O1: Cruzando la línea.

Se supone, que cada cierto tiempo las sesiones se apartaban, al parecer se iban extendiendo a medida que ibas ganando estabilidad y confort.

Se supone.

Park JiHyo seguía teniendo sus sesiones religiosamente los martes por la tarde de cada semana.

Faltaba un cuarto para las tres, la mujer de sedoso cabello corto y dorado, piel morena gracias a los rayos de sol y profundos ojos tristes, cruzó la calle y, subió al consultorio de su terapeuta, la licenciada Minatozaki Sana, quien desde hacía unos años se había vuelto más incondicional que un pariente, que una mejor amiga, incluso más que su propia consciencia.

Su desánimo era a causa de haber asistido a la prueba de un vestido al cual observaba con adoración, pero lo malo siempre era la frase que rondaba en su mente una y otra vez al vérselo puesto: "Si tan solo pudiera dejar de sentir que estoy haciendo algo incorrecto" se decía a sí misma por cincuentésima vez, ingresando al consultorio de la licenciada Minatozaki.

La castaña mujer extrovertida de cabello bonito, sonrisa tan característica y voz amable que la ayudaba a comprenderse y aceptarse tal y como era, que la incentiva a concluir sus metas y la apoyaba en sus emociones, esa mujer era una gran persona, no solo como profesional, sino como ser humano.

La primera vez que JiHyo tomó una sesión, fue la consulta más inútil que había hecho jamás a causa de sus pocas palabras, sus justificaciones detrás de cada frase que decía y nadie le pedía, por su falta de concentración, su agobiante tensión, las incontenibles lágrimas que ella se esforzaba en sostener, pero que la profesional sabía que estaban allí desde que había cruzado la puerta y un extenso etcétera.

Sí, había sido bastante inútil y hasta ridícula, o quizás ella estuviera equivocada, como le había hecho saber Sana más de una vez, pero con el significado que fuera aquella primera vez había anticipado un vínculo que ninguna de las dos hubiera imaginado jamás.

Convengamos que JiHyo escondía muy bien sus sentimientos en su interior, y muchas cosas más que, como todos, era incapaz de compartir con alguien de su círculo más cercano, nadie le inspiraba una confianza suficiente para abrirse fácilmente, aunque fuera muy transparente a simple vista.

Para Sana fue maravilloso ir desmenuzando a la paciente para ver cómo, poco a poco, se fue autodescubriendo y, deconstruyendo a sí misma un poco más e, iba desenlazando todos los nudos que la oprimían y la hacían esa mujer que había llegado a su consultorio por primera vez y se veía tan insegura de sí misma.

Después de intensas batallas internas y emocionales, JiHyo había sabido superar muchos de sus enredos, pero de entre todos los nudos había uno que parecía no querer soltarla jamás, su novio de la adolescencia y lo que se supone que creía que sentía por él, el mismo que le había propuesto matrimonio, propuesta que ella había aceptado como la débil de voluntad que era y que la había dejado en un estado exhaustivo total.

—Buenas, ChaeYoung. Tengo cita, hoy...

La joven secretaria coreana asintió con una sonrisa en el rostro, reconociéndola de inmediato.

— JiHyo-unnie. — Pronunció la joven y aquel perfecto hoyuelo se marcó en una de sus mejillas sonrientes — Deme un momento que la recepciono de inmediato. —Observó a su computador debajo de sus grandes gafas nuevas — Listo, ya puede pasar.

— Gracias ChaeYoung, lindas gafas — Sonrió amable, y la joven correspondió de igual modo.

— Gracias, unnie —Correspondió la secretaria, con aquella encantadora sonrisa.

JiHyo caminó aquellos pasos que la apartaban de la cómoda y acogedora habitación donde la licenciada Minatozaki tomaba sus consultas desde que había comenzado hacía ya cinco largos años, cuando había llegado a la mayoría de edad, había conseguido su primer empleo y era lo suficientemente pudiente para pagarse la terapia por sí misma.

La joven mujer se acomodó el cabello y tocó en la puerta. Algunos segundos después, ingresó cuando escuchó la aceptación como respuesta, del otro lado del llamado.

— Unnie, buenas tardes —Le da la mano, en modo de saludo y Sana sonrió amable en su dirección.

— Buenas tardes JiHyo-ssi, siéntate por favor ¿Cómo has estado esta semana? —Preguntó interesada con comenzar la sesión de inmediato.

"¡Tensión, tensión, tensión!" gritaba la más baja a su alrededor, para asombro de Sana, quien intentó sostener la sonrisa, aunque no hubiera podido evitar detallar en las profundas ojeras que había fallado en maquillar y que surcaban sus lindos ojos expresivos.

