Capítulo 15: el desaparecido y su amatista

Importante: cada publicación cuenta con palabras o conceptos marcados en negrita, los cuales tienen su correspondiente explicación al final del capítulo, en un glosario.

Es curioso cómo actúan los individuos ante la historia. Su propia historia. Están insertos en una gran red de flujo informacional. En reiteradas ocasiones, la realidad se ha trasformado en mito y algunas mentiras se han convertido en verdad. Ciertos hombres han asesinado por estas falsas verdades. En cambio, con el tiempo, el humano comenzó a carecer de sus reales poderes místicos, pues las historias pasadas comenzaron a ser vistas como cuentos infantiles o fantasía.

Si nos remontamos a la Grecia antigua, se tenía la creencia que para prevenir la ebriedad era necesario cargar con un poco de cuarzo violeta. Incluso algunos ponían el mineral en los vasos o en sus bocas. Lo cierto es que la amatista no solo se utilizaba para tener mayor control a la hora de beber. Su poder de inmunidad a los efectos del alcohol se ampliaba al oficiar de antídoto contra cualquier tipo de embriaguez, entendiendo este concepto como una analogía a toda alteración del normal funcionamiento de la mente y el cuerpo.

Esta información era ignorada por la hegemonía del domo y por gran parte de su población. Incluso, por algunos portadores de collares de cuarzo violeta, cegados por el paso de los años, desconociendo su poder. La necedad reinaba, pero no para todos. 

En Tartrhs, la ciudad más al sur del domo, también llegó la noticia. Los muros daban cuenta de la desaparición del hijo mayor de Benjamín Matus, mas no en la gran muralla de la zona sin ley.

Algunas personas le temían tanto a los dapelüin que se habrían sacado la lengua y los dientes al enterarse de que muchos de los alimentos que consumían a diario eran producidos por ellos. Ignoraban por completo que cada ser humano vivo sufría las consecuencias del ecocidio.

En seis días, la cosecha estaba lista para ser recolectada. En unas horas, los encargados del embalaje empaquetarían la producción semanal. Esa velocidad de rendimiento se debía a los beneficios que traía para el domo su sistema de agricultura de plasma. Las plantas comestibles serían subidas a los camiones verdes, nombre dado por los granjeros de cultivo hidropónico de la zona sin ley.

De pronto, algo brotó de la tierra y en ella, nada nacía. Al menos no en el suelo de la zona sin ley. Un joven, que se encontraba dentro de una estructura revestida por vidriosas paredes, se percató del delgado tubo de comunicación que salió a la superficie. Al ver que no había nadie cerca de él, dejó de hacer sus deberes, rodeado por millones de plantas comestibles que flotaban sobre esteras de poliestireno.

Esa fue la primera vez que oyó la voz de La Matriarca, aunque sabía que meses antes la mujer se había contactado con varios de los dapelüin, los marginados, la clase social más baja. Parecía que, después de todas sus penurias, los exiliados, en ese sector oscuro y abandonado del extremo sur de la cúpula, habían sido al fin considerados por alguien más como seres humanos. Sin embargo, su salvadora, una total desconocida, era una mujer del exterior.

El clan Matus había localizado a los amigos y conocidos de Francisco. Nadie sabía cuál era su paradero. Concurrieron en pequeñas brigadas a los sitios que frecuentaba. Nada.

La llamada de Juan fue un aviso desesperado a la policía, pero por su inexperiencia no había hecho la denuncia. En cuanto le notificó a Benjamín, este la oficializó en la Brigada de Ubicación de Desaparecidos. Al momento de hacer la llamada, dijo su nombre y los policías, como era de esperarse, le dieron suma prioridad al caso.

Los investigadores policiales consideraron el itinerario de Francisco: cerraron los caminos que podría haber tomado en dirección al gimnasio al que solía ir, revisaron las cámaras de seguridad y entrevistaron a todo aquel que pudo haberlo visto.

En este incierto panorama, Benjamín Matus tuvo la oportunidad de conocer un poco más de su hija.

—¿Aló? ¡Dime que lo encontraron! —contestó Vibeke a la llamada telefónica de su padre.

—No, hija. Aún no hay nada.

—¿Entonces?

