Capítulo 16: poder de tres
Importante: cada publicación cuenta con palabras o conceptos marcados en negrita, los cuales tienen su correspondiente explicación al final del capítulo, en un glosario.
La noche del apagón y el ataque, a través del visor panorámico que portaba su más valiente soldado, La Matriarca y sus hermanos pudieron ver, bajo tierra, los rostros de sus enemigos. La piel enrojecida de esas personas que se encontraban dentro de la sala de control, sobre una de las torres exteriores, les confirmó lo que pensaban. Nadie había podido escapar a los estragos de la radiación.
Durante años, por medio de las tuberías, La Matriarca oyó a los soldados de la cúpula referirse a los esclavos como deformes, aunque las huellas de la energía radioactiva eran casi imperceptibles en sus cuerpos, sobre todo en los más jóvenes. Qué paradójico, ni afuera ni adentro, nadie lo era. Pero si ese apelativo les fue dado por un par de manchas rojizas, algunas quemaduras y, en el caso de los más viejos y un porcentaje mínimo de muchachos, su notoria pérdida de cabello, entonces, los habitantes de la cúpula merecían ser señalados como deformes también.
Lo que la mujer desconocía era que en el domo no había persona alguna que supiera que esas marcas de la devastación climática y la guerra eran consecuencia de la radiación. Es más, ellos pensaban que la especie humana siempre fue así, por lo que no había operaciones, injertos de cabello o maquillaje con los que quisieran disimularlo. En el refugio semiesférico, esas características que estaban a la vista eran símbolos de belleza y la megacorporación Kaneus ofrecía productos de estética que las potenciaban. En esa sociedad, su emblema «veritas nunquam perit» era una falacia y un arma de autodestrucción. El cielo, la lluvia, el clima frío, la desaparición de la especie humana, todo era una gran simulación. Y aunque muchos tratarían de sacarle la venda a esos autócratas, en boca del mentiroso, lo cierto siempre se haría dudoso.
Luego de la espinosa búsqueda, Mario Larsson dormiría en la morada de su novio. Era primera vez que aceptaba hacerlo, pues las nuevas generaciones de ángeles o domain tipo 2 también cargaban con el estigma de pertenecer a una estirpe inalcanzable, poderosa e inhumana. Aunque muchos eran versiones mejoradas de sus antepasados, dinosaurios que se habían esmerado por ser los máximos depredadores. Tal como lo hacía Vibeke con sus amistades de los suburbios, él buscaba demostrar su valía a Rodrigo. No quería que supusiera que era un tipo con dinero y que, una vez que se acostaran, renunciaría a él.
El anfitrión intentó alcanzar con su mano izquierda el control para encender la caja generadora y proyectar en el muro blanco la TV, ya que Mario no le soltaba la derecha, acariciándola. Con el aparato en su poder, miró con emoción la fuerza con la que lo sostenía, gracias a su nuevo neurochip. El televisor anacrónico, usual en los hogares de los suburbios por su bajo costo, mostró la cobertura de la desaparición del hermano de su amiga. Lo tenía agotado. Así, decidió sintonizar un canal de videos musicales y crear ambiente. Tenía claro que esa noche ambos harían el amor.
—Debemos aprovechar estos días libres. Bueno, lo que nos quede de ellos —dijo coqueto. Se acomodó sobre su pequeña cama.
—Lo haremos, mi amor —respondió Mario. Se sentó a su lado—. Por cierto, nunca me constaste cómo lograste esa relación tan estrecha que tienes con el dueño del Volcán Arcoíris. Estoy intrigado —confesó, mientras se recostaba junto a él. Pasó su brazo detrás de la cabeza de su pareja y su mano fue recibida con ternura.
—Nunca tuvimos nada. Quizá no había pasado por tu mente, pero los chicos siempre creyeron que así comenzó todo.
—Nunca lo pensé, hasta ahora —ironizó.
—La cagué, me acusé solo —respondió con una carcajada y contagió a Mario—. No. No es cierto.
—¿Entonces? —preguntó, aún riendo—. Tengo toda la noche para insistir, por si llegas a suponer que me perderé la posibilidad de conocer más a mi novio.
—No deberás esforzarte tanto, te contaré. Él tuvo un hermano. Un chico que al nacer llamaron Alexandra, quien no pudo cargar con la presión de su familia. Roberto incluido.
