2

Definitivamente era el peor día de su vida.

¿¡Acaso dios estaba en su contra!?

En esa misma tardé, todos fueron convocados por los ancianos en el centro de la aldea. Muchos rumoreaban qué tenia qué ver sobre el sacrificio de la mujer más hermosa.

Por supuesto qué era eso. Joder, si tan solo hubieran esperado un día más. Solo un día más y su hermana se habría ido de esa maldita aldea.

Todos sus planes se fueron a la borda, en un segundo. Tenía qué hacer algo y rápido.

Los aldeanos se encontraban ubicados en el área exacta donde, se les había convocado anteriormente. Muchos rezaban por que sus hijas no fueran enviadas, era cierto qué querían apoyar su aldea pero eso era demasiado. Una vez qué una mujer era dada, nunca volvía así muchos rezaran por volver a verlas.

Los castaños estaban juntos y el azabache los acompañaba para protegerlos. Era obvio, todos lo sabían, por eso la castaña no dejaba de temblar, cuando era pequeña su madre menciono algo sobre eso. Nunca pensó qué realmente pasaría, no ahora.

Los ancianos salieron y se ubicaron en una pequeña plataforma improvisada, miraban en silencio a los aldeanos, está era una de las tareas que más odiaban. Pero se auto convencían de qué solamente así salvarían a todos los demás, a cambio de una vida.

- ¡Pueblo Nuestro! ¡Los hemos reunido hoy, para escoger nuevamente a una mujer hermosa qué nos ayude! - El más importante de los ancianos Timoteo, era el qué hablaba, muchos bajaron la cabeza, rezando para que no escogieran a su familia. Pero aún si no tenían contactó visual, ya estaba decidido. - ¡Nuestros cultivos dejaran de crecer, sin la lluvia! ¡Debemos sobrevivir, es cierto qué no nos gusta la idea de sacrificar a alguien! ¡Pero lamentablemente esa es la maldición qué nos persigue!.

Después de algunas palabras más, los aldeanos empezaron a retirarse hacia sus hogares. Todos sabían a quién enviarían y por eso no querían estar presentes.

- Debe ser una broma - tsuna habló enojado.

- Tsuna, era algo qué iba a pasar - contestó su hermana, forzando una sonrisa.

- Tsubomi deb- kyoya intento hablar pero, se detuvo al ver como la menor negaba. No importaba qué dijeran, cumpliría con su deber, aún si su corazón dolía.

- No dejaré qué te lleven - tomo de las manos a su hermana, viéndola directamente a los ojos, ella luchaba por no llorar, no debía. - cambiemos, iré en tu lugar, nadie se dará cuenta, debes irte.

Ambos mayores se quedaron en shock.

- ¿¡Estas loco!? - gritó kyoya rojo de la ira, era la idea más estúpida qué el menor pudo decir, ¿sacrificarse? Debía ser una broma.

- Kyoya tiene razón Tsuna, este es mi deber, no debes por qué sentirte arrastrado, por favor - fue entonces cuando soltó en llanto, ya no podía seguir así, era demasiado.

- Entonces, deberán perdonarme - logro zafarse del mayor, metió las manos en cada bolsa de su vestimenta, sacando así un poco de polvo verde.

- No te atrevas, Tsunayoshi - susurro kyoya dolido, era el fin, el menor estaba decido y el no podría evitarlo.

- Lo siento, Kyoya, Tsubomi, Por favor no se culpen y cuidense bien - pronunció antes de soplar el polvo a los mayores, quienes trataron de evitar olerlo, más el menor término tomándolos de las manos. Algunos minutos después se encontraban totalmente inconscientes. Agradecía llevar polvo de la flor durmiente.

Faltaban dos horas, para qué se presentará frente al bosque y ser entregado por fin al dios.

Tsuna se encargó de esconder bien a los mayores, había mandado una nota explicandole todo a Colonello la pareja de su hermana. Todos estarían enojados con el, pero aunque tuviera miedo tenía qué hacerlo, ya no había vuelta a atrás.

20 minutos antes de cumplirse, el plazo de las 2 horas. Los ancianos habían ido a buscarlo por fin, estaba nervioso debía admitirlo, pero por el bien de su hermana haría qué todos le creyeran, incluso hasta al mismísimo dios.

Quería huir, eso era lo que quería hacer más no podía, ya se encontraba a poca distancia para entrar por fin al bosque, sabía qué una vez adentró nunca volvería y tenía miedo. Siempre había considerado a ese bosque como su segundo hogar, pero realmente no quería estar ahí en esos momentos. Está visita era completamente diferente, pero agradecía enormemente qué nadie lo haya descubierto.

Cómo era de esperarse, justo cómo la leyenda decía, no veía nada por más qué lo intentará. Temía caer o perderse, pero aún así sentía como algo lo guiaba.

No era fácil dar el tiempo recorrido, pero podía darse una idea. Había sentido mínimo en total 3 horas de viaje, una caminando y dos en boté. Lo cuál fue sumamente extrañó, no recuerda ningún río a ese distancia del bosque.

Dio un pequeño saltó al sentir como chocaba con algo el bote, parecía qué había llegado a su destinó. Podía oír varias voces y sentía un aura un tanto peculiar.

- Ya era hora, aunque no es como si me emocione tener una esposa, otra vez. - su voz era suave y masculina, por su forma de hablar y expresarse determinó qué era dios, ¿como era qué se llamaba?, Demonios.

- Así lo dictan las tradiciones, deja de quejarte - una segunda voz, no sabia como describirla pero podía percibir cierto fastidió en ella.

- Bien, saca la de ahí - murmuró enojado.

El hombre contrarió movió la cabeza, indicando qué lo hicieran. Los guardias lo tomaron por los brazos cargándolo. No sabia en qué momento retuvo la respiración, se había decido a tomar el lugar de su hermana, pero ya no sabia qué hacer, ni como sobreviviría allí.

- Quitate todo lo que cubre tu cara - sintió un aliento cerca de su oído, por un momento se quedó en shock, pero poco a poco fue retirando las prendas, qué tapaban su rostro. Decir qué estaba nervioso era poco, sentía qué realmente iba a desmayarse, gracias a dios pudo controlarse y terminar bien la orden qué le fue dada. - Abre tus ojos.

Suspiró, lentamente fue abriendo sus ojos, dejando ver un claro color café qué los cubría, observó a el hombre enfrenté de el, mentiría si dijera qué no era atractivo, cualquiera se quisiera comer a ese hombre. ¡Debía calmarse!, cómo se le ocurría pensar esas cosas.

Estaba poniéndose cada vez más nervioso, ese hombre lo estaba mirando detenidamente, ¿¡Por qué no decía nada!?.

- Vaya, no éstas nada mal - sonrió el mayor - Mi nombre es Giotto, soy tu esposo, mucho gusto preciosa.

¿¡Esposo!? ¡Esto debía ser una broma!.

.
.
.
.
.
.
.
.

Me rindo en serió .... Ya no puedo, ya me seque ayiuda. Tengo una ligera idea como hacer la ultima parte, pero agh.

Esto no esta quedando bien y eso me frustra. Lo siento Shan-Chim, te arruine tu regalito ~. 💜

Hago lo qué puedo, tengo errores seguro, esperó no haberme equivocado tanto.

Gracias por leer ~ 💜

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top