Pieza maestra

DOMINÓ

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel MCUoso

Pareja: Winterfalcon, Walker x Bucky un rato.

Derechos: a comer taquitos sin diarrea.

Advertencias: wueno, habrá escenas algunas desagradables, algo de angst y pos mucho drama porque así va la cosa, para más placer. John Walker es malo, no se hagan ideas que no son. Una historia de encargo.

Gracias por leerme.


*****


Pieza maestra.


¿Qué será?
Que late al fondo de mi cuerpo
Violento
Que revuelve mi mente y la obliga
A girar

¿Qué será?
Que puso en mi cabeza un dedo
De fuego
Y me dio la posibilidad
De pensar

Porque se ha fijado en mí
Conque suerte yo puedo sentir
Este mundo andando dentro de mí
Misterioso en el aire se va

¿Qué será?
¿Qué será de mí?
¿Qué será?
¿Qué será de ti?

¿Qué será?, Emmanuel.



En ninguna parte en realidad.

Un dulce aroma de campo de flores se coló por las ventanas abiertas de par en par en la casa de campo, era mediodía con un cielo despejado y un sol brillante. James terminó de cortar las verduras, escuchando la voz de Sam llamarlo, tenía algo importante que mostrarle, sonrió al pensar que seguramente era otra de sus tonterías de jardinería. Sin perder la sonrisa, se quitó el mandil para ir a verlo, revisando que el comedor estuviera listo para la cena, con una mano cubriéndolo del sol al buscar entre las flores a su pareja, encontrándolo como ya esperaba, agazapado entre el pasto y los tallos con su sombrero de paja, sonriéndole cual niño feliz al mostrarle un ave entre sus manos.

—¡Mira esto! Creo que ha perdido el vuelo, habrá que ayudarlo.

—Debe estar asustado, solamente, a veces chocan entre sí.

—Buscaré una caja, ¿tenemos algo para darle de beber? Necesita agua.

—Me parece que sí, revisaré. No piensas quedártelo ¿o sí?

—Ah, claro que no, es un ave silvestre.

—Iré por la caja.

Bucky entró de vuelta a la casa, caminando por los pasillos de piedra rojiza, abriendo una puerta, husmeando en ese pequeño cuarto que servía de almacén, encontrando una caja de zapatos que todavía no habían desechado. Regresó con Sam para ayudarlo con el ave, un viento suave soplando entre ellos al caminar de vuelta al interior, dejando a su nuevo huésped dentro de la caja con un trastecito de agua para que bebiera, asegurándose de que no saliera o se lastimaría al volar dentro de la caja.

—¿Qué es eso que huele tan bien?

—Una nueva receta que estoy haciendo.

—Amo lo que cocinas.

—Más te vale, le he puesto todo mi empeño.

—Siempre pruebo todo lo que haces.

—Steve me contó algo diferente.

—Él lo dice solo porque a él no le cocinan tan rico como a mí.

—Hm.

—Vamos, cariño, no te pondrás como Clint ¿o sí?

—No me compares con ese tonto.

—Anda, deja de hacer pucheros, te ayudo a terminar.

Ese terminar en realidad fue que hicieron el amor en la cocina, a punto de que se quemara la carne en el horno. Luego de arreglar el desastre dejado, prepararon las bandejas para llevarlas al comedor, justo cuando Sam escuchó algo, era el ave rescatada que ya se sentía mejor, deseando salir. Con James de la mano, salieron a los campos, el atardecer comenzaba al abrir la caja. El ave voló a toda prisa, planeando alrededor de ellos antes de desaparecer en el cielo rojizo. Cenaron, celebrando con algo de vino que su emplumado protegido se hubiera recuperado bien, teniendo una segunda parte de festejo en la recámara hasta que no les quedaron más energías.

James despertó, sonriendo al ver a Sam perdido boca abajo, acercándose para besar su espalda, acariciándola un poco, levantándose para ir a la cocina a beber un poco de agua fresca, de nuevo olfateando ese aroma de flores colándose por las ventanas, abriendo el refrigerador sonriendo al sentir ese delicioso cansancio luego de sus actividades. Al tomar la botella de agua que destapó y de la que bebió un corto trago, el sargento se quedó quieto, mirando alrededor. Dejó la botella en la barra, saliendo de la casa hacia los campos meciéndose por el viento nocturno, una luna llena en lo alto.

