Capítulo 25: esperanza

Importante: cada publicación cuenta con palabras o conceptos marcados en negrita, los cuales tienen su correspondiente explicación al final del capítulo, en un glosario.

—Ya puede comunicarse. Concéntrese en su boca. No la abra. Hable con su mente, es posible —señaló ReTic a través de la comunicación telepática. En ese momento vio una bandada de palomas, familiares para él y su ojo asertivo, pues eran las que habían sido liberadas pocos días después del apagón por los rebeldes.

—¿Yo soy como ? —preguntó Juan Matus desde el vehículo aéreo de su tío Cornelio. Apretó sus labios y comenzó a sudar, pues temía equivocarse al debutar en el contacto psíquico.

—Sí, por eso podemos «dialogar» de esta forma —respondió el androide con tono sereno—. Relájese. Nadie puede oírnos. —Encendió un cigarrillo, abrió la ventana del automóvil que rentó y sacó su mano izquierda para sentir la lluvia. Las palomas se convirtieron en pequeños puntos que se alejaban con dirección al sur—. Supuse que era el único que quedaba, pero veo que de algún modo alguien logró fabricarlo.

—Te lo juro que no puedo con esto —pensó. Llevó una mano a su boca y apoyó el codo en su rodilla derecha—. Nadie está preparado para echar al tarro de la basura todo lo que creyó ser. Es surreal. ¿Quién me creó?, ¿con qué fin? Si sabes lo que soy, debes tener esas respuestas.

—Me entristece admitir que desconozco su código de origen, pero puedo confirmar que no pertenece a la misma línea que yo. Usted no es un Fa24. Su organismo es mucho más joven y déjeme decirle que es una obra de arte, pues no está programado para matar, los replicantes de la milicia sí.

—¿Estás seguro? ¿Cómo lo sabes? —Se rascó la nariz.

—Porque la disfunción que percibo en su serotonina y dopamina se deben a contextos complejos que ha tenido que vivir. En cambio, a nosotros nos hicieron con alteraciones de estas que instauran niveles de violencia permanentes. Somos militares nacidos del odio, preparados para la guerra y la opresión. Usted no, joven. Bueno, eso es lo que fui —intentó aclarar con la finalidad de no asustarlo.

—¿Qué más me puedes decir? Necesito saberlo todo, por favor.

—No tengo mucho más. Lamento comunicarle que su creador es una fuente anónima. No hay modo de acceder a sus orígenes ni a los motivos por los que lo fabricaron. La puerta a ese acceso virtual está blindada. Es impenetrable.

—Quizá mamá lo sepa —meditó—. Si no nací de ella, de alguna manera me obtuvo y por una razón. Mi madre siempre me ha mirado como un extraño, un bicho raro. Y lo peor de todo, es que no tengo la fortaleza para enfrentarla. Ni a ella ni a Benjamín.

—La sangre no demanda amor maternal por obra de magia. En este mundo, hay madres y padres...

—Sí. Por eso. Ahora entiendo por qué nunca me ha querido. Estoy seguro. No me siente parte de ella.

—Eso no la justifica.

—Tienes razón. —Llevó sus manos a la cara. La masajeó con inquietud. Su corazón se aceleró y creyó desfallecer—. Necesito saber algo: si mi creación es un enigma y todos me creen un humano nacido de mujer, ¿cómo supiste que yo era... —se detuvo para corregirse— que... soy tu par?

—Me sorprendí mucho al verle en Menelhue —confesó, dándole dos caladas continuas a su cigarrillo sin filtro—. Lo supe al percibir su presencia. Ese cosquilleo que ambos sentimos en la frente, tan difícil de verbalizar, solo lo provocamos los androides autoconscientes cuando estamos cerca de otro camarada.

—Jamás sentí nada igual —dijo en voz alta. Sus ojos se abrieron lo más que pudieron, culposos. Tapó su boca. Sudó. Esperó.

ReTic percibió las ondas sonoras de su voz. Sabía que le habían oído.

—Tranquilo, sobrino. Todos estamos muy devastados por la muerte de tu hermano. No hay que avergonzarse. No dijiste nada malo —le respondió Cornelio, interpretando su reacción.

—Gracias —atinó a decir.

