[00]-Preludio Arco I Huérfanas: Flor Marchita

Advertencia: La siguiente obra de lectura debo informarles que es para público adulto mayores de 18-21 años de edad en adelante, contiene temas de sexo explícito y uso de parafilias en algunos capítulos de la historia, lenguaje vulgar y altisonante que podría considerarse ofensivo, relaciones con menor entre escenas. Se prohíbe que los adolescentes lean los siguientes capítulos de esta historia. Fanfic de Gravity Falls únicamente de lectura erótica y smut explícito.

Recuerden es una historia de Ficción/Erótica/Omegaverse/Humor Negro.

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Preludio Arco I Huérfanas: Flor Marchita

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Chelsea, Londres 1946.

"La nieve es tan blanca cuando cae del cielo siendo un hermoso cristal, y se convierte en una gota cuando aterriza sobre la tierra"

El sonido fuerte de la ciudad y los vendedores gritando a todo pulmón sus artículos a vender, mientras extendiendo con sus manos muestras fruta, pedacería de carne y especies, entre joyas de poco uso y oro. En las calles concurridas del barrio Chelsea, todo puede venderse a un precio negociable o no tan negociable.

- Hambre... - Musito una pálida niña de aproximación a la pree adolescencia.

Pocos saben porque una dama a las afueras de una provincia del municipio muere de hipotermia. A veces por mala suerte en el matrimonio, es una prostituta que perdió valor en el distrito rojo o una vagabunda que abunda por las calles. Pero nadie se detiene a darle una mirada, cuando es confundida por los desperdicios; el olor de las heces y la orina, la basura común y los desperdicios de comida y luego está el fango del callejón residuo de tierra estancada por las alcantarillas o la lluvia de los días recientes, entre la bella nieve que lo oculta.

La gente transitaba caminando por las calles de la ciudad, a cargo de negocios con clientes distinguidos, familias que recorrían a la hora de la tarde a un paseo emocionante por las tiendas y escaparates de ropa fina. Damas siendo cortejadas por sus futuros esposos en un día de invierno común que podría convertirse en un esplendoroso día para ellas.

Todos preparándose para una gran celebración de navidad con banquete y deliciosa comida y agradables bebidas. Y el reencuentro de sus seres queridos, el calor de un hogar.

Entre el callejón que se encontraba apartado del mercado y las tiendas de panadería más refinadas, se encontraba una cantidad grande de moribundos y gente que lo perdió todo tras los nuevos regímenes de la ciudad tras el fin de la segunda guerra mundial. Gente que aposto todos sus bienes por buenos ingresos, gente que intento cazar oportunidades de un nuevo trabajo al venir a este lugar cerca del epicentro de Londres. Algunos que intentaron empezar de nuevo pero en vez de mejorar su vida la empeoro. Y otros que lo perdieron todo por un misterioso incendio en los apartamentos.

"Mis pies están tan helados"

Una chica de cabello azabache como el carbón, tan largo hasta la curvatura de su espalda encorvada y tan opaca de escaso brillo, como las cenizas del leño quemado. Se encontraba vagando descalza en busca de comida por la fría nieve deshielado y acumulada en la tierra que se encontraba en el piso. Viendo con horror alguno de los cadáveres de vagabundos que perdieron su vida, tras días de hambruna severa.

- Tengo hambre... - Musito débil la menor recargándose en la pared con el estómago rugiendo.

La pequeña encontró entre los cadáveres, una hogaza vieja de pan en las manos de un señor quien tenía rigidez mortis y había quedado con los ojos abiertos sin rastro de luz y la boca semi abierta, entre sentado y mirando el alimento pasado y quemado.

La menor sabía que el alimento en sus manos aún era viable para comer, un poco de moho y negrura en las orillas. Era salvable. Se acercó con sumo cuidado y abrió con dificultad los dedos para retirarle la hogaza de pan. Notando que el señor tenia lacerada la piel de sus muñecas, hecho un vistazo y vio la expresión de su última muerte llena de esperanza y agonía.

