Capítulo 26- Insanas obsesiones
Capítulo 26
Insanas obsesiones
"Todos tenemos una obsesión,
un descontrolado acosador con fijación
por aquello imposible para ser alcanzado"
M_cr696
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PD: ESTÉN AL PENDIENTE, COMO CELEBRACIÓN HAY TRES GRÁFICOS DE VIDEOS COMO TRAILERS QUE SUBIRÉ EN UN APARTADO ESPECIAL.
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ISABELLA
Despierto en medio de la noche agitada, abro mis ojos encontrándome con la oscuridad densa de la habitación y el reloj digital que hay en todas marca las tres de la mañana en sus números rojos ocasionalmente titilantes, en ocasiones me despierto a la misma hora pues es la hora aproximada en que mataron a mis padres. Tal vez revolví los recuerdos por estar husmeando con el código alfa-numérico de mamá CSP-CMEA-TE-998062 que me enseñó Isaac y me dejó ver varias cosas más como algunas grabaciones donde habla con el candidato Thomás Deveraux sobre su vida, lo difícil que era ser hijo de Teobaldo y estar condenado a La Triada, él se desahogaba con mamá y es cuando me enteré que el Deveraux no es de su padre sino de su madre, Sofía, la mujer quien estoy segura inspiró mi primer nombre.
Suspiro enrollándome más en la sábana de costado, con las conversaciones de Thomás y Carmen grabadas en mi memoria, aumentando la sensación dentro de mi pecho sobre que mi origen es muy diferente al que todo el mundo me dice. Mando mi mano rozando con la punta de los dedos mi luna en la base de la nuca en una caricia ausente úes mis pensamientos está mucho más allá de cualquier cosa presente, preguntando constantemente si hay alguna manera de saber la verdad oculta tras el velo. Me revuelvo inquieta cuando se cuza en mi mente se reproduce una serie de fotos de mamá con Thomas donde están tomados de las manos o besándose, incluso hay un video donde pusieron a grabar la cámara y se sentaron frente a ella a prometerse amor, y hubo algo en la mirada encantada de ella, un brillo en el fondo de sus ojos avellana que me hizo pensar en una simple conclusión: "No está sólo fingiendo, esto es real", la vivacidad, la fluidez, la forma en que suspira soñadoramente cuando lo escucha hablar sobre lo que le gusta de ella.
Honestamente, jamás se me hubiera pasado por la mente que Vladimir y Carmen no se presentaron como marido y mujer, por el contrario, cada uno tuvo una relación con personas de la infiltración, pero no sé cómo lo manejaron, si hubiera tenido que trabajar con Fabián en algo así, no sé hasta dónde hubiéramos aguantado y como si fuera invocado en ritual por el diablo, él me llama. Saluda alegremente llamándome "Amor mío y amor de mi vida", pero cuando llega el comentario del bebé, sé que habrá problemas, pues piensa que regresaremos y él no quiere hijos, ha dejado claro su postura al respecto, pero creo que su actitud recia es una reacción interiorizada de su propio desespero al no poder tener hijos, en esa impotencia profunda al saberse estéril desde su nacimiento por conductos deferentes ciegos congénitos y mi inquietud aumenta cuando corta la llamada diciendo "No te la pondré fácil"
Me quedo sentada mirando a la nada; sé cómo es capaz de hacer algo en mi contra como en cada ocasión que peleábamos, cuando me golpeaba y yo le golpeaba a él, siempre hallaba la manera de joderme. Suspiro pensando en todas las posibilidades que mi mente paranoica se plantea en medio de la densa oscuridad en donde los objetos a penas se delinean iluminados por las pocas luces tras la cortina gruesa, provenientes de la iluminación de la base. Suspiro y ante la mera incapacidad de quedarme dormida de nuevo, la latente necesidad de más información me hace sentarme a buscar mi portátil y revisar de nuevo la información de la tarjeta SD, ávida de completar la revisión hasta del último kilobyte de información, pero primero buscaré un cappuccino en la máquina del primer piso, poniéndome una camisa de manga larga sobre la de la pijama y zapatos, saliendo para encontrarme con el pasillo oscuro y frío que se ilumina cuando empiezo a caminar por los detectores de movimiento.
