Pieza caída

DOMINÓ

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel MCUoso

Pareja: Winterfalcon, Walker x Bucky un rato.

Derechos: a comer taquitos sin diarrea.

Advertencias: wueno, habrá escenas algunas desagradables, algo de angst y pos mucho drama porque así va la cosa, para más placer. John Walker es malo, no se hagan ideas que no son. Una historia de encargo.

Gracias por leerme.


*****


Pieza caída.

Luna

Algo está sucediendo

Estoy sintiendo que esta vez

Me están dejando solo

Al menos solo

Como la noche

El muro, Miguel Bosé.



Delacroix, Louisiana.

Retomar una vida normal no era sencillo, no cuando su memoria no era tan fiable ni tan precisa. Recuperar lo que una vez fue incluía también aprender lo que era el mundo moderno ahora que había tantas cosas inconclusas. Bucky había sido invitado a vivir con los Wilson luego de lo sucedido con la chica terrorista y John Walker, habían reparado el bote como arreglado su amistad. Había pensado en vivir cerca en algún departamento, pero Sarah opinó que no era buena idea que estuviera solo, cuando ellos bien podían darle albergue en lo que volvían a tomar cauce como dijo. No se negó, por supuesto, menos cuando la propuesta vino de la hermana de Sam que se sumó a sus ganas de estar en un lugar tranquilo donde no estuvieran persiguiéndolo por ser el Soldado de Invierno.

—Ya eres de la familia —sonrió Sarah ayudándolo a desempacar lo poco que trajo consigo— Así que siéntete como en casa. Hay algo de desastre, pero con dos niños es imposible tener una casa ordenada.

—Apenas si me doy cuenta de eso.

—Qué bueno que sí aceptaste.

—¿Por qué lo dices?

Sarah se detuvo unos segundos. —Mi hermano se hubiera resentido por tu ausencia.

—Lo dudo mucho —James bufó un poco.

—Oh, no, desde lo de Riley no volvió a apegarse tanto a alguien, salvo Steve, pero no lo cuento.

—¿Y eso a qué se debe?

—No me lo puedes negar, sé que debes pensar lo mismo. Se marchó dejándolos así nada más. Todos estos líos fueron porque mi hermano no supo por dónde ir y no estoy diciendo que Steve tuviera malas intenciones, pero al menos debió guiarlos un poco.

—Su fuerte no ha sido el tener un plan certero.

—Como decía, Sam ya no quiso tener esa clase de conexión como la tuvo con Riley, hasta que ustedes dos unieron fuerzas.

—A la fuerza —bromeó Barnes, terminando de colocar sus camisas.

—Sí —rio Sarah— Igual que en las historias que valen la pena, comenzaron con el pie izquierdo.

—Gracias por este espacio, Sarah.

—A decir verdad, me interesa tu fuerza de súper soldado para limpiar la casa.

Era eso lo que James más buscaba tener, la sensación de una vida ordinaria haciendo cosas que la gente suele tomar por aburridas, demasiado ordinarias para considerarlo un regalo que sí lo eran para él. No más estar escondiéndose en un cuarto cubierto por periódicos, sufriendo por pesadillas, perseguido por todo el mundo. No más el temer tocar a alguien al sentirse horrible por un brazo metálico, o creer que nadie espera escuchar algo interesante de él. En pocas palabras, sentirse un ser humano, una persona viva con ganas de comenzar de nuevo. Bucky disfrutaba mucho eso de ir por las compras, cortar las verduras, limpiar el cobertizo o ir por los niños a su escuela, de la misma forma que le encantaba cuando por las tardes se sentaba junto a Sam mirando hacia el río para beber una cerveza fría y comer pretzel.

—He querido hacerte una pregunta —Sam le miró con esa sonrisa traviesa— Solo aclaro que es mera curiosidad.

—Pregunta.

—Am, esto es raro.

—¿Qué es lo que quieres saber?

—Yo sé que Steve siempre anduvo tras Peggy, eso nos quedó claro a todos. Pero nunca supe sobre ti.

—No has hecho tu pregunta.

—De acuerdo, aquí va, ¿jamás tuviste alguien importante?

James sonrió a medias, mirando unas aves sobre la valla frente a ellos buscando mosquitos.

—Tuve a alguien.

—Oh, ¿quién?

—Bueno... tienes que prometerme guardar el secreto.

