Recuerdos y ensoñaciones

Renée se encontraba durmiendo plácidamente, hasta que sintió que alguien la tomó por el hombro y la sacudió ligeramente. Como acto reflejo, tomó la mano del individuo y lo lanzó al suelo, luego esta se lanzó sobre él para inmovilizarlo mientras tomaba su daga y la llevaba directo al cuello de este de forma amenazante.

—¿Mark? —cuestionó confundida. Sus ojos azul y dorado la observaron con sorpresa, en evidencia de que no se esperaba aquello, pero no tardó en formarse una sonrisa burlona en sus labios.

Avergonzada, la castaña se alejó y observó a su alrededor. En la lejanía, el sol se alzaba sobre el extenso mar azul; las aves habían salido de sus nidos para sobrevolar el firmamento y avivar el día con sus dulces cánticos; por la arena, podían divisarse pequeñas siluetas llegando a la playa… ¿¡se había quedado dormida en el tejado!? Inmediatamente se dio la vuelta para encarar a Mark, quien seguía sonriendo de aquella manera.

—Anoche te quedaste profundamente dormida, Re. No quería despertarte, parecía ser que no habías dormido así en mucho tiempo —se encogió de hombros, como queriendo restarle importancia al asunto—. Pero ya todos están por levantarse y, si no regresamos ya a nuestras habitaciones, sabrán que pasamos la noche juntos.

Juntos. Mark y ella. Ella y Mark.

Esta se limitó a asentir, ya que se encontraba incapaz de pronunciar palabra alguna. Ambos recorrieron silenciosamente los pasillos del Instituto, pero tuvieron que esconderse en una esquina al ver que Jules se encontraba frente a la puerta de la habitación de Ruby.

—Perdona lo de hace un rato, yo solo… —se quedó a mitad de oración, ¿qué iba a decirle? ¿Qué había pasado todos esos años con el constante miedo de que la fueran a atacar mientras dormía y, por ello, se había obligado a estar alerta incluso cuando debía descansar?—. Mis reflejos se agudizaron, es todo. —Sabía que era una excusa tonta, pero no se sentía capaz de decirle la verdad. Aún no estaba preparada para revelar todo lo que sufrieron ella y Ruby en aquella oscura dimensión.

Esta vez fue el turno de Mark de asentir pero no decir nada. Esa era una de las cosas que más le gustaron de él años atrás: siempre la escuchaba y sabía cuándo no quería hablar por completo de un tema, por lo que no le hacía preguntas al respecto; así fue como se ganó su confianza en un principio.

Ambos se mantuvieron en silencio, expectantes a lo que podría hacer Julian: la castaña estaba por quejarse, hasta que vio al chico entrar corriendo hacia la habitación de su amiga. Aquello le extrañó y le agarró el impulso de ir corriendo tras él para ver qué sucedía pero, en vez de eso, fue hacia su propia habitación: cuando estaba en el umbral, asomó la cabeza para despedirse de Mark y terminó por entrar. Una vez allí, se acostó en la cama y llevó ambas manos hacia su rostro: no podía creer que hubiera pasado la noche durmiendo junto al rubio.

Sabía que, contrario a años atrás, habían estado conversando tanto de su vida como de temas triviales; pero no recordaba haberse quedado dormida. Y, lo que era aún más increíble, no sabía cómo había pasado toda la noche allí sin despertarse ni una sola vez: en Thule, se había acostumbrado a dormir cada media hora y, la otra, a estar en guardia. Aquello fue un gran cambio, más aún tomando en cuenta que fue su primera noche en aquella dimensión.

Fuera como fuera, no pudo seguir reprochándose mentalmente lo que había hecho, porque alguien había entrado a su habitación. Era Emma, quien traía consigo ropa para Renée.

—Vine hace un rato, pero no estabas; te vi llegar con Mark hace poco, así que aproveché a traerlo ahora —comentó sin más, extendiéndole la ropa—. Por cierto, ¿aún te gusta Mark?

Renée abrió los ojos con sorpresa y se dio la vuelta tan pronto agarró la ropa, para que la rubia no pudiera notar su sonrojo. —¿Gustarme Mark? Nunca lo hizo —se quejó mientras se cambiaba la ropa de dormir por la que le había llevado la rubia. No le importaba que Emma estuviera allí, ya se habían cambiado en la misma habitación anteriormente; además, sabía que esta no estaba observándola.

—Ay, por favor, te la pasabas viéndolo con ojos de borrego; era obvio que te gustaba —comentó esta con un deje de burla en su voz, ganándose un almohadazo por parte de la castaña—. ¿¡Acabas de golpearme con una almohada!? —cuestionó, haciendo que Renée soltara un pequeño grito, seguido de una carcajada, y que saliera corriendo antes de que la rubia la atrapara; lo que, inevitablemente, sucedió.

Ambas comenzaron a luchar como lo hacían cuando eran más pequeñas, pero fueron interrumpidas por Cristina Rosales, quien les avisó que Julian estaba preparando el desayuno y salió como si no hubiera visto nada; a estas no les quedó de otra que aceptar un empate.

—Yo digo que te sigue gustando —habló Emma mientras bajaban al comedor—. Fue evidente por la forma en que reaccionaste al verlo anoche: siempre has sido un libro abierto, Renée, es imposible no saber lo que piensas o sientes —se explicó al ver la confusión en el rostro de su amiga.