—Tu tía Corina se ha contactado con Ricardo y harán una cobertura especial en su canal de TV. Necesitamos instantáneas de él, pero sabes que a tu hermano no le gusta que lo fotografíen. No tengo ni una puta imagen reciente de Pancho. En todas las fotos familiares, él siempre era el que las tomaba. He pensado en un retrato hablado, pero antes de hacerlo quería preguntarte si...

—Te las envío al móvil —lo interrumpió Vibi—. No pierdan tiempo tapando mi rostro, Benjamín. A la mierda mi anonimato. Me da igual que los medios me conozcan ahora, él es mi hermano y en lo único que pienso es en encontrarlo con vida.

Dos días completos sin dar con su rastro. Los muros de las calles de todas las ciudades del domo estaban empapelados con el rostro del nuevo desaparecido. La imagen en movimiento iluminaba esa triste albarrada con los ojos y cabellos cerúleos de su hijo. Benjamín, con sus propias manos, distribuyó y pegó muchos avisos, mientras miraba de reojo los rostros de esas otras personas que había ayudado a desaparecer con los servicios del Toqui. En una estación de metro, al lado de su hijo, vio la fotografía de Yurodo del Solar, el perro, su fiel empleado del que nunca más supo. En la profundidad de su psiquis, se afligió culposo. Estaba del otro lado. Había llegado a municipios que jamás había pisado. Sintió esa congoja que, de seguro, quitaba el sueño de familiares desesperados, víctimas de su proceder.

El dos de febrero las ojeras de Vibeke eran preocupantes.

—Vibi, necesito que duermas un poco. Tienes que preocuparte por tu salud. Mira el tremendo contingente que ha desplegado tu padre. Lo encontraremos, confía en que así será —dijo Consuelo.

—Sé que lo encontraremos, pero no puedo. Debo seguir buscando.

—Quizá está con alguien más que no hemos ubicado. Hasta donde sé, todos los desaparecidos son revolucionarios o independentistas. Pancho no mata ni a una mosca. Nadie habría querido hacerle daño —reflexionó la prometida del desaparecido.

—Es cierto. Tampoco nos han ubicado pidiendo alguna recompensa. Aunque creo que esto puede ser una venganza en contra de mi familia.

—Si crees que esa es la razón, hay familias más poderosas que serían el blanco perfecto. No creo que este sea el motivo. Debe haber algo más.

—A ver, no es porque sea una intrusa, pero quiero entender qué pasó. Le comentaste a Juan que tú y Pancho habían discutido antes. Eso no lo sabía. Recuerdo que Francisco dijo que iría a dejarme al teatro, luego, quería ir al gimnasio y después, pasaría unos días en tu casa debido a que tus papás están de vacaciones.

—Sí, tuvimos una pequeña discusión porque tu padre quiere que ambos trabajemos en High Life y los míos desean que no abandone la compañía familiar. Él me insistió que no había otra posibilidad y que, si no lo hacía, Benjamín no aprobaría nuestro matrimonio. Tú sabes que soy una domain tipo 2, por lo que esta situación me convierte en una esclava de mi suegro —confesó Consuelo. Percibió a Vibi molesta—. No pienses que no lo amo, pero Pancho siempre ha seguido al pie de la letra todo lo que dice...

—Benjamín —completó la idea de su cuñada—. Lo sé. Mi hermano nunca ha podido ver cómo nuestro viejo manipula la vida de los demás. Siento tanta culpa.

—¿Por qué lo dices?

—Porque al hacerme a un lado en las apariciones públicas de nuestra familia, Benjamín lo respetó. Sin embargo, con esa decisión condené a mi hermano y ahora mi papá quiere que él y tú sean los que perpetúen el legado de mis abuelos. Lo veo con claridad, fui una egoísta.

—No te culpes por el padre que tienes. Yo tampoco escogí a los míos y sé que ven este matrimonio como una posibilidad de que yo me convierta en ángel y el negocio familiar se potencie. Por eso no quieren que me vaya a High Life, ya que desean impulsar su empresa en el área del entretenimiento.

La güeá. Maldito poder. Los viejos y su sucio juego involucrando a sus hijos para conseguir más millones de dadas. Creo que en cuanto lo encontremos, porque sé que así será, deberán conversarlo otra vez. Sé que no anhelas más poder y que lo amas de verdad. Él también te quiere mucho. Den un paso al lado, si yo pude, ustedes igual. ¿El dinero será más fuerte que su vínculo? Lo dudo.

