Venganza
⚠️¡Advertencias! ⚠️
Temas sensibles:
*Relaciones no consentidas
*Violaciøn
*Violencia
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El lobo de Íñigo se sentía inquieto desde que salió de casa. Él no estaba emocionado con la idea de dejar solo a su omega con seis meses de gestación; sin embargo, tenía una reunión importante con su socio polaco y no la podía seguir posponiendo por más tiempo.
Por supuesto que al decir dejarlo solo, se refería a custodiado por sus mejores hombres en la residencia principal. Aún así, está convencido que es el único que puede darle los cuidados y protección que necesita, pero no tenía alternativa esta vez.
En circunstancias normales lo habría llevado con él; no obstante, él doctor le había advertido que el embarazo era de un riesgo superior al promedio, la matriz del omega era pequeña para albergar dos bebés, es por ello que necesitaba reposo y un ambiente de tranquilidad. Así se evitaban el desprendimiento de uno de los cachorros.
Su esposo estaba un poco decaído cuando le contó sobre su viaje. A pesar que solo serían unas doce horas alejados, empezó a llenar el lugar con su aroma a coco podrido, producto de la tristeza.
Cuando llegó la hora de partir, vio a su esposo acurrucarse en el nido, construido en su mayoría con prendas suyas, mientras le daba la espalda sobando su vientre abultado. Íñigo se acercó a él, metiéndose para abrazarlo y esparcir su aroma buscando consolarlo.
—Amor, te prometo que estaré aquí para cuando despiertes—
—Pero voy a extrañarte durante la noche, alfa— dijo haciendo un puchero
—Hagamos algo, me quedaré aquí hasta que duermas y volveré antes de que despiertes con una caja de tus paczi favoritas— propuso sabiendo como le encantan a su omega esos postres.
Los ojitos de Fermín brillaron ante eso, la sola mención hizo que su aroma regresara a su natural coco dulce.
—Vamos alfa, hay que dormir ya, así amanece más pronto— Íñigo rio antes el cambio tan repentino de de su omega.
Fermín se acurrucó abrazando a su alfa, durmiendo mientras sentía las caricias en su cabello y vientre.
Íñigo se permitió disfrutar un poco de la tranquilidad antes de irse. Se encargó de impregnar con sus feromonas el nido y al omega en sus brazos, esperaba que de esa manera pudiera dormir de corrido sin resentir demasiado su ausencia.
Llegó a la pista de aterrizaje alrededor de las once de la noche. Subió al jet que lo esperaba, despegando a los pocos minutos mientras él se dedicaba a revisar documentación sobre la próxima reunión.
Tres horas después se encontraba ingresando a la mansión Lewandowski, siendo recibido por su socio Robert.
—Íñigo, que gusto verte, esperaba recibirte con un banquete pero la hora no es la más adecuada— dijo riendo
—Igualmente Robert, gracias por aceptar la reunión a estas horas—.
Él alfa polaco hizo una leve negación, —No tienes que darlas, sé perfectamente lo que es tener un omega embarazado en casa— sonrió al recordar a su pareja. —Por cierto, ¿cómo va todo? Pablo envía saludos—.
—Todo va bien, seguimos las indicaciones del doctor al pie de la letra. Aunque para Fermín ha sido complicado quedarse quieto en casa—.
—Me lo imagino, Pablo también sufrió cuando le prohibieron hacer actividades fuera de casa— ambos compartieron una mirada significativa, como alfas entendían que el embarazo era un proceso difícil de sobrellevar para ellos y sus parejas. —Bueno, supongo que quieres regresar con tu esposo cuanto antes, ¿te parece si comenzamos?—.
Íñigo asintió, antes de seguirlo hacía su oficina.
Estuvieron hablando sobre la situación en las rutas de comercio, últimamente había más control en la zona, lo que ameritaba buscar nuevas vías, ya no eran suficientes las avionetas de carga.
Después de un par de horas de planeación, el lobo de Íñigo volvió a inquietarse. Rasgaba su interior desesperado, tratando de comunicarle algo que no lograba entender.
—Íñigo, ¿está todo bien?— sacudió la cabeza ante la voz de Robert, dándose cuenta que se había perdido en la comunicación con su alfa.