—Ya. Entiendo. ¿Eres amigo de su hermano? ¿Tú lo ayudaste con todo eso?
—Nunca lo conocí. Se suicidó mucho antes de que me topara con Roberto.
Hubo un silencio que se apoderó por varios minutos de ambos, aunque sus cuerpos seguían acompañándose, abrazados.
—Roberto me ayudó con mi transición —continuó Rodri—. Sé que ve en mí una posibilidad para expiar sus culpas. En ese tiempo, yo no tenía a nadie y estaba perdido. Primero, fui un simple trabajador. Al ganarme su confianza, después de dos años, me delegó varios deberes que requerían mayor responsabilidad en su negocio. De pronto, ya era anfitrión y presentaba a las dragqueens antes del show. Lo loco fue que también comenzó a darme tareas que, para mi sorpresa, tenían que ver con mi autoestima y con aceptar lo que soy.
—No te creo. ¡Tremendo tipo!
—Lo es. Gracias al cariño que me tiene logré todo esto. Ya sabes, ahora somos socios —confesó mientras miraba su pequeña casa—. No es mucho, pero es lo que tengo.
—No fue así. Se hicieron amigos luego de un tiempo. Cómo no, eres adorable. Y llegaste a dónde estás por tu propio esfuerzo. Mostraste tus capacidades, independiente de su vínculo.
—Bueno, igual me saqué la cresta trabajando —admitió. Acercó su mano libre al mentón, como si buscara algo en sus pensamientos—. Ahora que lo mencionas —prosiguió— es extraño. Nunca he podido llamarle amigo. Ninguno de los dos.
—¿Por qué?
—Muy a su modo, me entrega cariño día a día, pero es reticente a ciertas cosas. Marca una distancia entre él y yo. Aunque es obvio, le estoy muy agradecido. Le debo todo.
—Y él también te debe mucho. Ambos se han ayudado —le aclaró Mario y besó su frente.
—Él me entregó contención —respondió Rodri, al tiempo que cerraba los ojos, entregándose a ese ósculo exquisito— y reafirmó mi decisión cuando había perdido cualquier esperanza en ser quien soy.
—Personas como tú nunca estarán del todo solas, amor.
—Lindo —respondió, regalándole una sonrisa que dejaba al descubierto su gratitud, pero también el dolor que había soportado gran parte de su vida, en completa soledad—. Yo... soy un hombre solitario. Por años no tuve a nadie, a excepción de los chicos, que son mi familia.
—Ahora ya no estarás más solo, amor. Y también me tienes a mí. Por completo —aseveró Mario. Levantó una ceja. Terminó de hablar.
Quitó con sumo cuidado su brazo y se apoyó con ambas manos en la cama. Pasó por arriba del tronco de Rodrigo y quedó sobre él. Sus narices se tocaron y sus ojos hicieron innecesarias las palabras. Esa lengua húmeda le arrebató el primer gemido al dueño de casa.
Televisor apagado. Cuerpos húmedos y almas excitadas. Esa noche, por primera vez en su vida, Rodrigo hizo el amor con una persona que no le ofrecía dinero por sexo. No había morbo.
Mario fue lento, al paso de Rodrigo; intentaba respetar sus tiempos. Toda persona es un mundo distinto, él lo sabía bien. Mario era gay y no le importaba que su novio no hubiera nacido biológicamente con el sexo masculino. Porque sí, Rodri era de esos hombres que quisieran haber sido consultados primero antes de vivir en carne propia la disforia de género. Fueron años difíciles, sin compañía de sus padres y con una educación sexual nula. La sociedad del domo contaba con corporaciones que ofrecían acompañamiento y todo lo requerido para hacer la transición, pero la población carecía de conocimientos y veía a las personas trans como bichos raros. A la hegemonía solo le interesaba el pago por sus servicios, creyendo que el proceso de esas personas era un símil a lanzar trazos y salpicaduras a una pintura de otro autor, maquillando el verdadero lienzo.
