dos
Doyoung entra a su oscuro departamento con una bolsa colgada sobre su hombro. Cierra la gran puerta corrediza de metal y bosteza. Son alrededor de las cuatro de la mañana un sábado, tiene tolerancia al alcohol y a casi cualquier droga por ahí, pero el sueño es su peor enemigo. Odia dormir, la vulnerabilidad y la inquietud siempre se asentan en su estómago cada vez que se vuelca en la cama.
—Llegas a casa en los momentos más inoportunos.
Doyoung se tensa, volviéndose y mirando a través de la oscuridad.
—Puedo llegar a casa cuando me apetezca.
No quiere preguntar cómo logró entrar el Alfa a su apartamento una vez más.
El Alfa se ríe, el ruido rebota en las paredes.
—No cuando eres mío.
—No estamos juntos—Doyoung escupe y se mueve rápidamente hacia su habitación, un escalofrío corrió por su columna vertebral cuando escuchó los pasos del Alfa persiguiéndolo. Se apresura a cerrar la puerta con seguro y mover su pequeña cómoda para mantenerla cerrada fuertemente debido a que el pomo de la puerta es tan viejo que a veces se desarma y puede abrirse. Se sobresalta al escuchar la lluvia de golpes en la puerta.
—¡Tienes agallas, Doyoung! ¡Dejarme después de un año de aguantar tus mierdas!
Doyoung se desploma sobre su colchón en el suelo. Ignorando los gritos y gruñidos del otro lado de la puerta, deja caer una bolsa de lona a sus pies. Está llena de billetes, más de doscientos mil en efectivo, lo que no es nada comparado con el depósito más reciente en la cuenta bancaria de Doyoung.
Doyoung muerde su labio, cerrando los ojos mientras la voz se eleva y suelta más maldiciones. No llora, odia llorar, así que se sienta hasta que los gritos se detienen y los pasos cesan. Se sienta allí durante horas hasta que sale el sol y la luz se asoma por su ventana. Se sienta hasta que sabe que el miedo y la ansiedad se disuelven en el mar de emociones reprimidas dentro de él.
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La primavera es una época encantadora del año. Las flores están floreciendo y el viento siempre lleva un suave aroma a frescura. Los animales son más comunes en las calles corriendo. El único inconveniente de la primavera es la lluvia. El constante chapoteo y la sensación incómoda cuando la lluvia empapa los zapatos.
A Doyoung le encanta, ve la lluvia como una herramienta. Algo para que él lo utilice a su propio beneficio. Observa a su próximo objetivo salir del metro y desaparecer en la concurrida calle. Doyoung lo ve de cerca, la forma en que camina está llena de un misterioso tipo de poder, aunque su rostro es oculto por un sombrero.
Doyoung lo sigue de cerca, refugiándose de la lluvia debajo de su sudadera con capucha y manteniendo las manos metidas en sus bolsillos. El hombre se detiene, y Doyoung aprovecha la oportunidad, se tropieza a propósito, en realidad.
—¡Oh, Dios!—Doyoung se estrella contra el suelo mojado, un chillido agudo se desliza de sus labios. Las manos agarran inmediatamente el codo de Doyoung, levantándolo del suelo.
—¿Estás bien?—La voz del hombre es profunda y grave, un fuerte acento neoyorquino es audible. —Casi te noqueas a ti mismo.
La lluvia continúa, más que nada se vuelve fuerte. Se forman charcos en la acera, y el agua salpica los pantalones de Doyoung, pero no le importa. En cambio, se muerde el labio y mira al hombre. Es un Alfa, sin duda, puede decir que es uno adinerado por el brillante reloj en su muñeca y la calidad de su chaqueta. Doyoung se interesa más al instante.
—¿Estás bien?—El Alfa pregunta de nuevo, una profunda arruga en su frente mientras sus ojos verdes miran a Doyoung.
—Esto va a sonar muy vergonzoso—Doyoung se aleja ligeramente, le complace ver al hombre que todavía lo estudia atentamente. —Verás, acabo de mudarme aquí y estoy un poco perdido—La lluvia le aplana el pelo.
—Oh—La voz del hombre sale con preocupación.
Doyoung cuenta eso como una victoria. —En realidad, estaba tratando de encontrar un banco, debo haber cruzado equivocadamente en alguna esquina—Hace pucheros mientras la lluvia gotea de su nariz.
El hombre mueve su paraguas para cubrirlos dos.
—Oh, los bancos no están abiertos hoy. Es Día de los Caídos.
Doyoung infla sus mejillas y frunce el ceño. Incluso da otro paso para acurrucarse más cerca del Alfa cuando la lluvia se vuelve más fuerte. Se programó biológicamente en Betas y Alfas que al ver Omega en apuros se sientan desesperados por ayudar. Doyoung aprendió que aprovechar su género era esencial para su supervivencia en una sociedad regida por Alfas.
—¡Hoy ha sido el peor día de mi vida!—Exclama. —Primero, el agua caliente no funcionaba, luego quemé mi desayuno y ahora estoy perdido buscando un banco que ni siquiera está abierto.
