ÚNICO
Una alta valla imaginaria dividía el territorio donde residía el Clan Min de aquél donde habitaba el Clan Park.
Históricamente, Corea del Sur era liderada por el heredero de alguno de los cinco clanes más importantes del país: el Clan Jeon, el Clan Kim, el Clan Jung, el Clan Min y el Clan Park. Desde siempre y luego de la muerte del Rey de turno, el heredero elegido de cada clan debía batirse a un duelo a muerte con los cuatro restantes, donde sólo sobreviviría el próximo heredero al trono.
Cinco hombres en los inicios de su adultez, sosteniendo cada uno su arma de preferencia, caminaban cada sesenta o setenta años hacia un destino incierto. Hacia una arena de batalla donde sabían que llegaban pero no si permanecían de pie para ver el siguiente amanecer.
Es por esta razón que todos los clanes se aseguraban de dos cosas: procrear un segundo heredero que continúe el linaje en caso de que el elegido muera y de darle a este la mejor capacitación y entrenamiento para luchar. Aunque para tres de los cinco clanes no funcionó, ya que con el pasar de los siglos sólo se salvaron de la extinción los clanes Min y Park.
Clanes que actualmente se preparaban para el siguiente duelo, porque el Rey Min Sungjae había muerto un par de días atrás debido a causas naturales. Pero los elegidos para la batalla, los herederos Min Yoongi y Park Jimin, no podían estar más desinteresados en la histórica contienda.
Un joven pelinegro de rostro cubierto escalaba con entrenada destreza — y una pesada mochila sobre sus hombros — los muros que separaban el castillo del Clan Park del resto de la población. Cualquiera se preocuparía al verlo trepar de esa forma, pero no era la primera vez que Yoongi lo hacía.
Nadie lo escuchaba ni veía dado que sus movimientos eran tan delicados como una suave brisa. Y afortunadamente no lo hacían, porque de ser atrapado allí no estaría más que muerto.
Los clanes Park y Min estaban naturalmente enemistados, la competencia por el trono era un tema que nadie se tomaba a la ligera: ¿cómo iban a ser amigos de sus contrincantes? ¡Se trataba de una batalla a muerte! No había lugar para cordialidad aunque contrario a lo que se pensaba, en el seno de esa misma enemistad, nació algo más grande que cualquier corona.
[FLASHBACK]
Dos años antes de la muerte del rey Min Sungjae y durante un bello verano Yoongi recorría las calles de su pueblo. No era extraño verlo en público debido a que el Clan Min se caracterizaba por mantener una estrecha relación con el pueblo, a diferencia de los Park quienes raramente eran vistos en esas situaciones.
Es por esta razón que ni siquiera había tenido la oportunidad de conocer a quien iba a enfrentarse cuando su padre muriese. Sólo sabía que allí, en algún lugar, existía un chico que debía odiar y posteriormente matar para continuar el legado de su familia. Pero como todos sabemos, el universo da muchas vueltas y nos conduce a donde menos pensamos.
Repentinamente Min recibe en sus brazos a una inesperada persona que había colisionado contra él.
— ¡Oh! Por favor, disculpe... — un joven de cabello castaño hace una reverencia corta luego de chocar contra quien luego reconoció como el hijo del rey. Abriendo los ojos en grande intenta retirarse para calmar la oleada de sentimientos encontrados que ese choque le produjo.
¿Contra él debía pelear? Diablos, es demasiado lindo para morir...
Yoongi abre la boca y la vuelve a cerrar buscando la forma de retener al tierno joven que pretendía escaparse, pero su cuerpo habló más rápido al alzar una mano y tomar la ajena.
— ¿Quién eres? — pregunta al no reconocer a uno de los súbditos de su padre.
Pero el joven pretende escaparse una vez más.
— He hecho una pregunta. Es de mala educación no responder al hijo del Rey.
— Créeme que pronto sabrás quien soy, aunque no por buenas razones...