—No, esto no es real.

—¿Por qué no?

Se giró, encontrando a un lado a la pequeña de cabellos blancos observándolo con cejas juntas, resplandecía como si tuviera un aura azulada a su alrededor, muy tenue.

—¿Has leído mi mente? ¿De ahí has creado esta ilusión?

—No es una ilusión.

—Lo es... ¿tienes un nombre?

—Sí, me elegí un nombre, Kobik.

—Kobik —Bucky le sonrió, inclinándose para verla— Aprecio mucho esto, de verdad, pero yo sé que no es real.

—¿Cómo te diste cuenta? ¿Lo hice mal?

—No se trata de eso, aquí, en mi corazón, me doy cuenta de que todo esto no existe.

—Puedo hacerlo mejor.

—Kobik, ¿por qué lo hiciste?

La pequeña bajó su mirada, meciéndose en sus talones. —Me sacaste de ahí. No eres malo.

—Yo sé lo que es que experimenten contigo... que piensen en ti como un objeto.

—No quiero volver al cubo.

—¿Qué quieres hacer?

—Podemos estar aquí, para siempre.

—Aunque es extremadamente hermoso, un sueño que anhelo mucho, escapar de la realidad tarde o temprano me hará odiar todo esto.

—Eso no lo entiendo, si es bonito no tienes por qué odiarlo.

—Porque en lugar de ser un sueño por el cual luchar, se volverá una cárcel, Kobik. Eso pasa cuando evadimos aquello que nos da miedo con algo que anhelamos.

—Yo quería hacerte feliz.

—Lo seré ¿y sabes algo? También tú puedes ser feliz.

—No quiero estar sola —Kobik se estremeció, tallándose un ojo.

—Eso no sucederá, porque yo estaré ahí para ti.

—La mujer mala no lo permitirá.

James lo meditó unos segundos, tomando la mano de la niña, meciéndola apenas.

—Así será, ella no lo permitirá, pero creo que tú eres más fuerte que ella.

—¿Lo soy?

—Has creado todo esto tú sola, y es impresionante.

—¿Bucky?

—Te escucho.

—¿Cómo fue que te diste cuenta de que yo lo hice?

—El ave —el sargento rio apenas— Era un halcón demasiado pequeño, no son así.

—Oh.

—Pero me tomó tiempo darme cuenta, por lo genial que eres.

Kobik sonrió apenas, lo miró un poco y sin más lo abrazó con fuerza.

—Tengo miedo.

—Yo también, pero lucharé con todas mis fuerzas por ti.

—¿Sí?

—Claro, aunque debes sacarnos de aquí.

—Bueno...

—Siempre podemos volver ¿sabes? Pero como si fueran unas vacaciones, no para escapar.

—No sé qué son vacaciones.

—Yo te enseñaré, Kobik.

—Siento haber mentido.

—Está bien, fue con buena intención. Recuerda, yo estaré contigo.

—Um, de acuerdo, Bucky.

—Ahora, ¿podemos despertar?

Todo volvió a ser blanco, regresando a ese castillo luego del ataque, solo que James no estaba tirado en el suelo con la mesa partida en dos, sino a un lado, a salvo del golpe de energía del Teseracto que flotaba en la mano de Madame Hydra. Ella jadeó al ver aquello, no entendiendo cómo Sam y él habían cambiado de lugar. Kobik se plantó firme, mirando hacia arriba, ese balcón donde estaba la condesa, intercambiando una mirada con el sargento para darse fuerza.

—¡No más! —gritó Kobik con todas sus fuerzas.

—¡Tú no puedes hacer nada!

—Claro que puede —afirmó James.