Cuando estoy metiendo las monedas para pedir el producto y oprimo el botón indicado, escucho voces acercándose fuera de la puerta, sabiendo quién es: Lucio discute con alguien que me lleva a dar poco pasos mejorando mi alcance de escucha, encontrándome con la voz de Pedraza y Volkov.
—¡Que regreses aquí, mierda! ¡¿Qué pretendes hacer, Richardson?! —dice el último en tono demandante—. ¡¿Salir al mundo a gritarle a todos la verdad?!
—Sabes que nunca estuvimos de acuerdo y no participamos nunca, solo callamos —responde papá exaltado, no puedo ver porque están en el costado del edificio y yo en la entrada frontal bajo el umbral de la puerta sin salir al exterior sintiendo el soplido del viendo gélido chocar contra mi cuerpo.
—Ahora te las quieres dar de puritano y alma de Dios igual que el imbécil de Vladimir, es que no sé cómo ese tibio de mierda era hermano mío —dice Volkov de vuelta matando la pequeña ilusión dentro de mí sobre que la información de Isaac fuera mentira o una broma pesada de alguna manera, pero lo acabo de confirmar.
—Nunca he estado de acuerdo, ni Vlad ni Carmen, solo nos salpicó la lluvia de mierda que ustedes esparcieron, ahora no puedo dormir y mi esposa está enferma de puro estrés —responde Lucio y me puedo imaginar claramente cómo su semblante debe estar completamente alterado y seguramente su tensión arterial está subiendo lentamente, como un pico de ansiedad manifestándose en su alterado estado—. ¿Y saben qué? Morir por hacer lo correcto suena mejor que hacerlo por corrupto, ellos estaban de acuerdo, lo hicieron de hecho.
—Ellos, ellos, no eran tu familia —dice Pedraza con tono de fastidio, Lucio responde que sí lo eran, pero no sigue hablando porque Volkov le interrumpe abruptamente.
—Espera, las luces están encendidas, hay alguien ahí —dice con cautela, mientras veo su sombra acercarse por la por la proyección, así que huyo hasta el segundo tramo de las escaleras, donde puedo seguir escuchando y veo desde el ángulo arriba—. Vaya, que ironía —suelta como si le diera gracia algo, se acerca a la máquina sacando el vasito, recorriendo el pasillo con sus ojos de iceberg—. El cappuccino era el favorito de Carmen, lo que me hace preguntarme si su odiosa y psicópata fotocopia diabólica está por aquí escuchando conversaciones ajenas, porque toman lo mismo.
Me escabullo un par de escalones más arriba tragando en seco, pero dominada por la imperiosa necesidad de escuchar el resto de la conversación.
—Hay más de mil agentes aquí ¿Por qué pensar que Isabella está rondando?
—Porque una persona normal no sale huyendo dejando el café en la máquina justo cuando me di cuenta de que había alguien... —responde el pelinegro acercándose a las escaleras, pero he llegado al segundo piso ocultándome, aunque aun se escucha el eco de sus voces—. Como sea, Lucio, relájate y dile a Marina que haga lo mismo, en el momento en que decidieron callar se hicieron cómplices, aunque no estén activos, las consecuencias te arrasarán si abres la puta boca.
Pedraza y Volkov se marchan y Lucio refunfuña hablando en voz alta y de pronto dice "Dios, ayúdame a tomar la decisión correcta" susurra antes de encaminarse a las escaleras. Todo lo que había en mi mente antes de la conversación se esfuma completamente, para ser reemplazado por una ferviente curiosidad y la voz de la intuición gritando desesperadamente una verdad que no estoy dispuesta a aceptar: Lucio sabe de la conspiración, aunque entendí su reticencia al tema, una parte de él, la más honesta y correcta, no aprueba lo sucedido. Una vez de vuelta en la seguridad de mi habitación, me quito la primera camisa y regreso a la cama con el PC en las piernas entrando en la tarjeta de Sayyid, solo me queda poco espacio sin revisar, pero mantengo la esperanza puesta en encontrar algo más.