—Tienes razón. Pero es una decisión que debemos pensar. A mí me daría lo mismo vivir con tu hermano en las ciudades donde se van los expulsados de El Edén. Pero Pancho admira tanto a tu padre, que imagino que no querrá hacerle frente a toda esta situación.

Te cacho. En fin, Consuelo, primero debemos encontrarlo y para eso, a tomar mucho café y mantenernos despiertas. Iré con mis amigos a Neo Norte, sabes que siempre iba ahí cuando no quería estar con nadie.

—Perfecto. Mis padres han llegado de sus vacaciones en cuanto les avisé. Iremos junto a Felipe a Ganbaru y a Trile en su vehículo. Mario nos dijo que acompañaría a su novio en la búsqueda, en compañía del resto de tus amigos.

—Rodri es un buen chico. Me alegro de que mi incondicional esté junto a tu hermano. Se ven hermosos como pareja.

—Quiero conocer a Rodrigo.

—Ya habrá tiempo para ello. Bien, te dejo, Consuelo.

—En cuanto encontremos a Francisco, los cinco nos merecemos una salida. Cuídate, Vibi, nos vemos. Trata de descansar un poco, en cuanto puedas. Estamos todos en esto.

—Trataré. Besos.

En las urbes más populares, sus íncolas estaban boquiabiertos. Nunca habían visto que en esas calles tan ajetreadas se detuviera todo. Sin duda, que el hijo de un ángel desapareciera había encendido la alarma. En grandes colonias y en pueblos pequeños, en las rúas repletas de comercio ilegal, prostitución y basura, iban y venían los vehículos policiales. Los carros eran distintos a los de la policía local. «Este contingente, estas fuerzas especiales nunca se habían visto por acá», se oía decir a la gente. La policía de El Edén había bajado por primera vez en mucho tiempo a los suburbios, a modo de refuerzo de sus compañeros de la planta baja.

Max Soto se había tomado el día libre junto a sus compañeros. Esa mañana despertó y encendió la televisión. Nunca lo hacía, pero ese día, por algún motivo, puso las noticias. Ahí vio el rostro de Francisco y recordó lo preocupado que estaba su padre. «Este tipo es un monstruo, pero parece que tiene corazón», dijo para sí. Luego, replicó en su mente la conversación que habían tenido en la puerta de su casa. La había cagado. Debía prepararse. Benjamín no pasaría por alto que un subordinado le hablara en ese tono. Jamás lo permitiría. «Seré muy mierda si pienso esto, pero, por suerte, este viejo está demasiado ocupado ahora como para planear vengarse de mí. Como si no tuviera suficiente con el peso que siento al haberme convertido en un asesino». Sacudió su cabeza y deseó no tener esos pensamientos. ¿Cómo podía alegrarse de que un joven de su edad estuviera desaparecido? A caso, ¿había más toquis además de él? ¿Sería una venganza en contra de ese tipo que se creía el dueño del domo? ¿Quién tomaría el riesgo de desaparecer a un ángel tan poderoso como Francisco Matus? El apellido ya daba escalofríos. De seguro, toda esa familia merecía pasar por eso. De seguro, todos eran unas bestias, menos Corina.

La voz de la reportera robótica, que anunció un extra de último minuto, llamó su atención. Era Vibeke la que estaba al lado de Francisco. ¡Ella era la hermana del desaparecido! ¡La chica que tanto le gustaba era una Matus! De inmediato se arrepintió de todo lo que había pensado hacía unos minutos. Miró el teléfono y decidió llamarla. Al momento de intentar marcar, recordó que solo ella tenía su contacto y durante los días posteriores al concierto no había recibido llamada alguna de ella. Decidido, le marcó a Corina.

En la noche del apagón, lejos del gimnasio al que tenía pensado ir primero, lejos de cualquier espacio donde pudieran encontrarlo, Francisco despertó. Estaba sentado en una incómoda silla, atado de manos y pies. Sintió mucho frío y al incorporarse mejor, vio que estaba desnudo. Había luz, por lo que jamás se enteró del apagón. Un grupo de personas se acercaron a él, para devolverle su collar de cuarzo violeta. Hablaban en una lengua extraña, que no conocía, pero eran humanos... al menos en apariencia.