—Sí, lo siento, es solo que mi alfa está inquieto. Supongo que es por la lejanía de mi omega— soltó con un suspiro cansado.
Robert lo observó comprensivo, —ya terminamos de revisar lo más importante, lo restante podemos tratarlo en otra reunión. Vuelve a casa con tu omega— dijo dándole una palmada en el hombro, —yo también debo volver con el mío—.
Íñigo le agradeció antes de retirarse, la intranquilidad de su alfa iba aumentando con cada minuto que transcurría.
Le pidió a su jefe de seguridad que le confirmara que todo estaba en orden en su residencia. Después de corroborar que todo iba bien y su omega descansaba en su nido, se sintió más tranquilo; contrario a su alfa que lo alertaba incesantemente.
En el transcurso a las pistas se detuvieron en una postrería, no podía olvidar los paczi de su omega, se le calentaba el corazón solo de imaginar su brillante sonrisa. Con la caja en mano subió al jet, permitiéndose tomar un pequeño descanso hasta llegar a su destino.
Al cerrar los ojos, una sensación de pánico y miedo atravesó su lazo. Abrió los ojos rápidamente, su lobo se desesperó intentando tomar el control, mientras el trataba de comunicarse con su omega a través del vínculo. No hubo respuesta alguna, no podía sentirlo.
Antes de poder reaccionar, su jefe de seguridad llegó frente a él con una cara mortalmente seria, su lobo seguía desesperado por salir, exigiendo por su omega. Todo él explotó cuando escuchó las palabras del beta frente a él, —Se lo llevaron, señor—.
Las dos horas y media de vuelo restantes fueron las más desesperantes en la vida de Íñigo. No sabía dónde estaba su omega, ni quién se lo había llevado, si estaba herido o si seguía vivo. Pensar en esto último solo lo enloquecía pues por más que lo intentara, su lazo seguía sintiéndose vacío y sin respuesta.
Al llegar a su residencia, se encontró con destrozos por todas partes, a sus hombres heridos siendo atendidos y cuerpos con rostros desconocidos regados en los alrededores. Sin detenerse se dirigió a la habitación donde abrazó por última vez a su Omega, deteniéndose abruptamente en la puerta al notar la sangre fresca que cubría casi por completo el nido.
Tanto él como su lobo hervían encolerizados. No descansarían hasta encontrar a su omega y jura por su vida que es capaz de quemar el mundo hasta sus cimientos con tal de lograrlo.
Rápidamente reunió a todos sus hombres para que le dieran detalles de lo ocurrido y empezaran con la búsqueda. Le relataron que la noche había sido tranquila, como cualquier otra; sin embargo, a las cuatro y media de la mañana las cámaras de seguridad empezaron a fallar. Fue en ese momento que cuatro camionetas blindadas ingresaron a toda velocidad por la entrada, atravesando el portón de seguridad.
Se desató una balacera en la parte frontal de la casa, pero al parecer todo habría sido una distracción pues al ingresar en búsqueda del omega gestante, se cruzaron con extraños en el interior de la casa. Aparentemente habrían ingresado por la parte posterior.
El factor sorpresa y que los superaban en número fue clave para llevarse al omega. Solo pudieron escuchar impotentes cómo gritaba pidiendo ayuda, mientras forcejeaba contra los invasores. Luego de ello no lo escucharon más y minutos después lo vieron salir inconsciente en brazos de un alfa, ambos manchados de sangre completamente.
Ninguno de los sobrevivientes podía decir a ciencia cierta quiénes habían sido los perpetradores y mucho menos que pretendían. Así que sin cámaras y sin pista alguna no tenían dónde empezar a buscar, o eso creía Íñigo hasta que su teléfono vibró en el bolsillo de su pantalón.
Un número desconocido le había enviado un archivo multimedia. Lo descargó rápidamente notando la duración de poco más de 5 minutos.
Reprodujo el vídeo el cuál mostraba la pantalla completamente negra antes de que una voz desconocida hablara.