El viejo androide esperó a que no hubiera más interferencia externa. Juan continuó, más concentrado que antes. Respiró aliviado.

—Perdón. Esto es difícil —pensó. Tenía ganas de llorar, pero probó su templanza. Agradeció haber accedido a esa comunicación. Parecía que al fin encontraba un lugar seguro en el cual refugiarse. No podía creer que su escudo protector yacía en su mente.

—Tranquilo. Usted maneja su cuerpo. Debe aprender aún, es normal equivocarse. A mí me llevó varios años. —Dio una última fumada a su cigarro y lo apagó con su mano mojada.

—Gracias por darme seguridad. Cuando te vi, una corazonada me dijo que debía callar. Por eso solo te miré y esperé a que te comunicaras conmigo —señaló, con los ojos en dirección al techo del vehículo, intentando recordar—. Entonces, ¿no soy humano?

—¿Qué supone usted? —preguntó con tono paternal.

—Hasta aquí juré ser uno. Pero ahora no estoy muy seguro —titubeó en su psiquis.

—Será lo que decrete que es.

—Yo soy lo que eres —pensó confiado.

—Entonces, joven, usted es un humano —sonrió. Comenzó a analizar el sistema de su interlocutor.

—¿Por qué crees que nadie me había dicho lo que soy? —averiguó, observando con disimulo a cada uno de sus acompañantes. No le miraban. Parecía que de verdad ningún pasajero percibía que estaba comunicándose delante de todos con alguien más.

—Veo sus registros y figura como un humano nacido por parto normal. Infiero que, si desconocía este hecho, ha de ser un secreto para su gente. Lo ocultaron.

—Mi familia entera no. Mis hermanos no lo saben, estoy seguro de eso. Jamás dudaré de ellos. ¿Puedes verlo? ¿A Francisco? ¿Tienes el poder de comunicarte con los muertos? ¿Podré encontrarme con él a través de ti? —preguntó excitado.

—No, joven. No tengo esa facultad —le mintió.

—Mi hermano. No sé cómo seguiré viviendo después de esto. Todo es una mierda. Siento mucho no haber aprovechado su amor. Él siempre intentó acercarse a mí. Yo solía rehuir de su afecto y del de Vibeke. Aunque los amo. Quisiera que me oyera decirle cuánto lo quiero.

—Él permanecerá siempre con usted. El cuerpo es solo tierra para la tierra. El ser es más que eso. Sé que puede oírlo. Dígaselo antes de dormir o cuando la pena invada su alma.

—¿Alma? Siempre he creído que tengo una.

—La tenemos.

—Comunicarme con él es lo que más quiero. Por eso, nunca dejaré de recordarlo. Pero fui un insensato. Ahora disfrutaré a mi hermana tanto como pueda.

—Cólmese de las cosas buenas que tiene. Ella lo ama de verdad.

—Lo sé. Te lo juro que no logro procesar nada de lo que está pasando. Ay, no sé. Esto es una bomba.

—Lo sé.

—Me duele la cabeza. Todo es una mierda. La sensación es extraña. Ahora confirmo que jamás he sido lo que pensé ser, pero, curiosamente, me siento más fuerte, como si saber lo que soy me diera la fortaleza que nunca he tenido. Y, oye, tú debes verlo. ¿Divisas mi organismo? No sé si logras ver el monstruo que soy. Lo que Benjamín le hizo a mi cuerpo. Nunca me dijo por qué...

—Lo veo. Pero, joven, no diga eso. Sí, es muy distinto a lo que aparece en los registros, mas no es un monstruo; sí lo es el culpable de esa intervención inhumana. Su organismo no lo necesitaba. Usted es un jovencito con mejoras cibernéticas. Demasiadas. Lo que la sociedad encasilla como cyborg. Sin embargo, insisto, será lo que quiera ser.

—Pero sabes que a ellos no los consideramos hombres o mujeres. —Dio un pequeño salto. Su corazón se aceleró—. Pues eligen perder su humanidad. No soy humano, soy una máquina.

—¿Y eso según quién? A ver, ¿tuvo la posibilidad de escoger lo que hicieron con usted?

—No.

