IV
La ceremonia transcurre como un borrón de movimiento ante los ojos de Nico. Algunos héroes hablan para representar distintas épocas en la historia y luego Makaria da un discurso como cierre. Cada discurso daba apertura a comentarios por parte de los otros héroes —aparentemente menos importantes— de sus respectivas épocas y un brindis con una bebida color turquesa que su padre le dijo que no bebiera. Nico imagina que para Percy habría sido difícil resistir la tentación.
Como representaban veinticinco siglos —veinte después de Cristo y cinco antes, aunque ellos no admitían esa distinción— la cuestión debió ser, en teoría, aburrida y agotadora. Makaria preparó respectivas sus medidas preventivas: un baile por cada cinco siglos y bocadillos cada siete. Nico no tenía permitido bailar, por su puesto. Aunque sí pudo servirse un cake pop del siglo XXI.
Se vio en la necesidad de arañar la madera por debajo de sus palmas cuando tocó el siglo XVII y vio a Will danzar con otro hombre. Cada baile evolucionaba con la época y Nico se alegró de que el siglo XXI todavía tuviera tiempo para establecer un baile característico. Habría sido embarazoso ver a muertos de Grecia Antigua bailando reggaetón o como K-popers. También hicieron demostraciones de arte, de combate y de música. El único músico famoso que Nico vio fue Beethoven, quien tocó una sonata que desconocía en el piano. Al parecer, según el comento de Makaria, se trataba de una composición postmortem.
—Tuvo una vida difícil —le dijo su padre mientras observaba fijamente al músico con su postura impávida.
Ambos estaban sentados en una banca reservada por Makaria que en el mundo mortal sería considerada una «primera fila». La diosa se situaba inmediatamente detrás y un metro más arriba en una silla parecida a un trono.
—Hizo las suficientes cosas buenas y tuvo las suficientes influencias culturales como para llegar aquí. Rozando —prosiguió Hades—. Está contento mientras pueda hacer música, vivir cómodo y escuchar bien.
—¿Entonces cómo es que los invocas para que hagan música para ti? ¿No son cristianos?
—El cristianismo no acepta cuerpos en su más allá. Puedo reclamar cualquier cadáver que desee, independientemente de su religión. Cuando un cadáver es convertido en zombie conserva sus habilidades pero pierde su capacidad de pensar por sí mismo. Por eso los muertos son nuestro ejército.
—Y es un beneficio que solo podemos usar nosotros.
Hades le dirigió una mirada soslayada larga y muda.
Nico conocía la teoría. El poder sobre los muertos permite un control total sobre sus acciones. El inframundo vino con un ejército, servidumbre y trabajadores perfectos. Ningún otro olímpico puede gozar de algo así. Nico había tratado de usar sus poderes sabiamente desde que, cuando tenía diez años, por poco hizo algo de lo que se habría arrepentido el resto de su vida.
Aun así, le sabía tan mal no poder volver a ver a Will sin recurrir a prácticas prohibidas... entonces se espabila. El umbral. Nico lo había atravesado sin dificultad y Makaria y su padre no saben de su existencia. Si lograra hallar la ubicación de Oasis en el inframundo y usara el portal, podría introducirse en los Elíseos sin ser notado. Podría reencontrarse con Will.
Arruga la frente. Eso no estaría bien, atenta directamente contra las normas de su padre. Mínimo debía pensarlo con la cabeza fría. Si bien es cierto que no había esperado que Will le gustara tanto como para querer volver a tenerlo cerca, también lo es que no había coqueteado con ningún hombre antes. Will pudo ser un comienzo que daría paso a algo más en el mundo de arriba. Él mismo lo dijo «No deberías estar tan solo. Hasta la compañía de un muerto te complace.»
Culminada la ceremonia, mientras los habitantes de los Elíseos ayudan a limpiar, Nico distingue a Jason trotando en su dirección y le pide a su padre un momento, lo cual debió hacer desde un principio.
—¡Lo tengo! —jadea Jason, falto de aire—. Fiuu, por un instante pensé que sería demasiado tarde.
Nico enarca una ceja.
—¿Has pasado toda la ceremonia pensando qué decir?
La expresión entre apenada y ruborizada de Jason habla por sí misma. A continuación pronuncia un largo discurso que Nico supone debe aprenderse de memoria. Al menos las partes más importantes. Algunas eran sencillas de memorizar, como el «Te deseo lo mejor, sé que te irá bien» a Piper y el «Estoy bien» a Thalia. Y, por su puesto, el «Llegué antes que tú y descubrí que hay videojuegos» a Leo.
Cuando Jason termina y ambos se quedan en silencio frente a frente, Nico siente que su garganta comienza a arder. Esta sería su despedida definitiva. Se le pasa fugazmente por la cabeza seguir los pasos del intercambio de almas y devolverlo a la vida. Los recuerda a la perfección, cada detalle, a pesar de que se suponía que nunca recurriría a ello. A esto se refería Hades cuando decía que era mejor que ningún semidiós vivo entre a los Elíseos. Encontrar a un amigo y tener que dejarlo era como experimentar su muerte otra vez.
—No es que está prohibido —le había dicho su padre refiriéndose al intercambio de almas—. Es que altera el orden natural del mundo. Bianca lo comprendía.
Esa última línea había hecho que Nico cesara de preguntar. En esos tiempos aún estaba celoso de Bianca, porque su padre le solía recordar constantemente cuánto ella lo superaba y cómo él a su lado era una decepción.
