Epílogo: Un regalo a tú altura.

Todo en su vida había sido así de espontáneo, siempre.

Supo al instante lo que quería hacer toda la vida, por eso se graduó tan joven. También había sido muy comprensiva, sobre todo consigo misma, desde que su familia le dio la espalda por admitir su orientación sexual, por lo que no se permitió entrar en pánico cuando supo que sus sentimientos por aquella hermosa paciente eran tan reales, aun cuando pudiera arruinar toda su jodida carrera a causa de su falta de ética latente.

Había actuado al instante y había triunfado, porque lo que había obtenido al lado de Park JiHyo era irreemplazable.

Orgullo.

Eso es lo que sentía desde que había unido su vida con ella en su linda y sentida relación que tanta felicidad le brindaba con cada día, porque había ido por ella y por primera vez se arriesgó a creer en una relación, sin importarle la supuesta negativa que pudiera obtener sobre todo de parte de la obstinada sociedad en la que vivían, quizás algo en su interior lo supo desde un principio, ella era la correcta.

Se sonrió con sus pensamientos.

Se había vuelto una ridícula sentimental desde que admitió que estaba enamorada de Park JiHyo, su expaciente y su actual pareja desde hacía exactamente cuatro años, ese preciso día.

"Ella conquistó todo su mundo" pensó la licenciada, deslizando la mirada del inicio del podcast en su teléfono para apreciar aquel cielo adornado con un precioso arcoíris, mientras dejaba su consultorio esa tarde de miércoles repleto de nubes grises, blancas y anaranjadas, y de calles húmedas, después de un día completo de tormenta primaveral en Seúl.

Minatozaki Sana se subió a su auto, ansiosa por regresar a casa. Veinte minutos eran suficientes para poder oír un animado podcast ¿o no? Dejó su laptop en el asiento de atrás, conectó el móvil al reproductor del auto y emprendió el viaje de regreso con la introducción del programa.

—¡Hey buen miércoles para ti en donde sea que te encuentres! Mi nombre es Park JiHyo y estamos aquí con JeongYeon, como siempre. Yeon di hola a nuestra audiencia predilecta —Le acompañó con una risilla simpática.

—Hola, mi nombre es Yoo JeongYeon. —Apareció su amiga en los altavoces.

A Sana aún se le dificultaba acostumbrarse a oír a una animada JeongYeon en un programa que oían tantas personas en cada capítulo nuevo de la semana, por lo que oírles siempre era refrescante para la licenciada. Admiraba la valentía y la superación ajena.

—¡Y esto es...! — Redoble de dedos ansiosos. Sana no pudo evitar la sonrisa que se dibujó en sus labios.

—"¡Closet Door!" —Corearon el par que se había presentado, anteriormente.

Sana no podía evitar sentirse orgullosa cada vez que las oía. Claro que no, ambas habían escalado tan grande en su vida, que solo podía gozar de admiración.

—¡Yes! —Exclamó JeongYeon con emoción.

—Aplaude más fuerte Im, representa bien a nuestro público. —Le regañó la reconocida voz de su hermosa JiHyo y Sana sonrió nuevamente, casi que por inercia.

Le gustaba oírla reír, podía hacerse la imagen mental de las expresiones de su rostro en cada frase que decía su linda chica. Estaba profundamente enamorada de esa mujer.

—Eso NaYeon-ssi, nadie puede oírte si eres tan tímida ¡Hazlo con ganas, cariño! —Se burló con ternura la mayor. Se pudo oír la escandalosa risa de una nerviosa NaYeon por el fondo del audio.

—JiHyo-ah. —Claramente, JeongYeon le cedió la palabra.

—El tema a tratar de hoy llegó a mi mente mientras me daba un baño, ¿no soy la única idiota que piensa estupideces y pelea sola en la regadera verdad? Confirmen. —Introdujo JiHyo. Sus acompañantes respondieron con un sonido de afirmación.

—Obvio no Park, todos peleamos y ganamos nuestras mejores batallas dentro de la regadera. —La siguió JeongYeon. Carcajearon entre sí.

—Diablos, déjame sentirme especial en algo, Yoo. —Le regañó JiHyo, fingiendo estar ofendida.

—¡Jamás! —Bromeó la antes nombrada, en respuesta animada —Bueno ya, concentrémonos. Has dicho que la idea llegó en la regadera...

—Ajá, me estaba dando un baño muy tranquilamente como toda ciudadana de bien, porque sí me baño, cuando de pronto pensé en todas esas veces que me sentí una idiota incomprendida en la vida, ¿si sabes cómo? —Inició, claramente dirigiéndose a su acompañante.

—Explícate para nuestro público y sé breve. —Advirtió JeongYeon, haciendo la habitual broma de que JiHyo se extendía demasiado al hablar. Sana rió. Sí lo hacía.

—Después de que descubrí mi sexualidad en brazos de mi talentosa y sensual ex terapeuta, todos conocen la historia con mi maravillosa novia Minatozaki Sana. Le envío un beso porque sé que oirá esto muy pronto —Sana se remojó los labios antes de tomarlos entre sus labios sonrientes y le devolvió el beso.

—¡Uuuy! —Bromearon JeongYeon y NaYeon como niñas alborotadas.

—No se puede resistir a nombrarla en cada programa ¿no creen? Confirmen. —Señaló JeongYeon, entre las risillas de NaYeon.

—Shhh basta, irrespetuosas. —Les regañó una JiHyo, con sus risas de fondo —La verdad, mi vida ha cambiado rotundamente tras decidirme a salir del closet, sobre todo cuando decidí enfrentar a la figura de autoridad en mi familia.

—"¡Mamá!" —Dijeron las tres mujeres a la vez, en coincidencia.

—Así es. He aprendido que no me enloquece la idea de volver a ser parte de "la familia", no tanto como vivir toda la vida con Sana.

Sana lanzó una risilla nerviosa. Eso se había oído muy adorable, pero aun así la profesional sabía todo lo que transitó su hermosa chica para sanar esa distancia y esa herida que incluso, en ocasiones, seguía doliendo en aquellos días de debilidad. Esperaba que la madre de su novia entrara en razón muy pronto, porque se estaba perdiendo de una maravillosa hija en JiHyo.

—Que romántica me has salido Park... —Se burló JeongYeon.

—Hablo en serio. Además de ser la mujer que amo, Sana fue mi terapeuta muchos años, ella era prácticamente la única relación cercana y genuina que tenía en mi vida. Fue la única que me ayudó a aclarar mis dudas existenciales, gracias ella hoy encontré un sentido en muchos aspectos de mi vida en los que siempre me sentí ya sabes, "fuera de lugar", "solitaria", "rara".

—Hasta que me conociste a mí. —Interrumpió JeongYeon cómicamente, robándole una risita a Sana.

La licenciada asintió en su dirección. Efectivamente, desde que JeongYeon y JiHyo se conocieron más cercanamente, se habían vuelto uña y carne. Más que ser una broma molesta, Sana estaba satisfecha de que su novia haya encontrado en Park una buena amistad como la que ella tenía con Hirai Momo. En la vida todos merecemos al menos un amigo de verdad, un compañero de guerra, un cómplice de travesuras, un verdadero hermano de la vida.

—Ajá, hasta que te conocí a ti y ahora mi mujer y tu esposa nos detestan porque no podemos vivir una sin la otra. —Exageró, se podían oír los abrazos. JeongYeon gruñó como cuando se apartaba de los abrazos de JiHyo.