Paso el resto de la madrugada esculcando con ansia desmedida hasta que los primeros rayos del sol afloran en un amanecer tenue que me da paz, pues abro la cortina de par en par para ver a través del cristal cómo las dueñas de la noche se marchan para dar paso al sol lleno de vida, justo cuando llego a una carpeta que dice Vladimir. Entro y una hilera de fotos se extienden ante mis ojos, pero están revueltas con grabaciones de voz y videos de papá con Karenina Petrova, la mujer que casi me mata en el vientre de mamá, me la quedo viendo notando que sigue poseyendo la misma hermosura deslumbrante desde su juventud, una nariz respingada y su melena oscura con pómulos sobresalientes de su rostro ovalado, con una mandíbula definida, pero en sus ojos verdes como colinas del campo en primavera hay rasgos agresivos, proyectan el peligro dentro de su oscuridad. Sigo navegando hasta toparme con un video de papá y ella en donde beben vino sonriéndose.
—Vladimir ¿Qué tanto me amas? —pregunta ella—. ¿Eres capaz de darlo todo por mí?
—Todo, mi amor, hasta la vida —le responde él acariciando su mejilla con delicadeza.
—¿Hay otra en tu vida?
—No, sólo tú, Karenina —responde Vladimir.
Salgo antes de que siga, no me siento capaz de ver a papá, escuchar su voz luego de tanto tiempo, pues con mamá es diferente, la veo seguido y su hermosa voz retumba constantemente en mi cabeza; sin embargo, de Vladimir no tengo nada más que recuerdos y fotos. De repente aparecen fotos tomadas en una boda, la joven Karenina y mi padre se casaron oficialmente, pero lo más triste es que dentro de las imágenes veo a Carmen con el candidato tomados de la mano, y los cuatro lucen tan felices, naturales y sin estrés evidente, sacándome aun más de mis propias convicciones, siempre pensé que La Triada les había jodido quebrándolos de manera irrevocable, al parecer, me equivoqué y pienso en ello cuando me percato de la heráldica de los Petrova en el fondo, el escudo representativo de su familia en la pared alta y larga de la casa, tras el altar de la boda, es ahí cuando un instinto interno me pide buscar la heráldica de los Deveraux, además de su historia. Me dispongo a eso cuando tocan a mi puerta, al parecer ya son las siete y no me he percatado del rápido correr de las horas, mientras estaba sumergida de lleno en el mar del pasado bravío que terminará por revolver mis entrañas, mis recuerdos y todo aquello relacionado con lo que yo creí era verdad.
—¿Isa? ¿estás aquí? —escucho a Alana con la voz baja, así que me apresuro a abrir la puerta, encontrándome con su rostro lleno de lágrimas, la hago pasar e indago por el estado alterado evidentemente doloroso—. Es Luka, me puso contra la espalda y la pared, dice que si no vuelvo en tres días se acabó.
«Le voy a patear las malditas pelotas» pienso para mis adentros en una promesa interna.
—Lala, ¿Crees que vale la pena seguir en esa relación que te hace sufrir tanto? Una pareja debe sumarte, apoyarte, hacerte feliz aun en medio de las diferencias y si te conformas con algo menos que eso, el problema eres tú. Luka es un cabrón, no sabe la mujer que está perdiendo —le digo abrazándola. La habitación está llena de luz y el perfume de ella, una mezcla de vainilla y coco, justo como el mío pues empezó a usarlo cuando yo lo hice primero, llena la habitación. Abro la ventana dejando pasar un poco de aire tendiendo la cama y cuando lo hago le incito a sentarse allí, en donde le pido que se desahogue, saque todo el dolor, expulse todo el sufrimiento como si de un espectro maligno se tratara, aunque ella es muy cerrada, pero hoy parece dispuesta a decirlo todo en un torrente de palabras incontrolables asaltadas con llanto, además de pausas cuando este se hace presente por no poder continuar hablando.