—Martínez, ha pasado un tiempo— sonó una voz distorsionada. —Estoy seguro que te estarás preguntando quién carajo soy y que quiero. Lamentablemente para ti, todavía no puedo responderte la primera, pero con todo gusto te respondo la segunda. Quiero venganza por lo que me hiciste, me arrebataste algo preciado y creo que es justo hacerte lo mismo— una escalofriante risa resonó antes de que la imagen cambie, en lugar de la pantalla negra apareció su Omega.
Fermín se encontraba inconsciente sobre una cama. Sus extremidades estaban esposadas a la misma y su rostro colgaba de lado, dejando a la vista sangre a la altura de su sien. Estaba vestido únicamente con una camiseta que cubría apenas su vientre y su ropa interior.
—Tengo que decir que me sorprendió tu nuevo juguetito, un Omega hermoso y también muy fiero. Realmente es una preciosidad— se escuchó. —Me pregunto qué tiene de bueno como para que hayas decidido embarazarlo— continuó provocadoramente.
—Supongo que debe ser un excelente agujero para follar. Es una lástima que no estés aquí para confirmar mi teoría, así que, ¿tendré que comprobarlo por mí mismo, cierto?— después de decir eso apareció una silueta en cámara, esta se posicionó junto a Fermín.
—¿Sabes?, estoy un poquito nervioso, aquí entre nos, nunca he follado a un Omega embarazado. ¿Debería ser cuidadoso?— una de las manos enguantadas empezó a acariciar el muslo descubierto de Fermín, mientras la otra se posaba en el vientre.
—Uy, qué olvidadizo soy, no te he felicitado por tus cachorros. Esperemos que salgan hermosos como su madre— bromeó. —Tranquilo, están en muy buenas manos. Los cuidare bien por ti— la mano que estaba sobre el muslo empezó a subir peligrosamente hasta la entrepierna del Omega.
—En fin, seguramente ya te aburrí con mi palabrería, quizá deba pasar a la acción, ¿no?— la mano sobre el vientre de Fermín comenzó a levantar la camiseta hasta que un llamado lo hizo detenerse.
—Alfa— Fermín llamó suavemente como si estuviera tratando de recuperar la consciencia.
—¡Mira nada más quién está despertando!, ¿no es adorable cómo llama a su alfa?— una de las manos subió hasta sujetar el rostro del Omega.
—Sí, definitivamente precioso. Quizá debería conservarlo solo para mí, podría morderlo mientras me lo follo. Tus hijos me dirían papi, ¿no es irónico?— otra carcajada cargada de locura se escuchó.
—Íñigo, alfa— Fermín recuperaba cada vez más la conciencia.
—Si te preguntas porque no puedes sentirlo, te lo diré para que veas que te considero mi amigo todavía. Le inyectamos unos inhibidores para que no puedas contactarlo, no queríamos visitas indeseadas antes de tiempo— soltó. —Hola precioso, tu alfa no está disponible por el momento pero yo puedo complacerte en lo que gustes— acercó su rostro al del Omega.
Fermín lo miró confundido, parpadeando para enfocar el rostro frente al suyo.
Inesperadamente el Omega empezó a sonrojarse, mientras su ropa interior se humedecía y de sus labios escapaba un gemido. —Uh, olvidé decírtelo. Por supuesto que no íbamos a dejar a un embarazado sin sus vitaminas, pero por equivocación le inyectamos algo que lo hizo entrar en celo—.
—No creo que sea un problema, tengo mucho tiempo libre para hacerme cargo— expresó recorriendo el cuerpo del menor con sus manos, —pero para que te quedes tranquilo, si en algún momento me canso, hay muchos otros alfas serviciales dispuestos a ayudar si se necesita—.
—No creo que quieras ver lo que sigue, aunque si eres uno de esos pervertidos mándame un mensaje— el hombre que hablaba empezó a desabotonar su camisa. —Tal vez no te responda de inmediato, digo, primero debo complacer al Omega, tú sabes cómo es esto, Íñigo— finalizó.
El vídeo se cortó justo cuando el hombre se inclinaba sobre Fermín en la cama.
Íñigo quedó helado después de ver el vídeo. Nunca se iba a perdonar que dañaran al amor de su vida por su culpa. El tipo lo dijo claro, era una venganza. El aroma a madera quemada empezó a emanar en todo su esplendor, haciendo temblar a uno que otro de sus hombres.