—¿Y para qué nos quieren a todas horas? —Le siguió el juego Yoo.

—¿Verdad? Es lo que digo... —Rieron con complicidad.

Sana rió al oírlas interactuar. Era su parte favorita del programa, oírlas reír y evidenciar su amistad y complicidad. Su segunda parte favorita, era poder reconocer la felicidad en el mero tono en la voz de su novia, le encantaba esa versión de JiHyo, la libertad que se podía notar en ella a la hora de expresarse sin temor a nada lo era todo para ella.

—¡Ya ve al grano Park! —Le regañó JeongYeon con un par de palmadas contra la mesa, siempre tan impaciente.

—Claro, disculpen no podemos dejar de hablar pendejadas —Rieron un poco más.

Sana no pudo evitar sonreír nuevamente, la calidez de la amistad de ese par era refrescante y suponía que era parte del atractivo del programa, la química en su amistad a la hora de exponer los temas en público era tan natural y emocionante de oír. Sana deseaba que JiHyo y JeongYeon fueran amigas para siempre.

—Conocer a Sana ha traído a mi vida muchas revelaciones que no sabía que necesitaba, me ayudó a encontrarme con mi identidad de frente y en muchos aspectos. Después de aclarar mi sexualidad, me puse a replantear todos los indicios que hubo en mi vida desde siempre ¿Sabes?

—¿Tienes ejemplos? —Señaló JeongYeon con incontenible curiosidad.

—¿Tú los tienes? —Rebatió JiHyo.

—¡Por supuesto! Y entre tanto, mi facilidad para ser amiga de los hombres. Siempre los he visto como buenos amigos, por eso no les he podido hallar otra utilidad en mi vida. —Se burló JeongYeon. Estallaron en risas.

—¡Ah-ah! —Negó JiHyo —He sido una pésima amiga de varones. —Se negó JiHyo y hubo una simpática discusión entre ambas.

—No odiamos a los hombres. —Concluyeron ambas de modo tal, que le robó más de una risilla a la licenciada.

—... en realidad, me acordé en específico de esa estúpida sensación de ingenuidad que sentí cuando creí que era especial para un chico... no podía ser tan lesbiana, amiga. —Habló JiHyo cuando retomaron el tema.

—Oh, cariño...

—No me compadezcas Yoo, hablo en serio. —La regañó JiHyo.

—Y yo también —Rió JeongYeon, nerviosamente.

—Tenemos muchos ejemplos aquí de todos ustedes hablando de ese momento tonto que les hizo sentir incomprendidos y no sabían por qué, ¿Tú tienes uno, Yeon? —Agregó JiHyo y Sana se dejó abrazar por el sonido de su profunda voz.

—Oh sí, de hecho con NaYeon. —Comentó JeongYeon. Alguien jadeó con asombro.

—¿Qué le has hecho a mi amiga, Minatozaki? —Estalló la asombrada voz de JiHyo.

—De hecho... —Tembló JeongYeon y Sana rió al oír la voz de NaYeon interrumpir. Es que la licenciada conocía muy bien esa historia.

—De hecho ha sido JeongYeon. Créeme JiHyo-ah, no existe nadie más lesbiana que Yoo JeongYeon pretendiendo que no lo es. —Le acusó NaYeon, haciendo reír a JiHyo.

—Confirmo. —Habló JiHyo muy cerca del micrófono haciendo reír a sus acompañantes. Sana carcajeó ante las réplicas de JeongYeon a lo lejos.

—Íbamos en preparatoria. —Comenzó NaYeon. JeongYeon cedió, aparentemente.

—Diablos, se conocen desde hace mucho tiempo. —Se asombró genuinamente, JiHyo.

—Toda una jodida vida. —Agregó JeongYeon, fingiendo pesar.

—Éramos mejores amigas. —Señaló la nipona casi que con reproche.

—Oh no, ¿ella era la hetero? —Señaló JiHyo ante su descubrimiento.

—¡Ajá! —Afirmó NaYeon como una queja. JiHyo carcajeó escandalosamente.

—Déjame adivinar, ¿y tú, su mejor amiga enamorada de ella? —Señaló JiHyo entre risillas.

—¡Siiiii! —Masculló NaYeon con reproche —Viví toda mi adolescencia llorando por su amistad que siempre me sabía a poco y nada, porque ella no era capaz de admitir que nos atraíamos.

—Déjame, estaba chiquita... —Se quejó JeongYeon. JiHyo no podía parar de reír.

—¡Nada de chiquita! Ella de tonta detrás de cualquier chico tonto que la rechazaba y yo muerta por esos ojos tan lindos ¿cómo te resistes a no querer besarla, huh? —Argumentó NaYeon y las demás rieron.

—Oh no, mi pobre chica... —Le consoló JiHyo por lo bajo. JeongYeon se quejó ante su dramatismo.

—Creo que no hay nada más estúpido, que ese instante en el que tu mejor amiga, que sabe todo sobre ti y que puede percibir que hay algo más que amistad entre las dos, llega corriendo a tus brazos, para llorar por un tipo que no le da la atención que tú sabes que ella se merece ¿Sabes? —Señaló NaYeon sin poder disimular su fastidio. JeongYeon rió bajito y Sana asintió en su dirección, ante la respuesta de NaYeon, muy de acuerdo.

—Ya basta NaYeon. Eso ya pasó hace mucho tiempo, nos hemos casado cariño ¿qué dirán nuestros oyentes? —Habló JeongYeon, fingiendo bochorno. Sana carcajeó, pues se oía muy simpática.

—Tú sabías que nadie podría amarte como yo lo hago, JeongYeon-ssi, admítelo. —Señaló NaYeon con reproche infantil.

—Sana te daría toda la razón. —Señaló JiHyo, apenada.

—Oh lo siento, olvidé que tú eras la tonta hetero, cariño. —Señaló NaYeon. Rieron nuevamente ante la pena de JiHyo, Sana incluida.

—Cállate Im, estaba mal pero ya me curé ¿Está bien? —Rieron con complicidad y Sana sonrió tan emocionada.

Esa risa tímida y alegre que podía moverle todo el jodido suelo con solo entonar, esa risa la llenó de esperanza desde la primera vez que la oyó.

—¿Y tú? ¿Cuándo te sentiste más como una tonta incomprendida? ¿Cuándo Sana te besó por primera vez? —Señaló JeongYeon, retomando el asunto.

—Oh no, bueno también, pero en realidad la primera vez que recuerdo, fue cuando conocí a un chico, en la iglesia... —JeongYeon y NaYeon se burlaron de aquello, rieron un momento —Hablando en serio yo creo en Dios ¿Ok? y la verdad es que me gustaba muchísimo ir a la iglesia, me trataban siempre muy bien.

—Ya sabemos que eres muy religiosa Park, prosigue. —Interrumpió JeongYeon con una risilla.

—Total que el chiquillo ese se me acercó en una reunión, hablamos muy bien, él me regaló un dulce y quedamos que después nos veríamos en un campamento de la escuela.

—¿Iban a la escuela juntos? —Desestimó JeongYeon.

—Desgraciadamente si. —Dando un suspiro pesado —Total que se había hecho el coqueto, y yo inocentemente, como sabía que nos veríamos en el evento, pensé en regalarle un dulce de regreso, no me preguntes porqué porque no lo sé. Pero una vez nos encontramos y le di mi regalo, él solo se rió de mí frente a las otras chicas y se burló con sus amigos. Al parecer, quien había quedado como si tuviera un interés por él, fui yo. —Se rió JiHyo, nerviosamente.