—Ya lo sabe. No es un cyborg. Y si lo fuera, sería tan humano como el común de los habitantes del domo. Las prótesis cibernéticas de su cuerpo no le quitarán esa condición. Jamás ocurrirá eso. Algunos adultos se esmeran por hacer estas distinciones. Agrupar al rebaño en castas y especies. Pero eso acabará pronto. Al menos, lucharemos porque así sea.

—Entonces, nunca fuimos lo que nos dijeron. Al final, somos más parecidos de lo que hemos creído.

—Entiende rápido. Así es: a fin de cuentas, a todos nos moja la lluvia por igual —señaló, al tiempo que sonrió al percibir su mano helada por el agua fría que caía en el exterior del vehículo. Vio colores en el frío del exterior. Su razón para sentirse agradecido en un mundo de injusticias era estar vivo; disfrutar el recorrido que hacían sus emociones a través de la sinestesia.

—A veces asumo haber perdido mi emocionalidad. No sé si me acostumbré al horror. Ni te lo imaginas. Han hecho cosas terribles conmigo. Los ingenieros de Benjamín y él. Te doy permiso para que lo veas por ti mismo.

—No puedo verlo, solo su organismo —replicó con frustración—. De algún modo, esas vivencias han sido restringidas. Me es imposible hackear sus recuerdos. Pero ¿sabe?, le prometo que ya no estará más solo. Al menos quiero darle esa tranquilidad.

—¿Tú me protegerás de él? Hablo del hombre que dice ser mi padre. Él, me utiliza. Recurre a mí. Hace mucho tiempo que no, pero sé que en algún momento volverá a mí. Él se toca mientras me ve desnudo. Se autosatisface. Mi mamá lo sabe. Es su cómplice. Todos nuestros sirvientes también lo son —sostuvo con tristeza. Su corazón se sentía tan acelerado que creyó percibir su bombeo incluso en sus prótesis cibernéticas.

—Ay, hijo. Siento mucho lo que ha tenido que vivir y soportar —dijo afligido, pese a que ya sabía parte de lo que había sucedido con el chico, gracias al relato compartido por Francisco Matus en sus sesiones de práctica con su poder de desdoblamiento—. Solo una cosa más le diré: desde hoy, le aseguro que nunca más lo tocará. Ni él ni nadie.

—Pero ¿cómo? Es imposible que logres subir a El Edén.

—¿Cuántos robots hay en vuestro hogar?

—Trece.

—Con eso bastará. Estaré en cada uno de ellos, hasta que su hermana pueda sacarlo de ahí. Eso ocurrirá pronto. Lo prometo.

—¿Qué conexión tienes con ella? —Miró las nubes falsas, deseando poder volar más allá de ellas.

—Esto es un secreto entre usted y yo: soy un viejo amigo de la madre de sus hermanos.

—¿Anneke? ¡Ya entiendo! —exclamó aliviado—. Me tranquiliza el hecho de conocer su vínculo. Hay bondad en ti, lo percibo; debes ser parecido a ella. Mis hermanos siempre me hablaron bien de su mamá. Tú, además de un androide, ¿eres un ángel, cierto? Sé que nosotros no lo somos, solo tenemos el nombre.

—Ellos no existen —dijo ReTic—. No necesitamos serlo. Sí, creo que debemos ser humanos y extirpar de nuestro ser ese gen salvaje y egoísta que nos hace cometer esas atrocidades que ocurren día a día. Yo no soy un ángel y usted tampoco.

—Entonces, tú serás mi valeroso guerrero.

—Yo oficiaré como un puente protector, hasta que comprenda que solo su ser puede ser el héroe de sí mismo.

—Pero me dijiste que no soy un Fa24.

—No necesita serlo. El tiempo que le tome entenderlo, estaré a su lado. Estimado jovencito: debo cortar. Hablaremos pronto. En cuanto llegue a su hogar, saque fotografías a todos los robots que trabajan ahí. Luego, visualícelas una por una y toque el centro de su frente con su dedo índice. Lograré verlos. Cuando yo le informe por este mismo medio, usted podrá comunicarse conmigo a través de ellos. Los hackearé y así le servirán. Yo, seré su servidor.

—Lo haré. Ya quiero llegar a casa. Quisiera ser un Fa24 y quemarlo todo —dijo Juan, con esperanza.

