Capítulo III: Entropía.

DeclaimerLos personajes de Naruto NO son míos, pertenecen a Kshimoto, yo sólo los uso para crear esta historia, sin fines de lucro, con el único objetivo de hacer pasar un buen momento al lector.

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Hinata miraba sus propias manos mientras guardaba algunos panes en una bolsa de papel, sus guantes se llenaban de azúcar y eso extrañamente le hacía sonreír. Cuando terminó, dobló la parte superior de la bolsa y colocó una pequeña estampa para que no se abriera. 

Su clienta pareció estar contenta al recibir su pedido, y luego de entregarle el efectivo correspondiente, tomó la mano de su hijo pequeño para poder marcharse.

—Gracias, vuelva pronto— Hinata se despidió con un corto movimiento de su mano luego de guardar el dinero en la caja registradora. Con la misma calma de siempre, se quitó los guantes y se dió la vuelta para ordenar un poco las cajas de leche de sabores que tenía en el estante detrás del mostrador.

La campana de la puerta pronto sonó para indicar que los clientes se habían marchado, y ahora estaba sola en la panadería.

Ahora que había pasado un mes desde que Itachi se había marchado y también una semana de que Obito estaba lejos de casa, Hinata comprendía lo mucho que los extrañaba. Especialmente a Itachi, pues sabía que no iba a regresar. 

Antes de que se despidiera de Itachi, Hinata había decidido confesarle sus sentimientos, pero él la había rechazado cortésmente con un pequeño golpecito en la frente.

Itachi no la amaba de la forma en que ella lo esperaba, y eso estaba bien, sabía que no podía obligarlo a nada. Lo que la sorprendía más era que Itachi le había confesado que su vida ya tenía decidida su fecha de fin, él estaba dispuesto a ser un donador para curar el corazón de Obito, y Hinata lo admiró por ello. Existía una conexión entre Obito e Itachi que ella no podía tener con Obito.

Hinata despertó de sus recuerdos al escuchar la campana de la puerta sonar de nuevo, lo que indicaba que había una nueva persona en la tienda.

—Bienvenidos— Hinata se dió la vuelta, estuvo por ponerse unos nuevos guantes de plástico, pero sus movimientos se vieron interrumpidos por la sorpresa que se llevó al ver a sus nuevos clientes.

Eran dos samurai.

—Buen día, Hinata-san— hablaron los dos hombres al mismo tiempo, Hinata realizó una reverencia cuando los notó saludar de la manera.

—Buen día— Hinata les miró curiosa, preguntándose q razón tenían para estar ahí. Los samurái nunca visitaban su panadería.

—Venimos para escoltarla a la torre principal, Mifune-sama solicita su presencia— uno de los samurái dió un paso al frente, mostrando ante ella un pequeño pergamino que llevaba el sello del líder del país.

Hinata sintió la desconfianza recorrer su cuerpo casi como un escalofrío, ella nunca había hablado con Mifune, siempre era Obito quien hacía cualquier trámite con él. Aunque imaginaba que como Obito no se encontraba en la aldea, ella debería ir en su lugar.

—Entiendo— Hinata sacó la llave de su pequeña tienda del delantal que llevaba puesto, mismo que luego se quitó para dejarlo sobre el mostrador.

En completo silencio, Hinata siguió a los samurái y cerró la puerta de la panadería, colocando el cartel de cerrado.

Sus pasos se volvían más pesados conforme iba avanzando, se sentía muy nerviosa porque no le informaban sobre el asunto que Mifune quería tratar con ella, y eso sumado a que los samurái no decían ninguna palabra, terminaba por darle mala espina. No sabía si estaba siendo paranoica o no, pero creía notar que ellos la veían con pena cada vez que intercambiaban miradas.

—Puedes seguir sola a partir de aquí— Hinata se sobresaltó cuando la voz del samurái interrumpió el hilo de sus pensamientos, miró en dirección a ambos hombres, moviendo sus ojos justo a la puerta al final del pasillo que uno de ellos señalaba.

—Gracias— Hinata realizó una corta reverencia y continuó caminando ante la atenta mirada de los samurái.