Me cuenta de la lejanía de Luka, la forma en que parece cada vez más alejado y cómo pregunta constantemente por mí, pidiéndole a ella intervenir para ponerme como modelo de u agencia, "Grupo V.I.P" según sus palabras, pero aquello solo logra encender aún más la hoguera dentro de mi pecho, porque ese imbécil no sabe la mujer especial que es Alana, pues los únicos inconvenientes entre nosotras surgen por su necesidad de control sobre mi matrimonio con Fabián, aparte de eso, no tenemos roces, sino hermanas, ella es amorosa, protectora, amable y gentil, a pesar de su seriedad. Le aconsejo sobre replantear ese compromiso, porque le hace más daño que bien, pero no cede ni un poco y la entiendo, el amor nos ciega, nos amarra, hace que nos aferremos al clavo ardiendo a pesar de que todo el mundo te dice "Suéltalo", me pasó con Isaac.
A ese animal del monte lo amé durante años, ahora me doy cuenta de mis sentimientos reales hacia él, cosa que negué por mucho tiempo, reflejándome en el miedo arrasador de arriesgarme a terminar con el corazón roto, pero hoy en día no siento aquello tan fuerte o tal vez esté en negación de nuevo, lo único seguro en mi mente es que a veces el amor necesita un salto de fe, una apuesta osada hacia la felicidad. Al se parece a mí, solo nos diferencia que yo no podía confesarlo a nadie, sólo mamá Marina, así que me alegro de que mi hermana confíe tanto en mí como para abrirse, pero antes de que pueda seguir, la odiosa voz automatizada del sistema de comunicación me invoca.
«Brigadier Isabella Fox y Brigadier Isaac Falcon, reportarse en edificio A, piso cinco, sala B, modo prioritario... Brigadier Isabella Fox y Brigadier Isaac Falcon, reportarse en edificio A, piso cinco, sala B, modo prioritario»
Se repite tres veces más, así que me meto a bañar desnudándome con rapidez, pues ya estoy atrasada, pero nunca hubiera dejado a Alana sola si quería hablar.
—¿Qué te pasó ahí? Esas no son las cicatrices de las costillas rotas —pregunta cuando salgo en ropa interior olvidando totalmente su desconocimiento tanto del maltrato de su hermano, como del origen de las segundas cicatrices en mi torso, aquella restante de cuando me empujó por el ventanal de la casa y desgraciadamente terminé con varios pedazos clavados, perforando mi costado.
—Rozaduras de balas... tuve una misión y...
—No es cierto, yo también tengo rozaduras de balas y no se ven así, algo te pasó —dice preocupada genuinamente—. ¿Qué fue? —insiste en saberlo, pero yo no quiero dañar la visión del su hermano mellizo, quien la ha acompañado toda su vida desde el vientre de mamá.
—¿Te parece si te cuento luego? Voy atrasada y seguramente Volkov ya está pegando gritos de los que se escuchan hasta el Cocito. Ella acepta viéndome con los ojos entrecerrados para hacer algo inesperado para mí cuando tengo el uniforme de pantalón camuflado azul y la camisa de manga corta con la estrella del C.M.O.E en la parte izquierda: Me abraza acunando mi cabeza entre sus delicadas manos en un gesto de hermana mayor.
—Sé que hemos estado distanciadas por mi incapacidad de aceptar que dos de las personas que más amo han roto su matrimonio, pero siempre estaré para ti, Isa, siempre contarás conmigo. Si alguien te hizo daño puedes contármelo cuando sientas la necesidad de hacerlo —murmura haciendo a mis ojos llenarse de lágrimas, llevándome a abrazarla fuerte en un momento muy poco común dado que ella es seria y cerrada.
Cuando nos soltamos ambas sonreímos y salimos de la habitación, ella a la suya, yo al edificio administrativo con paso apresurado atravesando la base de extremo a extremo en un trote que me hace sudar las sienes, echando por la borda la frescura que el baño me había dado. Cuando llego a mi destino entro refrescándome con el aire acondicionado del pasillo, con la misma prisa hasta el ascensor, aplastando el botón con rapidez.
Cuando finalmente llego a la sala B, Volkov está hecho un león de montaña con tres días encerrado en una jaula sin alimentarse.
—¡¿Dónde mierda estaba?! —grita apenas asomo mi cuerpo por la puerta. Falcon está ahí, pero apenas me determina, su pelo está húmedo con gel hacia atrás y la barba delineada lo hace ver más guapo, está sentado a la derecha de Volkov, a quien apenas puedo responderle dado los recuerdos de la noche anterior sobre la conversación—. ¡La llamé hace quince minutos!