La comunicación se cortó. ReTic decidió que era demasiada información para el hombrecito de diecinueve años recién cumplidos. Sin embargo, volvió a pensar en la fortaleza que percibió en Juan al conocer su procedencia. Los androides eran una versión mejorada de los humanos y, si el tiempo así lo permitía, podría protegerse de todo mal con sus propias capacidades.

El joven visualizó a su hermano una vez más. Rememoró sus idas al gimnasio, donde se sentía querido y acompañado. Los momentos juntos fueron pocos, aunque eternos. Le admiraba, pero nunca se lo dijo. También recordó lo falso que fue con él, obligado por la mujer que decía ser su madre. Parecía que había ocurrido ayer cuando Pancho fue a preguntarle cómo estaba, después de la sesión nocturna de autoflagelación que tanto excitaba a Benjamín, mientras tenía desnudo a Juan frente a él. Cerró sus ojos. Pudo sentir incluso el olor a las galletas; ese ofrecimiento estúpido, tras un abuso atroz. Una «salvación» absurda que protegió a sus victimarios. Tuvo muchas instancias para delatarlos, a su falso papá y a su madre impostora.

No existía, según Juan, nadie más fuerte que su hermano mayor. Los orificios de su nariz se expandieron. Su actuación, sus mentiras y no haber corrido a los brazos de Pancho contándole las atrocidades que le hacía su padre a sabiendas de su mamá, le arrebató en segundos la momentánea alegría que sintió en su comunicación con ReTic.

«Si estas asquerosas bestias dicen amarme y ser una «especie superior» y «evolucionada», prefiero ser un androide. Personas con alma han de ser muy pocas, con razón la élite reniega de ella. Una de las más bellas que conocí, se ha ido para siempre, pero me esforzaré por llevarlo conmigo a todas partes. Soy un humano, un androide y una máquina; un ser abusado, al igual que el común de las personas que pisan la planta baja del domo. Soy como ellos y permaneceré acompañado de un ser poderoso. De dos. No estoy solo. No más», pensó. Deseó llegar a casa y sacar las fotografías.

El viejo androide se emocionó hasta las lágrimas. Confiaba más que nunca en los elegidos. Para él, Vibi y Pancho eran más Díaz que Matus. No dudaba de ello.

La familia de Benjamín cargaba con ella un historial de tiranía pocas veces vista, pero ReTic ya no lo creía así, pues su percepción cambió al conocer a los hijos de ese hombre de pequeños, cuando Anneke aún hacía de las suyas dentro de la cúpula. Los Matus parecían heredar en sus genes una maldad sin precedentes. Sin embargo, después concluyó que, sin ánimo de justificar lo injustificable, la doctrina en la que eran educados les llenaba el cerebro de excremento desde la niñez. La inocencia se esfumaba más temprano de lo habitual en la casta de los ingenieros en robótica.

Con todo, tras la milagrosa venida de los elegidos, había esperanza, como la provocada al ver la danza de las palomas que visualizó al iniciar el contacto con Juan, el híbrido renacido.

«Estimado Francisco: ¿cómo está usted?», preguntó ReTic, mentalmente, con sus lentes de comunicación telepática puestos. Esperó con calma, pues sabía que su receptor estaría junto a Vibeke, quien ignoraba muchas cosas. Lo más probable era que ni siquiera leyera el mensaje psíquico.

Pancho vio titilar la luz de los lentes. Ya habían almorzado. Vibi estaba un poco más tranquila. Sabía de la rebelión, de las atrocidades perpetuadas por la casta de los ángeles desde la muerte del rey Demiurgo, se le explicó sobre las dádivas, aunque con varios vacíos. Como pudo, ató los nudos cerebrales que fragmentaban su consciencia. Los sueños y visiones nunca fueron obra de la ficción. Ya tenía certeza de aquello.

Sin embargo, al igual que como había sucedido con Juan, la elegida recibió mucha información en poco tiempo. El hermano mayor no quiso alarmarla. Todo lo aclarado tuvo que ver con sus memorias, por lo que ciertos hechos importantes le fueron omitidos, ya que los rebeldes serían los responsables de reafirmar la historia contada por el talismán y por lo que con sus propios ojos vería. Desconocía que su padre era un abusador sexual. Así, Francisco fingió ignorar la luz del lente de contacto telepático y se dirigió al baño de la casa. Allí, con los ojos cerrados y poniendo ambas manos en su amatista, se desdobló.

