2: Un destornillador
Para diseñar un entrenamiento personalizado para cada agente, es necesario tener en cuenta sus virtudes y sus debilidades, así como aquellos aspectos en los que puede mejorar y aquellos en los que no.
Miriam llevaba un par de semanas en entrenamiento, había realizado varias misiones, todas habían consistido en ir y matar a alguien. O a varias personas.
La chica hacía su trabajo de manera rápida y excelente, pero esa inteligencia superior que la caracterizaba no estaba siendo muy aprovechada. Solo era ir y matar a sangre fría, y ya tenían muchos agentes que pudieran hacer eso. Querían que mejorara, hacerla más rápida, o más ágil, o más fuerte.
El lema del director de la organización, el Sr Dope, era muy simple: Todos los aspectos se pueden mejorar.
Chester era un poco más realista que eso, prefería que los agentes tuvieran un poco de cada habilidad, y alguna en la que destacasen. En el caso de Miriam, supo detectar rápidamente cuál sería su especialidad.
—¿Qué tal si la hacemos entrenar algo de puntería, jefe? —le propuso el pelirrojo al hombre mayor— No creo que las tareas sociales sean lo mejor para ella
En la habitación frente a ellos se encontraba Miriam, cruzada de brazos, observando el ordenador con una mueca entre aburrida y enfadada. La veían mediante un espejo unidireccional, es decir, ellos podían verla a ella, pero ella no podía verlos.
—Un agente debe ser bueno en todo —fue la respuesta de Dope— Además, es uno de los simuladores de interrogatorio más avanzados que tenemos
Chester sonrió orgullosamente ante esas palabras — él había diseñado la mayor parte de aquel simulador — antes de asustarse por el repentino sonido de Miriam golpeando la mesa con furia, aplastando el cigarro que llevaba en la mano.
—Aunque, por el momento, creo que será mejor que sigamos enviándola en misiones sin interacción social —dijo el jefe, observando a la chica con seriedad, sabiendo que no podía escucharles— Solo por el momento
—La de hoy es un poco diferente, aunque no diría que requiere interacción social como tal —dijo el pelirrojo, viendo como su jefe se dirigía hacia la puerta de la habitación. Después propuso —¿Que tal si alguien la acompaña?
—Creo que ella sabe actuar mejor sola, pero dile lo que quieras, hoy te encargas tú —respondió el contrario, abriendo la puerta y hablando dentro— Hemos terminado. Trastámara, pasa a recoger tu información para la misión de hoy, Chester te dará más detalles sobre esta
La chica se giró hacia la puerta en cuanto esta se abrió, y dos segundos después ya estaba fuera, seguida por un olor a tabaco. Dope se retiró hacia su oficina, dejándolos a solas.
Miriam miró hacia abajo con desgana, analizando al chico con rapidez. Alrededor de 1.60, delgado, con gafas de sol — ¿en interiores? — y una corbata distinta a la suya, negra en vez de azul. Con ese aspecto tan débil no era un agente, eso seguro. Debía ser algún otro tipo de interno.
Este no pareció notar cómo lo analizaban de arriba a abajo, solo sonrió y le dio el fichero con los informes necesarios.
—Tu misión de hoy es un poco distinta de las que has tenido hasta ahora —comenzó a explicar Chester, mientras ella ojeaba los papeles— Vas a tener que infiltrarte en casa de un... desarrollador informático, por así decirlo, que ha estado vendiendo y comprando ilegalmente piezas para ciertos aparatos
—¿Y qué os traigo después de matarlo? —preguntó la chica, pues los papeles no decían mucho más— ¿El dinero que haya recaudado, documentos, las piezas...?
—De hecho, lo que necesitamos es que nos lo traigas a él, vivo. Vamos a entregarlo a la policía —aclaró el chico
La cara de Miriam expresó una leve sorpresa.
—¿Y entonces por qué no esperáis a que la policía lo encuentre por su cuenta?