Esperanza porque por fin comería su hogaza de pan que encontró cuando el panadero no decidió echarlo al agua negra o al excremento del animal. Agonía porque tardo mucho tiempo en buscarlo y cuando iba dar la mordida, su vida se apagó y la luz de sus ojos dejó este mundo injusto y cruel para toda persona de escasos recursos.

La niña tomo el pedazo, por fin liberado y trato de cerrar los ojos del hombre. Siempre agradeciendo por la oportunidad de vivir un día más en este mundo lleno imposibilidades para vivir.

Una mordida y un tronido de su mandíbula indicando que disfrutaba el alimento.

- Gracias por el alimento. – Hablo la chica de rasgos asiáticos agradeciendo por el pan.

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"Candy Chiu"

Ese el nombre de la menor que vivió por última vez en libertad propia con sus seres queridos; la familia Chiu. Una familia migrante de Sur Corea que llegó a Londres por nuevas oportunidades para el comercio de su negocio en la medicina. Su padre Hyun Chiu era un medico reconocido de la medicina tradicional y complementaría, tenía un excelente manejo en la práctica de la acupuntura y la moxibustión. Junto con su madre que era su asistente y una enfermera, tenían un buen recibimiento en el barrio de Chelsea.

Todo era perfecto en la vida de la niña, tenía tutores excelentes en educación, un hogar grande, alimentos frescos y listos a la hora del día. Ropa cómoda y a su estilo. Una familia amorosa que estaban a su lado y pasaba las festividades de fin de año sin problema alguno. Todo era un sueño que quedo en la memoria de la asiática huérfana menor de 12 años de edad. Una noche ocurrió la tragedia de su vida.

Caminando por las calles la menor poso su mirada en una zona de apartamentos donde solía vivir, ahora cubierto por tablones y las paredes quemadas, solo eran una fotografía de su pasado. Hasta el sexto piso del edificio, ahí era su hogar.

Cerró sus ojos cafés claros y dejo que los recuerdos llegaran a su mente, tomando un suspiro de todo el acontecimiento que sucedió hace un año atrás.

[ F ]

Un grupo de sujetos forzaron cerradura de seguridad del edificio y entraron al lugar portando armas de fuego. Parecían que buscaban venganza contra un señor que vivía en el edificio 310, pero lo que parecía una simple misión de asesinato se convirtió en un ajetreo cuando la víctima intentó huir hacia los apartamentos de arriba. Ella recuerda que su madre entro a su habitación e intento cubrir sus oídos para evitar escuchar los disparos y los gritos de la gente.

- Mamá ¿Qué sucede? – Sonando asustada en medio de la oscuridad con su madre.

- Candy... mi dulce Candy. – Dijo con voz serena la mujer mientras intentaba detener la temblares de sus manos. – Todo estará bien, ellos no podrán entrar.

- ¡Suni! – Le llamo su esposo. – Debemos mantenernos en silencio. La policía ya viene. Apenas me comunique con ellos.

- Estoy preocupada – Dijo su esposa viendo a su esposo con los ojos humedecidos. – Se supone que hay un guardia de seguridad en el edificio. No pueden entrar ellos.

- Lo sé. – Aclaro. – Pero son mafiosos. – Frunciendo el ceño. – Pero no dejare que irrumpan la paz del edificio. Estoy harto de escuchar disparos en la calle y en la esquina, la mayoría de mis clientes son delincuentes.

- Hyun, sé que lo tengo entendido. Pero... - No termino de hablar al ver una especie de neblina colarse por debajo del ducto de ventilación del calentador. – ¡HYUN! – Grito la mujer con desesperación.

- ¿Pero cómo? – Se acercó y vio el calentador, pero no había fuga de gas. – No es aquí. – Dirigió su mirada y provenía de la puerta de entrada. Una leve cortina de humo se escurría por debajo de la ranura de la puerta. - ¡Maldición!