—Owww que dulce eres cariño. —Musitó JeongYeon con ternura.

—Era una niña, yo creí que le caía bien ¿Sabes? Al parecer no es normal que una niña le regale un dulce a un niño, solo es permitido en viceversa. —Se rió su chica, Sana hizo un mohín en su dirección.

—Claro, debiste hacer lo que se esperaba de ti. —Señaló JeongYeon y NaYeon se burló de ella.

—JeongYeon decía que le era difícil admitir lo que sentía por mí, porque siempre estaba atenta a hacer lo que se esperaba de ella... —Musitó la rubia, recurrente visita de ese programa de podcast.

—A ver, ilumínanos Yoo ¿Qué se hubiese esperado de mí, entonces? —La retó JiHyo. JeongYeon hizo un sonido pensante.

—Mhm, supongo que se esperaba que te hicieras la coqueta e inalcanzable, entonces probablemente te hubieras ganado su interés.

Sana rió cuando JiHyo se burló de su respuesta heterosexual y las tres se burlaron de ello. Siempre era así de divertido entre ellas, quizás fuera el motivo por el que era animado y ligero oírlas, supuso la licenciada que por eso tenían tanta audiencia.

—Mientras pensaba en ese estúpido momento en el que me sentí tan tonta con tan solo catorce años de edad, pensé: ¿Cuántas veces más me sentí así de tonta e incomprendida y no tenía una respuesta que aclarara mis dudas, para no sentirme responsable de ser como era siendo yo misma?

—Había una respuesta a todo eso, ¿Ok? —Insistió Yoo, como advertencia.

—Claro, lo diré ahora mismo. Hagan redobles por favor. —Ordenó Park. Se pudo oír el sonido de fondo. Sana rió por lo simpático que se oía todo en conjunto. —¡Hey chico de la iglesia, soy Park JiHyo y no es que haya tenido interés en ti como les hiciste creer a tus tontos amigos, es que era lesbiana y no lo sabía! —Hubo aplausos y risas de fondo.

—Todos nos sentimos tontos e incomprendidos alguna vez, de alguna manera y sin motivo aparente, que nos hacía sentir confundidos y diferentes, por eso contaremos algunos de los casos que nos han dejado ustedes en nuestra pequeña comunidad para que debatamos... —Comentó JeongYeon, mientras NaYeon y JiHyo afirmaban sus palabras.

Sana sonrió con ternura cuando oyó a JiHyo hablando un poco más sobre la importancia de sentirse especial por la persona que uno ama sin importar su género. JeongYeon argumentó un poco más sobre sus palabras, y pronto el podcast llegó a su fin.

Para Sana, llegar a casa después de una larga jornada de trabajo siempre era un alivio, porque su hermosa chica estaba allí para recibirla con esa mirada de amor que no sabía que necesitaba hasta que la conoció y la tuvo en casa a diario para descubrirlo.

Entonces, todo se iluminaba como cielo despejado cuando ella le dirigía esa hermosa sonrisa, apuraba el paso para rodearla con sus brazos y dejaba que esos suaves y sensuales labios enmarcados se fundieran contra los suyos para darle el calor de una perfecta bienvenida a casa.

Sí... cuando se encontraba con ella, Sana recordaba porque rayos la vida era tan generosa con ella, entendía el motivo de su sonrisa a diario, de su buen humor y era porque Park JiHyo estaba allí para recibirla con el calor de su amor dulce, genuino y desinteresado que llenaba su corazón de sentimientos tan puros.

Una vez cruzó la puerta del apartamento y se quitó los zapatos, Sana buscó con la mirada a aquella hermosa mujer en la habitación y no tardó absolutamente nada en hallarla.

JiHyo estaba preparando la cena en su ropa cómoda, pudo percibir la licenciada por el aroma que colmaba en todo el lugar. Al parecer, no había planes de salir, se extrañó entonces.

Al oír la puerta, el corazón le latía tan deprisa como aquella primera vez, cuando aún era una chica de veintiséis años, cautiva de una vida a la que se había resignado desde muy temprana edad, tan confundida como para aceptar que moría por besar a su unnie toda la vida. Entonces esa boca cálida y ese cuerpo blando la rodeaban y la hacían sentir tan importante, tan indispensable, tan única e invaluable, que aún creía que perdía el aliento de la emoción cuando la besaba, y recordaba porque había valido tanto la pena dejarlo todo por esa relación.

Porque sí, JiHyo había perdido su empleo en la escuela secundaria, también todo su círculo al cual no extrañaba para nada y la conexión con su familia directa por el hecho de darse la oportunidad de amar a Minatozaki Sana, y de salir del closet, claro. Pero ya se había reinventado profundamente y en su presente, era tan exitosa como Sana creía que sería con solo descubrir su maravillosa personalidad calma y paciente.

Vaya, para JiHyo, su novia era aún mejor de todo lo que ella pudiera esperar que fuera y solo obtenía lo que se merecía por ser tan cálida y generosa con la vida.

—Minatozaki Sana, envía todo al demonio y deja que te mantenga... —La risa estruendosa que se oyó en la habitación, ruborizó las mejillas de la menor quien se sonrió como una niña risueña cuando Sana le besó la mejilla reiteradas veces.

—Si no amara mi trabajo, te prometo que te daría ese gusto, preciosa. Pero la respuesta es un definitivo no. —Le regañó Sana, ahora dejándose recorrer por los besos de su hermosa novia.

—Ahg, ¿y si te convenzo con unos besos? ¿Si te dejarías, unnie? —preguntó la menor, recorriendo su cuello y mejilla, hasta morir el sendero sobre sus labios húmedos otra vez. JiHyo admiró la sonrisa de su novia.

—Oh cariño yo dejo cualquier cosa por tus besos, a excepción de mi trabajo. —Canceló la castaña, haciendo pucherear a JiHyo.

—¡Unnie! —Se quejó intentando persuadirla, abrazándola por el cuello y pronunciando un tierno puchero.

—JiHyo... —Le advirtió intentando ser firme con la menor, mientras rodeaba su cintura con sus brazos.

A Sana le encantaba detallar esos brillantes ojos oscuros, su meta era mantenerlos siempre así de centelleantes para ella y la vida misma. Todos merecían ser testigos de cuan feliz podía llegar a hacer a Park JiHyo con el amor que le tenía.

—Sé que te gusta que te llame de ese modo. —Musitó JiHyo, chantajeándola con el tono de su voz, mientras rodeaba su nuca con algunas caricias de sus manos y perseguía su cabello con sus manos.

—Me gustas toda tú, y lo sabes. —Ronroneó la licenciada, dejándose masajear por esas suaves manos.

—También, pero...

—No has dejado de hablar desde que has descubierto que eres genial haciéndolo ¿huh? —Reprochó Sana, en broma.

Extrañaba que hablara tan animadamente con ella cada semana, tenían tiempo sin poder tener un momento para ambas desde que el podcast se había vuelto un proyecto a tiempo completo para la vida de su hermosa JiHyo.

—¿Has oído el podcast de esta semana? —Se entusiasmó la menor, de inmediato.

—Sabes que eres el motivo por el cual jamás se me olvida pagar mi membresía en Spotify. —Bromeó la mayor, dejando un suave beso sobre el dorso de su mano y retomando el viaje a su habitación para liberarse de su ropa y darse un baño.