Sam extendió sus alas, noqueando a un atónito Walker, retomando la pelea que tuvo un nuevo integrante. Madame Hydra dirigió el cubo hacia la niña, quien se defendió con su propio poder. James fue con Sam para luchar contra el rubio, alejándolo del comedor pues el estallido de poder amenazó con volarlos a todos de no salir. Bucky se sintió con más ánimos, luego de aquel sueño que le pareció increíble y no lejos de poder llevarse a cabo, había notado que no tenía por qué seguir atormentándose por lo sucedido, fue un error más no era algo que podía marcarlo para siempre de la misma forma que Kobik estaba buscando tener una vida.

—¡No van a vencerme! —rugió Walker, lanzando su escudo que chocó con el de Sam.

—Claro que lo haremos, pedazo de basura.

—¡Soy invencible! ¡Soy...!

Un piquete de viuda lo paralizó, Yelena apareció en buen momento, bajando del techo con un bufido. Se notaba que también había tenido su propia lucha, observando a los dos hombres antes de mirar por detrás de ellos con un silbido.

—¿Qué es eso?

—Debemos irnos —anunció el sargento— El castillo no es seguro.

—¿Por qué tardaste tanto?

Yelena le sacó la lengua a Wilson. —Se dice gracias, ¡larguémonos!

Antes de salir, James se detuvo, volviendo hacia el comedor para lanzarle a Kobik la pulsera que les diera Wong, todavía servía ese hechizo y en las manos de la pequeña podía ser mucho mejor.

—¡Kobik! —le gritó en la puerta antes de arrojar la pulsera.

Corrió buscando a los demás que ya buscaban donde refugiarse, el castillo se cimbró y no tardó en explotar en una nube multicolor que se comprimió a sí misma, desapareciendo en un punto brillante hasta desaparecer por completo. Un enorme hueco humeante se dejó ver, Sam arqueó ambas cejas, sonriendo a Yelena al ver que había explotado todo el cuartel ella sola.

—Wow.

—Americanos.

—Kobik —James salió de las rocas donde se habían refugiado, buscándola.

La encontró ahí donde el centro de la explosión, sentada, abrazando sus piernas esperándolo con una sonrisa. Kobik se levantó para correr a sus brazos, Bucky la levantó con alegría.

—¡Lo hice! ¡Tenías razón! ¡Soy más fuerte!

—¿Hola? —Sam y Yelena los alcanzaron, confundidos de ver a la pequeña tan apegada al sargento.

—Oh, ella es Kobik, es una larga historia.

—Kobik... —Yelena arqueó una ceja— Mucho gusto, soy Yelena.

—Y yo Sam.

—¡Un gusto! —la niña rio, abrazando el cuello de James.

—Sí que eres veloz, soldat. No solo regresaste con tu novio, ahora hasta tienen una niña.

—Es hora de marcharnos.

Como si estuviera escuchándolos, Wong apareció por un portal, sonriéndoles al llamarlos de vuelta a casa. Él no se extrañó por la niña, guiñándole un ojo como saludo. No estuvieron seguros de si Leviatán estaba completamente desarticulado, pero al menos dieron un respiro a todos al neutralizarlos. Kobik les dijo que ella solamente envió el Teseracto lejos de ella, en una zona oscura donde había un enorme remolino negro que no dejaba escapar nada, no estaba segura si Madame Hydra o Walker quedaron atrapados ahí también, porque no los vio ni los sintió. Wong le prestó atención, luego mirando a los otros tres.

—Lo dudo, debieron resguardarse antes. Pero no tienen el Teseracto, están débiles sin él.

—Ojalá pudiéramos arrestarlos —suspiró Sam.

—No creo —Yelena intervino, tienen ayuda interna.

—¿De qué hablas?

—Hay un espía de Leviatán en el corazón del gobierno estadounidense. No pude extraer su nombre a tiempo, pero es alguien de mucha confianza.

—Habrá que investigar.

—No deberíamos hablar de estas cosas frente a una niña —sugirió Wong con una sonrisa— ¿No gustan tomar un descanso en Kamar-Taj?

—¿Eso se puede?

—Son mis invitados de honor, claro que pueden.

—¡Gracias! —corearon los cuatro.