—Intentaremos una vez más. Dinos qué ves —dijo, en español, una mujer de unos ochenta años.

—Desátenlo. Está exhausto. No hará nada indebido ¿no es así, Francisco? —preguntó un hombre asiático, obeso y de metro noventa.

Pancho no respondió. 

—Tranquilo, nadie te hará daño —trató de calmarlo una mujer rubia, de la edad de Vibeke.

Ya libre, al observar cómo la anciana, de rostro amable, ponía con sumo cuidado el colgante en su cuello, creyó ser parte de una especie de experimento. Intentó gritar y exigir una explicación, pero su voz parecía haberse apagado y su gran musculatura perdió toda fuerza y energía. No se podía mover mucho, aunque no sentía dolores o tenía marcas que fuesen señal de maltrato físico. Sintió más bien como si lo hubieran drogado. Al frente del joven, unas cuarenta personas le observaban. Nadie tenía armas. Sus ojos atentos, miraban con expectación.

«Dinos qué ves», oyó decir a alguien entre la masa, mientras se vio afuera de la estructura del domo.

Luz blanca. Era el ataque exterior en la ciudad de Trile, la noche en la que había ido a dejar a su hermana al teatro donde se haría el concierto de SagaZan. Francisco comenzó a relatar todo lo que veía. Frente a sus ojos, una increíble guerra superaba cualquier historia que hubiera creado su imaginación. ¿Eso era real o era una visión?

De pequeño, siempre le intrigó la especie vellatorus y aunque sabía que todos les temían, él pensaba que eran seres admirables, hermosos e insuperablemente fuertes. En los recreos, en su etapa escolar, cuando discutía de estos temas con sus compañeros, acostumbraba a defenderlos y decir que él creía que eran enviados de los padres fundadores. De seguro, del más allá, esas bondadosas personas con alma habían movido sus hilos para que esa raza extraterrestre los protegiera del mal que parecía habitar la galaxia.

La vellatorus hembra estaba de espalda. Respiraba con dificultad por el cansancio del enfrentamiento. Francisco comenzó a caminar por la estructura, desnudo. Trató de esquivar balas y guerreros despiadados, hasta que comprendió que nadie podía verlo. Las personas, androides y seres extraterrestres pasaban sobre él, atravesándolo, sin sentir absolutamente nada. No estaba ahí, pero lo estaba. Avanzó más rápido, decidido, al comprender que no corría peligro. La vellatorus parecía estar a punto de morir, pues se veía ahogada. Con las manos apoyadas en el suelo, intentaba liberarse de ese estado. De pronto, Francisco escuchó de ella un sonido gutural y con él, notó las arcadas que se provocaba la bestia. En ese momento pudo expulsar lo que tanto le molestaba, vomitando parte de la espina dorsal de lo que parecía ser un humano. Ya en pie, se abalanzó contra un hombre que ayudaba a un grupo de personas a golpear las placas externas de la cúpula, arrancándole un brazo de un solo tirón.

Francisco Matus gritó y se aferró al cuarzo que colgaba del cuello. Cerró fuerte sus ojos. Luz blanca.

En el instante que volvió a la habitación, observó desde la silla cómo esas personas lo miraban con cara de asombro. «Es el indicado», oyó.

Al otro día, conociendo en profundidad a esas personas, el miedo se le fue. Ahí comprendió que el poder que había heredado de su madre se complementaría con el de su hermana y los otros elegidos. Eran cinco en total, incluyéndola. Cada uno, poseía una conexión extraordinaria con la amatista. Sus habilidades evolutivas se intensificarían gracias al contacto con ese mineral.

Incluso, tuvo la oportunidad de ver las anotaciones en la libreta de una mujer rubia que había confesado haberlos estudiado durante semanas. En sus manos tenía la pequeña agenda donde estaba escrito su nombre y el de Vibeke. Trató de preguntar qué había anotado en esas hojas borradas con rayones. La mujer dijo que esas hipótesis no importaban, pues su conclusión había sido que ellos dos eran cómplices y que su poder aumentaría al estar juntos.