—Y... ¿Qué opinas? —preguntó la menor, con cierta ansiedad que falló en ocultar.

—No me sorprende que te hayas vuelto tu propia terapeuta, pero me encanta ver como has transformado esa necesidad de hablar en las sesiones de cada semana, en algo productivo que puede ayudar a otras personas a reencontrarse consigo mismas. Todo en el programa es tan orgánico, las conversaciones entre JeongYeon y tu son tan divertidas y cómodas de oír. Eres una genio. —Besó su frente y se dirigió hacia el cuarto de baño, oyendo los pasos detrás de ella.

—Shiba, eso ya lo habías dicho antes, cariño. —Bufo JiHyo por lo bajo.

—¿Mju? —Consultó silenciosamente, esperando que le dijera que deseaba oír específicamente.

—¿Te molestó que hubiera hablado de mi pasado? —Consultó entonces su preocupación. Sana se tomó el pecho con fingida indignación.

—Lo que me molesta... —Le advirtió la mayor alzando un dedo acusador —Es que preguntes algo tan tonto cariño. Tu pasado está ahí y me alegra que hayas aprendido y sigas aprendiendo de él, sin culparte por su proceso. Eres libre JiHyo y estoy orgullosa de que lo hayas descubierto, de todo lo que has logrado después de la crisis. Diablos, cariño, estoy orgullosa de ti. —Le guiñó un ojo con aquella linda sonrisa de perfecta que hizo sonreír a JiHyo espontáneamente.

—¿Sabes Minatozaki Sana? Eres maravillosa. —Musitó JiHyo y se tomó su carnoso labio inferior.

—Cariño, la maravillosa eres tú, yo soy un accesorio a tu lado. Más ahora que eres famosilla. —Se burló Sana, reencontrándose con ella y sus lindos ojos que le sonreían tanto.

—Un accesorio muy bonito, tan lista y valiente... —Agregó JiHyo, recostándose contra el marco en la puerta de la habitación que compartían.

—Comenzaré a cobrarte por cada vez que digas mi nombre en el podcast. —Se burló la mayor, robándole una carcajada —Diablos Park, yo soy todo lo que tú quieras que sea... —Ronroneó cuando JiHyo la miró con esos hermosos ojos que la encandilaban en ese dulce hechizo de amor en el que la tenía. Amaba verse en su linda mirada transparente, sentirse amada por todo de ella, sentir su dulce amor.

—¿Eres absolutamente todo lo que yo quiera? —Consultó con ese tono ronco que la desequilibraba con tanta facilidad.

—Sabes que sí, como la primera noche, preciosa. —Le lanzó un beso, mientras se quitaba los jeans.

—Fue verdaderamente memorable. —Musitó JiHyo con aquella mirada cómplice.

—Tanto como tu hermosa expresión de placer, es algo que jamás se irá de mi mente, como lo mucho que te amo...

—Nadie es mejor que tu con las palabras, Shiba. —Sonrió JiHyo, en su dirección —A decir verdad, debo confesarte que sí sentí un poco de culpa por mi madre por un instante, cuando empecé la idea del podcast con JeongYeon, pero ella me quitó de su familia sin culpa, así que supongo que tengo derecho a decir lo que me da la gana. —Concluyó, alzando los hombros.

—Estoy orgullosa de ti. —Insistió Sana, tomando sus mejillas para que la viera a los ojos.

—Y yo estoy orgullosa de ti, porque tú me enseñaste cuán fuerte puedo llegar a ser por mí misma. —Sonrió de lado y Sana le dejó un beso sobre la frente.

—Oh mi amor, eres muy fuerte, mereces todo lo bonito que tienes en la vida, ¿entiendes? —Insistió Sana, convencida.

—¿Incluso a ti, licenciada Minatozaki? —Mordisqueó su labio inferior pretendiendo verse irresistible. Y vaya que lo era.

—Oh, sobre todo a mí, Park JiHyo-ssi... —Admitió con éxtasis, antes de volver a tomar esos labios con los suyos y luego darle un suave beso de esquimal con la punta de su nariz. JiHyo sonrió.

—Oye, después del baño, tengo una sorpresa para ti. —Señaló JiHyo, tímidamente.

—¿Para mí? —Se alertó Sana ante su sonrisa traviesa.

—Ajá, así que no te tardes por favor, te espero para cenar.

—¿Y si me acompañas, y te aseguras de que no me tarde demasiado en la regadera? —Murmuró Sana, incitándola. JiHyo se rió entre dientes.

—Um, esa es una propuesta muy tentadora licenciada, pero creo que debo resistirme a ella. —Se rió JiHyo, cuando Sana la besó en la mejilla y le hizo unas suaves cosquillas en las costillas.

—De acuerdo chica misteriosa, terminaré de darme un baño y salgo para cenar, ¿te parece bien?

—La cena está casi lista. Hoy tenemos una cita licenciada, así que póngase muy guapa, la estaré esperando ansiosamente. —Le dio un mordisco como saludo, antes de dejar la habitación.

—Eres una traviesa, cariño. —Carcajeó cuando JiHyo le dió un apretón a su trasero y se apartó riendo.

—¡Apúrate unnie, estoy muy ansiosa por nuestra cita! —Señaló aquella linda mujer, lejana de la habitación, haciendo reír a Sana de la ansiedad.

Recién bañada, con un par de blue jeans cómodos y una blusa sencilla de raso color negro adornada con pequeños lunares blancos, descalza y sin maquillaje, Sana se hizo por la habitación en donde estaba el comedor, con lentitud y en silencio.

Su hermosa chica la esperaba con las manos sobre la mesa y en silencio, permitiendo que la suave y tentadora música hablara por ella. Las luces estaban bajas en el comedor, unas suaves velas de soja aromatizaban el ambiente y una linda hilera de pequeños broches de luz sostenían significativas imágenes a lo largo de su dulce relación y colgaba en la pared junto a la mesa, la cual estaba prolijamente servida, ya con las copas llenas.

Sana se remojó los labios ante la inesperada emoción que la arrolló cuando ella la oyó llegar y la miró con sus centelleantes ojos y esa magnífica sonrisa satisfecha. Diablos, ¿qué más podía pedirle a la vida? Se preguntó la licenciada, admirando la belleza de la mujer que esperaba por ella en la cita que le tenía preparada en el comedor de su casa.

JiHyo tenía el cabello semi recogido, el cual mantenía de igual modo, pero que ya estaba un poco más largo y picaba delicadamente sus hombros. Sana detalló que se había cambiado la ropa y ahora tenía puesto un vestido sencillo de color trigo y repleto de pequeñas flores blancas. Su vestido contrastaba con su lindo cabello azabache natural y deseó besarla cuando le sonrió con esa hermosa sonrisa que jamás se cansaba de admirar. Verla feliz era la mayor recompensa que Sana podía ganar en esa vida y en todas las que viviera a su lado.

—Esto es una emboscada, Park. —Musitó Sana casi que sin aire de la emoción.

—Se tardó demasiado y está llegando muy tarde a esta cita, licenciada, ¿no cree? —Musitó JiHyo con el mentón sobre un puño.

—Te ves preciosa Park JiHyo, pero estás muy misteriosa y eso me está poniendo nerviosa... —Advirtió con su mirada coqueta y JiHyo se rió cuando la mayor se inclinó para besar su mejilla.

—Siéntate unnie, por favor. —Corrió la silla para Sana, quien disfrutó del aroma de su suave perfume.