— Bueno. La verdad... —Respondió luego de forzar una sonrisa y suspirar.

— Hay problemas desde hace tiempo, lo sé, no has hablado demasiado la última sesión. Cuéntame por favor... — Sugirió la profesional, ya preocupada por su semblante. En parte, podría decir que la conocía muy bien para admitir que ella se veía demasiado agobiaba.

JiHyo respiró profundo cuando la halló con sus analíticos ojos oscuros y Sana supo que se estaba conteniendo para no estallar allí mismo sobre su escritorio.

— M-me casaré, unnie —Tartamudeó ronca y se negó a verla a los ojos.

Sana dejó de escribir en su libreta, para poner sus ojos extendidos sobre su paciente. No podía ser cierto...

— ¡¿Dijiste que sí?! —Exclamó la castaña y se molestó de que su voz se oyera demasiado fuerte.

— Si. Y está tan emocionado con esa respuesta tan estúpida de mi parte... — Se cubrió el rostro con una mano, de la frustración que la invadía. No era capaz de enfrentar a la única persona que había rebosado de paciencia con ella.

Sana observaba el agotamiento que se revelaba frente de sí, en su paciente y se apenó por no poder serle de ayuda. Al final, siempre era su decisión y solo su decisión.

— ¿Y por qué lo hiciste si no estabas segura cuando te lo pidió? —Quiso, pero no pudo apartar los ojos de ella, buscando... ¿Qué buscaba? Ah sí, buscaba gozo y quizás lo que hubiera provocado que cambie de parecer, pero lo que vio era todo lo contrario.

Arrepentimiento apagaba la luz en su mirada, y halló mucho más que eso, había angustia y pesar allí.

— Sabes porque, unnie... —Murmuró como respuesta y Sana suspiró cuando se quitó los lentes, extrañamente igual de agobiada, ¿por qué?

Sana conoció a JiHyo un otoño hacía ya casi cinco largos años atrás, cuando la joven tomó su primera sesión esa nublada tarde, jamás olvidaría esa expresión de vacío y la melancolía que la recorría después de cada sesión. Cinco años después, no creía que regresaría esa misma joven a querer penetrar en su paciente.

—Tú sabes JiHyo-ssi, que era la oportunidad perfecta para exponerle tus sentimientos a este... tu pareja —Señaló la terapeuta, habiendo olvidado el nombre de aquel hombre por enésima vez.

Agradece con todo su ser no recordarlo, pues no le agradaba demasiado y tan siquiera lo conocía. Minatozaki no concebía comprender a una persona que podía insistir en una relación, cuando la contraparte sentía tanta confusión y frustración al respecto.

Para Sana, la persona que amas debía poder ser capaz de reconocer cosas básicas como el enojo, la frustración y el desamor en su pareja, y más si era en alguien tan transparente como lo era JiHyo. En síntesis, para Sana, el novio de su paciente era un verdadero idiota.

— Daniel... — Le recordó con la voz seca y Sana alzó el mentón hacia aquel nombre.

— Claro, Daniel. Así te hubieras ahorrado tantas preocupaciones, además del agotamiento físico/mental que se ve en ti desde hace largo tiempo... — Señaló, intentando más fallando en evitar su tono reprobatorio.

JiHyo suspiró, pero asintió ante sus palabras, dándole la razón. Por supuesto que ella tenía muchísima razón, por algo pagaba cada sesión, para que le hiciera ver lo egoísta y neurótica que podía llegar a ser consigo misma.

Sana se puso en pie nerviosamente y la paciente estuvo muy acostumbrada a que la licenciada se exasperara con sus decisiones impulsivas. JiHyo no sabía si las respuestas de la profesional eran así con todos sus pacientes, pero no podía evitar sentirse segura cuando hablaba con la honestidad que veía en cada sugerencia de la licenciada.

— Dijiste que lo pensarías, de hecho, no era algo para tomar a la ligera, JiHyo-ssi... — Su voz se oyó tan grave, pero a la vez, obligándose a ser comprensiva con ella.

— Lo sé unnie, me equivoqué, pero me sentí tan presionada cuando lo hizo...

— ¿Cómo fue?

— En el puente del río Han, la gente estaba siendo tan linda y me vería como una verdadera idiota rechazándolo en frente de tantas personas, y eso lo humillaría también, ¿si me entiende?

— Entiendo muy bien. Pero tú siempre te fijas en lo que podría sentir él, ¿y qué hay de ti? ¿Has pensado siquiera en lo que esto significa para ti y para tu futuro? — Comentó Sana, realmente preocupada, sobre todo porque ella no se veía como se supone que debería verse una mujer recién comprometida con el amor de su vida, había visto muchas de ellas y JiHyo representaba todo lo opuesto de "felicidad", aquello le oprimió el corazón.