—Bueno, ya sabes, ese desarrollador cuenta con piezas bastante buenas y valiosas, nos vendría bien tenerlas por aquí —Chester rio, y después se aclaró la garganta— Así que si tuvieras la bondad de traer unas cuantas...
La expresión de la chica volvió a cambiar, ahora lo miraba como si fuese idiota.
—O sea, que capture a ese hombre para meterlo en la cárcel, y además os traiga las piezas, que son la razón por la que van a meterlo en la cárcel, para que os las quedéis vosotros —dijo con cierta ironía— ¿Tan mal vamos de presupuesto?
—¿Sí? —sonrió Chester, pero ella no lo hizo, así que se puso algo más serio— ¡Oye, no pongas ese tonito! ¡Cualquier informático querría tener esas piezas!
—Como sea —la castaña miró a un lado— ¿Tendré arma o tampoco hay pasta para eso?
—Si, tienes una... Beretta 92 —el chico se sacó el arma del bolsillo y la tocó un par de segundos antes de decir su nombre— Dos cargadores de 15 disparos, es de balas pequeñas
—¿Necesito matar a alguien?
—Solo si hay alguien más en su casa, o si alguien trata de impedir que te lo lleves
La chica echó un vistazo al arma, tenía el nombre, "Beretta 92", escrita en relieve.
—Sígueme, por favor, necesitarás un vehículo para esta misión. Llívia está un poco lejos para ir caminando.
Ambos abandonaron la sala común y fueron por uno de los pasillos, en dirección a la zona más exterior del edificio. Miriam seguía ojeando los papeles, mientras Chester caminaba girando unas llaves entre sus dedos.
Llegaron a uno de los aparcamientos. El chico pulsó el botón de las llaves, haciendo que una camioneta emitiese un sonido, y se acercó a esta a paso rápido.
—Una... Ram Pickup—dijo el pelirrojo, pasando la mano por el frente de esta— Debería estar llena, pero si le falta, échale gasolina 95 en...
—¿Eres ciego? —le interrumpió Miriam
Chester se giró hacia ella con cierta sorpresa.
—¿Qué?
—Has pasado los dedos por la pistola antes de decirme su nombre, en vez de solo leerlo. Has hecho lo mismo con la camioneta. Además, ambas cosas tienen su nombre escrito en relieve en ellas. Sumado al hecho de que llevas gafas oscuras y no me miras a los ojos, solo al frente
El chico tuvo que detenerse unos segundos al escuchar eso.
—Bueno, sí, soy ciego. Muy observadora —el chico rio un poco— Pero no sé por qué es eso importante
—Me llama la atención qué puede hacer alguien ciego en una agencia así —respondió ella con seriedad, pero también cierta curiosidad en su voz
—Un poco de todo, la verdad. Vigilancia, reparto de información, organización de entrenamientos —Chester contaba con los dedos— Solo ayudo al jefe con lo que necesite
—Como también informar de algunas misiones, como puedo ver —apuntó Miriam
—Correcto —el chico asintió— Aunque esto es excepcional, el jefe no quería ver si te enfadabas por tener una misión diferente... así que me lo ha dejado a mí, jaja
Rió un poco tras decir eso, para hacerlo sonar menos malo.
—¿Te cae bien Dope? —preguntó la chica, su tono era menos agresivo ahora
—Eh, es cierto que no estoy muy de acuerdo en muchas cosas que hace —Chester se rascó la cabeza— Pero no es un mal hombre, se preocupa mucho por su trabajo y sus agentes... y por mi... Bueno, en algún momento lo hizo
Miriam no dijo nada, solo seguía cruzada de brazos.
—¿Y a ti? Sé que no lo conoces mucho, pero...
—Meh —la chica se encogió de hombros— Me da igual, solo hago lo que diga, no lo pienso mucho
—Entiendo. Mira, sé que este es tu jefe y eso, pero... —el pelirrojo habló en un tono bajo, como si temiesen ser escuchado— Siempre cuestiónate un poco lo que dice, no pierdas tus valores por un trabajo. He visto a tanta gente en este lugar convertirse en robots...