—Por favor, no me llames así o me voy a desmayar de ternura, ten piedad... —Musitó la mayor, negada de despegar sus ojos que estaban llenos de ella.

—¿Unnie? —Pestañeó con todo su encanto y Sana se tomó el corazón, como si hubiera recibido un flechazo.

—¡Ahg! Me morí, me mataste de amor. —Se quejó, desparramándose contra el respaldo de la silla. JiHyo se apresuró a removerla para reanimarla, mientras reían.

—¡Oh no! ¡Vuelve! ¡No puedo vivir sin ti! —Exageró la menor y la besó suavemente. Sana revivió cómicamente, haciendo carcajear a JiHyo. —Ahora que reviviste, ¿Podemos cenar ya? —Señaló JiHyo entre risitas que hicieron a Sana morir de amor realmente, cuando afirmó con un movimiento de su cabeza.

—Hoy se cumplen cuatro años, Shiba. —Musitó JiHyo, tímidamente.

—¡Oh cielos! ¡Cuatro años, tienes razón! —Exclamó la mayor desorientada y JiHyo se rió apenada ante la desesperación de Sana. —¡Oh diablos! Lo olvidé cariño, diablos... —Se lamentó la mayor palmeándose la frente reiteradas veces, haciendo reír a JiHyo, quien conocía de sobra lo desorientada que podía ser Minatozaki Sana en tiempo y espacio.

—Lo sé, pero créeme que si no viviera contigo y no supiera lo despistada que eres, si me ofendería... —Admitió JiHyo, alzando los hombros. Esa no era su preocupación entonces.

—Lo siento, lo siento cariño, yo... —El rostro de Sana se contorsionó ante la pena y JiHyo se acercó para tomar sus lindas mejillas y buscar su mirada.

—Olvídalo, solo quiero hacerte un regalo, tú sabes que nada de esto es realmente importante, después de todo festejamos y disfrutamos a diario de esta relación. —Musitó en su intento de ser pícara y que Sana olvidara el asunto.

—¡Oh claro que lo es! Siquiera he pensado en nada que regalarte, lo siento tanto cariño. —Negó Sana, desanimada.

—Escúchame Minatozaki Sana, así tuvieras qué regalarme, nada es más valioso para mí que ese día en el que me entregaste tu corazón, me abriste las puertas de tu casa, cuidaste de mí y de mis heridas... —La menor dejó un pequeño beso sobre sus labios hechos un mohín —Nadie me ha amado tanto como tú lo haces Shiba, y ese es el mejor regalo que has podido darme. Nada de lo que pueda darte superará tus caricias y tus besos que me ayudaron cuando más lo necesitaba para poder salir adelante y ser quien soy ahora. —Musitó contra sus adorados labios, dejándose acariciar por Sana, quien la veía con los ojos vidriosos.

—Oh cielos, aprendes muy rápido Park JiHyo. —Musitó Sana, quien no podía dejar de verla con su mirada repleta de emoción.

—He-e tomado u-una decisión. —Tartamudeó, buscando un poco de espacio para volver a conectar con su mirada y atención —Por todo lo que sucedió en estos cuatro años, creo que ya es tiempo...

—¿Tiempo? ¿Tiempo para qué? —El rostro de la mayor palideció y JiHyo carcajeó.

—Por Dios, necesito saber qué es lo que piensas ahora mismo... —Se burló JiHyo.

—No digas que, para dejarme ir, solo no sigas... —Negó Sana dramáticamente, admitiendo su peor temor: una vida sin Park JiHyo.

—¡Ni loca te dejaré ir Minatozaki Sana! —Carcajeó JiHyo, meciendo la cabeza.

—Que alivio, por un momento creí que...

—He hecho todo esto en nuestro aniversario número cuatro, no para dejarte ir, todo lo contrario, cariño, deseaba hacerte un regalo... —Sus nerviosas manos se removieron cuando descubrió la bolsa de una reconocida marca de joyería.

Sana jadeó totalmente asombrada y sus lindos ojos se colmaron de lágrimas de emoción que se obligó a contener una vez más. JiHyo había hecho evidente sus deseos de colmar a Sana de todo lo que "ella merecía" varias veces en esa semana.

—Oh JiHyo-ssi, ¿qué has hecho? —Musitó Sana tomándose la boca con asombro. Estaba segura de que había gastado mucho dinero.

—Recibí mi primer pago Shiba, y como fue muy bueno, al fin puedo hacerte un regalo a tu altura, por primera vez en cuatro años puedo darte lo que tú te mereces. —Musitó con la voz seca de la emoción que compartía con su amada Sana.

Tu eres a mi altura, JiHyo y si no lo eres, entonces me haré a tu altura, porque siempre estaremos a la misma altura de cualquier forma, mi amor... —Negó Sana, tomando sus manos.

—Eso fue un trabalenguas muy hermoso, Shiba —Musitó JiHyo entre risillas, cuando insistió en que tome su regalo.

—Oh Hyo... —Susurró Sana, en negación.

—Dale una oportunidad, por favor. —Musitó JiHyo, tímidamente.

—Debió haber salido una fortuna JiHyo. —Le regañó Sana.
JiHyo sonrió como respuesta.

—Mi fortuna eres tú Minatozaki Sana, yo soy la afortunada de tenerte a ti. —Desestimó JiHyo.

—Debiste haber gastado ese dinero en ti —Murmuró la licenciada, con preocupación.

—Me compré este vestido ¿no te gusta? —Musitó JiHyo tiernamente, al señalar la prenda que la vestía. Sana la admiró profundamente antes de asentir.

—Por supuesto que sí, te queda muy hermoso. —Admitió con aquella sonrisa y rubor que enamoraba cada vez más a su novia.

—Pensé que quizás sería lindo verme bonita para darte mi regalo.

—También tengo un regalo. —Reveló Sana y sus lindos ojos la miraron con duda y emoción.

—¿N-no lo olvidaste? —Jadeó JiHyo, sorprendida.

—¿Cómo puedes creer siquiera que podría olvidar nuestro aniversario, Park JiHyo? —Le regañó Sana, con reproche. JiHyo rió.

—No has dicho nada en todo el día, y la verdad es que, si eres muy despistada, Shiba... —Admitió, apenada ante la expresión de incredulidad de la licenciada.

—¡JiHyo-Ah! —La regañó Sana, con un mohín, después de dejar un manotón en su hombro.

—Lo siento —carcajeó la menor sobándose el brazo dañado, haciendo reír a Sana. —¿Verás mi regalo, o no? —Insistió JiHyo, después de que se quedaron viendo en silencio por un instante.

El nerviosismo de la menor aumentó tan de prisa, que Sana se obligó a continuar, para cortar con la incomodidad.

—Está bien, cariño. Lo haré. —Aceptó Sana, amablemente.

JiHyo le arrimó la pequeña bolsa a Sana, nuevamente.

—¿Ya eres millonaria? —Sana no pudo evitar la bromear.

—Casi —Agregó JiHyo, haciendo reír a la profesional.

—¿Por qué gastas tu dinero en estas cosas? —Se quejó, dudando en si abrir la bolsa.

Honestamente, había visto la desesperación de JiHyo de no saber que hacer de su vida cuando quedó en la deriva total. Realmente le parecía un desperdicio y no pretendía abusar de ese modo de su hermosa chica.

—Shiba, te prometo que es muy importante. Por favor, a-abre la bolsa de una vez. —Tartamudeó la menor, ahora poniendo en alerta a Sana.