La puerta de madera le pareció más grande ahora que estaba al frente, incluso sentía que sus toques sobre la superficie quizá no se escucharon por lo temblorosas que estaban sus manos.

—Adelante— la ojiperla abrió la puerta cuando la voz de Mifune se escuchó desde adentro.

—Buen día, Mifune-sama— con gran delicadeza, Hinata realizó una reverencia más pronunciada, justo como Itachi le había enseñado.

—Buen día, Hinata— la voz de Mifune fue muy lenta, el hombre ni siquiera tenía ánimo de sonreír, y ante los brillantes ojos de la niña, terminó bajando la mirada, sintiéndose culpable con ella.

—¿Me ha mandado llamar?— Hinata entrelazó sus manos delante de su abdomen, sin mostrar ninguna expresión, como siempre le recomendaba Obito.

—Sí, yo... Tengo malas noticias— Mifune la observó de nuevo, encontrando que el rostro aparentemente en calma de Hinata comenzaba a transformarse.

—¿En dónde está mi hermano mayor?— el corazón de Hinata dió un fuerte brinco, sintiendo las señales de alarma disparando por todo su cuerpo. No le gustaba la expresión en el rostro de Mifune.

Mifune negó mientras cerraba los ojos —Su compañero y él fueron emboscados por ninjas de Kumogakure— apenas y logró pronunciarlo, sentía que como líder le había fallado.

—No...— Hinata se cubrió la boca, esa era la aldea que la había secuestrado cuando era una niña, seguramente buscaban venganza porque Obito había frustrado sus planes.

—Ronin salvó a su compañero, pero él no lo logró. Ronin ha muerto en batalla— Mifune se levantó de su asiento, lo único que tenía del joven era un pequeño brazalete, mismo que Hinata reconoció como uno de los regalos que le había hecho en navidad.

—¡No es verdad!— la Hyuga cayó sobre sus rodillas, cubriendo sus orejas en un intento por negarse a seguirlo escuchando. 

—Hinata...— Mifune se acercó a ella, queriendo entregarle el brazalete o queriendo hacer un intento para consolarla, aunque fue rechazado cuando ella le arrebató el brazalete y retrocedió rápidamente.

—Dígame que no es cierto, que está jugando conmigo. Mi hermano no puede dejarme— Hinata trataba en vano de limpiar sus ojos, pues más lágrimas seguían saliendo. Estaba desconsolada y sin poder entender cómo era posible que Obito estuviera sin vida.

Ella debió estar ahí para protegerlo.

—Lo lamento— Mifune tocó su hombro, sin saber cuál era la forma apropiada de consolar a otra persona, en especial a un niño.

—¿Qué se supone que haré sin mi hermano mayor?— Hinata apretó sus propias rodillas, sin Obito no tenía a dónde ir, ya no tenia un propósito.

—Hay dos opciones, Hinata— Mifune logró capturar la atención de la niña con su voz —Puedes quedarte con nosotros, el país del hierro puede ofrecerte su protección— 

—¿Qué otra opción existe?— Hinata bajó la mirada un segundo, les agradecía, porque en Konoha ni siquiera podía pensar.

—La última voluntad de Ronin... Él quería que puedas descubrir tus habilidades como ninja— Mifune suspiró, su compañero había dicho que es lo que Ronin siempre había querido para ella, él lo conocía mejor que cualquier persona al haber conviviendo con Ronin desde que se integró a sus samurái.

—Pero, aquí no hay ninjas— la ojiperla sintió cierta desconfianza por el rumbo que estaba tomando la conversación.

—Bueno, en vista de que Konoha no responde nuestra petición para aceptarte de regreso, conseguí tu estadía en otra aldea— Mifune suspiró, por más que escribía cartas nunca obtenía una respuesta, y era por ese mismo motivo que ni siquiera pensaba enviar a alguno de sus samurái a Konoha. 

No tenía ningún contacto con la aldea de origen de Hinata, pero tampoco estaba interesado en usar a la niña como un arma gracias a su Byakugan, prefería dejarla seguir siendo un civil más.