La sala quedó en absoluto silencio, si bien es cierto que solo Íñigo vio el vídeo, todos escucharon las terrible palabras que salieron de ese.
Íñigo ordenó que sus hombres fueran a investigar a quienes alguna vez había lastimado. Sorprendentemente la lista era corta, pues a pesar de ser mafioso, no era un tipo que se metiera en problemas sólo porque sí. También ordenó que rastrearan el número que le había enviado el vídeo.
Él se fue a su despacho, donde reprodujo el vídeo una y otra vez, tratando de encontrar alguna pista o indicio.
Pasadas unas dos horas, un nuevo vídeo llegó a su teléfono, el número era diferente.
—Hola, hola, ¿cómo has estado estas horas?— la voz habló mientras la pantalla mostraba la cama donde yacía Fermín cubierto por una sábana.
—Debo admitir que tienes buenos gustos. Eso sí, lo tienes bien entrenado, ¿no?, se puso fiero cuando empecé a tocarlo, tuve que darle unas gotas para mantenerlo dócil, si me entiendes— la cámara hizo zoom en el rostro del Omega, notando como tenía la mejilla hinchada y el labio partido. —Por supuesto, que eso fue después de probar el método tradicional, al parecer no todos los omegas se doblegan ante los golpes—.
—Disfruté mucho hundiéndome en la pequeña zorra, al parecer follan mucho porque su cuerpo me recibió como una profesional— la voz sonaba lejana, como si estuviera saliendo de la habitación. —Espero que no te importe que no haya usado protección y que me corriera dentro, no es como que lo pudiera embarazar de todos modos— soltó una pequeña risita.
—Confieso que estuve tentado a morderlo, pero no podrías sentir como se rompe el lazo debido a los inhibidores, sería una lástima que te perdieras todo ese sufrimiento— la voz se oyó como si de verdad le apenara. —Así que no te preocupes, esperaré a que el efecto pase para poder hacerlo—.
—Mientras tanto seguiré disfrutando de mi venganza. Espero que sufras como yo lo hice. Hasta dentro de unas horas—.
El corazón de Íñigo se hizo añicos ante ello. Su lobo agachaba la cabeza sintiendo como le había fallado a su Omega. Sentía la rabia apoderarse de sí y en un arranque volteó su escritorio, rompiéndolo. Continuó con sus libreros, su minibar, los sillones, las ventanas y para cuándo terminó, no quedaba nada completo en la habitación.
Fue cuando iba a salir del despacho que su jefe de seguridad llegó con una carpeta.
—Lo tenemos, señor—
Íñigo le arrebató la carpeta leyendo rápidamente la información.
Daniel García era un traficante de drogas que lideraba la región colindante a Ondarroa. En el pasado, tuvo muchos altercados con Íñigo, pues quería expandirse hacia el territorio sin respetar los acuerdos pactados.
Tuvieron una reunión con otros líderes de la región, buscaban resolver el asunto de forma pacífica. Esta fue organizada por Íñigo y se llevó a cabo a las afueras de la ciudad.
No puede decir que salió mal, estaban inmersos en una acalorada discusión cuando el sonido de disparos irrumpió en la escena. Se desató una balacera que los obligó a huir del lugar.
En medio del escape, una bala alcanzó al Omega de Daniel. Lo sacaron de ahí pero fue en vano, murió antes de recibir atención médica en los brazos de su alfa.
Por lo que se enteró, la autopsia reveló que el Omega se encontraba en estado de gestación, tenía solamente dos meses. Esta noticia fue devastadora para Daniel, quien ante esto enloqueció, volcando su ira hacia Íñigo, lo responsabilizaba pues él era quien organizó la reunión.
Lo atacó en múltiples ocasiones, logrando que finalmente, en complicidad con su hermano Rubén, quien siempre había querido tomar su lugar, lo encerraran en un centro de ayuda psiquiátrica.
Sucedió hace ocho años y francamente se había olvidado de su existencia. Pero los documentos ahora en su mano, decían que había escapado hace cuatro meses y que Rubén García había desaparecido una semana después de la fuga. Definitivamente no era una coincidencia.