—¿A qué te refieres con importante? —Musitó y pudo sentir el ardor de su garganta al esforzarse para hablar.

Ya no se oía a un regalo ordinario si le llamaba "importante", se oía a eso que le provocó un nudo húmedo en la garganta y que ponía a rebalsar sus ojos de lágrimas de emoción. Se oía a mucho más que a un trozo de esperanza y monotonía...

—Por favor, no me rechaces. —Susurró JiHyo cabizbaja.

Sana jadeó cuando entendió a que se refería y se apresuró a abrir el empaque, para al final descubrir el regalo inmediatamente. Un sollozo se escapó de entre sus labios.

Así era con Park JiHyo, podía esperar cualquier cosa de su parte cuando ella tenía una personalidad tan especial, tan generosa, tan suave, pero también decidida y directa que siempre, siempre la tomaba desprevenida y con las defensas bajas.

—Di que sí —Murmuró con las temblorosas manos encimadas sobre la falda de su lindo vestido nuevo.

Sana jamás había llorado tanto en su vida, porque jamás se había sentido tan emocionada y especial.

La sensación que hinchaba su pecho y que desprendía las compuertas de sus emociones estaban liberadas de par en par, así era desde que había aceptado sus sentimientos por JiHyo. Lo supo desde aquel primer instante en el que no podía seguir evitando lo que la invadía cuando estaba cerca de ella, aunque no supiera realmente si conseguiría algo, lo había arriesgado todo por una sensación ¿Quién podría juzgarla? Había valido cada segundo de incertidumbre y desesperación por toda una vida a su lado.

Sana la buscó con sus ojos húmedos cuando la tomó del mentón para que la viera y sonrió, enternecida ante sus ojos muy abiertos y asustados. Era preciosa.

—Tú me salvaste la vida, Sana. —Musitó tan bajito, como justificativo.

—Y tú eres quien le dio un verdadero sentido a la mía. —Contestó Sana, de inmediato y la menor sonrió, dejando que el rubor tomara su rostro. Seguía siendo la peor para recibir cumplidos.

—Entonces cásate conmigo, Sana unnie —Musitó con el suave intento de oírse segura, pero con ese tono que evidenciaba lo que estaba haciendo. No era un pedido, no era una propuesta, era una súplica tan íntima, tan emotiva, tan sentida y significativa, como todo lo que las había unido alguna vez.

—Oh Dios, estaría loca si no aceptara casarme con la mujer de mi vida. —Sana se apresuró a tomar lo que ocultaba en su bolsillo derecho de sus jeans para ella, abrió la pequeña caja y extendió un anillo hacia JiHyo.

JiHyo se tapó los labios cuando emitió una risilla simpática.

Por supuesto que habían tenido las mismas intenciones ¿Por qué no sería así? Si ya era hasta de público conocimiento que ambas eran tal para cual.

—¿Tú te casaría conmigo, JiHyo-ssi? —Musitó con la voz tan quebrada y la menor asintió de inmediato, dejándose abrazar por Sana, quien no tardó en ponerse en pie y sentarse sobre sus piernas para que pudiera ponerle el anillo.

—Es usted oficialmente una mujer comprometida ahora, Licenciada Minatozaki. —Musitó JiHyo haciendo reír a Sana quien admiró el anillo. Era muy bonito, de la gran reconocida marca, de un metal frío y de una piedra incolora que brillaba tanto como su futuro juntas.

—Permíteme, por favor —Musitó Sana viéndole con esos ojos que podían hacer que el corazón de la pelicorta palpite hasta estremecer todo su cuerpo de la emoción. Sus suaves manos estaban muy frías cuando las tomó. —¿Tenías miedo?

—Mucho —Masculló cuando la buscó y sollozó, dejándose ir en lágrimas cuando Sana coronó su dedo anular con aquella promesa materializada en un anillo con una piedra verde muy bonita que contrastaba muy bien con el color de su piel.

—Veme —Buscó sus mejillas para que la viera a los ojos —Te amo Park JiHyo-ssi, no debes dudar de que soy muy feliz contigo.

—Y yo contigo... —Hipó tan conmocionada, dejándose besar por quien recorrió su mejilla y alcanzó sus labios con suavidad. Esa adoración y esa pasión con la cual Sana la había deslumbrado desde el primer beso, jamás se iba, siempre estaba allí.

JiHyo suspiro de alivio cuando Sana la abrazó con fuerza y se apresuró a corresponder rodeándola también. Sus abrazos eran como un idioma que le permitían recuperar la calma con tanta facilidad, sin ella, la vida hubiera sido una completa oscuridad.

Habían recogido la mesa, pero Sana insistió en dejar las luces bajas, las velas prendidas y la pequeña hilera de broches encendidos para que iluminaran el pequeño apartamento en la oscuridad. Sana podía ver desde la cama el centelleo de las cálidas luces que acariciaban las paredes del pequeño comedor, mientras reposaba contra el respaldo de la cama y JiHyo se aseaba para ir a dormir.

¿Acaso debía haber hecho más? En un principio había pensado en invitarla a cenar, después a un lugar más bonito para pasar la noche, quizás la llevaría a bailar antes, a algún lugar en donde pudieran admirar la noche. Sana adoraba sus ojos de emoción cuando se encontraba con la luna. JiHyo adoraba admirar la noche, Sana adoraba admirar a JiHyo deslumbrada como una niña.

Pero ella la había recibido de ese modo tan espontáneo, no se había dejado sorprender, en cambio había sido ella quien la sorprendió con todo su amor, preparando la cena y armando todas esas sorpresas para ella, ¿cómo iba a resistirse, como iba a negarse a darle gusto?

—Shiba... —Musitó cuando la buscó con el atractivo y grave tono de su voz.

—¿Mju? —La buscó Sana, cuando dejó sus ojos en dirección al comedor y los posó sobre ella.

¿Qué era lo que más le enloquecía de su reciente prometida? ¿Lo tímida y reservada que podía llegar a ser cuando estaba incómoda, su carcajada cantarina y tan particular cuando la atacaba la risa, o lo espectacularmente extrovertida que podía ser cuando estaba segura y en confianza, lo que mayormente era solo frente a sus ojos, dentro de su habitación?

Sana se remojó los labios como acto reflejo cuando se incorporó inquietamente sobre la cama, para llenar sus ojos de ella sin prisa. Se preguntaba qué era lo que más le gustaba de su personalidad cambiante, porque físicamente de JiHyo le gustaba absolutamente todo, tanto que no pudo despegar sus ojos de ella cuando apareció frente a su cama completamente desnuda, en búsqueda de su acción y reacción.

Sana quería hacerle tantas cosas lindas.

El rubor tomó el rostro de la licenciada con una espontaneidad que la descolocó por un instante y se estuvo sin poder despegar sus ojos de ella un solo instante. No existía centímetro de ella que no conociera, que no hubiera explorado profundamente, y aun así no podía dejar de admirarla con devoción.

Sana persiguió con sus ojos en su suave y lindo pelo ondulado que adornaba el inicio de sus sincelados hombros y se iluminaban en la frente, sus ojos cálidos y expresivos que siempre la amaban con tanta generosidad, sus remarcados labios húmectados con lo que parecía ser un bálsamo brillante, que los ponía más apetitosos para su boca que la ansiaban con cada segundo que pasaba lejos suyo, su naricita curva y su mandíbula enmarcada que tanto le gustaba tomar con sus manos para que se hallara con dos ojos que la amaban sin remedio.