—Excúseme, General, me llamo cuando estaba en la ducha —miento ganándome la mirada más dura.
—No me haga perder más el tiempo, los llamé a ambos para decirles que en cuarenta y ocho horas regresarán a Nevada, el General Absoluto tiene una nueva misión para usted, Fox, está muy contento por su trabajo y no entiendo porqué ¿Sabe? Usted se revela, desobedece protocolos, no acata órdenes directas, y aun así Sigmund Lezgado alaba su labor.
—Tal vez por mis resultados, aunque esta vez el mérito no es solo mío —contesto con la cabeza erguida, algo ha cambiado dentro de mí, pasé de admirarlo por su labor y respetarlo a pesar de cómo me ha tratado siempre, a estar a la defensiva preparada para cualquier ataque de su lado, porque ahora sé de su alcance macabro, de la forma en que sus dedos empapados en la sangre inocente de miles de víctimas manchan todo lo que tocan.
—¿Qué le pasa? —pregunta enojado poniéndose en pie para avanzar con paso amenazante hacia mi posición al otro lado de la larga mesa ovalada de la sala, bajo la atenta mirada de Isaac—. No me gusta la forma en que me está mirando. ¿Algo que decirme?
—No estoy mirándolo de forma especial, General, se lo aseguro.
—¿Qué estaba haciendo en la madrugada de hoy? —replica incisivo, la cautela pasea bajo la capa de hielo de sus ojos, dándole un aire peligroso. Me cuesta demasiado quedarme callada, no quiero dejarlo salirse con la suya con lo que sea está haciendo con el Consorcio, pues la mayoría de nosotros somos honestos, por ello, no seríamos capaces de hacer masacres como la orquestada por él y Pedraza con tantas personas que solo tuvieron la mala suerte de caer en la mira de un león ambicioso, manejado a su vez por un titiritero con ansias de poder.
—Durmiendo, caí como plomo anoche y por ello me levanté tarde, no cené y las pastillas me pegaron más aun —miento con habilidad manteniéndole la mirada evitando los tics nerviosos, aunque con un ligero temblor erizando mi piel ante la temperatura baja del lugar por el aire acondicionado donde los rayos del sol no penetran la gelidez.
—Prepare el traslado de los Sayyid a Nevada, se irán con nosotros —deja el asunto de ese tamaño, dándome una última mirada de advertencia—. Por favor, no los deje como guiñapo, tengo que llevarle seres humanos a Lezgado y no bolas sanguinolentas.
—Sí, señor, permiso para retirarme —digo asintiendo con la cabeza, me dice que me largue y lo hago con Falcon pisándome los talones, pero cuando he salido del edificio con él pegado como bomba lapa, se me atraviesa en el camino preguntándome si tengo algo, pero solo puedo verlo una y otra vez con el pelo mojado acompañado de la cadete, cosa que me quebró internamente.
—¿Por qué mirabas a Volkov como si quisieras ponerle los testículos de corbata? —indaga persiguiéndome cuando me dirijo al comedor bajo el rayo del sol, acomodando mi gorra con la estrella del Consorcio Praetor tejido en el centro, pensando en que yo sí amo y respeto a mi trabajo y maquinando cómo sacaré de circulación a quienes manchan nuestro nombre.
—No quiero hablar contigo, gigoló de cabaret, así que no me sigas —corto la conversación apresurando el paso.
—Jódete entonces —espeta molesto caminando también al comedor, pero una llamada inesperada llega a mi móvil, sacándome una sonrisa ladeada.
—Oh, mi querida Brigadier, de verdad despertó al monstruo que habita en mí —murmura Kaan con jovialidad—. ¿Sabe lo difícil que es reunir los componentes de mi amada Quimera 18?
—¿Ah sí? ¿qué eres? Voy a incinerar en persona tus amados componentes en la cámara de desechos biológicos —le reto viendo cómo Isaac me mira desde dentro del comedor, tal vez por mi cara coqueta al hablar por el teléfono. De repente, todo desaparece, desde mi conexión visual con él como el rayo del sol inclemente sobre mi cuerpo, sólo tengo cabeza para mi conversación con el traficante que persigo como si fuera alguien a quien me quiero ligar.
