Eh, es la princesa! —exclamaron unos niños, señalando a (TN) mientras pasaba por su lado. Ella se quedó parada y les miró fijamente. Los tres niños se acercaron corriendo—. ¿Puedes jugar a pescar patitos de juguete con nosotros?
—Sí, claro —contestó ella, sonriendo. Eso sí le gustaba, no lo de tomar copas con señores.
No pensaba que se le fuera a dar tan mal lo de pescar patitos. Los niños le dieron una buena paliza. Incluso intentaron enseñarle para que lo hiciera mejor. En fin, no tenía mucha importancia. Ellos se lo habían pasado bien, y eso era lo que contaba. Ahora tenía que seguir buscando a sus amigos, a no ser que hubiera más interrupciones.
—(TN)-ya. —La chica se giró al escuchar la voz de Law. Tenía un algodón de azúcar en la mano. Era rosa y azul. Tenía muy buena pinta—. ¿Quieres esto? Me lo ha dado una niña y me lo he llevado por no tirarlo delante de ella.
—¡Sí! —exclamó, sin pensárselo dos veces, mientras se lanzaba sobre el algodón. Cogió un trozo y se lo llevó a la boca—. Mmm... Está muy bueno.
—Bien. Pero cógelo tú. No voy a estar sujetándolo hasta que te lo acabes —dijo él. Ella cogió el palo y estiró para quedárselo.
—¡Eh, (TN)! ¿Vienes a jugar a los dardos? ¡Te estábamos buscando! —se escuchó gritar a Nami. Ella la buscó con la mirada. Estaba junto con Robin y Vivi.
—¡Voy! —exclamó la chica. Volvió a girarse hacia Law—. ¿Tú vienes?
—No —contestó él. Suspiró ante la seria mirada de (TN)—. Hoy no. Puede que a la próxima.
Ella le sonrió y, segundos después, salió corriendo al encuentro de sus tres amigas. ¿En serio? ¿En serio esta chica le había hecho pensar en jugar a algo con el resto? Sus compañeros ya no hacían ningún esfuerzo por que él se uniera a sus planes. No les culpaba por ello, se lo había ganado a pulso. De hecho, que le dejaran tranquilo fue su intención desde el principio. Sin embargo, se sentía extrañamente bien que esa chica nueva le prestara algo de atención.
—¿Law te estaba molestando? —preguntó Nami, mientras caminaban para encontrarse con el resto.
—No. Solo me estaba ofreciendo algodón de azúcar —contestó (TN), mientras arrancaba otro trozo más. Ya no quedaba mucho.
—Qué amable por su parte —comentó Robin, sonriente—. No es propio de él.
—A lo mejor le has caído bien, (TN) —añadió Vivi, dando unos golpecitos en la espalda de la chica.
—No creo —murmuró ella, negando con la cabeza. Si le cayera bien sería menos borde, ¿no? Además, se lo había dado porque no le gustaba y sería a la primera que se encontraría por ahí—. ¿Por qué Law está tan triste?
—¿Triste? —preguntaron a la vez Nami y Vivi, extrañadas.
—Bueno, no sé si triste exactamente... ¿Sabéis algo sobre él? Quiero decir, de antes de que llegara al circo —preguntó (TN), con curiosidad. No es que quisiera cotillear, pero la actitud del pelinegro despertaba su interés.
—Nunca ha contada nada a nadie. Al menos que nosotras sepamos —contestó la pelinaranja—. ¡Allí están los demás! ¡Vamos o empezaran sin nosotras!
(TN) estaba segura de que Law no había sido siempre tan solitario. Le gustaría saber más sobre él, pero no quería incomodarle con preguntas. Tampoco le apetecía soportar sus contestaciones bordes. Si algún día quería contarlo ya lo haría por él mismo.
La feria estuvo abierta un buen rato más. Los chicos y chicas jugaron entre ellos, e incluso se relacionaron alguna vez más con los clientes. Sobre todo con los pequeños. Sobre la una de la madrugada, como el resto de veces, los jefes empezaron a desalojar a la gente. Era hora de descansar. Al día siguiente recogerían entre todos.
(TN) cayó rendida sobre el colchón. Se lo había pasado bastante bien, salvo el pequeño incidente, pero estaba agotada. Se había quedado algo intrigada con la noticia que Doflamingo debía darles. Les tocaba esperar al desayuno para saberlo. Se tapó con la manta y se acomodó. En una semana ya había aprendida la rutina del circo. No estaba nada mal, se acostumbraría pronto a este tipo de vida.
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