Viejito querido, aquí estoy, ya con mi hermana —digitó en la pantalla touch del vehículo rentado por el androide. Él se sentó a su lado, de copiloto, pero no pudo ser visto por ReTic.

—Me alegra mucho leer eso. Verá, seré breve y discreto —dijo, mirando por algunos segundos la pantalla digital que tenía enfrente, pero también el asiento «vacío» a su derecha—. Usted me pidió la segunda vez que nos vimos que cuidara a su hermano pequeño. No quiso contarme todo, pero ya sé lo que ha ocurrido —aseveró, tras lo cual hizo una pausa por varios segundos—. Un abuso es un tema delicado. —Respiró profundo y estiró el cuello. Se dispuso a leer la respuesta de su receptor.

—Lo es.

—Bueno. No solo abusaron de su hermano de esa manera. —Respiró a todo volumen—. Ay, qué difícil es hablar sobre esto —se quejó y volvió a tomarse su tiempo para continuar—. Toda su vida, antes de que llegara a la de ustedes, ha sido un engaño y un abuso permanente en varios aspectos.

—No entiendo —escribió lo más rápido que pudo.

—Su hermano es un humano, pero también un androide. Fue creado por algún ingeniero, supongo que a petición de sus supuestos padres biológicos. Él ya lo sabe. Pero eso no es todo.

—¿Qué? Me estás hueveando.

—Sé que es duro aceptarlo. Parece que su familia oculta más cosas de las que creímos. La energía densa que los envuelve es enfermiza. Solo hay deshumanización.

—¿Un androide? No lo creo. ¿Qué sentido tiene todo esto? ¡Qué mierda! Mis niveles de estrés se fueron a la cresta, pero no saco nada con lamentarme, hay que actuar ahora. Mañana puede ser muy tarde. Por favor, continúa.

—Su hermanito es un androide nacido de la ingeniería biológica. No hay duda de ello. Y, bueno, su padre parece que ha modificado su cuerpo. Sus piernas y brazos son prótesis ciber mejoradas. Ese niño es un experimento viviente. Un esclavo al que le arrebataron su dignidad, su identidad. Es imperativo protegerle.

—Yo vi esas piezas, pero supuse que las tenía producto de un accidente.

—Él ya me lo dijo. No fue así. Nunca le explicaron por qué hicieron eso con su cuerpo.

—Iré a casa. Yo me las arreglaré para que pueda sentirme. Quizá le escriba, como lo hago contigo. Pondré en marcha lo... que he aprendido estos días.

—Joven Francisco, me puedo comunicar con su hermano prescindiendo de la cercanía física o de lentes. Somos de la misma especie, esa es una ventaja con la que contamos. Es imposible que nos oigan, lean o que reconozcan nuestras señales cerebrales. Ahora estoy esperando unas fotos que le pedí a su hermanito de los robots de vuestro hogar.

—¿Hackeo?

—Sí. Estaré en todos ellos.

—No puedo permitirte eso. Te agotarás.

—¿Y usted? Los aislaron con el fin de que se conectaran con sus dones, en la tranquilidad de la casa de Rosa, no para que se estresaran.

—Ya. Pero te necesitamos con energía para la rebelión. Esta responsabilidad es mía. Yo veré qué hago. Es cierto, te pedí ayuda, pero tampoco quiero exponerte o que la gastes toda.

—¿No lo ha visto? La insurrección ya ha comenzado. No hay tiempo para que yo descanse. Esto que hacemos por su hermano, el que usted me haya pedido que le cuidara, es un acto revolucionario. Mientras la masa está abrumada por no tener más poder económico para pagar sus deudas y adquirir más productos o mejoras en sus cuerpos, nosotros nos estamos ocupando de lo fundamental: la humanidad.

—Te debo la vida, mi viejo hermoso.

