Prólogo
Aquel cuarto oscuro, de unos cinco metros cuadrados, estaba iluminado únicamente por las luces azuladas que desprendían las docenas de pantallas colocadas en una misma pared.
Algunas eran gigantes, divididas en varias partes, y otras eran minúsculas. Varios monitories estaban enganchados a la pared, de manera moderna y elegante, mientras que otros tantos, notablemente más viejos, se apilaban torpemente unos encima de otros.
Esa diversidad de tecnologías delataba que aquellos ordenadores no habían sido comprados, sino más bien, tomados prestado de un MediaMarkt cercano. Todas las marcas de los ordenadores estaban cubiertas por pegatinas que decían "DPB"
—Jefe —un hombre pequeño, pelirrojo, con gafas de sol, sentado en medio de aquel lío de cables y pantallas, hablaba a un walkie-talkie— Ya está aquí. Creo que está enfadada
Se escuchó un crujido al otro lado, y se cortó la comunicación.
Alrededor de un minuto después, la puerta del cuarto se abrió, dejando aún más ciego al hombre pequeño, sintiendo el calor de la luz en su piel. Entró por esta un hombre mucho más grande, casi rozando la parte superior del marco de la puerta, y se inclinó hacia las pantallas.
—Aquí la tiene, Sr Dope. En la 3-11, el pasillo de congelados —dijo el de las gafas, orgullosamente— Envié ayer mismo a unos operarios a colocar una nueva
—Excelente, Chester. Gran trabajo —sonrió el jefe, sin despegar los ojos de la pantalla
Dope le dio una palmada en la espalda al contrario, como un padre orgulloso que felicita a un hijo por su buena nota. La sonrisa de Chester fue inmensa, pero Dope no la vio. Estaba muy concentrado en la pantalla azulada, y en la chica que aparecía en esta.
Miriam recorría una y otra vez el pasillo de congelados, haciendo ver que limpiaba el suelo, pero con la fregona a una distancia notable de este.
No estaba de compras, claro, trabajaba allí. No podía decir que odiaba su trabajo, pero tampoco le encantaba. Solo estaba ahí, sin más, paseándose ocho horas al día y cobrando cada dos semanas.
Era aburrido, eso sí. La mente de Miriam nunca dejaba de trabajar, y no había tardado en aprenderse de memoria aquel pequeño Mercadona sin apenas esfuerzo. Con algo tenía que entretenerse, después de todo.
Ocho pasillos, seis cajas, dos baños con dos retretes cada uno, y once cámaras. Antes eran diez, pero la chica sabía que la que tenía encima de su cabeza era nueva.
"¿Siquiera qué quieren vigilar? Lo más caro de este pasillo cuesta tres euros"
No le importaba mucho que la vigilasen. En general, le daba igual que le mirasen raro, que hablasen de ella a sus espaldas, o directamente, frente a ella. La única respuesta que obtenían esas personas era aquella mirada suya, algo entre cansancio y aburrimiento, y quizás alguna palabra indiferente, si estaba generosa ese día.
Pero se aburría, e iba a entretenerse, como la mayoría de los días. No le importaba quien lo estuviese viendo si nunca provocaba que la echasen.
Abrió uno de los congeladores del pasillo, el aire helado la golpeó en la cara. Comenzó a sacar las bolsas del interior de este: patatas fritas, guisantes, menestra, todo congelado y cubierto de una fina escarcha, iban directos al congelador de los helados y al suelo.
Después vació algo del hielo, volcándolo en otros congeladores, y dejó caer un poco en el suelo. Asegurándose de dejarlo abierto, se alejó a paso rápido, bajo la mirada de un par de clientes.
—¡RODRI! ¡VEN AQUÍ, CORRE!
Gritó Miriam desde detrás de una estanteria, y se ocultó tras esta inmediatamente.
No tardó en ver aparecer a quien esperaba: El gerente, un chico un poco mayor que ella, corrió hacia el lugar.
—¿Que ocurre? —gritó el llamado Rodri de vuelta, pero sin encontrar a nadie. Echó un vistazo alrededor, hallando el congelador abierto, rodeado de bolsas— ¡Ey, que eso gasta un mogollón de energía!
Como siempre, iba corriendo a todas partes, así que también se movió rápidamente hacia el pasillo de congelados, temiendo que los productos se echasen a perder.
Pero era tal su velocidad que no vio el hielo tirado por Miriam en el suelo, y se resbaló con este, cayendo de cabeza al congelador y a la trampa de la chica.
"Eso te pasa por dejarme encerrada en el almacén el otro día, gilipollas"
La cámara no podía captar los pensamientos de Miriam, pero si su media sonrisa al ver a su gerente cubierto de hielo y saliendo con dificultades.
"Agradece que no te encierro ahí hasta que termine mi turno"
—Así que esta es la chica en la que estaba tan interesado, ¿eh? —dijo Chester, colocándose las gafas de sol
—¿Que te parece? —le preguntó Dope, sonriendo orgullosamente
—Bueno, admito que tiene potencial, aunque sus métodos son un poco... extraños —respondió el joven— ¿Son esas trampas lo que, según usted, la harían una buena agente de nuestra brigada, jefe?
—Oh, claro que no, eso es solo una pequeña muestra del complejo funcionamiento de su mente —el jefe sacó unos papeles de su chaqueta— Echa un vistazo
Chester pasó sus dedos por los boletines, traducidos al braille, notando rápidamente que todo aquello eran boletines escolares con notas perfectas.