«De verdad algo dentro de mi cabeza falla estrepitosamente»
—Soy un espíritu maligno que se transforma para engañar a los demás, tomando cualquier forma para luego asesinar cruelmente a su víctima —se regodea en su propio humor negro—. Y es cierto, puedo aparecer en cualquier momento y no lo notaría.
—Sé que puedes hacerlo, pero ¿En realidad tienes las pelotas para hacerlo? —camino a la sombra del comedor en el lado de la gran pared de cristal.
—De hecho, ahora mismo estoy tan cerca de verla que le daría miedo —se burla.
—No debería admitirlo, pero a veces eres demasiado creepy hasta ser intimidante —mi voz suena muy diferente a nuestras primeras conversaciones, como si un cambio hubiera surtido efecto, me muestro más relajada y eso, al parecer lejos de molestarse al líder del La Triada, le excita de una manera especial el juego que ha implantado entre su perseguidora incansable y él.
—Esa es la idea precisamente, usted no me conoce, pero me teme y eso es lo que busco.
—Jamás dije que te temo, dije intimidante. No me asustas, Karaman, jamás lo harás —contesto sonriendo jugando con las puntas de mi cabello suelto bajo la gorra—. Menos lo harás cuando te meta en el Cocito.
—Me gusta su rebeldía, enserio busco eso en mi organización, así que piénselo, en el Consorcio su forma impulsiva de ser es un problema, en La Triada es un don —Kaan carga con algo en su voz que no sé cómo descifrar—. Además, puedo darle información de sus padres.
—¿Cómo cuál? Convénceme y tal vez considere hacerlo —murmuro con una pizca de verdad, puede ofrecerme un trato que nos convenga a ambos y nadie tiene que enterarse.
—A estas alturas debe saber que sus padres infiltraron a La Triada con la operación Black Widow —afirmo y continúa—. Cuando eso pasó yo tenía apenas trece años... sí, tengo treinta y cinco.
—¿De verdad? Por más años te he imaginado como un viejo en sus cincuentas, panzón y desaliñado —juego caminando por el techo—. ¿Y ahora resulta que eres un actor turco?
—Estoy seguro que le gustaría tanto como usted me gusta a mí —bromea haciéndome torcer los ojos—. Bueno, ya hemos hablado, querida Brigadier, adiós. Un gusto escuchar su dulce y melodiosa voz.
Cuelga dejándome con una mezcla de travesura y emoción por el peligroso juego de provocaciones, aumentando mis ganas de conocer su rostro a ver si es tan atractivo como lo pintan. Entro al comedor, tomo el desayuno rápidamente con Teresa quien me cuenta de sus hermanos y de cómo uno de ellos quiere entrar al Consorcio, pero ella quiere persuadirlo, pues siendo la mayor solo busca darles una educación tradicional, por ello lucha cada día por hacer bien su trabajo y ascender. Apenas termino voy por Isaff, debo llevarlo a terminar los trámites para sacarlo del país.
El transporte me deja enfrente de la institución del gobierno, agentes se ofrecen a quedarse conmigo, pero me niego, entre menos personas sepan mejor, aunque para salir de la base en transportes debí decirle a algunas personas para los permisos debidos, ya que no estamos en buen territorio siendo militares, dada la situación bélica que se vive a diario, balaceras, muertos y bombas en Afganistán son más comunes de lo que cualquiera pensaría, en Kabul, Kandahar, en cualquier parte en mayor o menor medida, hay terrorismo y la sombra de una guerra perpetua que no ha encontrado final volviéndose más agreste. Pronto entro en el lugar donde debo hacer el trámite final para llevarme al bebé, he llamado antes, por ello, me están esperando y todo se facilita. Entro a la oficina del encargado sentándome con Isaff en las piernas, quien juega con mi collar de la Flor de Lis haciendo un puchero en lo que imprimen la documentación y el hombre charla conmigo animadamente.