- ¿Qué sucede? – Observando a su esposo tomar un balde de agua y llenarlo hasta el tope mojando varios trapos.

- ¡Hyun! – Llamo la mujer tomando los trapos humedecidos.

- Un incendio. – Dijo atando un paño para cubrir la nariz y boca de su hija. – El edificio se quema, debieron prenderle fuego para evitar que escapara.

La mujer se movió rápido y tomo a la niña en brazos, mientras ella insistía en que podía caminar. La termino bajando cuando tomo la silla y comenzó a golpear el vidrio; dos y tres golpes duros consiguiendo romper un ventanal. El hombre tomo en una mochila de cuero los documentos, dinero y joyas que tenían guardados en la caja fuerte en caso de emergencia.

- ¡Papá! – Llamo la menor preocupada por no ver salir al hombre del edificio.

- ¡Querido! – Viendo al hombre saltar a las escaleras de incendio y ver que la puerta exploto.

El hombre tomo a su esposa e hija y rodaron un nivel antes de sentir un segundo estallido en el cuarto piso.

- El incendio viene de abajo. – Dice Hyun viendo que faltaban tres pisos más y el edificio se cubría de humo y fuego.

Estaban acorralados en la escalera de incendio al ver a la multitud de personas intentando huir, mientras se quemaban en las brasas del fuego. Parecían ser las ratas aprisionadas intentando escapa del siniestro.

- No podremos... - Dijo Suni viendo el fuego acumularse arriba y sentir las cenizas caer, entre chispas de las mismas brasas del metal y paredes del edificio.

- ¡Claro que podemos! – Inclinándose. - ¡Candy sube a mi espalda!

- Papá...

- Obedece. – Dijo firmemente. – Tranquila, bajaremos.

Se subió a la espalda de su padre mientras veía como su mamá y papá asentían y pasaban por atrás del barandal de la escalera de incendios. Bajando con agilidad como si de arañas se tratase, pensó la niña.

La gente que los vio pasar, rápidamente los imitaron y por un intento desesperado por bajar, unos se aventaban y otros estorbaban su paso.

Candy sabía que la gente podía ser como un cubo de cangrejos atrapados, si ven a alguien querer salir a la superficie; lo empujan al fondo del balde evitando que sea el primero en salvarse.

Eso sucedía con la familia Chiu, cuando los vieron a punto de salvarse de un destino tan cruel de morir quemados en el edificio.

La gente jalo del brazo de su madre atrayéndola a la multitud juntada en la esquina del barandal de la escalera, su padre lo tomaron del pie y tiraron de él, dejando que se inclinara hacia abajo como un péndulo y golpeándose contra la pared. La menor quedo colgada entre los hombros de su padre y la mochila que cargaba.

- ¡PAPÁ! – Grito la menor en su voz natal coreana.

- Lo siento, Candy. – Dijo su padre al ver que era jalado hacia arriba. – Va ser una caída fuerte.

- ¡NO! – Vio a su padre quitarse la mochila dejándola caer al suelo y después soltó a su hija, quitando sus manos de sus hombros.

Candy veía con horror como su padre era arrastrado y su madre aplastada entre la multitud atrapada en las escaleras. Dos golpes tuvo la menor antes de terminar en el suelo del callejón; en el antebrazo y parte de la espalda media.

La azabache vio la marea de fuego cubrir las paredes y por fin calcinar a la gente junto a sus padres; que gritaban de dolor y agonía. Ella abrazo la mochila lo más que pudo, pero su cuerpo le dolía. La nieve no era suficiente para amortiguar el golpe fuerte en sus músculos.

Lo último que recuerda de esa noche es el sonido de las vigas doblándose y el calor del fuego en la nieve, mientras cenizas y sangre coagulada y quemada caían en la superficie.