Los intentos de escaparse eran en vano cada vez. El más bajito no comprendía porqué (teniendo en cuenta la fuerza que ya poseía) no podía escapar del agarre del insistente heredero.
— ¿Y eso porqué? — ahora su rostro estaba confuso.
— Veo que no vas a dejar de insistir, ¿no? — el otro niega. — Si tantas ganas tienes de saberlo, Yoongi... Soy Park Jimin, heredero del Clan Park y tu contrincante en la gran batalla por el trono.
Las facciones del despreocupado Yoongi se endurecieron repentinamente al escuchar tal noticia. De todas las personas en el pueblo, no iba a imaginar jamás que justo la primera que lo cautivó sería quien podría tomar su vida.
Vaya desgracia.
Luego de aquél pequeño encuentro todo cambió para ellos. A partir de allí Yoongi no paró de pensar en el joven que se había cruzado en las calles y que casualmente era su rival número uno.
Pero a él no podía importarle menos, aún así decidió iniciar un primer contacto mediante cartas que al principio no tuvieron respuestas. Sólo quería saber un poco más de Jimin y cómo era su vida: ¿acaso él también se la pasa entrenando hasta las tres de la mañana? ¿Sus padres le habrán dicho que él era una amenaza y que debía eliminarlo?
¿Sus padres le habrán recordado noche a noche que el futuro de su familia dependía de él?
Sin esperarlo, cierto día llegó una escueta respuesta a la última carta que Yoongi estaba dispuesto a enviar:
De: Y
Para: Jimin
Querido Jimin:
Mi deseo de entablar una amistad contigo a pesar de nuestras circunstancias me ha llevado a intentar comunicarme mediante el único medio que creí conveniente. Sé que es muy probable que no leas estas cartas, que las deseches o que incluso no lleguen a ti debido a las personas a tu alrededor, pero no podía desperdiciar esta única oportunidad.
Pero después de varias cartas sin respuesta he de dimitir esta inútil misión. Entiendo cualquiera de las razones por las que no quieras tener nada que ver conmigo, al final de esta historia te criaron para odiarme al igual que hicieron conmigo. Pero si aún en esta instancia tienes en tu cabeza una pequeña voz que te sugiere que no quiero hacerte daño, estaré esperándote el 17 de septiembre en el lugar donde te conocí.
El rincón más insensato de mi corazón espera verte allí.
No soy tu enemigo, Jimin.
- Y
De: J
Para: Yoongi
Querido Yoongi:
Admiro y temo tu capacidad para ignorar nuestras circunstancias, créeme.
Estoy escribiendo esta carta (mi primer respuesta a todas tus palabras) luego de una larga jornada de entrenamiento cuyo único fin es matarte. ¿Eso no es una amenaza para ti? ¿Cuál es tu afán por vincularte con la única persona en esta tierra que tiene que eliminarte?
Que tú creas que tienes la valentía de revertir o afrontar (o lo que sea) esta situación no significa que dejemos de ser quienes somos. Tú y yo tendremos que enfrentarnos poco después de que tu padre deje este mundo y eso es algo que ambos sabemos desde muy pequeños. Pero no te preocupes, voy a cumplir lo único que me pediste e iré a verte con la esperanza de que tu vana curiosidad hacia mi quede saciada.
No eres mi enemigo porque ninguno de nosotros tiene razones para odiarnos mutuamente, pero sí somos rivales desde antes de nacer. Tu propósito y el mío, la razón por la que estamos respirando ahora, no va a desaparecer.
O mejor dicho, desaparecerá cuando uno de los dos deje de respirar solo para convertirse en la carga de nuestros sucesores.
Te juro que intento entenderte, pero no lo logro.
- J
Jimin había leído todas las cartas que el joven le mandaba y le llenaba de pena no poder responderle. Encariñarse con alguien que debía herir sólo iba a dificultarle la vida, sin contar que más que un amigo veía en él un muchacho romántico y detallista que palabra a palabra lo cautivaba.