—Yo a usted le debo la mía. Estar de vuelta en sus vidas es una de las motivaciones que tengo para mantenerme vivo. No le quito más tiempo; sé que no hay mucho disponible junto a su hermana. Por favor, pierda cuidado. Y si le contó a Vibi la vulnerabilidad de Juan, cálmela. Esos robots inmovilizarán en segundos a Benjamín si es que quiere hacerle algo.

Cuando Francisco salió del baño, Simone entró veloz. Acercó su boca a su pulsera, descendió el volumen de su voz, casi con susurros.

«Ya ha despertado. Sabe que sus sueños son recuerdos de sus vivencias suprimidas. Conoce la culpabilidad de Benjamín y me pidió que la llevara a casa para estar con Juan. En algún momento, su papá se encontrará con ella y quedará la cagá», avisó a Rosa.

«Todo se alineó. Hoy comienza lo bueno, gracias a Vibeke y, pronto, al clamor popular. Fuimos advertidos de la testarudez de esta chica. Por algo es la elegida suprema. Prepárate para todo. Mensajéame. Lo que suceda de aquí en adelante será lo que tenga que pasar», le respondió la anciana.

Juan llegó a casa, pero no se percató del «incidente». Su tío no se bajó del carro, flotante, el que ya se encontraba sin pasajeros. Se despidió de él con un fuerte apretón de manos. El joven cerró sus ojos y sujetó su gorro de lana con fuerza. Una ráfaga de viento se levantó con la marcha de la nave. El nuevo protegido de ReTic, ya solo, caminó por el estacionamiento de vehículos aéreos hasta dar con la puerta de acceso a la mansión Matus.

Adentro, los sirvientes humanos acarreaban de aquí para allá tarros con pintura blanca. Corrían y, por su actitud, parecía que hubiesen querido tapar ese infortunio antes de que llegasen los dueños de casa. Todos con los que se encontró lo saludaron con amabilidad, le dieron sus condolencias respectivas y lo invitaron a que fuese a su habitación, donde le atenderían con lo que necesitase. Fingió aceptar. Pero los siguió.

Se asombró. Más allá de los enormes jardines que adornaban el frontis de su lujosa morada, llevó ambas manos a su boca. ¿Quién querría herir a Vibi con acusaciones tan bajas? ¿Quién sería capaz de apuntarla con el dedo luego de perder a un hermano? Parecía que las personas se esmeraban en atacar a Benjamín, en hundirlo, pero dañando a sus seres queridos. Primero, Pancho. Y ahora, ¿esto?

«Vibeke María Matus Díaz es la hija de Benjamín. Siempre ha permanecido a la sombra de su familia, pero ¿saben por qué? Sus seres queridos están en conocimiento de que ella es lesbiana. Han intentado de todo para que no se destape la verdad. ¿A dónde acabará la herencia de este hombre con un hijo muerto y otra que ni en sueños se casará como corresponde o tendrá descendencia? Vibeke Matus es una asquerosa machorra».

Las letras rojas se habían tornado rosadas. Pese a ya contar con varias capas de pintura blanca, el mensaje aún se podía leer.

La servidumbre había sacado fotos para tener evidencia. Más tarde, su amo sabría qué hacer. Por ese entonces, lo importante era evitar un posible escándalo y que los ojos curiosos de los vecinos leyeran esa «mentira», ante las creencias de la servidumbre, claro.

Los restos del robot que pintó la fachada yacían por todos lados. Las cámaras de seguridad daban testimonio de cómo se había destruido a sí mismo luego de la operación, explotando en mil pedazos. Los sirvientes no querían darle más preocupaciones a su amo, quien debía estar devastado por la partida de Panchito.

Una mariquita plotz voló frente a ellos, pero, debido a su tamaño reducido, pasó desapercibida. Sesenta segundos fueron suficientes para registrar el rayado. Las redes sociales harían su trabajo solo. Un móvil, que también se destruyó, con el perfil falso donde se publicó la imagen por primera vez, borró cualquier sospecha. Lo que estaba claro es que estos enemigos eran ángeles. No era fácil subir a El Edén sin ser uno. Mucho menos acceder al centro de la pirámide, hasta Cornilius, donde habitaba la hegemonía suprema.