Rodrigo Peirano guio a su novio, para que se relajara. No había sectores prohibidos para él, su cuerpo estaba disponible y, durante la noche lluviosa, lo entregó entero a quien no manifestaba pensamiento pernicioso alguno ante tal situación. «Los hombres son extraños», pensó, al tiempo que escudriñaba su pasado. Muchos le deseaban solo porque les estimulaba estar con alguien que consideraban «atípico», «excéntrico», «prohibido». La mayoría tenía el impulso de hacerle preguntas terribles sobre lo que tenía o no entre sus piernas. Para su suerte, Mario no era así.
Entre las sábanas y la música que jamás se oyó, ya eran uno.
Era su madre. Imposible olvidar su rostro. Ignoró por un momento el irresponsable actuar de su padre que, al menos, no le había suprimido ese recuerdo.
En el departamento de Ricarda, Vibeke Matus Díaz tuvo un nuevo sueño. No era uno común. Esa tonalidad que tenían, la atmósfera en la que se producían, la dejaba con una sensación extraña al despertar. Parecían recuerdos y a medida que avanzaban los años se hacían más reales.
Con sus párpados cerrados, se aferró a su amatista. Esas personas no eran seres quiméricos, formaban parte de su pasado arrebatado. Era una fría mañana de febrero. El 02 de ese mes. Año 2298.
—Quiero que guarden y mantengan en secreto estos anillos —dice la madre de Vibeke y Francisco—. Uno para cada uno —asegura, entregándoselos—. Nadie debe saber que los tienen en su poder —remarca, acelerada, tras correr la cortina. Parece que vigila si alguien los ha seguido hasta allí. Está intranquila y mira tras la improvisada colgadura, que en realidad es una sábana vieja.
—¿Qué hacemos con ellos, mamá? —pregunta el pequeño Francisco.
—Deberán ponérselos siempre.
—¿Incluso al dormir o tomar un baño? —consulta Vibeke.
—A toda hora, hijita, porque nunca sabrás cuándo lo necesitarás —sostiene, mientras vuelve a vigilar las calles dentro de la pieza en la que se encuentran.
—¿Nos explicarás para qué sirve? —susurra Vibi. Intuye que alguien podría estar tras la puerta.
—Existen personas muy malas —asevera, también en voz baja—. Son peligrosas y están armadas. Le harán daño a todo aquel que no posea la argolla, pero, recuerden, ellos no pueden saber que la portan.
—Si estos anillos nos protegerán. ¿Cómo es que debemos ocultar que los tenemos? —agrega Francisco, preocupado.
—Porque esos hombres tienen un botón que borra los recuerdos de las personas. Gracias a estos anillos ustedes serán inmunes y nunca dejarán de ser quienes son. Si alguien les pregunta de dónde los sacaron, les dicen que los compraron por ahí en uno de nuestros paseos al parque.
—Ten... tengo miedo. ¿Esas personas saben cómo so...son los anillos? —tartamudea el chico que Vibeke no reconoce.
—Tranquilo, mi niño, el miedo te hará fuerte. Sí, lo saben. Todos son iguales. Por eso sus sortijas ajustables las camuflarán debajo de estos anillos de coco que compré a unos artesanos —devela, pasándoselos—. Con estas coronas de Kuiper y con sus collares de cuarzo violeta podrán protegerse. Es lo que más deseo —sostiene la mujer de cabello lila y ropas estrafalarias, pero hermosas.
—¿Por qué hablas como si ya no fueras a estar más aquí para cuidarnos? —la interroga Francisco.
—Porque en algún momento yo no estaré más —confiesa, entre lágrimas—. Ustedes, espero más pronto que tarde, recibirán un llamado. Si se demoran mucho en hacerlo, confío que aún habrá personas que guiarán su camino.
—Mamá, falta mucho para eso, cuando seas viejita —balbucea Vibi.
Su madre no responde y el silencio es quebrado por Pancho.
—¿Nuestro camino?
—Sí, hijo. Son los escogidos. El poder de tres es el sendero que deberán recorrer. Ya lo entenderán. Todo a su momento. Otros elegidos necesitan despertar también y, junto a ustedes, el ser humano por fin aprenderá de los errores que durante toda su existencia ha repetido.