—Wow, son realmente buenas —sonrió el pelirrojo, sin poder evitar leer de nuevo— Aunque... ¿cada uno es de un instituto distinto?
—Lo has notado, bien hecho —Dope rió un poco, y se apoyó en la silla del contrario— En efecto, Miriam cambiaba de instituto cada año. Según sus profesores, cuando ella decidía que había aprendido suficiente, iba a un sitio distinto.
—Entonces has hablado con los profesores, ¿no?
—Si, aunque todos dicen más o menos lo mismo. Una alumna destacada por su inteligencia, aunque no muy participativa ni buena con sus compañeros
Chester siguió leyendo los boletines, donde habían anotaciones de los maestros similares a las que Dope relataba.
"Alumna atenta, sobresaliente, requiere más participación en clase"
"Calificaciones perfectas, comportamiento mejorable"
"Muy aplicada, tiene potencial. Aspecto a mejorar: Se niega a trabajar por equipos"
—Ya veo... ¿Su familia no dijo nada sobre sus cambios constantes de instituto?
—Parece que siempre la apoyaron bastante con eso —el jefe se vio pensativo— Ahora que recuerdo, envié a las chicas del departamento a su casa el otro día, haciéndose pasar por examinadoras de Harvard, para conseguir información
El hombre se rascó la cabeza, no muy contento al recordar el fracaso de esa idea.
—Miriam está muy solicitada por varias universidades, le envían cartas y nunca las contesta. Pero su familia la apoya en todo, incluso en dejar de estudiar y buscar un trabajo —gruñó un poco, mirando abajo— No logramos averiguar más que eso
—Eso no es malo, cada quien debe hacer lo que le guste, ¿no? —sugirió Chester, aunque con un tono nervioso por llevarle la contraria a su jefe
—Desperdiciar potencial no es algo bueno, y si piensa tener un trabajo, no debería ser de... —miró la cámara de nuevo, enfadado— ¿Siquiera qué hace ahí, limpiar?
—Es cajera, jefe. Los trabajadores del súper suelen hacer un poco de todo...
—¡No me importa que sea cajera!¡Ni tampoco que su familia la apoye en toda clase de gilipolleces! —le gritó Dope agresivamente, interrumpiéndolo— ¡Es inteligente, no se relaciona con nadie, y ya has visto las trampas que hace! ¿¡Siquiera sabes lo que significa todo eso!?
—Y-Yo... ¿No? —tembló Chester, tambaleándose de la silla
El jefe se apartó, y suspiró con pesadez, como si estuviese hablándole al ser más estúpido del planeta.
—Si es una chica lista y hábil, nos interesa tenerla en la organización, no se encuentra mucha gente de ese tipo que no tengan ya aspiraciones —dijo el hombre, mirando la pared repleta de pantallas, dándole la espalda al otro— Además, es ventajoso que no se relacione con la gente... no la echarán de menos
Aprovechando que ya no estaba bajo la mirada de su jefe, Chester volvió a apretar los boletines que sujetaba con sus manos temblorosas.
—¿Y si... ella ya tiene planes a futuro? Quizás solo sea un trabajo temporal y si que quiera estudiar más adelante —musitó el chico, con la vista fija en los papeles— Quizás quiera hacer amigos o... o salir con alguien...
Dope se quedó muy quieto ante esas últimas palabras. Después giró la cabeza, muy lenta y amenazadoramente, hacia su empleado.
—¿Por qué sigues negándote tanto, Chester? —le preguntó Dope, en un tono serio y atemorizador— Sabes que sería la integrante perfecta
—Bueno...
El chico miró abajo, parecía algo nervioso por decir lo que se le pasaba por la mente.
—Esta chica ya tiene trabajo, una familia y compañeros a la que has entrevistado, unas notas excelentes... podría hacer aún más cosas a futuro...—Chester levantó los papeles que aún tenía en la mano— Ya tiene la vida prácticamente hecha, ¿no?
El pelirrojo se escondió tras los papeles, asustado y nervioso.
—Siempre hemos admitido en nuestra agencia a personas que lo habían perdido todo, personas sin rumbo... —musitó, nervioso— Pero, a una chica con tantas oportunidades y toda la vida por delante... me parece... mal
A pesar de no estar mirándolo, el chico sintió la mirada penetrante de su jefe en su nuca, y se echó a temblar tras los boletines que llevaba en la mano.
—Chester, Chester... no estarás sintiendo lástima por posibles agentes de nuevo, ¿verdad?
—¡No puede hacer esto, Dope! ¡Esta chica está bien así, no puedes quitarle su vida entera!
El pelirrojo no pudo evitar gritar lo que pensaba, aunque se arrepintió de inmediato.
—Chester, escucha —el jefe comenzó a sonar más amenazante— Yo recluto a quien me da la gana, no a huerfanitos y a heridos sin cura. Y que tú seas esas dos cosas no tiene nada que ver con tu ingreso aquí
Se inclinó hacia el chico, que seguía temblando, y lo agarró del cuello de la camisa, alzándolo en el aire.
—Esto no es un centro de caridad, esto es la Dark Phantom Brigade, la mayor agencia de inteligencia secreta en Europa —le dijo, en un susurro amenazador— Quiero a los mejores, y los tendré
El pelirrojo, tembloroso y asustado, no podía seguir discutiendo más. Bajó la cabeza e hizo un sonido afirmativo.
—Como usted diga, jefe —dijo Chester— Tendrá a esa chica aquí antes del fin de semana
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top