Epílogo

Habían pasado mas de cuatro días desde que Mikey le envió la última nota a Donnie. Aquella en la que se disculpaba por lo mal que lo había hecho pasar, en la que le agradecía lo bueno que había sido con él y en la que él mismo le había pedido que volviera a ser su novio.

Sin embargo, aún no había recibido ningún tipo de respuesta por parte del mutante de antifaz morado. Cosa que lo ponía realmente nervioso. ¿Y si ya lo había olvidado? Quizás eso era lo que mas le atormentaba a nuestro pecosito.

Abrió los ojos poco a poco. Anoche se había acostado bastante tarde pensando que, en cualquier momento recibiría una carta del amor de su vida. Pero no había sido así. Un día más sin Donnie lo esperaba. O bueno... Eso creía él.

La verdad era que lo extrañaba muchísimo y lo necesitaba junto a él, a su lado. Era ese color purpura que faltaba en su día a día la razón por la que últimamente no sonreía con tanta frecuencia. Y todos, incluso el Sensei, habían notado que el más pequeño de los cuatro hermanos, aquel que siempre solía sonreír por todo, se encontraba deprimido y sin ganas de absolutamente nada desde hacia ya unas cuantas semanas.

Pero solo uno de ellos sabía toda la verdad, a parte de Donnie, claro. Y ese era Leo. Él siempre había estado celoso de que Donnie y Mikey pudieran ser tan felices juntos y, en cuanto se le presento la oportunidad hizo cuanto pudo para separarlos. Pero ahora se encontraba muy arrepentido. Sin embargo, Mikey lo había comprendido y haba decidido perdonarlo. Lo cierto era que el ojiazul tenia un corazón enorme.

Se alzó de la cama y miro la caja color chocolate en la que tenia guardadas todas las cartas que Donnie le había enviado alguna vez. Sonrió.

-Ojalá todo vuelva a estar bien dentro de poco- se dijo a si mismo.

***

Mientras tanto, Donnie llevaba ya un par de horas despierto. Todo debería salir a la perfección. No podía permitirse un error mas. No ahora.

No sabia con exactitud cuantos días haría exactamente desde que había recibido la nota que le había alegrado la vida. Pero, justo llegó en el momento indicado, recordándole que nada estaba perdido. Y que en un futuro próximo ambos lograrían ser felices juntos. Al fin. De nuevo.

Leonardo también había ido a disculparse con él y, a pesar de que al principio Donnie se mostró un tanto reacio a perdonarlo, acabó cediendo. Y ahora dos de sus hermanos lo estaban ayudando a organizar lo que tenia preparado para el más pequeño.

-¡Raph!- gritó- ¡Subete a la escalera y termina de poner todas las guirnaldas! ¡Rápido!- hizo una pausa mientras buscaba al líder- ¡Y Leo, termina de inflar los globos de una vez por todas! ¡Necesito que me ayudes con los demás preparativos! Por cierto... ¿Que es eso que huele a quemado?

Todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo y se centraron en ese denso humo negro que salia de las cocinas.

-Donnie... ¿Se puede saber cuanto tiempo llevan las pizzas en el horno?

-Pues... Ehm... Unos cuantos minutos...

-¡¡Donatello!! ¡El señor Murakami dijo que tuvieramos cuidado con su cocina!- Escuchó la voz de su padre entrando por la puerta.

-¡Maestro Splinter! Qué bien que haya llegado, estos dos me están volviendo loco- se quejó Raph bajando de la escalera.

Si, al fin, con la ayuda de sus hermanos, Donnie se había decidido a contárselo a su padre. Y, para su sorpresa no se había cabreado tanto como él había pensado en un principio. El enfado tan sólo le duró unas pocas horas, pero luego enseguida habló con él, le dio consejos y... Se podría decir que había aceptado lo de ellos dos.

-¡No te quedes ahí parado! ¡Michelangelo está por llegar, arregla lo de la cocina!

-¡Sí Sensei!- gritó Donnie buscando un extintor.

Cuando Donnie desapareció por el interior de la cocina el maestro Splinter les hizo una seña a los chicos para que lo siguieran. Y ellos enseguida lo comprendieron. Seria mejor que Mikey y Donnie estuvieran solos.

***

Al fin había llegado a la pizzería del señor Murakami. El maestro Splinter le había dicho que tenia que decirle algo muy importante y que lo esperaría ahí. Le resulto un poco extraño, a quien iba a engañar, pero la curiosidad pudo con él. Abrió la puerta y entró dentro.

El primer olor que llego a sus fosas nasales no fue el de pizza, como solía ser cada vez que entraba allí, si no a quemado. Un intenso olor a quemado.

-¿Maestro Splinter?- lo llamó- ¿Estas aquí?

Nadie contestó. Justo iba a dar media vuelta para esperarlo fuera cuando una mano lo cogió del brazo, deteniéndolo.

-No te vayas, Mikey.

Automáticamente giró el rostro topándose con unos ojos rojizos. Esos ojos que aparecían en todos sus sueños.

-Donnie...

El susodicho sonrió al ver la reacción de su hermano menor y rodeó la cintura de este atrayéndolo a su cuerpo.

-Quería prepararte algo, pero... Como ves no salió muy bien que digamos- dijo haciendo una mueca.

Fue entonces cuando Mikey se dio cuenta de las guirnaldas que decoraban el techo, los globos que habían en una de las esquinas, la mesa con un mantel dorado y con una pizza quemada en el centro...

-Oh Donnie... No tenias que haber hecho todo esto por mi...

-Pero quería hacerlo- lo interrumpió- me gusta hacer cosas para ti, enano.

Mikey sonrió tímidamente y removió su pie izquierdo nervioso.

-No respondiste mi carta...- soltó de repente.

La sonrisa de Donnie se hizo más amplia. Él realmente esperaba una respuesta por su parte.

-Lo sé, prefería hacerlo en persona.

-Entonces...

Pero no pudo continuar. Donnie lo había callado con un pequeño beso.

-¿Eso responde a tu pregunta?- dijo Donnie apoyando su frente sobre la del menudo mutante de antifaz naranja que tenía entre sus brazos.

Una gran sonrisa se dibujo en la cara de Mikey. Rodeo el cuello de su amado con sus brazos y Donnie volvió a besarlo, esta vez con mas ímpetu.

-Te amo- dijeron al mismo tiempo para a continuación volver a fundirse en otro beso mas apasionado que el anterior.

Fin.

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