Intentó hacer más preguntas, pero la mujer fue llamada por el hombre asiático. Pancho no olvidaría su nombre: la blonda se llamaba Simone.

Llegó la noche y Vibi aceptó la invitación de Rodrigo para servirse algo en un puesto callejero de comida china. El platillo le pareció insípido, aunque era su favorito. Los amigos tuvieron que juntar dos mesas, aun así, el espacio era insuficiente. Esa tienda gastronómica de Neo Norte no contaba con muchos metros de extensión para sus comensales. Apretados, intentaron darle ánimo a la cansada mujer. Todos lo estaban.

—Ahora sabemos que tu hermano no es el único que ha desaparecido —dijo Mario.

—¿Hace cuánto tiempo no sales de tu casa, mi amor? Por años, las calles han estado cubiertas de esos avisos con desaparecidos —respondió Rodrigo a su novio, un domain tipo 2 que parecía desubicarse un poco con el comentario.

—Me refiero a que Francisco no es el único de clase alta que ha desaparecido. Nunca había sucedido eso, ¿me cachan? —aclaró Mario.

—No po. En la Rebelión de los otros sí hubo desapariciones de gente con poder. Mi abuela incluso me comentó que a algunos ángeles también se les perdió el rastro. Pero es cierto, de eso ya ha pasado bastante tiempo —les contó Silvia.

—Me he aferrado a la idea de que las castas sociales son un mal que debemos erradicar. Puede parecer estúpido e infantil, pero me refiero a que esas diferencias nos han hecho creer que hay personas que valen más que otras. Sé que nadie en esta mesa lo cree; sin embargo, aquí estamos categorizando a seres humanos —sentenció Vibeke.

—Disculpa, no fue mi intención darle un trato especial a tu hermano, amiga. Pero considero que esto no es menor. Debemos decírselo a la policía —aseveró Mario.

—Es verdad. Que desaparezcan dos ángeles en menos de un mes puede ser una coincidencia, pero también es probable que no lo sea —reflexionó Ricarda.

—¿Venganza? Esto me huele a independentistas —afirmó César, respondiéndose solo, mientras se aplicaba corrector de ojos transformándose en la Cotti, su personaje drag.

—No concibo que alguien se atreva a meterse con una familia como la de Vibi —dijo Rodrigo, tras lo cual se detuvo un momento para ordenar sus ideas—. Miren, había una chica desaparecida aquí en Neo Norte y era hija de unos ángeles que tienen una compañía poderosa, pero pequeña en comparación a las megacorporaciones. Esto quiere decir que si los culpables son lo suficientemente inteligentes hubieran buscado a un ángel con menos poder, como esta niña, ¿cómo se llamaba?

—Susana —respondieron todos, menos Vibeke.

—¿Segura que jamás oíste de su desaparición? —consultó Silvia.

—Nunca. Tampoco la conocía. Pero es verdad, entiendo el punto. Benjamín es conocido por todos, a diferencia de otros ángeles que no están ni en el Consejo ni en el Comité Superior. Nadie que quisiera no ser descubierto se metería con mi papá. Qué triste todo esto —suspiró Vibeke.

—Amiga, debes cuidarte —suplicó Silvia—. No creo que sea bueno que vayas a tu casa. No sé, esto me da mala espina y puede que tú también estés en peligro. Tú y Juan. Mal que mal, las dos desapariciones son ángeles y ambos tienen menos de veinticinco años.

—Puede ser. Necesito mantenerme a salvo para seguir buscando. Silvia, ¿Juan podría quedarse en tu casa? —preguntó Vibeke, al tiempo que miró a su amiga de la infancia.

—Hermana, obvio que sí. Por favor, quédense todos —le respondió con gusto.

Bacán. Benjamín se quedará en la sucursal de High Life aquí en Neo Norte, junto a mis tíos y mi madrastra —explicó Vibi.

—Imagino que es mejor que no estén en el mismo lugar. No sé, nos da chance de zafar si quieren ir a por todos —dijo Rodrigo.

—No sabemos nada, pero es cierto —afirmó Ricarda—. Deberías quedarte en mi casa, mi novia no pondrá problema.

—Gracias, amiga. Lo haré —respondió Vibeke con un bostezo—. Antes de irnos, quiero agradecerles a todos. Se han portado de maravilla conmigo. Gracias, amigos. Gracias, familia.