— Lo sé, merezco que me quemen en una maldita hoguera por ser tan idiota de dudar, soy demasiado débil de voluntad, aún me sigo preguntando por qué no pude decirle que lo hablábamos luego en privado, que no era el momento ni el lugar, pero ¿cuál si lo sería, unnie? Si fue sumamente romántico, a cualquier chica le gustaría recibir una propuesta de ese modo, no sé qué está mal en mi... — Musitó como respuesta y Sana sonrió de lado, apenada, era un punto válido, pero ella tenía algunos muchos más válidos que ese.

— Eso sería genial, romántico y hermoso para cualquier pareja que está segura que se aman mutuamente, JiHyo. ¿Cómo no puedes ver su gravedad, chica?

— Lo veo...

— Dar un paso hacia el altar no se trata solo de ponerse un buen traje, un lindo vestido, partir un pastel y ya te casas. Es mucho más que eso, unes tu vida en cuerpo y alma con aquella persona que eliges, para toda la vida, ¿entiendes lo que eso significa JiHyo-ssi? — Acentuó la castaña con demasiado ímpetu y JiHyo se sintió regañada por su terapeuta — Oye será toda la vida, ¿puedes entender lo que eso significa? — Aclaró, tras intentar que la pelicorta tome coraje para dejar a su ya muy despreciado novio de adolescencia.

Ella dudaba del futuro de su relación desde hacía ya, bastante tiempo.

— Lo sé unnie, créame que le doy toda la razón, pero sabe que él me puede con sus expresiones, con su ternura y es tan buena persona, esto es lo que mi familia espera de mí, y yo lo quiero tanto. No quiero hacerle daño con mi rechazo, han sido muchos años juntos, no puedo dejar todo a un lado como si no tuviera ningún valor — Musitó ella con angustia y Sana la buscó, como si hubiera admitido a viva voz que había cometido un acto terrible.

Se notaba su confusión.

— Lo quieres tanto, ajá, pero ¿Estás segura de que es lo que quieres para ti? ¿Sientes que el mundo vibra cuando él te ve? ¿Qué la piel se te enciende y que el corazón se estruja? ¿Que-que el estómago se te retuerce como si sufrieran unas náuseas deliciosas y...? — Tragó cuando la miró y la joven se la quedó viendo unos minutos como niña regañada de ojos extendidos, labios entreabiertos, incrédula por cada una de sus palabras.

La profesional admiró el rubor de sus mejillas ante sus palabras muy directas y entendió que había perdido el control de las mismas.

Con el tiempo y su evolución, la relación de profesional / paciente se fue abriendo entre ambas y para Sana era inútil ver a JiHyo varias veces en su consulta, cuando prácticamente se comunicaban por WhatsApp muy seguido, pues no parecía ser muy profesional en su vínculo demasiado estrecho.

O eso parecía ser la fachada de esa relación, aunque nada había sido diferente hasta entonces.

Sana suspiró cuando regresó a su asiento, buscó la mirada confundida de su paciente y respiró buscando lo que perdía ante su presencia, paciencia.

— Lo siento JiHyo, pero si no estás segura de lo que sientes, nada de toda esa mierda tendrá sentido y a la larga tendrá pésimas consecuencias en el futuro de su relación. Como tu terapeuta de tantos años, mi deber es hacértelo saber ¿si lo entiendes?

— Si, lo sé unnie... — La menor no fue capaz de alzar los ojos, avergonzada de sí misma — Cada día me pone peor la idea, pero lo quiero tanto y no quiero que sufra por mi culpa. — Levantó la mirada — Los preparativos los está haciendo él mismo y no encuentro como decirle que ya quiero que se detenga, que ya no quiero oír sobre el menú para la recepción, ni sobre el lugar adecuado, que no me quiero poner ese vestido... Estoy muy confundida.

Sus rasgados ojos expresivos, que habían hablado por ella desde el primer instante, se cargaron de toda esa furia e impotencia consigo misma y Sana exhaló agobiada.

JiHyo se tapó el rostro con ambas de sus manos y agachó la cabeza, buscando huir.

— Ay cariño... — Sana se puso en pie y se acercó a ella, apoyándose en su escritorio y pasando su mano por el largo de su espalda. — La solución está en que te determines a ser un poquito más egoísta. Ya no pensar tanto en lo que él vaya a sentir algún tiempo, que es lo que probablemente durará su dolor, y considerarte más a ti y lo que será para ti el resto de tu vida, en una relación llena de dudas. Dudar no está mal, a veces sucede y tenemos que ser valientes y saber dar un paso al costado en el momento correcto...