Como es de esperar, ver un pequeño Omega en tales problemas y angustiado hace que el Alfa libere feromonas calmantes, perfumando el aire a su alrededor. Interrumpe suavemente a Doyoung: —Oye, cálmate, ¿bien?—El hombre dice en voz baja. —Mira, estamos justo enfrente de mi trabajo, ¿por qué no vienes conmigo? Fuera de la lluvia.
Doyoung agradece con su pelo mojado tapando su frente o de lo contrario el Alfa habría visto el movimiento de sus cejas. —No, no, también podría encontrar–intentar encontrar el camino a mi casa.
—Tonterías—el Alfa hace a Doyoung entrar y allí es cuando el omega se da cuenta de que debería ser más observador de su entorno. El hombre, el Alfa con ojos verdes y una voz profunda es un policía y acaba de traer a Doyoung a la estación.
Doyoung intenta permanecer en calma, pero siente que la ráfaga de nervios lo golpea como una marejada. Su piel arde con el metal frío de su pistola escondido en el elástico de sus pantalones y Doyoung se desgarra mientras deja huellas húmedas en el suelo de linóleo.
—Espera aquí—el Alfa se va sin otra palabra y Doyoung se queda de pie junto a un pequeño escritorio, goteando de pies a cabeza por la lluvia. La oficina no está ocupada, probablemente más oficiales estaban jugando al solitario en sus computadoras en lugar de estar haciendo lo que se les pagaba por hacer.
En su trabajo, Doyoung ha aprendido a alejarse de cualquier persona que sea de la ley. Ha permanecido oculto durante mucho tiempo. Ser paranoico y cauteloso tiene beneficios. Además, la gente tiende a pintar a los Omegas como pequeñas criaturas débiles que necesitan protección, siempre es un placer ver el total desconcierto en el rostro de un Alfa cuando Doyoung apunta con su arma entre sus ojos.
La sociedad es un lugar peligroso, es un patio de juegos para la injusticia y ahí es donde los agentes de policía se esfuerzan, viviendo de generosos sobornos y corrupción. Se esconden detrás de sus insignias de ley y dignidad y no están a la altura de las expectativas de ser los protectores de los ciudadanos. Especialmente Omegas como Doyoung, que no están enlazados y viven solos en la ajetreada ciudad de Manhattan. Omegas como Doyoung son dejados para valerse por sí mismos en las calles sedientas de sangre llenas de Alfas calientes que solo quieren reclamar como suyos a todos los Omegas que puedan.
Por supuesto, con la nueva aparición de su ex, la mente de Doyoung no está tan centrada como suele ser y ha confundido a un guapo policía con un Alfa adinerado y de clase. Doyoung maldice en voz baja, no había dormido en absoluto, y como resultado, su cerebro se está convirtiendo en papilla.
—Muy bien, te traje un poco...
—¡Jung!
Doyoung inclina la cabeza, el apellido era bastante elegante para un oficial. "Jung" se da la vuelta y responde, Doyoung está demasiado distraído con ese exquisito perfil como para escuchar. Una mandíbula fuerte adorna sus rasgos, pómulos altos y una nariz prominente. Sus labios son gruesos y tienen forma de pétalos de rosa, tan rosados como la flor también. El lobo de Doyoung cae de rodillas a la pequeña distancia entre ellos ahora que Doyoung se acercó.
Jung le da la cara de nuevo, hay una expresión sorprendida que adorna su rostro. Sonríe y tiene hoyuelos.
—Oh, hola. Ahora estás más cerca.
Doyoung no responde. Estudia el Alfa, las pecas en sus mejillas y el grosor de sus pestañas. Se acerca de nuevo, las puntas de sus zapatos se tocan y Doyoung parpadea ante lo verdes que son los ojos de Jung, ¿cómo pueden ser tan verdes? Es como si la tierra del mundo, las hojas de los árboles y casi cualquier reptil verde se unieran para mezclarse con el verde más verde que Doyoung jamás ha visto.
Al oficial no parece importarle la mirada obvia de Doyoung. Sus mejillas están pintadas con un tinte de rosa.
—Te traje algo de ropa ya que la tuya está... empapada—El Alfa señala a la ropa goteante de Doyoung, ahora está de pie en un pequeño charco. —Los baños están justo ahí atrás—señala por encima de su hombro. —Puedes cambiarte allí. Y yo volveré enseguida.
Entonces se va de nuevo.
Cuando el oficial se va, solo entonces Doyoung vuelve a aterrizar. Sacude la cabeza e intenta callar a su lobo: la criatura se queja de no tener el olor profundo del Alfa cerca, hay demasiados olores contaminando el aire. El lobo de Doyoung odia eso.
Aunque, después de que Doyoung llegue a los pequeños baños, su lobo se vuelve absolutamente loco. Él sabe exactamente por qué, la ropa que se le dio no es vieja ni tenía un olor extraño, está limpia y bien doblada, oliendo ligeramente a detergente de lavanda y menta natural. El olor del Alfa es débil, como un pequeño susurro al lobo de Doyoung que le causó más consuelo de lo que le gustaría admitir.
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