Termino de firmar los papeles en el sitio, le toman fotos al bebé para terminar de hacer su pasaporte, el cual me entregan a las pocas horas, así que salgo con él a buscar el almuerzo, pero empiezan a pasar personas mirándome fijamente, pasan de largo, pero me miren hasta girar sus cabezas, en todas direcciones hay gente acusándome con sus ojos hasta hacerme detener mi paso cauteloso abrazando más a Isaff y la locura se empieza a tornar peor cuando noto que van y vienen los mismos, caminan en un sentido y luego regresan haciendo exactamente lo mismo, mirarme acusadoramente.
—Querida Brigadier —dice un hombre pelinegro de nariz griega y rostro ovalado con una cicatriz bajo el ojo derecho que tengo la sensación de haber visto antes, dando pasos hacia mí directamente—. Un gusto conocerla.
«Sólo Karaman me dice así»
—No, querida Brigadier, es un placer conocerla para mí —dice uno a mi costado, este es rubio castaño, sus facciones son más americanas que de esta zona del mundo y tiene un gran tatuaje de araña en el cuello que también me resulta algo familiar—. Es más bella en persona.
—Querida Brigadier, que bueno verla de frente —interviene un tercero, este es calvo con un bigote y gafas de sol que ocultan sus ojos.
—¡Querida Brigadier! —exclama otro más y así empiezan a decir lo mismo una y otra vez varias más, mientras se reúnen a mi alrededor, haciéndome presa de mi propia pesadilla pues hay variedad de razas, tonos de piel, tonos de cabello y cualquiera puede ser Kaan Karaman, cualquier par de ojos de los que me observan pueden resultar en los que busco. Las personas que no son parte del circo pasan junto a la aglomeración viendo extrañados, hasta que los títeres levantan su móvil al mismo tiempo y el sonido de del mío me sobresalta, el bebé empieza a llorar tan abrumado como yo.
"Querida Brigadier" dice Kaan al teléfono, pero también lo hacen las veinte personas a mi alrededor, todos dicen la misma cosa, haciéndome imposible saber de dónde viene la real, "Nunca me encontrará, porque estoy en todas partes y no estoy en ninguna". De repente, todo se detiene, me siento paralizada, hasta que unas manos me toman de la cintura desde atrás haciéndome gritar, pero cuando me doy cuenta de quién es me calmo.
—¡Colson! —digo cuando me pone a su espalda apuntando con el fusil a la multitud que se dispersa—. ¿Qué haces aquí? ¿cuándo llegaste?
—El Brigadier Falcon me mandó con algunos agentes cuando se enteró que estaría sola, pensó que Karaman podría intentar algo —dice alejándose conmigo manteniendo la cautela para reaccionar ante cualquier ataque sorpresivo de todos los Karaman que aparecieron de pronto. Nos movemos hacia los trasportes en medio de la gente que se aleja abriendo camino por ver los fusiles y el vehículo con la ametralladora adosada, aunque de querer hacernos algo, ya hubieran atacado, así que me subo a la cabina de vidrios blindados tratando de calmar a Isaff, quien ya tiene la cara enrojecida.
El corazón me late fuerte disminuyendo las oleadas de adrenalina invadiéndome, mientras vamos de regreso, me alegro de estar sana y salva, aunque la cabeza y las teorías conspirativas toman el control de mi cabeza, haciéndome saber sin lugar a dudas o interpretaciones de ningún tipo que Kaan Karaman tiene el control de la situación, me conoce, sabe dónde, cómo, cuando atacar, por ende, debo estar mucho más al pendiente de mi seguridad y la de mi hijo.
Caemos en un atasco de autos por un estrellón entre dos autobuses dejando apenas un lado del carril para pasar, creando un efecto embudo. Los minutos pasan y cuando Isaff se duerme sobre mi pecho tomo mi teléfono para retomar la tarea que se vio interrumpida cuando llegó Al y entro al buscador consumida por la ansiedad dinamitada con el pensamiento atravesado, mis dedos temblorosos digitan las letras lentamente y pronto el resultado de España, de donde proviene Sofía Deveraux, llama mi atención pues es en tonos dorados ocres y dorados con un escudo en su forma típica, cuadrado arriba y abajo se juntas las dos puntas en el centro, tiene una pequeña corona en la parte superior del escudo, pero lo que me hace detener la respiración por unos momentos es la figura que reina el espacio dentro del escudo...
Una... una luna llena, es el emblema de la familia Deveraux.
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