La policía nunca llego y el edificio estaba consumido en llamas, con la gente carbonizada y los esqueletos en una posición de súplica. Un fotógrafo paso y capto el momento entre la multitud de gente que se reunió a la escena de la tragedia de ese momento.

Candy vio un oficial que daba explicaciones pero ella no podía moverse. Escucho al señor hablar un par de cosas.

- Sí, parece ser que el incendio, el incendio fue provocado por el mal funcionamiento de los radiadores del edificio. – Aseguro el oficial robusto mientras analizaba la escena. – No obtuvimos llamada y fue muy tarde, todo estaba en llamas. El equipo de bomberos no pudieron hacer nada.

- ¿Pero cómo sucedió? – Pregunto un sujeto con lápiz y un cuadernillo de papel, haciendo anotaciones. - ¿Acaso no había sistema de mantenimiento?

- No se sabría completamente. Fue en la medianoche, casi el siniestro ocurrió cuando todos dormían – Comento el sujeto. – Cuando se dieron cuenta, ya era demasiado tarde para escapar del fuego.

- ¿Quedo algún sobreviviente? – Dijo el sujeto.

- Ninguno.

La pequeña quería hablar pero estaban tan adolorida y cubierta en nieve que su voz fallaba. Las lágrimas caían y sus mejillas estaban rojas del intenso frío que quemaba su piel. El oficial mentía todo lo que podía, pero nadie la miraba, solo se centraban en el edificio oscuro y la pila de gente calcinada con la viga doblada.

Durante los días siguientes la menor vagaba por las calles alojándose de momentos en posadas y buscando una manera de cómo sobrevivir los siguientes meses. Iba ser duro los siguientes años y necesitaba buscar un lugar donde vivir y donde conseguir empleo para una niña de 12 años.

Fue por fuera de la ciudad donde las residencias estaban establecidas por sus propios terrenos privados. Pero ninguna la aceptaban, siempre denegando sus rasgos asiáticos y su edad. Discriminación hay mucha en Londres, pero sabían muy bien que las familias adineradas que no se les permitía aceptar a una menor trabajar en sus casas solo podría atraer problemas y ser vistos mal por la sociedad.

Primera por estatus; una familia no podía tener por empleada a una menor de edad tras considerarse inexperta y no tener mejor sirvientes. Segunda; los celos en los hijos, por nada del mundo querían involucrar la relación criada con sus herederos. Puesto que si ellos se enamoraran, el declive de su fortuna caería. Tercero; discriminación racial, aunque aún sonara ilógico que conservaban gente de piel oscura aceptar otro de un país y rasgo diferente, tomarían a esa familia como sucia e inmoral.

La pequeña tras no encontrar nada en las grandes familias. Regreso a la ciudad solo para ser atacada por un grupo de jóvenes revoltosos que buscaban divertirse, y verla sola a altas horas de la noche fue como tentar al diablo.

- ¡Suéltenme! – Grito la chica con todas sus fuerzas. - ¡Policía!, ¡Policía!

- ¡Cállate pequeña rata! – Dijo el sujeto apuntando una navaja en su cuello.

- Tienes un bolso muy interesante. – Quitándole la mochila viendo las joyas y parte del dinero que le quedaba. - ¡Waow! Mira lo que escondía la rata.

- E-Eso es mío... – Sonando asustada por el filo del alfanje.

- Era – Propinándole un golpe en el rostro.

- Con que llamando a la policía. – Dijo el otro sujeto propinándole patadas en su abdomen y pecho. - ¡A ver si te sirve callarte de una vez! ¡Niña estúpida y mentirosa!

- ¡Basta! – Dijo la menor tratando de cubrirse de los golpes de los sujetos.

- ¡Voltea! – Un sujeto se puso encima de ella y golpeo su rostro con fuerza, rompiéndole el labio y dejando un morete en la fontanela izquierda de su cabeza. – Eso aprenderás a no hablarle a tus mayores.

Los otros dos se dedicaron a retirarle sus botas y parte de su abrigo. Un último golpe en su vientre y la dejaron inconsciente en la esquina de los basureros del callejón.