Antes de que les explique que los anillos protectores deben exponerse a la luz led, a una frecuencia de cuarenta hercios, y que eso no es problema, pues ya están modificados, son interrumpidos. De pronto, un ruido potente y amenazante exalta a la mujer. Alguien se halla tras la puerta y quiere derribarla. Con rapidez, ordena que escondan sus anillos y sus colgantes de amatista. Besa a sus hijos en la frente y al niño, quien parece sufrir una crisis nerviosa. Este último no alcanza a esconderlo. La puerta se abre de par en par y un hombre con delantal blanco los observa, con semblante orgulloso y vencedor.
—Hasta aquí llegan tus intentos por destruirlo todo —dice el tipo a la mujer—. Piensas que no sé a qué viniste. Yurodo encontró tus maletas. No irás a ninguna parte, Anneke. Al menos no a dónde creías que irías.
—Benjamín, no les hagas daño —suplica, mientras mira a los tres pequeños e intenta calmar su llanto.
—Cómo se te ocurre. Son mis hijos. Ellos no tienen la culpa de nada. En cuanto a este mocoso... —no alcanza a acabar.
La fuerza militar entra a la humilde habitación y revisa a los niños. Requisa los tres anillos de Kuiper y al mostrarle al hombre los collares de cuarzo, este hace una seña que indicaba que no hay qué temer, por lo que pueden conservarlos.
La mujer es esposada y llevada por dos militares a la calle, mientras los pequeños gritan y tratan de zafarse de los poderosos brazos robóticos de la milicia que los apresa. Al pasar por al lado del hombre, la mujer lo escupe y él le responde con una cobarde bofetada. Luego, ríe.
—Sáquenlos de aquí. Llévenlos a mi auto.
—Oído, señor —responde un Fa24.
—Papá. Por favor, no le hagas nada. Tiene mi edad —grita Francisco.
—¡Sáquenlos ya! —ordena, encolerizado.
Vibeke mira hacia atrás y ve a su tía Corina ingresar a la pequeña morada. Espera impaciente dentro del automóvil y piensa que en cualquier momento oirán un disparo. Sin embargo, luego de veinte eternos minutos, Benjamín se acerca a ellos y, tras él, su tía Corina avanza hacia su carro, tomada de la mano con el desconcertado niño, al tiempo que desabrocha con cuidado el collar que cuelga de su cuello. Lo guarda en uno de los bolsillos de su abrigo de piel sintética, antes de marcharse.
Mariana y Natalia formaban parte de un grupo de diez esclavos que La Matriarca había llevado a las profundidades de su refugio, en el Mundo sin luz. Las hermanas Pérez, a los nueve y once años respectivamente, dejaron a sus familias atrás con el fin de comenzar su largo entrenamiento. Para la misión se necesitaba a personas que conocieran los rayos del sol y estuvieran en contacto, en parte, con el sistema de vida que tenían adentro de la cúpula. Mal que mal, eran sus esclavas.
Una vez que Natalia ingresó al domo la noche del apagón, conoció al fin el rostro de Rosa, Jorge y Yoshiki, los líderes de la nueva rebelión. Solo se había comunicado con ellos por medio de las radios que mantenían al tanto a los clanes del exterior e interior, en plena sincronía con sus planificaciones.
—Yoshiki logró, por fin, dar con La Matriarca. Parece que el sistema de comunicación a larga distancia ya está más estable. Dio aviso a Rosa y al jefe de los hackers —informó una joven mujer, de melena y flequillo negro, pálida como la nieve que alguna vez existió en el planeta, con un delineado cat eyes, abrigada con un gabán rojo y pantalones ceñidos con franjas blancas y negras. Sus bototos con tachas completaban el conjunto digno de una mujer poderosa, que contrastaba con su dulce voz. Tenía una pequeña quemadura que abarcaba parte de su ojo izquierdo.
—¡No te lo puedo creer, Nati! ¡Por fin! ¿Qué dijo? —se mostró curiosa su acompañante.
—Fueron más caídos de los que hubiéramos querido. Tengo miedo, aunque me había puesto en esta situación desde antes que entrara al domo durante el apagón. Yoshiki quiere conversar conmigo. Sé que existe la posibilidad de que estén vivos aún. Hay muchos que lograron escapar. Al menos ya me contaron que Mariana, mi hermana, permaneció en el Mundo sin luz. No le dieron autorización para luchar.
—¡Debemos preparar una operación de rescate!
—Ya es muy tarde —se lamentó—. Los transfirieron a los corrales y los fusilaron.