JiHyo la observaba llorosa dejando derramar unas cuantas lágrimas, con muchísima pena. La profesional sonrió, tomó algunos pañuelos de papel y se los ofreció amablemente. La pelicorta tomó uno, deteniendo un sollozo.

— Quiero hacerlo. De verdad quiero hacerlo, pero no sé cómo... — Se limpió las lágrimas — ¿Cómo hago para dar un paso al costado cuando es cómo es? Ya no sé cómo mirarlo a los ojos, tengo que inventar excusas cada vez que me besa o me toca, desde que habló de matrimonio todo parece haber salido de control... ya no puedo seguir así. — Rompió en llanto, al fin.

— ¿De dónde has salido tan generosa, huh? — Le reprochó la mayor, intentando consolarla con las persistentes caricias por la espalda. — Sé que en alguna parte tiene que habitar en ti la fuerza y valentía para enfrentar esta situación, debes tomar una decisión justa para ti primero porque nadie puede hacerlo por ti. — Habló Sana, animándola — Estoy segura de que podrás con esto, lo sé.

JiHyo presionó el abrazo con el que la licenciada la cubrió, después de sus palabras y agradeció internamente de tenerla.

— No es que no pueda, tengo miedo unnie... — Musitó cuando se apartaron del abrazo y Sana la miró, extrañada — No sé si podría vivir sin él, lo quiero mucho, usted más que nadie lo sabe todo. No sé si podría conmigo misma si lo dejo ir y me doy cuenta de que él es el amor de vida y solo estoy confundida, porque soy una cobarde — Suspiró y la castaña asintió ante aquel pobre argumento. — Solo quiero ser feliz y vivir mi vida en paz, ¿porque tiene que ser siempre tan complicado para mí? — Sana acarició su espalda.

— Tendrás que averiguarlo por ti misma cariño. Tranquila todo estará bien, ya verás... — La alentaba por millonésima de vez.

Un pequeño silencio colmó en la habitación, Sana se halló en su triste mirada oscura y sintió frío allí. ¿Por qué rayos tenía que ser así? JiHyo merecía mucho más que una relación mediocre y emocionalmente dependiente. Ella merecía una relación real con todo lo que ello conlleva, con sus ilusiones y sus pasiones, con sus altibajos y sus turbulencias que te encendían hasta el último centímetro de piel.

Ella lo merecía todo.

— Anda, anímate, chica, tengo... una invitación que hacerte, antes de que te vayas... — Se sonreía la profesional, con genuina amabilidad.

— ¿Dijo invitación? ¿A mí? — Consultó la menor buscándola, confundida.

Sana asintió, como respuesta.

— Si, veras, el próximo jueves es mi cumpleaños, pero a pedido de mi insistente hermana menor. — Volteó los ojos — Lo festejaré el próximo sábado por la noche en mi casa, y quería que tú fueras una de mis invitadas. — Intentó no delatar su nerviosismo, regresando hacia su lado del escritorio.

— ¿A-a mí? — Pronunció con ilusión y una sonrisa tímida.

— Ajá —Asintió Sana — Sabes que ya eres más que una paciente para mi JiHyo-ssi, han sido muchos años y quiero que me acompañes la noche que festeje que llegué a los treinta, coqueta y próspera — Bromeó, extendiendo su mano con divertida formalidad. — Minatozaki Sana, pero puedes llamarme Sana. — Se presentaba haciéndola reír tímidamente.

JiHyo le tomó la mano y rieron una vez más, apenadas.

— Park JiHyo —Musitó con la voz mermada.

— Y ya siendo oficialmente amigas —Volvió a tomar el tema — Si puedes traer a tu príncipe sapo... —Ambas rieron un poco más.

— Vaya, me siento muy afortunada de tener tu amistad, Sana-unnie... — Sonreía resaltando un tierno eyesmile que contagió una gran sonrisa en la profesional — Y gracias por la invitación, ahí estaré sin falta lo prometo. — Levantó una mano como promesa.

— Te espero JiHyo-ssi, será un placer, ya sabes cómo contactarme — Se ofreció a su, ahora amiga, quien fue en búsqueda de un nuevo abrazo.

— Eres una gran persona unnie, recuérdalo —Murmuró, presionándola en el abrazo.

— Y tú, tú también lo eres — Asentía — Eres fuerte, Park JiHyo.

Habían cruzado la línea, compartiendo una proximidad que podría significar cosas muy bonitas, como también inesperadas...

Espero pasar de panzaso francés, rezen por mi.

Pero bueno, te traigo el primer capitulo, estare actualizando todos  los días esta historia, animame mucho, vota y comenta.

Recuerda que cuidarte. <33

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top