Agradecieron mucho la estancia, eso evitaba que alguien fuera a buscarlos a Louisiana o bien de Leviatán aunque Wong aseguró que si la condesa o Walker no habían sido lanzados a la dimensión que Kobik abrió, entonces estarían seriamente malheridos, lo que les tomaría un buen tiempo para recuperarse, suficiente para que ellos alertaran a los demás del peligro si acaso no estaban prestando atención al mundo. Strange llegó para revisar a Kobik, encontrando que la pequeña en verdad era capaz de crear realidades alternas que podían ser permanentes sin contar su enlace con el Teseracto, logrando extraer su poder sin importar la distancia.

—Pero es una niña —el hechicero miró a cada uno reunido en su sala— Es una entidad poderosa, con la mente de una pequeña, su inocencia que se ha mantenido pese a ser maltratada. Si logramos mantenerla así, tendremos una aliada en lugar de una peligrosa enemiga.

—Creo que James puede encargarse de eso —comentó Wong, sonriendo.

—Los felicito por hacer tropezar a Leviatán, esto nos dará tiempo para saber exactamente qué es lo que pretenden en realidad, pues ya demostraron que solo están creando distracciones. Tienen un plan mayor y ese es el que debemos atacar.

—Estaremos atentos —asintió Sam a Strange.

—Volveré a Nueva York, ¿alguien desea un aventón mágico?

Yelena no quiso estar en Louisiana, pero James la convenció de estar unos días de invitada especial, después de todo ella había volado los servidores de Leviatán además de no dejar huella alguna de su cuartel general. Kobik iba a permanecer en Kamar-Taj un tiempo, para enseñarle a controlarse, pero Wong la llevaría a visitarlos con regularidad. Fue un enorme respiro para todos, permitiéndoles continuar con sus pendientes, como lo que había entre Sam y James.

Sarah los recibió más que gustosa, encantada de verlos en una sola pieza, abrazando a una reticente Yelena quien solo hizo caras, dejándose llevar por las manos de los chicos al entrar a la casa. James se detuvo al pie de las escaleras por la mano de Sam que sujetó la suya.

—¿Qué pasa?

—Yo también recuerdo lo que hizo Kobik, no será solo un sueño, James. Lo haremos real.

—Lo sé —replicó este con una sonrisa, besando sus labios.

Un merecido descanso, pescando en el bote familiar, asistiendo a esas reuniones de vecinos en el puerto para atiborrarse de comida y escuchar los últimos chismes de Delacroix trajo un mejor humor en James, además de las visitas a Kobik quien estaba aprendiendo rápido de los famosos hechiceros, emocionada pues tenía la promesa de Strange de poder vivir con ellos una vez que aprendiera bien a defenderse como a manejar todo lo que era capaz de hacer.

—¿Qué se siente volver a la normalidad? —preguntó Sam una tarde sentados en el porche.

—Jamás seré normal.

—Normal en nuestro normal. No hablo del normal de los otros normales.

Bucky rio, empujándolo en juego. —Se siente genial.

—Poco a poco, James.

—He pensado en ir a la tumba de Steve a pedirle perdón, ya sabes...

—Él entiende, James.

—De todos modos quiero hacerlo, además es un buen pretexto para viajar.

—Creí que deseabas estar un poco más con Kobik.

—Puede venir, Wong dice que lo está haciendo genial... ¿qué?

—Estás realmente emocionado con ella.

—Bueno, no, es...

Sam pasó un brazo por sus hombros, sonriendo. —Yo sé que la consideras como tu hija, no hagas esa cara, no tiene nada de malo. Está bien, los quiero a los dos.

—¿Estás seguro?

—Claro.

—He pensado en algo.

—Oh, aquí viene.

—Sam.

—Adelante, habla.

—¿Puedo invitarte a salir este fin de semana?

—Sí que te tardaste en pedirlo.

—Hm.

—Acepto.