Con la nueva información, Íñigo y su lobo burbujearon en una llama de enojo. Ahora sabía dónde estaba su omega y haría lo que debió haber hecho hace tantos años, asesinar a Daniel García.
Organizó a sus hombres y partieron de inmediato a la residencia García, en Galdona. Su Omega volvería a casa esa misma noche.
En mitad de camino, un nuevo vídeo llegó a su teléfono.
—No te considero alguien tonto, Íñigo. Sé que a estas alturas ya debes saber quién soy y dónde encontrarme— la voz resonaba monótona por la pantalla mientras el hombre salía hablando directamente a la cámara.
—Estoy esperándote, tenemos una deuda pendiente desde hace ocho largos años y hoy por fin podremos saldarla. Estuve pensando y nada fue más doloroso para mí, que ver morir a mi Omega y cachorro delante mío, y yo no quiero quitarte ese privilegio a ti también— el hombre se movió dejando a la vista al Omega en la cama, su rostro estaba más golpeado que antes y las sábanas que lo cubrían estaban teñidas con sangre
—Creo que se me pasó un poco la mano, así que apresúrate o quizás llegues demasiado tarde—.
El vídeo se cortó y la furia de Íñigo creció. Gritó exigiendo que fueran más rápido porque si su Omega moría, los mandaría a todos con él.
Llegaron una hora y media después. No encontraron resistencia y eso fue algo que Íñigo tomó como mala señal. Se adentraron en la residencia, sin encontrar rastros de haber sido usada en mucho tiempo.
En ese momento, el teléfono de Íñigo sonó con una llamada.
—Veo que llegaste— dijo Daniel del otro lado, —sin embargo, esto es algo entre tú y yo. Diles a todos que se retiren, los quiero a kilómetros de distancia en cinco minutos o no saldré a recibirte—.
—Yo me apresuraría, la pequeña zorra no se ve muy bien— dicho esto finalizó la llamada.
—¡Los quiero a todos fuera, váyanse!— Íñigo grito ordenaba que se subieran a las camionetas y se fueran.
Su jefe de seguridad lo miró con precaución, —¿está seguro, jefe?— ante esa pregunta Íñigo sacó su arma y le apuntó a la cabeza, quitando el seguro.
—¿Me estás cuestionando?— preguntó sin dejar de apuntar, —He dicho que se vayan ya— Íñigo no estaba para ser contradecido en ese momento, la vida de su Omega pendía de un hilo.
Con ese último grito todos abandonaron la propiedad, dejando completamente solo a Íñigo.
Escuchó unos pasos tras él, sintiendo como un frío metal se posaba en la parte posterior de su cabeza.
—Martínez, no sabes lo feliz que estoy de verte— dijo burlonamente, —te llevaré dónde tu Omega pero primero debes girar tu arma—.
Íñigo lo hizo sin dudar, solo quería estar con su Omega cuanto antes.
—Listo, vamos— lo instó a avanzar, antes de siquiera dar dos pasos el sonido de un disparo lo dejó escuchando un pitido. —Ups, lo siento, no controlo muy bien este modelo de pistolas—.
Íñigo siseó ante el dolor que sintió en el hombro, bajó la vista hacia este, lo sintió humedecerse antes de ver la sangre manchar esa zona en su camisa.
Se dejó guiar por las indicaciones de Daniel, ingresando a una puerta secreta, escondida detrás de un librero. Caminó por un pasadizo y bajó las escaleras hasta llegar frente a una puerta.
—Anda, no seas tímido, estuvo preguntando por ti— le susurró burlonamente.
Íñigo abrió la puerta, corriendo al encuentro de su Omega, quien se hallaba sobre la cama. Rápidamente lo tomó en brazos, apretándolo contra su pecho ignorando las ganas de llorar ante el olor a sangre y la vista de su estado.
Unos aplausos resonaron desde la entrada, —Maravilloso, una puesta en escena digna de película romántica— carcajeó con locura.
Íñigo lo ignoró, esparciendo sus feromonas por toda la habitación, haciendo que Fermín reaccionara ante ellas.