Chester sintió como Miriam se inclinaba hacia él, echándose a temblar al notar la respiración lenta de la chica.
—Yo mato gente, Chester. No tengo valores
—¡Y lo sé! Solo digo, piensa por ti misma de vez en cuando, no te limites solo a obedecer todo sin pensar en que significa
La chica esperó un par de segundos antes de recobrar su posición, aún cruzada de brazos.
—Está bien, lo tendré en cuenta —sentenció, antes de subirse a la camioneta y ponerse el cinturón, pero sin cerrar la puerta todavía.
Solo entonces, Chester respiró tranquilo, aunque no pudo evitar hacer una última anotación antes de despedirse de Miriam.
—¿Sabes? —dijo el chico, sonriente— Haces muy buenos interrogatorios, teniendo en cuenta tus resultados mejorables en el simulador
—No puedo amenazar a alguien en el simulador
—Buen punto. Tomo nota para la próxima actualización. Oh, ¡y no olvides ponerte el cinturón de seguridad!
—Ya lo llevo puesto
—Está bien
Tras esas palabras y un feroz rugido del motor, la camioneta y su agente desaparecieron en una nube de olor a gasolina, rumbo a la detención del llamado traficante de piezas.
Un hombre gordo, de estatura media, blanco, ojos grises, de alrededor de 40 años. Respondía al nombre de Étienne, sin apodos o apellidos.
De cabello castaño grisáceo, parcialmente calvo. Con bigote del mismo color del cabello. Sin pendientes o tatuajes visibles, sin ningún tipo de peca o cicatriz identificativa.
Era una descripción poco menos que inútil. Los traficantes, especialmente los internacionales, cambiaban de aspecto constantemente, haciéndose nuevos peinados, poniéndose y quitándose tatuajes, afeitándose, habían tantas maneras que a Miriam le frustraba.
Lo mejor que tenía era el color de piel y altura aproximada, porque todo lo demás podía falsificarse con facilidad.
Detuvo la camioneta a unos cien metros de la localización, lo primero que hizo fue encender un cigarro. Releyó los papeles, en busca de alguna otra información útil en aquellos documentos que le había suministrado la agencia, sin encontrar nada. Los arrugó y guardó en su chaqueta.
Observó la vivienda desde lejos, barajando un par de ideas. Parecía una casa corriente, poco cuidada y sin especial seguridad, podría infiltrarse fácilmente en ella y dispararle hasta herirlo de gravedad, pero no era lo ideal para alguien a quien debía llevar vivo.
"Sería mejor no hacerle daño y garantizar su supervivencia"
Quizás podría esperarlo afuera e inmovilizarlo por sorpresa.
"No, este tío irá preparado, no quiero ser yo la que se lleve un tiro"
Era mejor dentro de la casa, asegurándose de que no pudiera huir. Y habiéndose asegurado de que no lleva armas encima, ni está a la defensiva. Tranquilo y desprevenido era la mejor manera de llevarse vivo a alguien.
Dando una calada, echó un vistazo a la parte trasera de la camioneta, con unas pocas de cajas de materiales, estaban ahí por si le resultaban necesarias a algún agente.
Miriam sabía de sobra lo que había ahí, y sabía igualmente que era su mejor opción.
"No, ni de coña, me niego"
El timbre de la casa no parecía funcionar, pero tocar un par de veces bastó para que preguntasen desde dentro.
"¿Quién es?"
A esa pregunta solo había una posible contestación, aquella que te abriría cualquier puerta en España.
—Soy yo
Unos pocos segundos después, se escuchó un giro de llave, y la puerta se abrió, dejando ver a un hombre rechoncho que parecía haber concentrado todo el pelo de su cabeza en su bigote.
