noche
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Izzy se encontraba atrapado en una profunda noche en la que no se le aparecía ningún tipo de escapada.
Por alguna razón, no había tenido la fuerza suficiente para dormirse y ahora no podía pegar ojo. Daba insignificantes vueltas sobre la superficie de su cama e intentaba cerrar sus ojos esperando que así el sueño empezara a entrar en él, de una manera u otra.
No funcionó, y cuando finalmente renegó, se decidió por levantarse del lugar.
Caminó lentamente, haciéndose camino entre el barco cargado de personas que sí habían podido conciliar el sueño. Hizo el esfuerzo de no levantarles, porque tampoco es como si le conveniera no prevenir lo contrario.
Las noches en el barco se sentían inmensamente tranquilas. Por las mañanas, muchas veces se escuchaba a las diferentes aves que poblaban el cielo, sobre todo en las primeras horas del día; la tripulación hablaba entre sí y a veces gritaba, dependiendo de la ocasión, y había mucho alboroto porque siempre se debía estar alerta de si aparecía algún buque de guerra español y había que preparar los cañones para ir con ventaja en un posible combate, que la gran mayoría de las veces se acababa llevando a cabo.
Izzy acababa sintiéndose muy agotado después de esos días, por lo que encontrarse con el paisaje actual le resultaba ciertamente reconfortante. El único ruido que se podía escuchar si acaso llegaba de las olas del mar, y hoy estaban muy tranquilas.
Salió a cubierta y subió a la popa, para quedarse quieto y no hacer nada en particular, solo contemplar la luna mediollena en el oscurecido cielo mientras el leve sonido que producían las olas chocando entre sí y en la madera del barco le acompañaba.
Realmente no quería pensar en nada durante esos momentos, pero los últimos días habían sido un tanto estresantes.
Muchos barcos se habían atrevido a atacar el de Barbanegra, y se habían perdido unos cuántos hombres por el camino; incluso Izzy había resultado herido y se espantó en el momento, cuando una mancha de sangre empezó a surgir de su torso y parecía no detenerse. Por suerte, todo salió bien, al menos para él.
Por otra parte, habían sufrido muchos daños en la embarcación y arreglar algunos de ellos no había sido (ni estaba siendo) nada fácil, sobre todo después de que disminuyera el número de hombres, parte de ellos especializados en un trabajo que ya no podrían realizar.
Sin embargo, a pesar de todos aquellos inconvenientes y complicaciones, a Izzy le gustaba esta vida. El mar le había ayudado a sentirse libre, de alguna manera. Nunca había encontrado un lugar que fuera para él y ahora finalmente se encontraba en uno en el que se sentía ligeramente bienvenido, lo cuál suponía un cambio bastante fresco en su vida.
Además, le daba igual todo el trabajo duro que tenía que llevar a cabo si a cambio se encontraba trabajando para el gran Barbanegra.
De hecho, justo pensando sobre su capitán, Izzy pegó un sobresalto cuando giró tenuemente la cabeza y se encontró con la figura de su jefe en una posición bastante parecida a la suya, contemplando la luna. No se había dado cuenta de que se encontraba a su lado, ¿Cuánto tiempo podría haber estado ahí sin que se percatara de ello?
—¿Te dieron bien el otro día, eh?
Parecía ser que su acción fue tomada en cuenta al instante, e Izzy se sorprendió cuando Barbanegra le dio la palabra, preguntándole sobre el enfrentamiento del otro día que podría haber tenido una resolución bastante negativa para él. Le costaba un poco creerse que eso estaba ocurriéndole, así que respondió entre palabras entrecortadas.
—S-sí, pero ya me he recuperado.
Barbanegra esbozó una sonrisa por lo bajo. No debía de ser la primera persona a la que ponía nerviosa simplemente con su presencia.
—La verdad es que no pensaba que fueras a sobrevivir, pero eh, mírate. Aquí estás. —añadió con un confuso tono de júbilo al final.
Izzy miró lentamente de arriba hacia abajo, no sabiendo muy bien qué hacer con esa información, para después volver a mirar al frente, pero de forma más girada hacia la localización de su capitán.
A veces echaba rápidas e invisibles miradas hacia Barbanegra. Lo hacía porque, a parte de todo lo demás, se había quedado en un extraño silencio después de decir aquello y parecía estar pensando en algo que Izzy no captaba del todo.
El silencio de la noche resultaba simplemente aplacador.
—¿No puedes dormir? —preguntó, retomando la conversación.
Izzy negó con la cabeza.
—No.
—Bueno, ya somos dos. Es una noche extraña.
—Sí.
No hubo más palabras entre ellos dos aquella noche, si no que Barbanegra se limitó a irse poco después de aquello, en silencio y con aires misteriosos mientras Izzy procesaba todavía aquella interacción.
Barbanegra no era realmente un hombre conocido por saberse al pie de la letra quiénes eran las personas de su tripulación que fallecían o que habían estado a punto de aquello. Si acaso, los identificaba por sus cualidades y de cuán útiles eran según cada aspecto; al fin y al cabo era un estratega que ya había sentido muchas veces el peso de la muerte a través de sus ojos, y ya debía de estar más que acostumbrado a ver a sus hombres morir, llegando a un punto en el que no se le dificultaría el duelo de algo así. Por eso mismo, a Izzy le sorprendió que hubiera reconocido su situación.