Juan recibió un mensaje de ReTic. Corrió hacia el interior de su casa. Envió las fotografías de cada uno de los robots de servicio y seguridad. Puso un dedo en su frente. A los dos minutos, ya estaba protegido.

Los medios oficiales no tenían autorización para difundir esas imágenes, pero bastó un par de horas para que el suceso fuera comentado por gran parte de la población de la megaestructura piramidal. Abajo, las personas ignorarían este escándalo y solo se enterarían los ángeles que se encontraban en la planta inferior.

Cuando llegó a él la fotografía, Benjamín hirvió de rabia. Se puso histérico. No podía imaginar quién estaba detrás de todo eso. Cornelio y Corina intentaron calmarlo y actuar paso a paso. En cambio, con la imagen en mano, Javier Rojas supo de inmediato que su sobrina era la culpable. El político y empresario se prometió que esa sería la última vez que ocultaría información importante a su hermano Aarón. Pero antes, debía ponerla bajo amenaza.

«Pendeja de mierda, con los Matus no. Estúpida», maldijo para sí a Fabiana Rojas, antes de ir a verla y encararla.

—Ahora se copia lo bueno —afirmó Rosa Garden, ya enterada del escándalo.

—Ya estamos —comunicó Jorge por radio.

Los robots de tránsito eran presa fácil. No poseían grandes sellos de seguridad, no para alguien con tantos conocimientos en informática como el líder de los hackers de la rebelión.

En las vías terrestres, las cabezas de los conductores se asomaban por las ventanas abiertas de sus coches. No sabían qué ocurría delante de ellos, formando largas filas de carros detenidos. Las bocinas no sirvieron, solo alteraron más a las personas que quedaron varadas en medio de la calle. Una mujer se subió sobre su vehículo para tener claridad de lo que ocurría y por qué los autos no avanzaban. Quienes la vieron hicieron lo mismo. Así, los conductores miraron atónitos cómo los autómatas quebraron las vitrinas de las tiendas, sacando de ellas cualquier líquido que les sirviera.

Los muros de las calles, sobre los papeles amarillentos con rostros de los olvidados desaparecidos, se cubrieron de mensajes con consignas rebeldes.

La policía humana, acompañados por un grupo de Fa24 y una subunidad de vellatorus, batalló con los improvisados pintores. De este modo, la historia del viejo mundo se repetía. En los muros suburbiales se exhibían mensajes que representaban a las voces de los enmudecidos, los gritos de un pueblo que había bajado la mirada hacía mucho.

Las palomas RBD simulaban gorjear con naturalidad. Algunas volaban acompañadas; otras, picoteaban en el suelo granitos o semillas caídas de los árboles reales que se intercalaban con los aliwen.

Los vehículos de hidrógeno estaban vacíos. El incidente en el municipio de Aniridia en la ciudad de Tartrhs comenzó a tornarse peligroso, pero esperanzador. Ya nadie tocaba las bocinas intentando avanzar. Era increíble lo que sucedía. No por los robots. La gente de los suburbios había perdido el miedo y vio una posibilidad en el actuar de los autómatas. La valentía continuaba pese a los amenazantes colmillos y posición corporal de ataque de los vellatorus. Su sangre hervía. El hambre comenzaba a borrar su programación, pues solo les estaba permitido alimentarse de los humanos del exterior. El pueblo desconocía que esa especie era carnívora, debido a la última neutralización ejecutada tras el ataque de La Matriarca. Sin embargo, para ese entonces, si hubieran sabido la verdad, la osadía popular no habría sido distinta.

La policía y los militares intentaron detener a los robots de tránsito. Era lógico suponer que habían sido hackeados.

—¡Suéltala, desgraciado de mierda! —gritó una joven que intentaba proteger a su madre del bastón poderoso que sostenía un policía humano, con el cual golpeaba a la masa caótica.

Córrete de aquí, pendeja. No entorpezcas. ¿Eres una veintiocho de noviembre?

—¿Tú no? Imbécil, perro faldero —gruñó la chica—. No me impresiona del lado que están. ¿No lo ves? Golpeando a tu propia gente, güeón. No puedes reprimir así a las personas. A ver, te crees muy poderoso por tener tus armas, ¿cierto? Pégame a mí. Atrévete, maricón —continuó empoderada la hija que, al igual que su progenitora y todas las personas que se abalanzaron a la policía y milicia del domo, quería impedir que dieran de baja a los robots rebeldes.