—¿Cuál aldea?— Hinata miró el brazalete en sus manos, el bonito color plateado brillaba y le recordaba por momentos a su padre. Konoha nunca había pedido su regreso, por lo que imaginaba que su padre debía sentirse mejor sin ella.

—Kirigakure está dispuesta a aceptarte— Mifune sonrió sólo un poco, había algunas aldeas a las que había solicitado apoyo con la delicada situación de Hinata, y el primero y único en querer hacerse responsable de un Hyuga fue el Mizukage.

—Y-yo no sé que de-debo hacer— Hinata apretó sus manos, deseando al menos tener a Itachi para poderle pedir un consejo.

—Puedes pensarlo un poco, elige lo que creas correcto— Mifune volvió a dar palmadas sobre su hombro, no la iba presionar, estaba dispuesto a esperar el tiempo necesario para escuchar su respuesta. 

Hinata asintió en silencio, le gustaría quedarse en el país del hierro porque era el único hogar que conocía, pero la voluntad de Obito era que ella se convierta en ninja, así que quizá sería mejor aceptar la oferta de la aldea oculta de la niebla.

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Decir que estaba un poco asustada en su nueva aldea sería poco, había escuchado algunos murmullos de otros ninjas y descubierto historias sobre como las personas de la aldea de la niebla le temían a los Kekkei Genkai, incluso que ninjas y civiles por igual atacaban a todo aquel que tuviera uno. Le causaba ansiedad imaginar que podían ir tras ella por su Byakugan.

¿Y si todo había sido una trampa?

Había descubierto por los mismos ninjas de Kirigakure que su aldea era conocida como "Aldea de la Niebla Sangrienta".

No quería averiguar los motivos.

Seguía pensando que le habría gustado quedarse en el país del hierro, y al menos haber podido ver el cuerpo de Obito para despedirse por última vez como era debido. Pero lamentablemente los samurái no lograron rescatar su cuerpo, dejándole como último recuerdo el brazalete que ahora llevaba en su tobillo.

Hinata dejó atrás sus pensamientos y apretó el relicario en su cuello para armarse de valor. Tenía una imagen de Obito con su vestimenta de samurai y otra que se habían tomado juntos, le gustaba mucho la vida que había llevado hasta ahora. 

La voz dentro de la oficina del Mizukage le hizo notar que los ninjas que la habían escoltado ya no estaban a su lado, aún con el miedo recorriendo cada centímetro de su cuerpo, Hinata abrió la puerta de madera. Lo único que sabía del Mizukage es que se llamaba Yagura.

—B-buen día— lo primero que Hinata miró fue al Mizukage sentado sobre su escritorio revisando un pergamino, parecía un niño sólo un poco más grande que ella, quizá de la edad de Itachi.

—Bienvenida, Hinata. Te he estado esperando— Yagura dejó el pergamino a un lado y observó a Hinata, la niña vestía un kimono gris oscuro sujetado con un obi dorado. 

—Gracias por aceptarme en su aldea— Hinata se obligó a si misma a realizar una reverencia, aunque no tuviera animos de agradecerle. Se detuvo en vista de que Yagura negaba con su mano derecha.

—No hace falta— Yagura sonrió, sin estar muy interesado en las formalidades.

—Y-yo...— 

—Creí haberte enseñado a nunca bajar la mirada— los ojos de Hinata se abrieron de golpe al distinguir como otra voz muy conocida se mezcló con la del Mizukage. 

Era Obito.

Yagura pareció caer dormido sobre su escritorio, y detrás de él, dentro de las sombras de la habitación, la figura de Obito se volvió más visible para ella. 

Hinata lloró feliz al descubrir que seguía con vida, reconoció su capa de Akatsuki y también la máscara naranja, por lo que de inmediato corrió hacia él para abrazarlo.

Obito no la había abandonado.

—Hermano, tenía tanto miedo sin ti— Hinata continuó llorando, y sin importar que pudiera parecer débil ante él, frotó su rostro contra Obito, quién acariciaba su cabeza con cariño.

—Lamento haberte mentido— Obito la cargó entre sus brazos y se quitó uno de sus guantes para poder secar las lágrimas que seguían cubriendo sus ojos.