Sin embargo, tantos años al servicio de su padre le enseñaron sin necesidad de explicarlo con palabras. Los mortales que evitan sus muertes para vivir más tiempo del que debían pasan a considerarse monstruos y problemas que afectan hilos del destino de personas inocentes.
Jason le está sonriendo con tristeza, al parecer percatado de su inquietud.
—Estarás bien sin mí. Estoy seguro de que te adaptarás y conseguirás buenos amigos.
—Eso no suena convincente, Grace.
—¿Qué tal un «yo soy tu amigo, vivo o muerto»?
Nico sonríe débilmente.
—Eso suena más a la onda de aquí.
—Cuando te vi entrar parecías nervioso y al mismo tiempo eufórico. Ahora pareces... —Jason suspira y menea la cabeza— me duele que te pareces a la versión de ti cuando creías que no tenías a nadie.
Nico no lo mira a la cara.
—No todas las personas son como tú. —Lo que en realidad quiere decir es que nadie es como él, pero habría sonado demasiado empalagoso fuera de su cabeza y habría hecho preocupar más a Jason.
—Supongo que no. —Jason cambia su peso de una pierna a otra y hace deslizar su lengua por dentro de su labio inferior—. ¿Y tienes algún plan de vida, algún indicio de lo que quieres hacer?
Nico niega con la cabeza. Cuando Jason estaba vivo habían tocado el tema, pero no lo desarrollaron a tiempo. Ahora Jason está muerto y ya no le puede ayudar a Nico a organizar su vida, ni a descubrir sus sueños o sus propósitos.
—Seguiré ayudando a mi padre. Paseando por el Inframundo. Cotilleando con fantasmas.
—Por ahora. —Jason lo dice más como una orden que como una sugerencia.
Nico se encoge de hombros y se da la vuelta, metiéndose una mano al bolsillo de su chaqueta mientras que con la otra se despide. Sigue sintiendo la presencia de Jason hasta que llega donde su padre. Pero en ese punto ya ha dejado de pensar en la expresión de Jason, en que esa sería la última vez que lo vería mientras estuviera vivo. Camina entre su padre y Makaria sin mirar atrás, limitándose a repetir mentalmente lo que podía recordar del largo mensaje.
La salida es rápida y sencilla. Nico emerge de las sombras y pisa tierra firme en algún lugar incierto del mundo, tal como había hecho tantas veces en el pasado. Podría bloquear los recuerdos de su ingreso a los Elíseos y convencerse con el tiempo de que había sido una fantasía, pero se prometió algo antes de salir, por mucho que le doliera. Recordar la última imagen de Jason una vez esté afuera, no solo sus palabras. Rememora las arrugas de preocupación alrededor de los ojos y el cómo sus labios de apretaban, conteniendo palabras que nunca escucharía. Y, cual intruso, también vio la imagen nítida de Will, sentado a su lado en Oasis.
Se derrumba en el suelo. Las sombras de los edificios que se erigen a lado y lado dejan el estrecho callejón prácticamente a oscuras. Garúa nieve y hace frío. Nico está extenuado, pero tendrá que caminar y encontrar refugio si no quiere enfermarse. Le da igual lo que le suceda y al mismo tiempo le preocupa estar haciendo las cosas mal frente a las personas que quiso y ahora ya no están con él. Todas ellas quisieron que siga adelante.
Mientras camina se vuelve a repetir mentalmente el mensaje de Jason con la invasión furtiva del recuerdo de Will, quien le está extendiendo la mano mientras sus ojos centellan con una vida que ya no posee.
Consigue una noche en un motel de segunda y se tapa los oídos con una almohada ante la actividad sexual en la habitación contigua. Le había tocado pernoctar con ese tipo de ruidos antes y no le había importado, pero de repente cae en cuenta de que su situación ha dado un giro inesperado. Los ruidos tienen sentido, tienen color e incluso forma física. Su cabeza ya no podría ser inmune ni rechazar los recuerdos. Se mantiene despierto, con los ojos abiertos, hasta después de que los ruidos desaparecen, hasta que sale el sol y le toca levantarse de la cama. Sigue agotado, pero debe marcharse del extranjero lo antes posible, así que vuelve al callejón, encuentra una buena sombra y apunta al campamento.
Apunta tan bien —o tan mal— que aparece en la sombra proyectada por la mesa de los hijos de Apolo, en pleno desayuno. Los campistas se espantan, algunos de levantan de sus sillas. Nico cierra los párpados pesados y se hace un ovillo en el suelo, perdiendo la consciencia en instantes. Nada como ver rostros de adolescentes espantados antes de dormir.
Esa tarde transmite el mensaje de Jason a los chicos y, sin contar las reacciones emocionales e incómodas, todo sigue igual. Considera tener una charla íntima con Hazel, ya que es la única persona quien sabe que se preocupa honestamente por él. Sin embargo, la ve tan contenta con Frank, como si se hubiera mudado a un mundo de nubes rosas, que se ve incapaz de abrumarla con sus problemas personales. Además, le es doloroso presenciar el amor que en su caso parece tan lejano como el sol. No puede evitar preguntarse si alguna vez conocería ese mundo rubicundo y lleno de dichas más valiosas que el tesoro de Plutón.
En menos de dos meses, Nico está tratando de localizar a Oasis en el inframundo.
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