Cuando despertó.... Un llanto desgarrador para la chica al encontrarse sucia, golpeada y sin sus pertenencias en el punto apartado de los basureros. Ella se levantó débil y camino desorientada, nadie la ayudaba y la gente se volteaba de lado y la ignoraban.

Es feo sentirse ignorado y no ser ayudado en su momento. Un día les ofreces ayuda y al día siguiente se voltean y pretenden que jamás nada sucedió. Así es este mundo cruel e injusto.

Así es comenzó a vagar por las calles del barrio Chelsea durante un año. Robando, mendigando y obteniendo alimentos por los basureros. Teniendo las terribles enfermedades vías respiratorias y gastrointestinales. Soportando climas extremos y durmiendo debajo del canal de un puente. Lo que antes fue un hogar hace 12 años, ahora era una pesadilla.

[ FF ]

Abrió sus ojos encontrándose nuevamente frente al edificio, estaba deteriorado pero fue el final de su felicidad. O eso pensó cuando esa misma noche observo un coche color oscuro recorrer lentamente las calles como si buscara algo en particular.

Candy no era husmeadora en asuntos ajenos pero se le hizo extraño verlo aparcado cerca de un edificio apartamentos y una pastelería de alta repostería. Observo con detenimiento y espero que saliera de los dos edificios algún sujeto o padre de familia que estuviera haciendo compras de último momento, tal vez un encargo de un pastel o galletas de azúcar. Era casi antes de medianoche, se suponía que todo estaba cerrado y todos se encontraban celebrando navidad. Ningún negocio estaría abierto.

Un sujeto de porte elegante en su traje oscuro salió y su mano cargaba una caja blanca con un lazo de color rojo. Lo suponía un encargo de última hora.

La menor estaba maravillada por el sujeto que lucía como un caballero; tan aseado y presentable en ese traje elegante. Pero noto algo extraño cuando subía al coche. Su sombra parecía el de una bestia o posiblemente un demonio como solían retratarlo en las iglesias.

Salió de su escondite y se dedicó a caminar por las calles con las manos metidas al bolsillo. Hacía frío para seguir afuera, pronto debería buscar un refugio. Antes de que se pudiera dar cuenta el coche termino en frente de ella, cuando dio vuelta por la misma calle, de ahí salió el sujeto con su gabardina oscura como la obsidiana. Fue corriendo hacia la menor asuntando a la chica y retroceder del miedo.

- ¿Con que te escondías? – Viendo a la menor levantar el rostro y mirarlo con extrañez. – Bueno, fui algo descuidado... pero los ojos de una vagabunda, son los ojos de la verdad. – Menciono. – Los niños y los indigentes siempre dicen la verdad de lo que ven sus ojos.

- Señor... yo. – De repente sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, como si algo malo fuera este sujeto.

- La sociedad no está listo para esto. – Abriendo la compuerta del asiento trasero. – Sube.

- Yo no vi nada señor, enserio yo...

- Dije que subieras. – Menciono mostrando una mirada amatista tan fría que hizo a la niña congelarse del miedo. – No me hagas hacerlo de la manera más difícil. – Suspirando. – Si continúas en el frío... en dos días morirás de hipotermia e inanición. Así que sube de una vez.

"No sé por qué obedecí esa vez, pero ya no me quedaba a donde más que ir"

Me subí al coche y me senté en el asiento de cuero de piel, inmediatamente se cerró la puerta y dentro del coche vi que venía una dama de vestido negro ceñido a su pecho con los botones cerrados hasta el cuello, su cabello recogido de color oscuro y su piel tan oscura como una aceituna. Cuando ladeo su rostro para verme, sus ojos eran de un color gris cenizo, algo imposible de ver en un ser humano normal. Los colores más comunes del iris de un humano son el color café, verde y los más raros azul, lila y avellanados.