No obstante, esa primer y única respuesta fue la que llevó a ambos jóvenes a encontrarse un atardecer del 17 de septiembre, cuando el toque de queda había dejado desiertas las calles especialmente para ellos. Yoongi había planeado llevarlo hasta el muelle, camuflados con prendas que personas como ellos no llevarían debido a su alto estatus.
Y funcionó, porque Jimin y Yoongi recibieron la luna y las estrellas sin ningún inconveniente, sumidos en la admiración por la paz que la inusual salida les brindaba.
— Realmente no entiendo porqué tienes tantas ganas de saber de mi... — inicia Jimin de repente.
— A diferencia de ti, no te odio. Ni siquiera antes de conocerte lo hacía.
— Yo tampoco te odio, pero lo haga o no tengo que matarte... ¿No lo entiendes?
Yoongi gira un poco su cabeza y voltea a ver a el perfil de Jimin. Las tenues luces que la naturaleza les brindaba habían hecho de ese instante uno muy bello, resaltando estas las suaves facciones del menor a su lado.
— Claro que lo entiendo, Jimin. Lo tengo claro desde siempre... Pero en mis planes no está el hacerte daño y sé que en los tuyos tampoco.
— ¿Y quién te dijo a ti que no quiero? — voltea a verlo, desafiante.
— Porque de haberlo querido ya lo hubieses hecho. Sabes perfectamente que es legal eliminar al heredero del Clan contrario antes de la fecha de la batalla, pero sigues sentado a mi lado. — sonríe débilmente. — Caso contrario yo ya sería historia.
Park baja la mirada y observa sus manos llenas de callos por empuñar a toda hora toda clase de armas, suspirando sonoramente.
— ¿Y eso qué? No quiero, pero lo haré cuando llegue el momento. — sentencia. — ¿Tienes un plan para evitarlo? Porque las palabras no me sirven.
Yoongi toma la mano que Jimin dejó descansando entre sus cuerpos y la alza con el único objetivo de acariciarla. Sin mirar más que la unión que había formado, habla:
— Ahora mismo no lo tengo, pero te prometo que llegado el momento lo tendré... Sólo te pido que no te alejes de mi. — alza la mirada y la conecta con la ajena, sintiendo su espalda erizarse por la fresca brisa que corría. — Lo que sentí la primera vez que te vi, incluso luego de saber tu nombre, es todo lo contrario al odio.
Momentos silenciosos separaron las últimas palabras de Min de la respuesta de Park, la cual se retrasó por el enfrentamiento de sentimientos en su cabeza y su corazón.
— Sólo espero que esto no me duela en el futuro, pero creo que prefiero arriesgarme y decirte que sí. Si alguien es capaz de sacarnos de esto eres tú. — sonríe. — No podría vivir sabiendo que maté a la única persona que me hizo dudar de todo, hasta de mi mismo.
[FIN DEL FLASHBACK]
Un joven pelinegro de rostro cubierto escalaba con entrenada destreza — y una pesada mochila sobre sus hombros — los muros que separaban el castillo del Clan Park del resto de la población. Cualquiera se preocuparía al verlo trepar de esa forma, pero no era la primera vez que Yoongi lo hacía.
Nadie lo escuchaba ni veía dado que sus movimientos eran tan delicados como una suave brisa. Y afortunadamente no lo hacían, porque de ser atrapado allí no estaría más que muerto.
No podían verlo incluso cuando cruzaba el amplio jardín que lo llevaba hasta el castillo, contra el cuál encontró la escalera que convenientemente Jimin dejaba casa noche junto a su ventana. Yoongi la trepa y logra entrar al oscuro cuarto de su durmiente dongsaeng.
Se recuesta a su lado y abraza su cintura con sus brazos, depositando un beso en su nuca.
— Bebé... — susurra. — Jiminnie, es hora.
Park se remueve entre sus sábanas con una sonrisa, no abría los ojos aún porque pensaba que aquellas palabras eran parte del mejor de sus sueños.