—No debiste engañarme así, yo quería morirme junto a ti— la Hyuga le quitó la máscara, tocando su rostro para asegurarse de que no era una alucinación de su parte.

—No lo digas, Hinata. Me dolería perderte— Obito frotó su mejilla, sintiendo una punzada sólo de imaginar la idea de perderla. 

Hinata era una parte importante de su vida, era quien lo miraba como realmente era, y seguía decidiendo quedarse a su lado. El cariño fraternal que compartían es algo que siempre había anhelado en su vida.

Ella era su familia.

—¿Por qué lo hiciste?— Hinata tocó suavemente las cicatrices de Obito, llevaba tres años sin ver al verdadero Uchiha, pues debía aparentar ser otro ante Itachi.

—No serías capaz de fingir por mi muerte ante Mifune, sigues sin crecer completamente— el Uchiha sonrió por el tacto tímido de Hinata, le sorprendía que ella no estuviera molesta por haber fingido su muerte, pero quizá era mejor así. Eso demostraba que Hinata nunca lo cuestionaba, y estaba bien con eso.

La idea de destruir su rastro en el país del hierro tenía que ver principalmente en que no se podía quedar por tanto tiempo en un lugar, debía cuidar todos sus movimientos para no levantar las sospechas de Zetsu. 

—Hermano...— 

—Siento lo que voy a tener que hacerte, Hinata. Pero necesitas terminar de florecer si quieres convertirte en la persona que requiero a mi lado— Obito jugó con el caballo de Hinata, admitiendo que desde que Itachi había aparecido se volvió más suave. Terminó escondiendo un mechón detrás de su oreja, ganando una pequeña sonrisa de parte de ella.

—¿Quieres que me convierta en Kunoichi?— Hinata le observó sin pestañear, los ninjas de su nueva aldea decían que los Hyuga eran temidos por sus ojos, probablemente Obito esperaba que ella se convierta en lo que un Hyuga debía ser.

Obito asintió —Necesito que conozcas el verdadero mundo shinobi y que te conviertas en genin pronto— una parte de él deseaba no tener que ser tan cruel, pero en cinco años Hinata había crecido siendo una niña que no conocía la verdadera maldad que existía en el mundo. Ella debía aprender muchas cosas por su cuenta.

—¿Es para que podamos seguir con nuestro plan?— Hinata, ajena a todas las intenciones de su hermano mayor, confiaba en él. Aunque viera las dudas cruzando por su mirada.

—Lo es, aquí podrás aprender a usar tu chakra para curar heridas, además de seguir perfeccionando tus habilidades médicas— Obito continuó con su vista fija en ella, había cosas que él no podía enseñarle, y ser un ninja médico era una de ellas. Podría haber optado por dejarla un tiempo bajo la tutela de Orochimaru, pero no confiaba en él, ni siquiera porque estaba con Akatsuki.

Y acercar a Hinata a la organización sería ponerla en la mira de Zetsu.

—Te prometo que lo haré bien, me convertiré en genin— Hinata sonrió, su hermano confiaba en ella para que se convierta en médico y también en una Kunoichi, no pensaba fallarle.

—Estaremos separados a partir de ahora, Hinata. Regresaré por ti en tres años— el Uchiha miró de reojo al Mizukage que seguía tan profundamente dormido, había llegado el momento de despertarlo para que Hinata siguiera su recorrido sin él.

—Hasta que yo cumpla doce— se mordió el labio inferior, en un evidencia gesto de frustración —¿Prometes que vas a regresar?— 

—Lo prometo— y para sellar su promesa, Obito besó su frente.

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Hinata miraba el techo de su habitación dentro del hospital de Kirigakure, era lo único que podía hacer mientras permanecía recostada sobre la incómoda camilla. Se sentía extraña al ser ahora la paciente cuando siempre era ella quien ayudaba a los médicos y enfermeras. Aunque era lógico que debieran invertirse los papeles, pues después de haber tenido que asesinar a sus compañeros de la academia para lograr convertirse en genin, estaba demasiado herida como para mantenerse en pie.