De repente sentí el contacto cálido del sujeto subirse y acomodarse a mi lado. Me sentía muy pequeña junto a él, me preguntaba ¿Cuánto medida? ¿Y por qué tiene ese color de ojos? Es la primera vez que veo unos ojos de color purpura semejantes al color magenta y su pupila no era común verla tan contraída.

- Señor, no era más fácil ¿matarla? – Argumento la mujer mientras volvía la vista al frente. – Ella apesta a mortal y de seguro no ha tenido menarca, es solo una cría.

- Myrtle – Suspiro el sujeto relajando la mirada amatista. – Es de mala educación, hablar de la regla de una señorita – Aclaro. – No me importa si es señorita o niña, puede servirnos.

- Señor, le recuerdo que sus familiares no estarán contentos. – Aclaro. – No han tenido contacto con una mortal en...

- Myrtle. – Llamo el sujeto frunciendo el ceño. – ¿Sugieres que estas oponiéndote a mis decisiones? Si es así, tal vez deberíamos hablar de los acuerdos.

La mujer guardo silencio un momento y vio a través del espejo el rostro del sujeto. Antes de que el hombre diera un par de golpetes con su bastón.

- Bien. – Relajando su respiración. – Me agrada que nos entendamos.

El aroma masculino de ese hombre olía demasiado bien, un perfume tan elegante para su apariencia; amaderoso como los arboles de abeto, cítrico como el azahar y menta como las hojas en invierno.

- ¿Me permites? – Se acercó a la chiquilla que estaba con el rostro ruborizado de la vergüenza. – Necesito saber... - Tocando su rostro. – Veamos, mira aquí conmigo... - Examinando sus ojos.Un tono como la canela, cafés claros – Dijo, paso un dedo enguantado sobre su cabello enmarañado. - ¿Es negro completamente? – Pregunto. - ¿No es parte de la mugre?

- Mi pelo es oscuro – Dijo la chica en tono ofendido. – Me lo estado lavado con el agua del río, de eso si tengo cuidado en mi higiene.

- Mm... - Tomando sus mejillas y aplastándolas fuertemente para notar un color rojizo y la piel escamosa y partida por el frío. – Es un rubor muy fascinante, en una piel lechosa.

- Duele... - Sintiendo la liberación de estos. Pero de repente noto que las manos del hombre abría sus pantalones y los bajaba de un tirón por completo. - ¡¿P-Pero qué hace?! – Grito sonrojada.

- No eres niño. – Soltando la ropa de la chica. - ¿Qué haces usando pantaloncillos? Las mujeres usan faldas y vestidos.

- ¡Tenia frío! – Alzo la voz subiendo sus pantalones. - ¿Qué no le dijeron de no bajarle la ropa a una dama?

- Sí – Colocando una sonrisa. – Pensé que eras un chico, puesto que Myrtle estaba molesta porque dijo que no tenías menarca. Es de sospechar que ella odie a los niños, más a los hombres.

- ¿A dónde me llevan? – Pregunto Candy.

- A mi mansión. – Menciono sonando relajado.

- ¿Qué?

- Esta noche es una celebración importante – Dijo. – Y quería un regalo de cumpleaños, ¿cierto Myrtle?

- La condición estaba en la tienda. – Dijo la mujer en un tono amargado. – No una indigente de bajo barrio de Londres.

- Indigente o no, me vio y yo la vi. – Respondió. - Así que la elegí.

- Aquellos bastardos se pondrán molestos.

- Pues que se aguanten. – Menciono el sujeto tomando la caja en sus manos. – La que ofreciste, estaba indispuesta y me hiciste cometer algo horrible esta noche.

- No se preocupe. – Dijo Myrtle. – Tenemos cuatro días para arreglar el asunto.

- Eso espero. – Viendo la caja. – Tratar de calmar a los chicos es difícil, se están adaptando a esta ciudad y si hubiera un escándalo sería un problema grande.

- ¿Y las demás? – Pregunta la mujer.