—Estoy segura de que reaccioné de la misma forma que con todos, Emm —protestó la castaña, empujando con el hombro a Emma.

Iba a decir algo más, pero no pudo hacerlo, pues habían llegado a su destino y el aludido se encontraba presente. Este le dirigió una mirada discreta a Renée, que no pasó desapercibida por la joven Carstairs.

—El amor se siente en el aire —le susurró su amiga al oído.

Estaba a punto de decirle que lo que iba a sentir era una patada suya —por el Ángel, Ruby la estaba poseyendo—, cuando fue interrumpida.

—¡Renée! —escuchó que la llamaron—. Entonces sí es cierto, ¿Ruby también está? —preguntó una muy alegre Livia desde la mesa del comedor.

Se sorprendió de ver una versión completamente diferente a la que ya conocía: en su rostro no estaba esa constante expresión de fiereza, sino la dulzura y alegría de una jovencita de su edad; aunque, a pesar de ello, podía notarse que era una guerrera excelente.

Junto a ella se encontraba Ty, que estaba jugueteando con algún objeto extraño y, al lado de este, un chico que no conocía de nada pero que más adelante se presentó como Kit. Se sorprendió de no ver a Helen junto a la familia ni haber escuchado mención alguna sobre ella: la noche anterior, Mark le había hablado de Tavvy, Dru, Ty y Livvy, que aún se acostumbraban a su estancia allí; pero nunca mencionó a su hermana mayor, lo cual era raro, pues estos solían ser muy unidos. Se dijo a sí misma que más tarde le preguntaría al rubio por ella, si no la había mencionado probablemente sería por algo serio, y la curiosidad le ganaba por saber qué había sido de la que iba a ser su parabatai —antes del ataque de Sebastian y el caos consiguiente—.

—No puedo creer lo grandes que están todos —habló ella negando con la cabeza, mientras aceptaba con una sonrisa la taza de café que Cristina le estaba ofreciendo—. Nunca me había sentido tan vieja como en estos momentos —agregó con diversión.

Mark no es viejo, Emma —comenzó a citar la rubia—. Y yo tampoco —finalizó con una pequeña risa. Eran las palabras que ella misma había dicho cinco años atrás.

—No puedo creer que recuerdes eso. —La castaña tomó un sorbo de su café y sonrió con nostalgia—. Respondiendo a tu pregunta, Livia, y disculpa que lo haga tarde: sí, Ruby también está conmigo. —La joven cazadora le sonrió, era evidente que estaba feliz con la llegada de ambas nefilim.

Era increíble verla así, tan radiante. Ojalá su Livia fuera igual, libre de tormentos.

Ciertamente, Renée estaba igual de feliz. Tanto, que debía recordarse constantemente que su amiga y ella no fueron a esa dimensión para quedarse allí con los Blackthorn, sino para salvar a los suyos.

Mark tomó asiento junto a ella y le dejó en frente un plato con panqueques, acomodados de forma que parecía un osito: los ojitos, la nariz y el hocico estaban dibujados con sirope. Renée rio y le agradeció —al igual que a Jules, que seguía cocinando—: todos los años, el día de su cumpleaños, sus padres hacían panqueques y les daban los de Renée justo como los hermanos Blackthorn los habían preparado, porque a esta el osito le parecía tierno.

«Ahí está esa maldita nostalgia de nuevo. ¿Cómo pueden recordar todo esto? Solo lo hacen más difícil», pensó.

—¡Ruby! —exclamó con evidente alivio y alegría al verla entrar; luego de ella, fue el turno de Livvy de llamarla también.

Pudo notar en la mirada de la pelirroja que estaba igual de sorprendida que ella en cuanto a Livia Blackthorn se trataba. Ambas se comunicaron en silencio, el cual terminó con un encogimiento de hombros por parte de Renée, antes de darle otro sorbo a su café.

Esta comenzó a comer gustosa sus panqueques —hacía mucho que no tenía un desayuno como aquel y no pensaba desaprovecharlo— cuando Cristina sugirió ir a la playa; la castaña estaba por decir que le parecía una idea increíble, cuando fue interrumpida por su pelirroja amiga, quien las había excusado a ambas diciendo que tenían cosas por hacer. Renée observó a Cristina y luego a Ruby, con quien hablaba únicamente a través de la mirada.

«Tenemos que descubrir a qué se refería Tessa», indicaba la mirada de su amiga.

«Sí, pero si lo hacemos desde ahora resultará muy sospechoso», decía la suya.

«Y si no comenzamos desde ya, nuestra gente podría morir», advirtió Ruby.

«Han sobrevivido cinco años, pueden sobrevivir un día más», razonó Renée.

Pasaron unos cuantos minutos observándose, en los que claramente la pelirroja le recriminaba no darle importancia a su asunto pendiente, hasta que Ruby bufó y Renée sonrió victoriosa.

—Iremos a la playa —anunció alegremente—. Después de todo, lo que debemos hacer no es tan importante, puede esperar un poco más —mintió.

Y se sintió fatal por ello, pero no podía evitar sentirse seducida ante lo que le prometía aquella dimensión a la que habían ido a parar.

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