Su puerta abriéndose lentamente la devolvió al presente, no sabía si alguien había llamado antes o no, así que se limitó a observar en silencio. Por la puerta apareció una hermosa mujer, parecía joven, probablemente en sus veinte. Su figura era delgada, su cabello castaño rojizo caía sobre su espalda y llegaba casi a la altura de sus rodillas, su cabello estaba atado en un moño atado con una banda azul marino. Su ojo derecho era cubierto por un mechón de su cabello, además, dos mechones más caían y se cruzaban por debajo de su barbilla. Sus ojos verdes le parecieron lindos, aunque también eran sus labios con la suave tinta rosa.

La mujer vestía un kimono color turquesa con estampado de pequeñas nubes, el obi atado cerca de su cintura parecía darle una mejor figura, resaltando sus caderas. El kimono le llegaba a la mitad de los muslos, por lo que las sandalias de tacón y las calcetas largas que llegaban por arriba de sus rodillas le hacían lucir una figura más alta y estilizada.

Hinata lo único que podía sentir en ese momento era frustración, ni siquiera podía sentarse sobre la camilla, así que si buscaba herirla, seguramente lo lograría.

—Buenas noches, Hinata— la menor se tensó por su voz tan suave, así que la observó sin saber que decir. No la reconocía como alguien del hospital —Me da gusto conocerte, mi nombre es Mei Terumi. Soy la nueva Mizukage— 

—¿Qué ha sucedido con Yagura-sama?— la expresión hostil de Hinata se convirtió en una de asombro, no tenía idea de que había otro Mizukage.

¿Cuánto tiempo llevaba dormida en el hospital? 

—Él murió hace unos días— Mei bajó la mirada por un momento, sintiéndose culpable de no haber impedido que otro niño haya tenido que pasar por el examen de su antecesor. 

—L-lo siento— le dijo Hinata como mera formalidad, ni siquiera conocía a Yagura, pues sólo lo miró en la ocasión que la recibió en su aldea y le asignó vivir en un departamento pequeño. 

Sabía que Obito lo manipulaba con ayuda de genjutsu, así que se preguntaba si estaría haciendo lo mismo con la nueva Mizukage o no. 

—Estoy aquí por una razón en especial— Mei se acercó a su cama, y sólo entonces Hinata notó las flores que llevaba con ella, mismas que comenzó a ordenar en el florero.

—¿Cuál es?— Hinata observó las camelias blancas, queriendo recordar porque le parecían familiares.

—Me gustaría entrenarte un poco— Mei pareció satisfecha cuando terminó de acomodar el florero, no tenía idea de como hacerlo, pero al menos no parecía que simplemente había arrojado las flores dentro.

—¿Por qué lo haría?— la Hyuga frunció el ceño, todavía sin confiar en ella.

—Planeo solicitar al Hokage una invitación a los exámenes de Selección Chunin— Mei sonrió, había escuchado que la aldea de la hoja y la aldea de la arena celebrarían pronto un examen para chunin, quería probar suerte y conseguir una alianza con el Hokage también.

—Hokage... Está hablando de Konoha— Hinata no sabía bien que decir o sentir respecto a su antigua aldea, ellos nunca la quisieron de regreso.

—Así es, quiero llevarte a Konoha para que presentes el examen y te conviertas en Chunin— una de las manos de Mei fue a parar sobre las de Hinata, la menor miró sus bonitas uñas pintadas de un tono rojo, aunque sus manos mostraban varios cortes, lo que significaba que estuvo en batalla.

—¿Qué sucederá con mi Byakugan?— indagó la azabache, sabía bien que en cuanto pusiera un pie en su aldea, todos iban a reconocer sus ojos.

Mei suspiró pesadamente, pues no quería llamar la atención de Konoha tan pronto, no es así como estaba diseñado su plan.

—Aunque no he recibido respuesta del Hokage acerca del tema de devolverte a tu aldea, creo que lo mejor por ahora sería esconder tu Byakugan— la Mizukage le sostuvo la mirada, impidiendo que la Hyuga pueda ver algún rastro de duda en ella. Mentía, llevaba muy poco en el cargo de líder como para tratar de devolver a la niña, aunque tenía algunos registros que indicaban que Yagura si quiso hacerlo, y no obtuvo respuesta.