- Anulare su contrato.

- Ella no se mantendrán en silencio.

- Descuida... - Embozando una sonrisa. – Dormirán tranquilas.

- Me agrada la idea. – Respondiendo de la misma manera.

Candy miro por la ventanilla del auto una residencia muy grande, estaba iluminada en algunas secciones y noto por fuera un jardín en estado deplorable, cubierto de nieve. Había seis sirvientas esperándolos por fuera del pórtico de la residencia. Todas con ascendencia afroamericana y de diferente tono, a excepción de algunas que tenían la piel blanca y rosada.

Escucho un carraspeo del mayor antes de acercarse nuevamente a la chica.

- ¿Tienes algún don o experiencia? ¿habilidad que se podría decir buena? – Comento. – Tienes la mente muy cerrada y no me permite ver más que uno o dos recuerdos tuyos, que se repiten como una escena traumática en tú cabeza.

- ¿Lees mi mente? – Viéndolo confundida.

- Tranquila lo entenderás pronto.

- Señor...

- Mi nombre es Tad Strange. – Menciono sonriente y con una voz tan serena que tranquilizaba la menor. – Y no soy tan señor, solo tengo apenas 25 años. Ahora dime... ¿Qué sabes hacer?

- Se leer y escribir.... Y también preparar brebajes medicinales. – Dijo la menor. – Mi papá... también me enseño de curación de heridas y suturas.

- Una chica en el arte de la medicina – Sonando interesado. – Hay que pulir eso, necesitaremos eso en la mansión. – Sonrió. – Myrtle quiero que le des a esta chica, un estudio bueno.

- ¿Por qué me trajo aquí? – Pregunto.

- Es porque serás mi doncella personal.

- ¿Doncella?

- No hablara enserio. – Dijo Myrtle perpleja de su anuncio. – Es muy joven para ser una doncella. No servirá de nada.

- Silencio. – Menciono Tad. – Lo será y punto.

- Ya se... esto es un sueño y yo me morí en el callejo hace poco. – Agachando la cabeza. – Lo sabía, no debí comer ese pan quemado. Estoy muerta.

- Ni lo sueñes, esto no es el limbo o el cielo o el infierno. – Menciono el sujeto dando una mirada a la casi entrada de la mansión. – Saliendo de aquí, Myrtle te llevara a dar un baño y te proporcionara ropa cómoda y acorde a tú cuerpo.

- ¿Yo? – Señalándose.

- Sí, tú. – Menciono. – Lo que viste, pocos lo ven y tú debiste ver a alguien morir o estar cercana a la muerte. – Comento antes de ver que el conductor se detenía. – Adentro es más cálido, podremos conversar y te explicare con detalle todo, pequeña vagabunda.

- Es ofensivo cuando lo dice.

- Viajera seria lo correcto.

Candy vio como salía Tad con la caja en manos seguido del Myrtle, antes de ver como se abría la compuerta y ella salía del coche observando la mansión iluminada y la sirvientas recibiéndolo.

- ¡Bienvenido de regreso! ¡Amo Strange! – Dijeron las sirvientas.

- Ven conmigo. – Dijo Myrtle. – Y hagas lo que hagas, no intentes escapar. – Menciono la mujer levantando el dobladillo de su vestido. – Un paso en falso y ellos te mataran, antes de que saludes y puedas gritar auxilio.

Tenía mucha intriga de lo que sucedía, hace un año vivía de la pobreza y la basura tras pasar un trágico accidente donde perdí a mis padres. Fui discriminada y despreciada por la sociedad, vivía en hambruna y de las peores enfermedades gastrointestinales y respiratorias.

Ahora un sujeto desconocido me trae a una mansión y me ofrece ser su doncella sin saber qué tipo; sí de sirvienta o ama de llaves –Aunque dudaba de ese puesto- mi destino quedo marcado en cuanto lo conocí.

"Posiblemente sea una esperanza para vivir un día más"

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