V
Mientras mordisquea una papa frita, Nico llega a la conclusión de que su mejor baza para encontrar las respuestas que desea es la invocación de fantasmas desde el mundo de los vivos. Tiene que ser un punto alejado de la civilización pero no lo suficiente como para que no pueda reabastecerse de comida y tener algún techo bajo el cual dormir. Usar viajes de sombra para idas y venidas rutinarias o recurrir a Jules Albert para que le hiciera de chofer no son opciones inteligentes. Nico sospecha que su padre usa al chofer zombie para estar al tanto de sus actividades, como su versión de un dispositivo rastreador con cámara y micrófono incluido.
A las tres de la tarde esas papas, más un vaso grande con limonada rosa, consisten en su almuerzo. Hay escasos clientes en el pequeño local, dentro del cual se encuentra sentado frente al mostrador amaderado. El sonido de una película antigua del lejano oeste que emana una televisión colgada cerca le hace suficiente acompañía.
A decir verdad, Nico entró porque fue el primer local de comida que encontró al paso cuando notó que su estómago rugía de hambre. Había estado vagando por las calles de Elmont sin ningún rumbo en particular después de terminar un recado de su padre. No quería volver al campamento ni le apetecía llamar a Jules Albert aún. Pensó en pedir una hamburguesa pero como se había olvidado de reclamar el pago a su padre, no tenía dinero suficiente para las tres cosas y entre todas las opciones prefirió dejar afuera la hamburguesa.
Imagina qué diría Jason al ver cómo está llevando su vida después de su muerte. Si lo viera comer papas sin haberlas acompañado con un plato principal, priorizando la limonada rosa, le habría preguntado si se encontraba bien o le habría obligado a comer algo más, así tuviera que pagarlo él.
Lo cierto es que Nico no quiere volver a comer hamburguesas todavía. Jason solía invitarle unas cuando salían juntos. Ir a los Elíseos y verlo había resentido su herida a medio cicatrizar.
Obliga a su mente a volver a Will, Oasis y los portales. Intenta pensar en un buen lugar donde la muerte se conecte a la vida y obtiene su respuesta cuando sus ojos se dirigen a la pantalla en el momento que transmite un infomercial con imágenes promocionales de destinos turísticos en Inglaterra.
En el Cabo Beachy, cerca de la ciudad de Eastbourne, hay un acantilado que se conoce popularmente como El Abismo del Fin del Mundo. Nico había ido una vez y sintió la fuerte presencia de almas que se habían lanzado voluntariamente al abismo. Uno creería que un lugar famoso por los suicidios no es un lugar de conexión entre la muerte y la vida, sino al contrario, pero la lógica funciona en doble dirección. Los suicidios en su mayoría se dan por personas que querían escapar de su sufrimiento, y cuando quedan atrapadas en la muerte, aprenden a valorar la vida. Eso hace que quieran seguir conectados al mundo de los vivos desde el lugar de su muerte, enviando una resonancia a través de los mundos, y la conexión se hace más fuerte mientras haya más almas intentándolo. Cuando Nico fue pudo sentir el dolor con el que esas almas lidiaron en su vida, pero también su apego a la vida en sí. Invocar desde ese sector no requería que gastara energía de más ni ofrendas. Los muertos que querían hablar se agolpaban ante la oportunidad.
Decidido, Nico se prepara para partir. Primero va donde su padre, le pide su pago en libras y dinero extra para lo que le presenta como una misión para estudiar la actividad fantasma de su jurisdicción en Eastbourne. Luego, con la billetera llena, prepara un modesto equipaje y toma un autobús hasta Montauk, para luego hacer un viaje de sombras a la costa oeste de Inglaterra y finamente tomar el tren a Eastbourne. Una vez instalado en una cabañita relativamente cercana al acantilado, se echa a dormir por dos días enteros antes de dedicarse a invocar alma tras alma, buscando información.
Como había predicho, la mayoría de los que se presentan a su llamado son personas que se suicidaron y sienten melancolía por lo que dejaron atrás. A quienes emanan una energía más agresiva, embustera o ansiosa, Nico los manda de regreso al hades de inmediato. Mantener la compostura frente a los fantasmas es imprescindible a la hora de tratar con ellos, o alguno podría meterse por una grieta de la mente del invocador y atormentarle para robarle el cuerpo o utilizarle para volver a la vida.
Cuando termina las sesiones, camina de vuelta a su refugio. Cuando se le acaba la comida, toma el tren a Eastbourne. Así pasa una semana, luego dos y después abandona la cuenta para evitar perturbar sus propias energías.
Un día aparece un hombre que reconoce de inmediato como un habitante de la Antigua Grecia. Se presenta como Tales y responde a las preguntas de Nico mostrando una amplia gama de conocimientos, sin caer artimañas o imponer condiciones. La energía que despide es neutral, un tipo de aura asociada a una existencia del inframundo satisfecha, y por ende, pacífica hacia los mortales. A Nico le sorprende haber dado con alguien así.