—Está bien, quizá los pueda confundir con un jutsu de transformación y genjutsu— Hinata confiaba en sus propias habilidades de genjutsu gracias a tanto entrenamiento con Obito e Itachi, aunque no podia igualar al Sharingan, esperaba que Obito pueda ayudarle para combatir sus debilidades en el campo.

—Te dejaré descansar, conseguiré al mejor médico para ti— Mei acarició su cabeza antes de marcharse de la habitación.

Vía en Hinata su posibilidad de conseguir una alianza con Konoha, lo que podría ayudar a que Kirigakure se restablezca luego de todo el daño que Yagura les había hecho.

Hinata observó nuevamente el techo, imaginaba que ahora que había un nuevo Mizukage, Obito pronto regresaría a buscarla. Los tres años sin él por fin habían terminado.

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Hinata se encontraba de regreso en su departamento, era agradable poder tener espacio para descansar, lejos de las miradas condescendientes de las enfermeras.

Ahora en casa podía tomar sus propias duchas, y la primera fue simplemente reconfortable. Su cabello había dejado de gotear después de que de pasó una toalla por la cabeza y cepilló con cuidado cada uno de sus cabellos, aplicando una crema que le pareció que le agregaba más luz.

Se miró al espejo frente a ella, tomando en ungüento de su tocador para comenzar a esparcirlo por su torso luego de haber subido su camiseta. 

En su examen a genin le habían quebrado una costilla, por eso solía ponerse el ungüento que ella misma preparaba y vendaba su torso para que la pomada tuviera mejor efecto y sus costillas dejen de doler.

—¿Puedo ayudarte?— Hinata se giró rápidamente al oír la voz detrás de ella, sintiendo un pinchazo de dolor instalándose en su costado.

Observó en dirección a dónde provenía esa voz tan grave, encontrándose con Obito recostado sobre su cama. Se avergonzó de qué el la haya visto tan vulnerable, por lo que terminó bajando su blusa. 

—Hermano...— la Hyuga bajó la mirada, con las mejillas sonrojadas. Le daba pena que Obito haya visto su cuerpo.

—Me da gusto que hayas pasado tu prueba— Obito se sentó a la orilla de la cama y le indicó con la mano que se acerque, Hinata caminó en automático hasta estar delante de él.

—¿Lo hice bien?— Hinata cerró los ojos cuando Obito levantó su blusa, agradecía que ese día sí estaba llevando un top que cubría su pecho. Su hermano parecía ignorar que ya no era la niña de nueve años, su cuerpo había cambiado un poco.

—Lo hiciste perfecto, cumpliste con todo justo como lo esperaba de ti— ignorando las mejillas rojas de Hinata, Obito le terminó de acomodar el vendaje. Había leído su historial médico, por lo que le preocupaba su costilla rota. Además de que era evidente que llevaba varios moretones y heridas por todo el cuerpo. 

—¿Estás orgulloso de mi?— Hinata abrió los ojos cuando Obito le colocó la blusa en su lugar. 

—Lo estoy, demasiado— el Uchiha se quitó la máscara, sonriendo como nuestra de lo emocionado que se sentía por su progreso. Hinata por fin había florecido para convertirse en su arma perfecta, ella era tan letal como leal. Y apenas estaba comenzando su recorrido para seguir haciéndose más fuerte.

—No quiero ir a Konoha, hermano mayor— Hinata se sentó sobre las piernas de Obito, recargando su rostro sobre el torso de él, siempre le había gustado escuchar sus latidos.

—Tampoco me alegra la idea, pero debo encargarte tu primera misión— Obito jugó con los mechones de su cabello, que ahora era tan largo que llegaba a su cintura. 

—¿Cuál es?— la menor suspiró cuando debió apartarse ligeramente de él para poder observarlo.

—En Konoha tienen el mejor hospital, tus habilidades como médico se van a perfeccionar si aprendes de ellos— Hinata asintió, los avances en cuánto al sello seguían siendo muy lentos, por lo que la cirugía o el trasplante se convertía en la opción más viable. 

Excepto porque Itachi, quién era su donador, estaba enfermando.