—Alfa— un suave susurro salió raspado de la garganta de su esposo.
—Aquí estoy, mi amor, aquí estoy— le susurró mientras acariciaba con cuidado su rostro, tratando de no tocar ninguno de los golpes en su piel.
Daniel volvió a interrumpir, —¿saben?, me recuerdan mucho a mi florecita y yo. Nos amábamos con esa intensidad de las que solo las leyendas de destinados hablan— dijo con tono melancólico. —Pero gracias a ti, Íñigo, no tengo eso más— cambió agresivamente su tono.
—Te lo dije en ese entonces y te lo digo ahora, no fue mi culpa—
—¡Mientes!, mientes, mientes, mientes— gritó golpeando su cabeza con sus manos. —Tú debías garantizar nuestra seguridad, fue tu culpa. Si hubieses hecho bien tú trabajo, él aún seguiría aquí—.
—Pero eso ya no importa, no podemos cambiar el pasado, pero soy yo quien decide tu futuro— dijo apuntando su arma contra el Omega que había empezado a sollozar bajito, los efectos de lo que le dieron estaban pasando y empezaba a sentir con claridad el dolor recorrerle el cuerpo.
Íñigo no tuvo tiempo de pensar, su alfa tomó el control transformándose en un lobo de pelaje marrón con motas doradas. Se abalanzó sobre Danilo, recibiendo un impacto de bala cerca del estómago antes de tumbarlo.
Ante esto Danilo también se transformó y empezaron a luchar en sus formas lobunas. Íñigo estaba perdiendo sangre pero iba ganando la pelea. Danilo no se había transformado en al menos ocho años, la falta de costumbre y estar fuera de forma le estaban pasando factura.
En un descuido, dejó su cuello al descubierto, dándole la oportunidad a Íñigo de clavar sus colmillos en la zona.
Íñigo escuchó el cuello crujir en su boca y solamente lo soltó cuando no escuchó más el latir de su corazón.
Por otro lado, Danilo dejó al descubierto su cuello al ver a su Omega parado junto a él, invitándolo a seguirlo.
Una vez que acabó con él, Íñigo regresó a su forma humana, llegando rápidamente dónde su Omega. Lo envolvió en las sábanas con cuidado y lo tomó en brazos, ignorando el dolor punzante en su hombro y abdomen.
—Omega, reacciona por favor— después del momento de adrenalina, Íñigo estaba al borde de las lágrimas, con su Omega tan vulnerable en sus brazos, no pudo evitarlo.
Subió todo el camino de regreso a la entrada principal, encontrando las camionetas con sus hombres ahí. Se subió rápidamente a una de ellas, exigiendo que lo llevarán al hospital más cercano.
—Todo va a estar bien, amor, te lo prometo— Íñigo le susurraba meciendolo despacio.
Llegaron al hospital, dónde el doctor de Fermín ya los esperaba listo para revisarlo. Íñigo no se separó de su lado en ningún momento, acariciándolo para transmitirle calma al Omega y a sí mismo.
Al terminar de revisarlo, el doctor bajó la mirada. —Lo siento señor Martínez, no hay nada que podamos hacer— tras decir esto salió de la habitación dejándolo solo con su Omega.
—Buenos días, alfa— Íñigo sonrió sin abrir los ojos, disfrutando los besitos que su travieso omega dejaba por su rostro. —Vamos amor, sé que estás despierto— hizo puchero mientras alejaba su rostro.
Íñigo abrió los ojos complaciendo a su Omega, —buenos días, amor de mi vida— dijo inclinándose para besarlo. No había nada mejor que despertar así todos los días.
—Hay que levantarnos, ya es tarde y les prometiste a los cachorros desayunar con ellos antes de ir con Robert— Fermín le recordó.
Antes de que pudiera contestar, dos pequeños cachorros ingresaron a la habitación. —Papi, papá— el coro de vocecitas se dejó oír mientras se metían a la cama con sus padres.
—Que cachorros tan madrugadores tenemos— dijo Íñigo, besando la frente de sus pequeños.
—Papá, papá, prometiste que desayunaríamos juntos— dijo Aleix con una sonrisa.