Bucky lo besó, sintiendo las manos de Sam tomarlo del cuello y luego unos aullidos de los chicos bien alentados por Yelena y Sarah detrás. No era que de pronto todo se hubiera resuelto, fue más sencillo enfrentarlo. Sarah lo ayudó a arreglarse para su cita, haciéndolo reír porque fue Sam el sermoneado en lugar de ser él, recibiendo un lindo ramo de rosas rojas con un oso Bucky. Fueron a un bar, el sargento sintiéndose más liviano para hablar, incluso invitando a Sam a bailar con todo y que esa habilidad no le salía ya tan bien como en sus viejos tiempos. Esa noche no regresaron a la casa, para no escandalizar ni a Sarah ni a los niños, pasándola en un hotel, llegando apurados pues la urgencia de pronto fue enorme.

A la mañana siguiente, encontraron una nota de Yelena despidiéndose, todavía tenía cosas que hacer, no había quedado tranquila luego de saber que existía un traidor de Leviatán bien camuflado. James leyó la nota a Sam con este repartiendo besos en su espalda desnuda, no queriendo pensar que la rusa había entrado a su habitación y los había visto dormir desnudos con las obvias huellas de lo que hicieron, prefiriendo sonreír a esa carta que igual pareció un regaño no como despedida, sino un hasta pronto.

El mundo estaba de vuelta en su camino, todavía los políticos peleaban sobre temas viejos, buscando dar solución a los líos que trajo el Blip. Sin duda habría más héroes a punto de salir a la luz, de eso no tuvieron duda alguna, aquellos cuyos rostros serían más conocidos, no tuvieron problemas con ello, después de todo no eran de la clase que gustara de los reflectores. James le pidió a Sam que lo acompañara a una visita muy particular, algo pendiente en su libro de deudas que sí debía atender ya.

—Por supuesto que te acompaño, cariño, ¿a dónde vamos?

Fueron a esa casa en el bosque, el sargento ya había hecho una llamada previa para ser recibidos. Se puso nervioso porque era un momento difícil, la mano de Sam sosteniendo la suya lo ayudó a no arrepentirse de dar media vuelta cuando Pepper Potts salió de la casa, con la pequeña Morgan de la mano. Sam lo miró, apretando su mano antes de empujarlo suavemente. Era algo que no había hecho antes, porque la vergüenza todavía le había ganado a su voluntad de ir cerrando capítulos, solo que ese lo había dejado al último porque representaba algo importante no solo para él.

—Chicos, buenos días —saludó Pepper— Morgan ¿los recuerdas? Son James y Sam, amigos de papá.

James resistió valientemente el no llorar al ponerse en cuclillas para ver a la niña de la misma edad de su Kobik, con un nudo en la garganta. Sacó de la bolsa que traía un peluche que le ofreció con un enorme moño en color rojo y dorado.

—Es para ti.

—Gracias —sonrió Morgan, abrazando el peluche.

—Yo... quería pedirte perdón a nombre de tu papá.

—¿Perdón?

El sargento asintió, sonriendo pese a que las lágrimas estaban a nada de escapar de sus ojos.

—Jamás quise hacerle daño, y lamento mucho que sufrió por lo que hice en el pasado. Perdón.

Morgan miró a su madre, luego a Bucky, soltando la mano que la sujetaba para darle un abrazo con un beso en su mejilla.

—No llores.

—Prometo que siempre tendrás un protector en mí. Nadie te hará daño mientras yo esté.

—Okay.

Se puso de pie cuando Morgan lo soltó, limpiándose el rostro. Pepper le sonrió, abrazándolo también con palmaditas en su espalda.

—Tony no pudo decírtelo, pero él ya te había perdonado, James.

—Hubiera querido de frente, me faltó valor para hacerlo en su funeral.

—Estoy segura de que lo sabe. Nunca fue de guardar rencores y espero que no sigas cargando con eso.

—Trataré.

—¿Quién es ella? —Morgan apuntó detrás de ellos.

Kobik estaba ahí, sonriendo al atravesar un portal mágico que ella misma abrió. James jadeó, sonriendo al verla. Su pequeña corrió a él, mirando a Morgan como esta observándola. Sam fue quien hizo las debidas presentaciones.