Sana tragó cuando ella hizo los últimos pasos que las apartaban, y tomó un puñado del cobertor cuando se subió a la cama. Pero contuvo el aliento cuando le rodeó la cintura con sus largas piernas de muslos llenos, hacia donde se dirigieron sus manos con tanta naturalidad.

JiHyo sonrió como respuesta, buscándola con esos labios que parecían ser mucho más que unos lindos labios, que le regalaban tantas sensaciones maravillosas e inigualables, como la llegada que hizo a su vida, que no esperaba, pero que adoraba tanto como la intensidad de los sentimientos que albergaba por ella.

Sana jadeó cuando se abrazó a su largo y delicado cuello, el cual no tardó absolutamente nada en incorporarse para recorrer con su boca. Un suave jadeo se escapó de sus labios entreabiertos y Sana se apresuró en reconocer el agradable aroma de sus productos de skin care, adoraba los aromas que la rodeaban, las rutinas que compartían, ella hacía que los momentos de ocio fueran más relajantes a su lado.

—¿No íbamos a dormir? —Bromeó Sana, presionando el agarre de sus manos, llenándose de tierna piel. Sabía que eso le gustaba a su chica y ella vivía para complacer a esos lindos y grandes ojos.

—¿No vamos a festejar nuestro aniversario? —Habló JiHyo, con esa voz que erizaba todos los cabellos de la licenciada.

—Cariño, me fascina tu concepto de festejar... —Ronroneó Sana contra su oído antes de chupar el largo de su cuello y mordisquear sus suavemente marcadas clavículas que tanto la seducían.

El suave gemido que se le escapó a JiHyo, le provocó escalofríos y sus bragas se mojaron de inmediato como anticipo. A Sana le encantaba hacerla gemir de satisfacción, para que luego lo hiciera de placer, solo por su causa y nada más que por su causa.

—Gime más para mi JiHyo-ssi... —Murmuró Sana, tomándose de sus muslos, pretendiendo dejar sus dedos marcados contra la sensible piel de sus piernas y luego recorrer su espalda para pegar su pecho a su boca.

—Shiba, espera... —Obedeció JiHyo sin siquiera pensarlo, cuando Sana alcanzó la cumbre de uno de sus pechos y la cubrió con la calidez de su boca hambrienta de ella. —Oh cielos... —Gimió, abrazándose inmediatamente a la espalda de Sana, quien la tenía bien sujeta e iba deslizando sus finas uñas contra sus muslos, pegándola contra su cuerpo, deseosa de más de su contacto.

—¿Qué es lo que buscabas? —Jadeó Sana, ahora recorriendo el largo de su espalda con sus manos y regresando con sus uñas, logrando que toda la piel de la pelicorta se erizara contra sus manos.

—Hacerte sentir bien...

—Eres tú quien me hace sentir bien, JiHyo-ah, toda tu... —Buscó su mirada, tomando ese delicioso mentón con la firmeza que a la menor tanto le gustaba. Ella le miró con los ojos entreabiertos de deseo. —Tú me haces bien, nunca te dejaré ir. —Prometió Sana, antes de tomar sus labios entre los suyos, dejándose acariciar por la suave lengua de JiHyo, la cual aprovechó de inmediato y se fue deslizando por el cuello de Sana e iba bajando hacia su hombro.

—Licenciada, ¿puede relajarse? Le daré una de mis terapias... —Musitó JiHyo contra sus hombros, mientras la iba descubriendo de la fina blusa de tirantes que usaba de pijama.

—Eso suena excelente, necesitaba una de tus terapias... —Se dejó Sana, cuando JiHyo le quitó la blusa por sobre la cabeza y la devoró con su mirada, antes de perseguir los calientes senderos que dejaban sus ojos, pero con sus manos cálidas.

Sana cerró los ojos, no podía evitarlo, le gustaba dejarse llevar por ella, resistirse a su pasión.

—Me gusta hacerte sentir muy bien y lo sabes, cariño... —Musitaba JiHyo entre los besos que iba adhiriendo, ahora contra el pecho desnudo de su novia. Sana gimió cuando JiHyo tomó sus pechos entre sus manos y los amasó suavemente, mientras los mimaba con sus boca cálida y suave. El calor aumentando en la habitación agresivamente, como la primera vez.

—Tu-tu siempre me haces sentir bien, JiHyo-ah... —Gimoteó su nombre Sana, cuando JiHyo bajó por el surco que se hacía contra su estómago y recorrió sus costillas y el hueco que se hacía contra su estómago con tanta paciencia que parecía impacientar los latidos en el corazón de la mayor.

—No, estoy segura de que no tanto como tú a mi Sana. No tanto... —Habló JiHyo con una sinceridad que provocó que el estómago de Sana diera un brinco delicioso.

Con el tiempo y las experiencias, ambas habían aprendido juntas de cuanto, y como les gustaba demostrarse y compartir su amor tanto emocional, como físicamente, pero este último parecía mejorar con cada encuentro más y más.

—JiHyo-ah... —Jadeó Sana cuando, después de deshacerse de sus ropas inferiores, JiHyo comenzó a recorrer y mordisquear sus muslos suave y lentamente.

Si bien todos tenemos una debilidad, tal como Sana sabía que podía hacer que JiHyo se corriera solo con tomarle los pechos con la boca, también tenía una y era el sexo oral de JiHyo. Ella se había vuelto una experta en ello y cada vez lo hacía más memorable.

Sana estaba absorta por ese océano de sensaciones, nunca sabía cómo regresar por sí sola de allí, solo JiHyo la hacía regresar y eso sucedía cuando la hacía correrse con la fortaleza del océano. Por eso Sana creía que JiHyo era como el mar: bonita, resplandeciente, infinita, pero peligrosamente poderosa y absorbente.

—¿Estás lista, mi amor? —Preguntó descaradamente, recorriendo la suave manta de vellos que cubría su pubis. Sana asintió reiteradas veces, acomodándose contra sus codos para poder atender cada una de sus acciones.

JiHyo la buscó con esos ojos oscuros cuando descubrió su clítoris con tanta familiaridad y la recorrió con seguridad hasta que concentró sus parpadeantes caricias sobre el verdadero centro de su ser.

—¿Te he dicho que tienes una boca de ensueños? —Jadeó Sana dejándose llevar por la erótica imagen de la absorbente boca de su novia y su lengua serpenteante.

JiHyo asintió como respuesta, pero no se detuvo un solo instante, no cuando acababa de comenzar con su hazaña.

Cómodamente recostada, con el trasero parado y las piernas cruzadas, JiHyo sostenía la mirada sobre Sana, seductora, mientras trabajaba en su mente para que explotara contra su boca en su honor.

Y así lo hizo.

Sana pudo sentir la familiar y satisfactoria sensación aumentando contra su vientre y calentado su rostro y pecho con tanta rapidez que pensó que la ahorcaba con sus muslos. Sabía que no era así, y que solo se trataba de la tensión de sus músculos porque JiHyo sostenía sus muslos contra ella, deleitándose con su aroma y su sabor natural, sumergida en la intimidad de ser dueña del placer del cuerpo de su, ahora, prometida. Sana se dejó llevar por los temblores de su cuerpo, cuando este parecía explotar incontrolable, como juegos artificiales.