—Existen espíritus atávicos que tienen permitido invocarse desde los Elíseos, pues actúan como sabios consejeros —le explica el fantasma—. Viví en Mileto y estoy al servicio de Hades.
Solo entonces Nico comprende que se encuentra frente a una figura histórica.
—¡Las sombras de las pirámides! —exclama con una sonrisa repentina y fugaz.
Tales asiente meditativamente.
—Ese estudio lo hice en vida. Todavía lo recuerdo.
Nico escucha las historias que le ofrece sobre la época en la que vivió y el cómo adquirió su conocimiento y dio forma a su filosofía. Tales habla más como alguien del siglo presente que de la antigüedad, pero a diferencia de espíritus como Will o Beethoven, parece congelado en el pasado.
¿Acaso aprenden idiomas pero no se informan de lo que para ellos sería la «nueva» Historia? Cada vez el sistema de los Elíseos le intriga más a Nico. ¿Habría una sección apartada de la modernidad para aquellos espíritus de la edad antigua, la original Grecia?
Está considerando invocar a alguien más, ya que Tales no podría saber sobre los umbrales, cuando el sabio lo sorprende al tomar como analogía el funcionamiento de los umbrales para explicarle su teoría de que el principio universal de todo es el agua.
—¿Y tú has usado los umbrales?
—Para averiguar cómo funcionan.
—¿Y cómo te enteraste de que existen?
Tales lo mira fijamente con sus ojos fantasmagóricos, meditando sus siguientes palabras.
—Me encontré con uno accidentalmente. Alguien me vio y aprendí que debía callar. Pero tú me has traído exclusivamente para que te hable sobre esto. Y porque ya lo sabes, puedo explicarte. No todos los umbrales son una puerta de ida y vuelta, pero todos los sectores a los que desembocan ofrecen como mínimo una salida y una entrada...
Al siguiente día vuelve a acudir a la invocación y le ayuda a Nico a dibujar un mapa de los umbrales. Van uniendo con líneas de distintos colores todas las conexiones y escribiendo nombres en los sectores descubiertos que habían sido nombrados. A Nico se le acelera el corazón tan pronto comienza a escribir el nombre de Oasis en el mapa.
—Dime, ¿cómo es que Makaria maneja los Elíseos?
—La única manera de averiguarlo es hablando con ella directamente. Es la única que está al tanto de todo y la única que conoce todo sobre el funcionamiento de los Elíseos.
Nico siente que un escalofrío recorre su espina dorsal.
—¿Entonces también sabe sobre los umbrales?
—Es difícil creer que no sabe. Así como es difícil creer que si sabe no actúe.
Lo mismo que con su padre, entonces. Algo raro sucede ahí. Nico deja el asunto pendiente y se centra en su prioridad: llegar hasta Will.
Le agradece a Tales por todo, dándole diez dracmas totales como recompensa por su servicio, y emprende su camino a Oasis. Solo existen dos umbrales que llevan allí, por fortuna ambos de doble función, y el de más sencillo acceso está en los Elíseos. El otro se encuentra en los alrededores de la entrada al Tártaro. Nico debe, al menos una vez más, acceder a Oasis por medio de un umbral. Una vez que estuviera ahí determinaría su ubicación espacial dentro del Hades y podría volver con viajes de sombras.
Entonces tendría una entrada directa a los Elíseos. Podría ver a Will cuando quisiera. Y a Jason, tal vez, si es que el bonachón de su amigo se lo permite. No, no debe abusar de su suerte. Los «cuando yo quiera» no salen bien en el inframundo ni cuando el padre se uno es Hades. ¿Eso significa que hizo tanto esfuerzo para ir solo una vez más?
Sacude la cabeza, decidiendo no darle más vueltas al asunto. De momento tiene un objetivo claro. Come una barra de chocolate antes de hacer un viaje de sombras para acercarse a la entrada del tártaro, pero una mano inesperada agarra su brazo. Nico se queda paralizado y con los músculos en tensión, a punto de desenvainar su espada y atacar.
—No lo hagas —advierte la voz etérea de Makaria por detrás—. Ese umbral es una trampa para los espíritus malignos que quieren pasarse de listos.
Nico no se da la vuelta ni se mueve. Debe escoger bien sus palabras. Makaria ha revelado saber sobre los umbrales, pero no va a dar por hecho que lo sabe todo y delatar a Will sin pensar. Tampoco va a ignorar su escepticismo.
—Si sabes que estoy haciendo mapas de los umbrales, ¿por qué me detienes ahora?
Makaria le suelta el brazo y Nico lo baja, pero todavía le da la espalda y mantiene la otra mano cerca de la empuñadura de su espada.
—Eres el emisario de nuestro padre y, aunque de madre mortal, mi hermano. No puedo permitir que mueras así. Tártaro te tragará antes de que logres encontrar ese umbral. La grieta se mueve por acción de la gravedad que empuja al abismo.
Nico la encara con una expresión cautelosa. No le dirá que ya conoce el Tártaro y que había sobrevivido, sus traumas no están para alardear.
—¿Y entonces qué quieres de mí?