—Malditos asesinos —dijo, llevándose las manos a la boca, sorprendida—. Me gustaría tener el control de todo, acelerar el tiempo y hacerlos caer ahora ya. Deseo ese botón y con él borrarles la memoria a esos ángeles de mierda.
—Sabes que va en contra de nuestros principios. Esta revolución, según me enseñó Julio, mi maestro, será infalible porque en lugar de manipular mentes, les mostraremos la verdad.
—Natalia, sabes el riesgo que eso implica. Esta gente deberá decidir y claro, contamos con todo tu clan allá afuera, pero aquí adentro muchos se resistirán al cambio.
—Lo sé.
—Confío en el poder de Vibeke, de los cinco. La vieras con tus propios ojos. Esa chica cuenta con una fuerza inigualable, pero a veces me pregunto, ¿qué haremos si ellos fallan?
—Sé que tiene una energía sin igual. Lo percibí cuando realicé mi primera misión y le hablé a centímetros de distancia.
—Debes estar orgullosa de lo que hiciste, eres muy valiente —sostuvo la rubia. Acomodó con sus dedos los pocos cabellos que le daban un aspecto interesante a su calvicie.
—La tarea fue un poco fallida. Si hubiera encontrado el obsequio que le dejé en su bolsillo esa noche, ya se habría puesto en contacto con nosotros.
—Eso no es culpa tuya. En cualquier momento lo puede encontrar y sabes que estoy muy cerca de ella ahora, haré que eso ocurra. Hoy iré a visitarla y ayudaré con la búsqueda. ¿Ves? Esto es tan incierto. Necesito ese botón y las coronas para el resto. Con las que tenemos no podríamos salvar a toda la población.
—Quítate eso de la cabeza.
—La única información que obtuvimos del hackeo a Yurodo del Solar fue saber dónde guardan el botón y la corona madre. Deberíamos utilizar ese conocimiento y allanar el lugar. ¿De qué sirvió asesinar a los hombres de overol e infiltrar a la cyborg de servicio sexual?
—Ni idea, conoces mejor que yo a Yoshiki, Rosa y Roberto. Ellos son muy cautos en difundir el plan completo. Algún motivo hubo, sabiendo que en este despliegue la última opción es asesinar personas, aunque sean intervenidas cibernéticamente.
—Yoshiki no me cuenta nada. Solo lo necesario. A veces pienso que debo tener sexo con él de una forma más alocada. Tengo un buen meneo —declaró, al tiempo que se llevó las manos a la cintura e hizo un baile improvisado—. Romperé el techo con él y lo dejaré por las nubes. Seguro que ahí me soltará todo el chisme.
—Estás loca —dijo Natalia. Rio a carcajadas.
—No lo niego. Pero, fuera de bromas, quisiera poder convencerlo de que debemos pagarles con la misma moneda.
—De todas maneras, no depende de nosotras. Somos una pieza más, pero no tenemos la potestad de cambiar la filosofía de la rebelión. Sé que igual que yo, no compartes del todo esa visión y que estás aquí porque detestas el sistema y lo quieres derrocar. Los más viejos se han mantenido firmes y defienden su credo de paz. En el exterior es igual —mintió—. Nosotras estamos en sus filas y debemos respetarlo.
—Tienes razón, pero podemos sugerirlo. Al menos aquí tenemos voz. Por cierto, tranquila, pequeña. Tu familia estará bien.
—Espero que así sea, Simone.
Qué fuerte se sentía la lluvia debajo de El Edén. Afuera del diminuto departamento, en las calles, parecía que la ciudad no descansaba nunca. El tres de febrero, en el hogar de Hernández, Vibeke despertó después de cuatro horas. Más tarde, recordaría el sueño, demasiado similar a la visión que tuvo antes de dormirse. Estaba tendida en un colchón inflable que le pasó Ricarda. Nunca habían sido muy cercanas, sí sentían aprecio mutuo por el vínculo de ambas con Rodrigo.
La mujer tatuada y Rodri fueron compañeros en el colegio y desde entonces eran inseparables. Vibeke los conoció mucho después y entabló una relación más sólida con él. Sin embargo, esa mañana pensó que la cercanía que tenía con la partner de su amigo se estrecharía aún más. Con todos, la verdad. Nadie dormiría mucho. La mayoría pediría permiso en sus trabajos o se las arreglaría para aprovechar sus ratos libres.