Silvia fue la primera en ponerse de pie y abrazarla. Luego, todos la siguieron y formaron un círculo grande de unión. Esa amistad, genuina, le había demostrado a Vibeke que no estaba equivocada con ellos. En cuanto apareciera Pancho, le cobraría la palabra y se los presentaría: eran buenas personas. Vibi no era tonta, mientras veía entre medio de todos los brazos y manos de sus amigos sus rostros, recordó el comentario que César hizo en voz baja. Lo había escuchado con claridad. Ese contingente policial sin precedentes habría más la brecha entre ella y todos los demás. César le comentó a Rodrigo que un primo suyo de los suburbios, de la casta scavenger, había desaparecido el año pasado, y que el caso fue olvidado la primera semana. Nadie lo buscó. Los encargados de la investigación eran dos policías que no habían movido ni un dedo por él.

Qué injusticia, que rabia con todo ese sistema. Puto apellido, puto domo, puto padre que tengo, reflexionó para sí.

Benjamín quedó pasmado al ver a su hermana Corina reunida con Max Soto. «Este pendejo se va a ganar una reprimenda magistral», sostuvo entre dientes, a varios metros de ellos.

—¿Qué mierda hace él acá? —interrumpió.

—Tranquilo. Ha venido como voluntario, nos quiere ayudar a encontrar a tu hijo, Benjamín. No seas terco —respondió Corina, bastante molesta.

—¿Y ustedes no estaban distanciados? Él te trató muy mal, hermana. Se pasó por donde quiso tu cariño y te abandonó —dijo Benjamín. Miró a Max con los ojos bien abiertos, para darle una señal que le recordaría que estaba cometiendo una falta grave al pacto que habían hecho años atrás.

—Lo estamos, Benjamín. Seguimos distanciados. No se me ha olvidado la confesión de Corina. Aún recuerdo con pesar cuando me contó que ustedes tienen ese juguete con el que suprimen las memorias de las personas. Quizá cuántas veces me la borraron a mí también —señaló Max, guiñándole un ojo.

Benjamín comprendió con ese gesto sutil que Max no tenía intenciones en acercarse nuevamente a Corina, parecía que de verdad quería ayudar. La mujer no sabía que Max aún poseía un anillo de Kuiper, por lo que el cantante demostraba que no se lo había contado a su madre postiza.

—No encontramos nada, pero Vibi me ha llamado hace un rato y descubrió que hubo una desaparición, semanas atrás, en Neo Norte. No estaba enterada de esto.

—Yo tampoco. ¿Cómo es posible que el Comité Superior no lo informara? Me huele muy raro. Daremos aviso y nos contactaremos con la familia. No puede ser que un ángel desaparezca y nadie haga algo —indicó Benjamín.

Corina estaba sorprendida. Pocas veces había visto gestos de humanidad en su hermano menor. Parecía que la desaparición de Francisco lo estaba volviendo más empático y con esto se podría reabrir el caso de esa otra persona. Se prometió hacer lo posible por ayudar a esa gente. De seguro sufrían tanto como ella.

Benjamín se alejó y dejó el edificio una vez más.

Al despedirse, Max recibió con frialdad el abrazo de Corina. Lo percibió, pero estaba agradecida por su ayuda. Tantos años había querido estar junto a él y la desaparición de su sobrino reabría sus heridas, pero también sus esperanzas. ¿Podría recuperarlo?

—Mañana te veo. Ya avisé a la compañía y no han puesto reparos. Estaré temprano por aquí y seguiremos con la búsqueda —dijo Max.

—Perfecto, hijo, mañana me reuniré con mi sobrina, la hermana de Francisco, y juntas barajaremos todas nuestras hipótesis. Te nos unes.

—Bien. No me llames así, Corina, quiero evitar conflictos con Benjamín y aquí está toda su gente, te pueden oír. Nos vemos —cerró el artista, ansioso por ver a Vibeke. 

Sin embargo, debería decirle antes a Corina que el secreto siguiera guardado. No quería que Vibi supiera que él estaba vinculado con los Matus. Sabía que su madre postiza no se opondría, pues, mal que mal, le había criado en secreto y solo Benjamín y Cornelio sabían aquello.