—¿Quién es?—repitió el hombre con un fuerte acento francés— No compro nada
Ante él se encontraba Miriam, vestida con una gorra de técnico, un mono azul y una caja de herramientas en la mano — sustituyendo al cigarro — con la misma expresión seria de siempre.
—Vengo del gas —dijo ella— Es usted Étienne, ¿no?
—Oh no, por favor, gas no —el hombre se vio nervioso de repente— Yo he pagado facturas, no cortar gas, por favor
"No parece hablar mucho español, tocará simplificar"
—No, no vengo a cortar el gas, vengo a revisarlo —aclaró la chica— Es gratis. Usted va a continuar teniendo gas
El hombre respiró, aliviado, y después la invitó a entrar con una gran sonrisa.
—Por aquí
Ambos entraron en la casa, Étienne cerró la puerta detrás de ambos.
Mientras andaban por dentro de esta, Miriam observó que la casa se veía igual de vieja por dentro que por fuera: Con la pintura desconchada, los suelos despegados, y muebles caros pero antiguos. Parecía pertenecer a alguien que tuvo mucho dinero en algún momento, pero no lo mantenía actualmente.
Para decepción de la chica, el hombre la condujo a la cocina, probablemente el peor sitio para intentar inmovilizarlo.
"Es pequeña de cojones, apenas cabemos, y si le toco un pelo, podría coger un cuchillo y clavármelo... ¿se habrá olido que soy agente?"
Dicho sea de paso, la visión de los quemadores de gas le produjo a Miriam un escalofrío.
"Es que soy tonta, claro que me ha traído a la cocina, si soy del gas. Debería haberme hecho pasar por electricista"
—La cocina parece estar en orden —dijo la chica, mirándola por encima— ¿Tenéis calefactores en la casa? Quizás eso necesite una revisión
Étienne pensó por un par de segundos, y asintió, llevándola a su habitación, que estaba justo al lado.
—¿Es eso? —preguntó el hombre, señalando un calefactor, pero la mirada de Miriam estaba fija en la enorme mesa dispuesta a lo largo de toda la habitación, llena de piezas
Apenas sabía de informática, pero todas esas partes de colores metalizados, placas base, cables y botones, parecían un pequeño museo dedicado a la informática, tan limpios y bien colocados.
—¿Podría decirme el año y modelo? —preguntó Miriam, refiriéndose al calefactor— Debería estar escrito por ahí
Étienne suspiró antes de agacharse en busca de la fecha, y mientras miraba de cerca el aparato, la chica aprovechó la distracción para meter algunas de las piezas informáticas en sus bolsillos.
—Hudson Reed de... ¿2021? No recuerdo —dijo el hombre, dudoso
—Suena correcto —dijo la castaña, alejándose rápidamente de la mesa— Deje que le eche un vistazo
Ahora fue ella quien se agachó al lado del calefactor. Tomó un destornillador de su caja y se puso a quitar y poner tornillos, haciendo ver que estaba revisando el electrodoméstico.
"Me está mirando mucho..."
El adulto no sabía nada de calefactores, así que no dudaba de lo que hacía la chica, a pesar de que ella no dejaba de pensar en la mala actuación que estaba haciendo.
"¿Se ha dado cuenta de que no estoy haciendo nada?... Ni siquiera sé si estos cacharros funcionan con gas... Estoy muerta, voy a tener que hacer otra cosa"
Pensado y hecho, Miriam se levantó rápidamente y le propinó al hombre un fuerte golpe en la cabeza con el manto del destornillador, alejándolo y dejándolo atontado.
—¡Putain! —gritó él, con la mano en la cara, antes de lanzarse sobre ella
Étienne era fuerte, pero no muy estable, así que una patada en las piernas fue suficiente para desequilibrarlo y tirarlo al suelo. Al momento, la chica intentó inmovilizarlo, pero no traía una cuerda o esposas con las que dejarlo quieto
—¡Me cago en la puta! —gritó ella, buscando algo que le fuese de utilidad
Vio al hombre levantarse de nuevo, pero fue más rápida; Miriam le disparó con un táser, lo cual le propinó a Étienne una fuerte descarga eléctrica, que no lo mataría, pero sería lo suficientemente dolorosa para dejarlo en el quieto.