—Señorita Stark, ella es Kobik Barnes. Kobik, ella es Morgan, hija de Tony Stark. Su mamá es...

—Virginia Potts —terminó Kobik, saludando— Hola.

—Hola, pequeña —Pepper miró a los dos hombres.

—Es una larga historia.

—Que nos encantaría escuchar, hemos preparado algo de almorzar, ¿gustan acompañarnos?

—Seguro.

Para cuando tomaban el postre, Morgan y Kobik ya habían hecho migas, jugando lejos del comedor mientras explicaban a Pepper el origen de la pequeña de cabellos blancos, además de lo sucedido con Leviatán.

—Bueno, entiendo la última parte, Yelena Belova me buscó antes.

—¿Qué?

—Dijo que necesitaba algún cachivache de Tony para desarticular un sistema de protección e infectar una inteligencia artificial.

—Con que fue eso —Sam entrecerró sus ojos— Ya decía yo.

—Es una joven interesante.

—Interesante no es la palabra que yo elegiría para ella.

Rieron, más relajados. James agradeció la recepción, cargando a Kobik quien ya tenía una cita para jugar con Morgan, las dos niñas entendiéndose bastante bien. Se despidieron de Pepper y su hija, volviendo a Louisiana junto con Kobik a quien Sarah consintió apenas la vio. Un tiempo de felicidad que disfrutaron, escuchando noticias de los demás, no todas muy buenas, sin embargo, pudieron estar seguros de que el mundo estaría bien por un tiempo. Cuando los problemas volvieron a asomar la cabeza, se encontrarían con que ellos estaban mejor preparados, con la ayuda inusitada de una pequeña que era la adoración de Wong, un tanto el descalabro de Strange.

Valentina de la Fontaine dejó el periódico que leía en esa cafetería de Hong Kong, bebiendo del café que no fue mucho de su agrado, acomodando sus lentes oscuros que ocultaban sus ojos lastimados por aquel ataque del ente nacido del Teseracto que el idiota de Barnes había liberado. Negó apenas, mirando a su acompañante, serio y algo desencantado de ver que el planeta no estaba hundido en el caos que habían esperado para que Leviatán se apoderara de todo.

—Vamos cariño, no pongas esa cara.

—Estuvimos tan cerca.

La condesa sonrió, apoyando los codos en la mesita cruzando una pierna.

—¿Qué te hace pensar que hemos fallado?

—¿No es así?

—Claro que no, ¿o acaso viste a aparecer a Thor, Hawkeye o Hulk? ¿Tuvimos la visita de Wanda Maximoff o del joven araña?

—No.

—No fue causalidad, tesoro. Para nada.

Walker frunció su ceño, esbozando una ligera sonrisa al notar esa chispa de maldad en Madame Hydra.

—Entonces ¿solo fue una pantalla?

—El ente solo fue una prueba, no hemos renunciado a ella, nos servirá en su momento. Controlar el mundo puede suceder cualquier día soleado, John, dominar los universos... eso requiere de un poco más que héroes dispersos sin que sospechen que están siendo guiados para no verse entre sí. Nuestra mediadora ha hecho una excelente labor, está por abrirnos la puerta al acto principal.

—¿Puedo saber qué es?

La mujer sacó su celular, mostrándole una noticia que el rubio leyó con calma, lentamente una sonrisa fue apareciendo en su rostro, riendo bajito al devolverle el teléfono.

—Destruir al débil.

—O en este caso, a los universos más débiles, eso alimentará nuestras fuerzas para invadir a los que sí valen la pena. Mientras tanto, distraeremos a Strange lo suficiente para que no note nuestras incursiones.

—¿Exactamente a quién vamos a buscar?

—¿Buscar? No cariño, él ya está aquí.

Walker ladeó su rostro, frunciendo su ceño. La condesa señaló detrás de él, obligándolo a que se girara en su silla para ver un hombre conocido que lo hizo ponerse de pie casi de un salto.

—¿Tú...?

—John, te presento a nuestro líder, Steven Grant Rogers.

El Capitán Hydra les sonrió.



FIN

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