—No creo que el corazón de Itachi esté en condiciones para servirte, ¿Quieres que encuentre una cura?— Hinata había estudiado varios libros y observado las operaciones que realizaban algunos doctores en Kirigakure, aún no estaba preparada para poder someter a Obito a cirugía y retirar el sello, pero iba por buen camino. Aún así, necesitaba un donador en caso de que el corazón de Obito no soporte la cirugía, y es por ello que Obito prefería saltarse inmediatamente al trasplante.

—Sería lo mejor, el corazón de Sasuke no funcionará en este momento— Obito cerró los ojos un momento, que Itachi enferme no estaba en sus planes, y Sasuke seguía siendo un niño como para considerarlo. Tenía tiempo para planear mejor una estrategia, mientras tanto Hinata se prepararía.

—De acuerdo, entonces debo encontrar la cura y eliminar cualquier rastro de su enfermedad— Hinata era consciente de que todavía no sabía nada práctico sobre trasplantes de órganos, solamente invetigaba y veía, pero estudiar la enfermedad de Itachi y conseguir una cura parecía más accesible.

—Cuando estés en Konoha, me gustaría pedirte que te ganes al nueve colas— el Uchiha llevó una de sus manos a los bolsillos de su capa.

—¿Quién es?— Hinata le miró curiosa.

—Uzumaki Naruto— Obito le ofreció una foto que había logrado tomar del hijo de su ex maestro.

—Entendido— Hinata tomó la fotografía, observando al niño de cabello rubio, bonitos ojos azules y extrañas marcas en sus mejillas.

—Y cuida de mi hermano menor, ¿Si?— la ojiperla tomó la otra fotografía que le entregaba Obito, Sasuke no se le hacía parecido a Itachi, pero tampoco a Obito. Aunque si tenía que elegir, parecía tener la misma mirada llena de rencor que guardaba Obito.

—No es justo que me hables de él siendo que es la primera vez que nos vemos después de tres años— Hinata sostuvo las fotografías entre su dedo índice y medio, viendo como el fuego que inició las iba consumiendo lentamente. Estaba celosa de que Sasuke si estaba unido a Obito por la sangre.

—Tú eres diferente, Hinata— Obito besó su frente, la apreciaba demasiado y aunque ella no lo supiera, siempre la estuvo vigilando para asegurarse de su supervivencia. 

Hinata más que un arma se había convertido en una pieza de él, como una extensión de sí mismo. 

—¿Me amas, hermano mayor?— Hinata se lo preguntaba todas las noches desde que estaba en Kirigakure, Obito no le había escrito ni siquiera una carta, pero entendía que trataba de ocultarla del sujeto que lo manipulaba con el sello.

—Sí— Obito acarició su mejilla lentamente, Hinata cerró los ojos, disfrutando del contacto —¿Tú me amas?— 

—Sí, me he perdido a mí misma sólo por ti— Hinata volvió a recostar su cabeza sobre el torso de Obito, lo amaba demasiado y su ausencia por tres años se lo había demostrado.

—¿Quieres que te ayude a cortar tu cabello?— Obito sonrió, le gustaba más como se veía con el caballo largo, pero recordaba que a ella le molestaba porque era más difícil de cuidar.

Hinata asintió con una sonrisa —Arriba de los hombros, por favor—

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Notas de la autora:

• Puede contener errores ortográficos.

• Obito tiene una percepción complicada de sus hermanos, Itachi lo ve como la persona por la que su padre lo reemplazó, y con Sasuke simpatiza un poco más porque sabe que a Sasuke también solían hacerlo menos. 

• Las vueltas de tener a Hinata en el país del hierro después en Kirigakure para al final regresarla a Konoha es también para que Zetsu ni sospeche que la tiene como una carta bajo su manga. 

• Y Hinata finalmente conoció el mundo shinobi, pues le tocó asesinar a sus propios compañeros luego de convivir tres años con ellos :c

• Como Itachi está comenzando a enfermar eso puede retrasar los planes de Obito, por eso una de las misiones de Hinata en este momento es encontrarle una cura.

Dejen sus votos y comentarios 💜

Nos leemos en la próxima actualización 👀 ❣️ 

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