También resultaba algo halagador, o al menos así le pareció Izzy.
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Gracias a quién sea que fuera, que los próximos días transcurrieron de forma más tranquila, porque le ayudó a Izzy a descansar después de esa noche en la que finalmente pudo dormirse cuando volvió a su cama una vez se relajó con la noche. También resultaba apaciguador que hubiera un día más o menos pacífico de vez en cuando.
Su situación con Barbanegra, por otro lado, no había cambiado mucho desde aquello. Izzy seguía mirándole a veces con esos ojos suyos tan fijos en su anatomía y su rostro cuando de repente se preguntaba, en medio del aburrimiento "¿Qué estará haciendo Barbanegra?", pero no dejaban de ser situaciones que duraban lo más mínimo.
A la semana, algunos hombres de la tripulación decidieron darse un festín después de atracar en un lugar donde les recibieron muy bien, y al volver al barco una destacable cantidad de piratas estaba bajo los efectos del alcohol.
Y por eso mismo, decidieron sacar los estoques y retarse mutuamente a una batalla de espadas para ver quién era el mejor de ellos, sólo porque sí, porque eran piratas y las espadas eran lo que más cerca les había pillado.
Pasados unos minutos y otras rondas, se les ocurrió llamar a Izzy, quién se sentaba lejos de todo el ruido. Tenía fama de ser muy bueno con el dicho arma, así que no le sorprendía a nadie. Quizá únicamente a Izzy.
No se tomó la lucha con demasiadas ganas ni muy en serio, y a juzgar por cómo los otros balanceaban tontamente la espada y soltaban bromas que sólo harían reír a alguien tan borracho como estaban ellos, sabía que no tardaría mucho en derrotarlos ni que le supondría un reto.
El tipo con el que se enfrentaba posiblemente era de los menos afectados, pero no quitaba el hecho de que Izzy se lanzara encima suya como una cobra salvaje cuando alguien gritó a cuenta de tres seguido de un “¡Ya!”, y desenvainó el arma para echarle hacia atrás, quitarle el arma haciendo que se despidiera de ella y lanzarle al suelo con un par de movimientos talentosos y magistrales que ya tenía más que memorizados y asimilados.
Todo el mundo se quedó sorprendido, excepto Izzy, y exclamaron un vociferio de victoria del cuál tampoco hizo mucho caso.
Acto seguido, se alejó de la tripulación de nuevo y volvió a su sitio.
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Todos estaban recogiendo para irse a dormir e Izzy se encontraba estático mientras pasaba un trapo por su espada; no quería que la sangre de aquél pirata borracho, que había acabado en su arma debido a pequeños pero significantes cortes, acabara mancillado el brillo de su estoque.
Escuchó un par de pasos de los demás piratas para acto seguido encontrarse con un silencio casi neutral. Ya cuando no escuchaba a mucha gente cerca suyo hablar, sintió cómo una sombra se acercó hacia él y rápidamente alzó la vista para encontrarse con el mismísimo rostro de Barbanegra. Al instante sintió cómo los latidos de su corazón aumentaban de manera estrepitosa.
—He visto que eres bueno con la espada.
Izzy asintió con leve timidez, no sabiendo muy bien cuál sería la mejor respuesta que podría darle a alguien como el pirata más temido de los siete mares.
Su capitán agarró unas de las espadas que los otros hombres habían utilizado con anterioridad y la examinó con despacio.
—A mí me han dado con estas un par de veces, pero siempre consigo librarme. Sin embargo, es una pena porque nunca he podido practicar mucho con ellas, supongo que es lo que tiene que la piratería estos días se base en que la gente huya de ti, los cañones y todo eso. Y que nunca he tenido alguien lo bastante habilidoso para poder enseñarme, claro.
—¿Necesitas que alguien te enseñe?
Izzy intuía más o menos el ritmo de la conversación, pero al mismo tiempo todo lo contrario.
—Sí, algo así —decía Barbanegra, mientras se alejaba de Izzy como si quisiera posicionarse de alguna manera— ¿Qué te parece un duelo? No me decepciones, ya he visto cómo te desenvuelves y no te perdonaré que no quieras ser cruel conmigo.
El sol se escondía detrás de los dos y amenazaba con la aparición de la noche entre su figura.
Inmediatamente, Izzy se encontró muy nervioso y luchando por encontrar una manera de avanzar en la situación con éxito. «No podrías decepcionarme ni aunque quisieras», dijo para sus adentros.
Tragando saliva, pudo encontrar fuerzas de donde no sabía él ni de dónde y desenfundó la espada. El primer duelo duró relativamente poco: Barbanegra le pidió que no tuviera piedad y exactamente aquello hizo.
Con estocadas muy rápidas y que gozaban de poco espacio entre sí, no tardó en recibir ningún golpe de su jefe mientras de paso se dirigía a desarmarle de la espada, chocando bruscamente con ella para aprovechar así el impulso y tirarla al suelo con una elegante fuerza.
Barbanegra le miró impresionado.
—Woah. Va a ser que tienes bastante para enseñarme —dijo su capitán entre risas, e Izzy se regocijó en silencio.
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