—Sí papá, queremos comer waffles, porfi— el pequeño Maxi hizo un pucherito.
Fermín sonrió encantado ante la escena, amaba a su pequeña familia con la misma intensidad que su alfa.
—Bien, bien, vayan a cambiarse mientras su papi y yo nos preparamos—.
Los cachorros salieron emocionados hacia su habitación. Íñigo aprovechó para besar correctamente a su esposo. Amaba demasiado el sabor a coco que estos desprendían.
Alfa y Omega se arreglaron, bajando a la cocina una vez estuvieron listos. Íñigo le pidió a la cocinera que por favor hiciera waffles para sus hijos y unas tostadas francesas para ellos, la beta asintió mirando el piso.
Una vez servido el desayuno, se sentaron a comer en familia, sus pequeños contaban lo que habían planeado para ese día mientras Íñigo y Fermín los escuchaban atentamente.
Al terminar de comer, se despidieron del alfa.
—Adiós papá, te queremos— Aleix y Maxi dijeron a la vez dejando un beso en sus mejillas.
—Adiós alfa, regresa pronto— dijo dándole un beso. —Mandale mis saludos a Gavi—.
—Lo haré Omega, te amo— dijo dándole un último beso antes de revolver el cabello de sus pequeños y salir de casa finalmente.
El trayecto a la mansión Lewandowski fue tranquilo, como siempre fue recibido por Robert, esta vez en compañía de Gavi y su pequeño Héctor.
—Hola Íñigo, ¿cómo has estado?— preguntó Robert cortésmente.
—De maravilla, esto de ser padre de dos torbellinos de energía es agotador. Gracias al cielo, Fermín sabe cómo controlarlos—.
Se hizo un pequeño silencio que rompió Héctor.
—Tío Íñigo, ¿cuándo podré conocer a mis primos?— preguntó tiernamente el pequeño.
—Pronto Hec, Maxi y Aleix también tienen muchas ganas de conocerte— dijo despeinando al pequeño. —Por cierto Pablo, Fermín te manda saludos—.
Pablo asintió con una pequeña sonrisa apagada.
Comieron en silencio, conversando de todo un poco. Al terminar, Robert e Íñigo se encerraron en el despacho, hablaron durante horas hasta que hubieron tratado todos los puntos importantes. Para cuando lo notaron, eran pasadas las dos de la mañana.
—¿Estás seguro que no quieres quedarte?, sabes que siempre eres bienvenido—.
—Lo sé, Robert. Te agradezco pero prefiero volver a casa con Fermín y los niños— soltó con una sonrisa enamorada.
El polaco no dijo nada más, simplemente lo despidió y le deseo suerte.
Subido en la camioneta, le pidió al jefe de seguridad hacer una parada. Tenía que comprar paczi para su esposo, siguen encantándole esos postres.
Una vez dentro de su jet, le pidió a su jefe de seguridad que corroborara si su esposo e hijos se encontraban bien. Esté solo asintió, alejándose de la cabina.
En ese momento, Íñigo tuvo un pequeño deja vú con lo ocurrido hace cinco años; sin embargo, su lobo no se manifestó como aquella vez.
Se permitió relajarse hasta llegar a su residencia. Cuando estuvo dentro, subió los escalones con el mayor cuidado posible. Se dirigió primero a la habitación de sus hijos, asegurándose que dormían plácidamente en sus camas.
Al corroborarlo se dirigió a su habitación, al ingresar, el leve aroma a coco se hizo presente. Íñigo se deshizo de su ropa, escuchando el sonido de un frasco caer al suelo.
Lo tomó rápidamente, mirando el interior unos segundos y asegurándose que su Omega no se haya dado cuenta. Al notar que su esposo dormía tranquilo, puso el frasco en el suelo y lo empujó bajo la cama.
Se acostó en la cama abrazando a su Omega, sintiéndolo acurrucarse contra él.
Íñigo no necesitaba el contenido del frasco, esas pastillas solo lo alejaban de su familia. Cuando las tomaba, ellos se iban y sólo volvían cuando las empujaba bajo la cama.
Fin ✨✨
Paczi: Básicamente son las donas típicas de Polonia.
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