Vibeke cayó rendida en el colchón inflable. La novia de Ricarda Hernández aún no llegaba, pues tenía turno de noche. Por la mañana la saludaría y le daría las gracias por permitir que se quedara ahí e invadiera el pequeño nido que había construido junto a la tatuada mujer.

Luz blanca. Tres niños portan en sus cuellos un collar de cuarzo violeta. No puede ver sus rostros, pero siente que están asustados. La puerta se abre y un hombre irrumpe en el lugar. La única niña junto a uno de los chicos se quita rápidamente el collar y ambos lo esconden en sus bolsillos. El otro pequeño se queda congelado. Llora y realiza movimientos involuntarios. Tirita. Militares pasan por el lado del hombre que se mantiene erguido en la entrada. Aparece una mujer adulta. Gritos. «¡Mamá!», exclaman dos de los niños y el tercero, sigue en silencio. Luz blanca. 

«Qué mierda, de nuevo esas visiones», pensó Vibi. Entre la desaparición de su hermano, sus sueños extraños y esas imágenes que llegaban cuando veía la luz blanca, creyó perder la cordura.

Tuvo la intención de retomar la lectura de su libro, leyendo la versión digital que tenía en su celular, pero solo avanzó dos líneas con gran dificultad. Luego, se sumergió en su somnolencia y se durmió. Aquella noche, el sueño profundo le revelaría otra pieza del puzle que Vibeke aún no sabía que debería armar.

Fin del capítulo

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≪✦✧❈•.◈.『Glosario/vocabulario』.◈.•❈✧✦≫

Zona sin ley: se ubica en el sector sur del domo, abarcando un treinta por ciento de la ciudad de Tartrhs y una pequeña parte de la ciudad de La Felicidad. Aquí viven los dapelüin, la casta más baja dentro del domo.

Dapelüin: eslabón más bajo de la pirámide social. Viven de la caridad de las personas en la denominada zona sin ley. Han sido marginados por el resto de la sociedad al estar "infectados" con los males del mundo exterior. Su existencia se debe a las consecuencias de la exposición sufrida por los residentes del domo antes de que este se construyera y sellara. Todo aquel que nace con malformaciones físicas o enfermedades desconocidas, que le imposibilite hacer una vida normal, es llevado a este lugar.

Independentistas: grupo rebelde anónimo que pretende reavivar la lucha de "los otros" dada en los años 2291 y 2292. Sin embargo, esta pequeña organización defiende la idea de que esas peticiones nunca se aprobarán, por lo que es necesario luchar por la independencia de las ciudades de los eslabones menos acomodados.

High Life: megacorporación de robótica. Es la líder en la creación de autómatas y servicios de domótica.

Domain tipo 2: clase social poderosa. Es la segunda más acomodada luego de la Domain Aeternus. Sus miembros son socios o trabajadores de alto rango de los ángeles.

Ángel: nombre con el que es conocida una persona de la clase social más poderosa del domo. Este apelativo fue dado por las otras castas, haciendo referencia al lugar donde vive la alta alcurnia.

Dadas: moneda utilizada dentro del domo.

El Edén: nombre de la megaestructura ubicada en la zona alta del domo.

Vellatorus: especie extraterrestre subordinada a los humanos. Reciben órdenes del comité superior e integran dos divisiones: la 1era División de Fusileros del Caos (militares que trabajan por el orden dentro del domo) y la 1era División Aerotransportada del Exterior (exploradores de las afueras del domo).

Padres fundadores: millonarios que aportaron con el dinero y la logística para construir el domo. Crearon las bases de dicha sociedad y se les reconoce como una especie de divinidad.

Scavenger: clase media baja, aunque está por sobre otras castas, como la scavenger D, los carroñeros y la clase dapelüin. Pocos recibieron educación formal y los que sí terminaron su escolaridad, no tienen conocimientos profesionales o técnicos. Aquí se encuentran los trabajadores de la clase togatos server.

Anillo de Kuiper: fabricado de metano congelado. Cada uno de sus portadores son inmunes a los efectos del botón neutralizador, de modo tal que sus memorias se mantienen intactas.

Comité superior: entidad gobernante dentro del domo, perteneciente a la casta Domain Aeternus.


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