El fuerte alarido del hombre por la descarga y los agresivos pasos de la chica fueron suficientes para alertar a alguien más.
En la casa hubo una tercera persona todo este tiempo, que corrió hacia la cocina al escuchar los gritos de dolor de alguien a quien reconoció rápido.
—¿Papá?
Con solo escuchar esa palabra a su espalda, Miriam se quedó helada. Desviando la vista del hombre moribundo, la agente se giró lentamente hacia la puerta de la cocina. Una chica temblorosa, de gafas y cabello rubio, le devolvía la mirada con terror.
El cruce de miradas solo duró un segundo, pues la rubia volvió a mirar a Étienne.
—¡¡PAPÁ!!
La chica gritó, comenzando a llorar, presa del pánico, y se agachó cerca de Étienne, pero Miriam fue más rápida. En un solo movimiento sacó la pistola de su ropa, le quitó el seguro y la apuntó directamente a la cabeza de la nueva aparecida.
La sorpresa fue tanta que el llanto de la chica se detuvo, y solo se quedó mirando en shock a la agente.
La respiración nerviosa de la rubia era notable, no salían más lágrimas de sus ojos, pero sus gafas estaban aún empañadas por los anteriores. Alzó las manos lentamente, se notaba temblorosa, pero ninguno de sus movimientos era exagerado. Como alguien que tiene un ataque de ansiedad pero quiere disimularlo, o más bien, no sabe expresarlo.
Estaba asustada, aunque no parecía que su miedo se debiese al arma que apuntaba a su cabeza, pues no dejaba de mirar a su padre.
"Las instrucciones de Dope eran claras. Debo matar a cualquiera que hubiese en la casa o intentase evitar la detención de Étienne"
Volvió a mirar a Miriam. La castaña le devolvió la mirada, fría.
"No sé quién es esta, pero ha hecho ambas cosas. Ha visto demasiado"
La rubia volvió a derrumbarse, aún de rodillas, con las manos en alto, y ahora, con la cabeza gacha. Se echó a llorar, un llanto silencioso, y tras unos segundos, fue capaz de pronunciar una frase entre su respiración entrecortada.
—Por favor, no mates a mi padre
No fue capaz de mirarla a los ojos. La mano armada de Miriam no bajaba, pero tampoco se atrevía a volarle la cabeza a la chica, así que solo habló.
—No voy a matarlo, va a ingresar en prisión provisional —dijo la agente, sin romper su tono serio— Tú no vivirás, pero él si lo hará
Tras semejante sentencia de muerte, y aun con el cañón de una pistola a pocos centímetros de su cabeza, la rubia pronunció la palabra que menos podría esperarse.
—Gracias —pronunció, sollozando, antes de quedarse frente al cañón de la pistola, aceptando su destino
Muy cansada como para intentar luchar, sabiendo que sería inútil. Solo aceptando su destino fatal.
En circunstancias normales, Miriam ya hubiera apretado el gatillo, la chica estaría muerta y el malo estaría de camino a prisión, amordazado en el remolque de la camioneta.
Pero esta vez le costó un poco más, porque Miriam la entendía un poco. Ella también había estado ahí, había experimentado ese sentimiento de "haré esto porque no tengo otra opción".
Así fue como llegó a la agencia, después de todo.
Ella nunca había sido especialmente sensible, pero en ese momento, no pudo evitar recordar las palabras de Chester. Todo ese discurso cursi de cuestionar tus acciones y no limitarse solo a obedecer ordenes.
Volvió a mirar a la chica frente a ella, quien estaba desarmada, triste, sin una oportunidad de haberse defendido, muriendo por algo que no era su culpa.
La orden era matarla, pero, ¿realmente era necesario?
—...
Por primera vez en su carrera como agente, Miriam bajó el arma.