A Silvia Huilipán se le hizo más fácil contar con tiempo disponible, pues ayudaba en el local de comida de su familia. Rodri Peirano trabajaba de noche y su socio le dijo que se tomara los días libres que creyera necesarios. Su compañero de labores, César Carrasco, entraba más tarde al Volcán Arcoíris y, para aprovechar el tiempo, se maquillaba en los momentos de descanso antes de hacer su show como dragqueen. Ricarda Hernández era independiente, por lo que no tenía a quién rendirle cuentas. En el caso de los hermanos Larsson, al igual que Vibeke, estaban de vacaciones y aún les quedaba tres semanas para retomar sus estudios universitarios. Se sintió esperanzada, querida y apoyada.
Vibi se levantó sigilosa y procuró no despertar a su amiga, pues pensó que no correspondía hacerlo, ya que había recorrido las calles durante horas, sin detenerse. Sin duda, era la más entusiasta y energética de todo el lote. Rodrigo le llamaba la atención, a ratos, pues Ricarda lanzaba bromas con su potente voz cuando las cosas parecían no ir bien. Eso a Vibeke le hacía gracia y creía que su aporte era invaluable. Qué energía más bonita: se esmeraba por sacarle una sonrisa a todos en momentos tensos. Así era Hernández y así la quería.
Avanzó con cuidado. Clausius, uno de los sirvientes de su casa, le había llevado ropa limpia mientras descansaba. Se enteró al mirar su celular. «Qué vergüenza, dormí a pata suelta», pensó Vibeke. El bolso estaba al lado de la puerta, por lo que era obvio deducir que Ricarda se había ido a acostar mucho después. Sí, era buena idea dejarla así. Al mirar hacia la cama de la dueña de casa, vio cómo bajo las sábanas estaba abrazada a su novia. «Ya habrá tiempo para conocerse», murmuró y sonrió. Se metió a la ducha y al acabar, se puso su vestimenta deportiva. Tomó el bolso y se marchó. «Qué falta me haces, hermanito» dijo para sí, cuando se subió al taxi aéreo, que era más veloz. Con su hermano perdido, bloqueó todos sus miedos, menos uno: que Francisco no regresara.
La puerta del departamento generó un fuerte crujido, pese a sus esfuerzos por no hacer ruido. La novia de Ricarda se despertó con el sonido. Era una joven delgada y pálida, con muchas pecas en el rostro.
Su cabello era rosa.
¿Sería posible?
✧Fin del capítulo✧
✧.*•*.✧.*•*.✧.*•*.✧
≪✦✧❈•.◈.『Glosario/vocabulario』.◈.•❈✧✦≫
❈Veritas nunquam perit: la verdad nunca muere.
❈Ángeles: nombre con el que son conocidas las personas de la clase Domain Aeternus. Este apelativo fue dado por las otras clases, haciendo referencia al lugar donde vive la hegemonía (El Edén).
❈Domain tipo 2: clase social poderosa. Es la segunda más acomodada luego de la Domain Aeternus. Sus miembros son socios o trabajadores de alto rango de los ángeles.
❈Coronas de Kuiper: anillos fabricados de metano congelado. Cada portador de un anillo es inmune a los efectos del botón neutralizador, de modo tal que sus memorias se mantienen intactas.
❈Cuarzo violeta: tiene el poder de despejar la mente, equilibrar el estado de ánimo, priorizar ideas y dotar de claridad para encontrar la verdad.
❈Fa24: fuerzas policiales del domo, formadas solo por androides creados con bioingeniería. Tienen cien años de vida útil.
❈Mundo sin luz: ciudad subterránea ubicada en el exterior del domo. La hegemonía del domo desconoce su existencia.
❈Cyborg: organismo biológico (humano) altamente intervenido con tecnología para ampliar o mejorar su capacidad y resistencia física, sus sentidos, inteligencia y adaptación a diversos contextos. Posee una data de un año, tras lo cual el mismo cuerpo es reutilizado, pero con una nueva conciencia e identidad. Son creados por la megacorporación "Senses".
❈El Edén: nombre de la megaestructura ubicada en la zona alta del domo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top