—¿Me desafías, puta? ¡Ya verás!

Cuando el hombre interpelado agarró su arma de servicio para dar disparos al aire, unas doce personas saltaron sobre él.

—¡Refuerzos! ¡Necesitamos refuerzos! —solicitó uno de sus compañeros por radio.

—Vamos en camino. Deberán esperar. Hay órdenes de arriba. Cercaremos el lugar —respondió del otro lado un Fa24 que se dirigía al sector.

—No más vellatorus. Están muy violentos. No sé qué les pasa. Supongo que es su instinto cazador. Hay que sacarlos de acá.

—Activaré el collar de presión. Éntrenlos a la furgoneta. Resistan, compañeros, ya vamos. Se nos ha solicitado ejecutar a todo sublevado que intente entorpecer el operativo. Esto no se puede saber en las otras ciudades. De ocurrir, no daremos abasto.

—Pero ¿y las personas que se encuentran en sus trabajos y casas?

—El presidente va a sellar las ventanas y puertas. Tendremos que poner en marcha la encapsulación de inocentes.

—Perfecto.

Lejos del caos, en un lugar desconocido, Natalia repasaba sus líneas antes de intervenir la señal de las pantallas publicitarias. Al fin había llegado el día de poner en práctica todo lo que aprendió en el Mundo sin Luz junto a su hermana Mariana. Pensó en su familia. Se emocionó mucho al imaginar esa estructura semiesférica abierta para todos. Se sintió tan cerca al recordarlos y tan lejos a la vez. Desconocía que a su lado tenía a su padre biológico luchando junto a ella.

Fin del capítulo

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≪✦✧❈•.◈.『Glosario/vocabulario』.◈.•❈✧✦≫

Fa24: fuerzas policiales del domo, formadas solo por androides creados con bioingeniería. Tienen cien años de vida útil.

Cyborg: organismo biológico (humano) altamente intervenido con tecnología para ampliar o mejorar su capacidad y resistencia física, sus sentidos, inteligencia y adaptación a diversos contextos. Posee una data de un año, tras lo cual el mismo cuerpo es reutilizado, pero con una nueva conciencia e identidad. Son creados por la megacorporación "Senses".

El Edén: nombre de la megaestructura ubicada en la zona alta del domo.

Amatista: tiene el poder de despejar la mente, equilibrar el estado de ánimo, priorizar ideas y dotar de claridad para encontrar la verdad.

Mariquita plotz: robot diminuto que fotografía imágenes en alta calidad. Es una creación tecnológica que solo se puede comprar ilegalmente en los suburbios del domo.

Ángeles: nombre con el que son conocidas las personas de la clase Domain Aeternus. Este apelativo fue dado por las otras clases, haciendo referencia al lugar donde vive la hegemonía (El Edén).

Cornilius: zona de El Edén donde vive la hegemonía más poderosa de la cúpula.

Vellatorus: especie extraterrestre subordinada a los humanos. Reciben órdenes del comité superior e integran dos divisiones: la 1era División de Fusileros del Caos (militares que trabajan por el orden dentro del domo) y la 1era División Aerotransportada del Exterior (exploradores de las afueras del domo).

Palomas RBD: robots zoomórficos de la rebelión. Se desempeñan como cámaras grabadoras capaces de registrar imagen y sonido.

Vehículos de hidrógeno: vehículos terrestres y flotantes propulsados gracias al hidrógeno diatómico, por lo que no emiten sustancias contaminantes. Esta tecnología es fundamental para vivir dentro del domo.

Veintiocho de noviembre: nombre con el que se conoce a cualquier persona que sea considerada revolucionaria y agente crítica del sistema del domo. El nombre se debe a que el veintiocho de noviembre de 2291 comenzó la rebelión de los otros. Sin embargo, este apelativo no solo se les da a personas con pensamientos políticos, pues a los adolescentes que manifiestan actitudes rebeldes se les denomina de la misma forma.

Mundo sin Luz: ciudad subterránea ubicada en el exterior del domo. La hegemonía del domo desconoce su existencia.

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