El llanto de la rubia se detuvo, aunque no por completo, por pura sorpresa. Miró a la agente que, aún seria, apartó la mirada.
—Tienes información que puede resultarnos de utilidad —dijo Miriam, aún sin ser capaz de mirarla. Después señaló al hombre desmayado— Étienne no se encuentra en condiciones de dar esa información, así que tú me acompañarás y lo harás
Dicho esto, la castaña guardó su arma y se dirigió hacia el hombre, intentando cargarlo con dificultad. Despues, se dirigió a la otra chica
—¿Qué haces ahí parada? Ven a ayudarme
—¡Oh, si! Disculpa
Desplazaron, entre ambas, a un Étienne aún desmayado al remolque de la camioneta, y después se subieron a esta, Miriam conduciendo y la otra chica en el asiento del copiloto.
—¿Podremos volver a la casa? Tengo ahí mis cosas —preguntó la chica tímidamente— Sobre todo mi ordenador, es un regalo de mi padre
—Sin problema, la casa será sometida a un registro exhaustivo cuando tu padre sea entregado a las autoridades —respondió la agente— Deberás acudir para aportar información, así que podrás recoger lo que quieras
—Gracias —el tono de la rubia sonó algo más tranquilo ahora, y le sonrió con dulzura a la contraria
Pasaron unos segundos en silencio.
—Por cierto, aún no nos hemos presentado —se le ocurrió decir a la chica, ofreciéndole su mano a la agente— ¡Soy Mary!
Miriam miró la mano de reojo.
—No deberías intentar estrecharle la mano a alguien que va conduciendo, Mary
—Oh, es verdad, lo siento
Antes de que pudiese retirar la mano, la castaña se la estrechó rápidamente.
—Soy Miriam —dijo, sin despegar la vista de la carretera
Mary volvió a sonreír al ver esa respuesta, viéndose algo más animada ahora.
—Entonces... ¿Trabajas con los polis?
—Por esta vez, si
—¿Y eres poli?
—No
—¿En qué te diferencias de los polis?
"En que yo los meto en el infierno en vez de en cárceles "
—Bueno, tengo esta camioneta vieja en vez de un coche con lucecitas —respondió Miriam, sin dejar salir sus pensamientos
—No está tan mal, aunque es cierto que se le podrían hacer unos ajustes —comenzó a hablar la chica— Le vendría bien un monitor, quizás con un asistente de voz que te apunte la información que necesitas... un geolocalizador no vendría mal para recordar ubicaciones, y ya que estás, una pantalla con Skype para hacer videollamadas
—Si, soñar es gratis —la agente rió un poco
—¡Que va, si es facilísimo! —Mary rió también, con más ganas— Mi padre y yo lo hemos hecho montones de veces, cambiamos nuestro coche cada mes
—Parece que sabes de eso—a Miriam le interesó cómo sonaba eso— No suena mal, conozco a alguien a quien le caerías bien
—¡Anda! ¿Un amigo?
La imagen de Chester, repitiéndole aquel discurso sobre tener valores morales, gracias al que Mary seguía viva, apareció en su cabeza.
—No, no es un amigo
—No importa, estaría bien caerle bien a alguien —sonrió la rubia— Ya sabes, falta de costumbre
Rió un poco ante tal triste comentario, aunque fue breve, y tras ello, volvió a mirar abajo.
"No me conviene tenerla triste, mejor que hable y me cuente que sabe hacer"
—A mi me caes bien —dijo Miriam, con una sonrisa tan creíble como fue capaz, provocando una aún más grande en la cara de Mary
—¿¡De verdad!? —la rubia no parecía caber en sí de tanta felicidad— ¡Que alegría!
—Si... una alegría tremenda
Ambas siguieron conduciendo de camino a la agencia, una enormemente feliz, otra con dolor de cabeza, pero habiendo cumplido su misión con éxito.
Un cambio en sus misiones habituales no había estado tan mal.
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