Después de esa charla bajo la luna hace casi dos años, Min y Park no habían pasado día sin verse. No importaba qué tan extenuante había sido su jornada de entrenamientos, Yoongi siempre trepaba la escalera que lo llevaba cual Romeo al cuarto de su amado.
Pero esto no había sido por mero placer de ver a quien se había convertido en su pareja, sus visitas tenían un sentido más profundo que giraba en torno a evaluar el terreno que su pequeño debería sortear para salir. Porque el plan que había armado detalladamente consistía en escapar a altas horas de la madrugada, en ese horario donde los guardias se reducían a escasos dos y todos creían que el castillo entero estaba dormido.
Ese, ese exacto momento era el perfecto para escapar y planeaban hacerlo en un tiempo más para no esperar a que el ambiente se ponga denso por la muerte del Rey Min. Pero como la vida se lo llevó inesperadamente ya no tenían más opción que tomar lo que tenían y correr lo más pronto posible.
Porque su enfrentamiento final estaba pactado para el amanecer siguiente.
— Bebé, amo verte dormir... Pero si no nos vamos ahora nos van a descubrir.
Yoongi sacude el cuerpo de Jimin con suavidad, pero este seguía sin despertar. Opta entonces por emplear el plan B: medidas desesperadas.
Coloca el cuerpo de su novio de espaldas a la cama y se posiciona encima suyo sin aplastarlo, tomando una de sus mejillas con la mano que no utilizaba para sostenerse. Acerca su rostro al contrario para fundirse en un beso similar al que despertó a la Bella Durmiente de su eterno sueño.
Afortunadamente para ambos, ese apasionado beso pareció funcionar porque con rapidez es correspondido por el castaño.
— Tenemos... — se separa de sus labios pero Jimin vuelve a atraerlo a él. — Minnie... — se separa imponiendo resistencia. Lo mira con seriedad a los ojos. — Tenemos que irnos, cariño. Es hora...
Jimin asiente con un profundo suspiro mientras se levantaba de su cama y se cambiaba la ropa por algo más cómodo. Observa su cuarto por última vez y se despide mentalmente de la que había sido su realidad hasta ese día, porque vida no había sido.
Su vida empezaba con su libertad junto a Yoongi.
Toma su mochila — que contenía su existencia reducida al mínimo — y toma la mano de su amado.
— No sé qué nos depare allá afuera, pero me alegra ser libre junto a ti. — le confiesa. — Te amo, pase lo que pase a partir de ahora no lo olvides.
— Te amo, Park Jimin.
Como pudieron bajaron juntos la escalera por la que Min escaló mil y un veces, llegando pronto al suelo con expresiones silenciosas de triunfo. Dos minutos después estaban ambos quitando su último pie del castillo.
Pero las luces se encendieron y los apuntaron: habían sido descubiertos.
— ¡Alto ahí! — gritaban los únicos dos guardias de turno. Sostenían en sus manos armas que no debían usar hasta que no fuera inevitable: órdenes del Clan Park.
Entre risas, Jimin y Yoongi hicieron caso omiso a las advertencia de aquellos que pretendían retenerlos allí. Ni las balas que habían empezado a disparar impidieron que los jóvenes y fugitivos amantes corrieran con todas sus fuerzas por el bosque que los conduciría al resto de su vida.
O al inicio de ella.
Porque el destino una vez más había hecho de las suyas: así como los había juntado un día cualquiera, les permitió esa noche escapar sanos y salvos.
No sabían qué clase de vida tendrían, no estaban seguros de que todo fuera hermoso, pero ese era el riesgo que estaban dispuestos a correr con tal de estar juntos. Cómo sobrevivirían a sus decisiones era un problema del mañana, hoy debían permanecer vivos y de la mano.
Ni Yoongi ni Jimin necesitaban esa corona por la que fueron obligados a luchar, ninguno de los dos quería más que estar con el otro. ¿Quién iba a convencerlos de que un trono vale más que la persona que aman?
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