—En vista de que descubriste los umbrales, te daré una explicación. Yo no soy la responsable de la creación de lugares como El faro, Oasis o Jardín, tampoco la responsable de generar las fallas en el sistema de nuestro padre para que nazcan los umbrales. Yo solo puedo encontrar los puntos débiles y rasgar una puerta. Nuestro padre no sabe nada de esto porque yo misma lo encubro.
—¿Por qué?
—Al principio, porque estaba aburrida. Hice la primera grieta en los Elíseos, conectándola con El faro.
Nico tiene anotado ese nombre en su mapa. Tales le había dicho que El faro es el lugar más alto en el Inframundo, por donde se puede apreciar todo hacia abajo. Pero la real razón por la que le dieron el nombre es porque al mirar hacia arriba se puede ver una porción del cielo de los vivos, como una ventana inalcanzable a la libertad de la que es posible beber.
—Esperaba que alguien la encontrara, y quería ver qué hacía. Quería comprobar si, aunque deseara escapar, comprendía su lugar.
Nico había sentido esa misma inquietud.
—Fue en 1923, una mujer italiana que llevaba 11 años muerta. Llegó al Faro y empezó a llorar, porque se sintió feliz de ver el cielo. No intentó escapar, sino que volvió por la grieta. El siguiente fue un hombre americano, quince años más tarde. Deseó escapar, pero no sabía cómo y tenía miedo de ser atrapado, así que al final se rindió y volvió. Fui comprendiendo que las grietas no desequilibraban demasiado el Hades y quise darles a más espíritus la oportunidad de visitar lugares distintos y vivir pequeñas aventuras. Vigilo para que no se salga de control.
Nico baja la cabeza con precaución.
—¿Y ha sucedido?
Los ojos blanquecinos de Makaria emiten un destello de complicidad.
—No lo suficiente como para tener que decirle a padre.
—¿Y no te preocupa el castigo que recibirás por hacer las grietas?
—Puedo argüir que dejé en manifiesto las fallas y así sería más fácil para él repararlas.
Relajado por las respuestas, Nico bufa pero deja de parecerle divertido cuando Makaria adopta un tono de voz grave.
—Hermano mortal, debo advertirte. La única vez donde todo estuvo a punto de salirse de control fue cuando un semidiós antes de ti descubrió los umbrales. Se enamoró de un espíritu de los Elíseos que le pedía volver a la vida e intentaron escapar juntos tantas veces que cedí a un trato en el que si superaban una prueba les permitiría escapar. Pero el espíritu confundió amor con deseo de libertad y una vez que volvió al mundo se olvidó de quien lo sacó del Hades. Herido, el semidiós admitió ante Padre lo que había hecho y el espíritu fue devuelto a su lugar, degradándose a los campos de Asfódelos. Al semidiós también se lo castigó imposibilitándole la entrada a los Elíseos una vez que muriera. Ambos terminaron vagando sin recuerdos ni personalidad entre los álamos.
Nico no sabe qué responder. Es posible que Makaria se lo esté diciendo para advertirle que está en peligro de que eso le suceda y que sabe de su andanza con Will. La otra opción es que sea coincidencia. Un escalofrío le pone la piel de gallina. Piensa en cómo sintió que Will no podía ser el único de quién podría enamorarse teniendo en cuenta que era el primero que le atraía después de Percy. En el caso de Will, podría ser lo mismo. Nico ha sido la única novedad en su vida post mortem. No tiene más opciones. Pero si estuviera arriba, las opciones serían incontables.
No puede permitirse ceder más de la cuenta. Conoce perfectamente las reglas del juego, e incluso le han dado una advertencia. Pese a que no le guste ver la insatisfacción constante en el semblante de Will, Nico debe tener claro en todo momento que su tiempo había llegado hacía mucho y que no tiene derecho a intervenir a su favor. Ya es suficiente infracción ir a verlo más de una vez. No puede permitir que Will lo enamore tanto que no pueda evitarlo.
Vacila. Lo mejor sería olvidarse de lo que habían vivido. Lo haría si simplemente no lo buscaba otra vez. Puede irse, tirar el mapa a un tacho de basura y no volver a pensar en esto. Se supone que es tan sencillo como tomar la decisión.
Pero se encuentra a sí mismo viajando hasta Oasis y cruzando la grieta a los Elíseos. Como invocado por su anhelo, se topa cara a cara con Will, quien estaba a punto de cruzar. Mirando de cerca esos espabilados ojos azules asaltados por la sorpresa, Nico deja de recriminarse por ceder a la tentación. Al igual que la primera vez que se coquetearon, se derrite en el dulce y liberador dejarse llevar.
—Oh, noble caballero, ¿gustaría de amarme un día más? —Nico se sonroja hasta las orejas tras terminar de hablar, entrando en un lapso de lucidez que le dice que es un entrada de lo más embarazosa.
Sin embargo, Will se recupera de su impresión, le sonríe mostrando los dientes y le hace una reverencia completa.
—Sería un placer, milord.
N/A: Les dejo algunas imágenes de Beachy Head.
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