—JiHyo, espera... —Sana arrastró las palabras cuando intentó detenerla. Ella sabía muy bien lo que hacía. —Espera, vas a matarme... —Lloriqueó la mayor cuando la pelicorta no detuvo la insistente caricia de su lengua y, como si lo hubiera esperado, el éxtasis rompió nuevamente contra su cuerpo, pero esta vez con más fuerza e intensidad, haciéndola vibrar desde el interior hasta que solo pudo oír el sonido de su corazón contra sus oídos.

—Puedo hacerlo una vez más... —Aseguró JiHyo entre risillas y jadeos, pues Sana la había apartado para cerrar sus piernas temblorosas.

—No, no, eso... eso estuvo bien, cariño... —La detuvo igual de jadeante, con las manos contra la cama y el cuerpo completamente relajado.

—Cariño, ¿estás bien? —Habló ahora JiHyo, entre risillas.

—Ya casi me repongo... —Musitó con menos dificultad, aunque aún juntado fuerzas para recuperar los sentidos que su chica le había arrebatado.

—¿Te he dicho que me encanta como sabes? —Preguntó con ese tono tan grave. Sana era consciente de que todos podían oír la voz de su novia muy seguido, pero nadie podría hacerlo como cuando le hablaba con tanto deseo muy dentro de su habitación.

—Ajá. —Asintió la licenciada. Lo había hecho y muchas veces.

JiHyo besó la mandíbula esponjosa y les mejillas de su futura esposa, cuando estuvo a su lado. Sana se obligó a abrir los ojos para encontrarse con ella y no se arrepintió de hallar la pasión de sus ojos. Amaba a esa mujer, una y mil veces.

Sana absorbió los labios jugosos de JiHyo y esta no tardó demasiado en corresponder a su beso. Un beso impaciente, desordenado, lleno de dientes y jadeos sensuales, de manos ansiosas y de desnudez, la desnudez con la que JiHyo se entregó a Sana aquella primera vez.

Sana no había dejado de oír su nombre en sus preciosos labios, desde entonces y deseaba morir oyéndolos solo en ellos, decidió cuando se acercó contra su cuello, con la intención de hacer un pedido.

—Quiero que repitas mi nombre mientras te tomo... —Musitó Sana sin rozar más que sus mejillas. —Quiero poder oír tus gemidos en mi mente durante los próximos días JiHyo —Susurró, deslizando una suave caricia contra su hombro —Quiero que lo hagas de un modo tan sucio, que me dé pena que puedan oírte en mis recuerdos... —JiHyo jadeó cuando Sana alcanzó un de sus pechos con su mano —¿Puedes? ¿Puedes hacer eso por mí, cariño?

—Haría cualquier cosa por ti, mi amor —Musitó JiHyo con toda seguridad y Sana no se resistió a tomar su boca con la suya, tan demandante como la vez anterior, incrementando a la tensión que las invadía a ambas, deliciosamente.

—Recuéstate. —Indicó Sana, esperando que le diera la espalda la cual no tardó demasiado en recorrer con sus besos. JiHyo rió cuando sintió los labios de su novia por sus hombros, ahora en dirección a su nuca. —Déjame escucharte... —Murmuró la mayor, recorriendo su pecho con sus manos, acariciando y estrujando su cintura. JiHyo gimió suavemente su nombre y se agarró de uno de sus muslos cuando Sana ocultó su mano diestra entre sus piernas.

—Sana... —Musitó suavemente llamando la atención de la mayor, quien atendió de inmediato.

—¿Estoy haciendo mal? ¿Quieres que me detenga? —Preguntó Sana con preocupación. JiHyo meció la cabeza en una sonrisa tierna.

—Desde aquí no puedo tocarte... —Musitó en desacuerdo con la posición. Sana entendió su punto.

—Tu no necesitas tocarme para sentirme cariño, mira... —Murmuró contra su oído y rápidamente deslizó sus dedos, dando una caricia extensa a través de sus labios mayores hasta toparse con su clítoris ansioso. Sana sonrió cuando ella largó un gemido con su nombre.

JiHyo se tomó del cuello de Sana cuando esta chupó contra su cuello, mordisqueando su hombro descubierto a su alcance, mientras deslizaba sus húmedos dedos largos contra su clítoris receptivo.

—¿Estás lista preciosa? —Preguntó Sana, cuando la sintió mover la cadera en búsqueda de un roce más estrecho.

—Tócame Shiba por favor —Aprobó JiHyo.

Sana persiguió un nuevo sendero con sus labios, ahora por su hombro, en dirección a su brazo, cuando hundió el primer dedo en búsqueda de aquel punto que ya conocía muy bien y no tardó demasiado en encontrarlo. JiHyo se tomó de su brazo, pero Sana no detuvo la fluida caricia que le hacía a su interior, ahora intentando introducir el segundo dedo que intensificaría la dirección del primero.

—Mierda cariño, te sientes tan bien. ¿Te gusta que este dentro de ti? Dímelo... —Demandó Sana, excitada de solo percibir la entrega completa de su cuerpo húmedo, trémulo e impaciente.

JiHyo asintió cuando se encontró brevemente con su mirada oscura de pasión.

—S-Sana... —Arrastró cuando sintió la presión de cada pulsación de los dedos de la licenciada, estos se movían a un ritmo que se había vuelto brusco pero que no dejaban de provocar que ese calorcito aumentara cada vez más, queriendo exteriorizar de su cuerpo.

—Muévete cariño, tómame los dedos, me encanta como aprietas aquí... —Jadeó Sana, sin dejar el ritmo de sus movimientos. Los músculos del brazo comenzaban a arderle por la contínua fricción, pero no se detendría, no hasta que ella gritara su nombre en su liberación, tal y como le gustaba oírlo de sus carnosos labios.

Y así sucedió.

Pronto el cuerpo de JiHyo se entregó a las sensaciones que le regalaban los maravillosos dedos de su futura esposa, quien adoraba cada centímetro de su interior y exterior como nadie más lo había hecho antes y estaba segura de que nadie lo haría, no como Sana.

—Diablos JiHyo, vente para mi toda la vida... —Jadeó Sana, besando su mejilla, recogiendo su cabello y buscando sus suaves labios, para recompensarse con sus besos, los cuales no tardaron en corresponder a su llamado.

JiHyo se volteó suavemente para besar a Sana, quien no tardó en enlazarla contra su cuerpo, acariciar su cintura y tomar su mano con la suya.

—No puedo creer que vayas a ser mi esposa. —Murmuró Sana, robándole una sonrisa que llenó su corazón.

JiHyo se dejó acariciar por la firmeza de su hermosa y amada futura esposa.

—¿Deberíamos volar a alguna parte en donde podamos casarnos legalmente y cuanto antes? —Murmuró JiHyo evidenciando su ansiedad y Sana se río entre lágrimas, no pudiendo evitar la emoción.

—¿Te cabe alguna duda de que así lo haremos? —Respondió Sana de inmediato, recogiendo su fleco para que pudiera llorar a gusto.

—Eso suena genial, Shiba... —Sollozó JiHyo no pudiendo contener su emoción y abrazándose a Sana, quien se río de la ternura que le provocaron las lágrimas de su novia.

Había un futuro que prometía una vida maravillosa, una vida llena de oportunidades que se abrieron ese día en el que Park JiHyo abrió los ojos, y conoció el verdadero sentido del amor correspondido.

¿Acaso alguien podía juzgarla?

La autora subio epílogo y no podria estar más feliz por ellos, amo este fic como no sabes

El amor existe porque el SaHyo existe

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