—Esto se pone interesante —Sam se inclinó hacia él con un codo apoyado en el brazo de su silla, sonriendo de oreja a oreja— ¿Quién se robó el corazoncito de este soldado?

—Bien —Bucky carraspeó— Se llamaba... Sergei.

—¿Sergei?

El sargento asintió sin decir más, esperando que Sam captara todo lo que eso implicaba. Wilson levantó ambas cejas antes de dar un trago a su cerveza.

—Tú preguntaste.

—No, no me malinterpretes, solo estoy imaginando por el nombre que fue alguien no americano.

—Fue uno de mis Manejadores —explicó con un suspiro, observando su mano metálica— Por él es que tomé el gusto por las ciruelas, siempre me daba una cuando estábamos juntos. Siempre me cuidó. Murió durante una misión, una bomba.

—Lo siento, James.

—No pude llorarle, de hecho no lo recordaba hasta que escapé de ellos.

—¿Recuerdas su apellido?

—No —James sacudió su cabeza, mirando a Sam— Solo su nombre.

—Tal vez un día podamos encontrar algo sobre él.

—O no.

—No seas pesimista.

—¿Por qué querías saber?

—No sé, conocer más de ti, tener algo que charlar, entenderte mejor.

—¿Qué hay de ti?

Sam torció su sonrisa, sin dejar de mirarlo al llevarse la cerveza a la boca. No quería hacerse ideas que no eran, imaginar lo que no estaba ahí. Las cosas iban muy bien para echarlas a perder por malinterpretar gestos. Sarah apareció llamándolos para la cena, ambos levantándose e ir dentro con Cass y AJ atacándolos con preguntas sobre el ejército por enésima vez. A veces le daba la sensación de que Sam lo miraba de esa manera, que sus atenciones además de ser un buen anfitrión también guardaban un significado más. Pero ya había aprendido que el mundo moderno era muy ambiguo, a menos que se dijeran las cosas directo a la cara no podía afirmar que él le gustaba a Sam Wilson.

—James, ¿me pasas el puré?

—Claro, Sarah.

También debía atender algo con más urgencia, como el qué podía hacer de su vida. Siendo parte del ejército, uno elemento algo viejo, podía incorporarse igual que Sam para misiones que requirieran de sus capacidades ahora que tenía además el visto bueno de su doctora. Era un hombre estable con más de cien años capaz de patear traseros. Una buena opción con una buena paga, solo que Bucky ya no se sentía con las mismas ganas de estar obedeciendo a tanta gente detrás de un escritorio. Sin duda, jamás podría arrancarse eso de estar cuidando del mundo que no siempre había sido generoso con él, pero deseaba otra cosa más. SHIELD ya no existía, no había algo más donde encajara tan bien.

—Iremos a dejar los alimentos a la iglesia este sábado, volveremos hasta el domingo por la noche —anunció Sarah— ¿Quieres ir, James, o prefieres descansar en casa?

—Me quedaré si no te molesta.

—Claro que no, recuerda, haz lo que sientas. Aquí nadie te obligará a nada.

—Gracias.

—Te dejaré comida porque tardaremos, Sam prometió solemnemente que daría una charla a los veteranos.

—Para mi desgracia —comentó este a lo lejos en la sala.

—¡Tú solito te ofreciste! —replicó ella, con una mano en un brazo de James— Cualquier cosa, por nimia que sea, puedes llamarnos.

—Estaré bien. Creo que aprovecharé para comenzar a lijar la pared de la cocina.

—Que Sam no te presione, tú sí trabajas.

—¡Oye!

Barnes deseaba ir con ellos, solo era que tenía una cita importante que había postergado luego de ir a buscar a Sam por el asunto del escudo. Un secreto. El sábado temprano por la mañana, despidió a los Wilson entre risas de los niños y las múltiples recomendaciones de Sarah, un adiós de Sam con un guiño. Cuando se quedó solo, tomó su chaqueta para buscar un taxi que lo llevara lejos, hasta el estado de Indiana, Shelbyville para ser precisos, llegando a una casa modesta entre campos pintada de azul claro con enredaderas en el pórtico. Saludó a la enfermera, entrando hacia la recámara al final del pasillo, escuchando desde la puerta el inconfundible sonido de pitidos de monitores que regulaban los signos vitales de su paciente descansando en una amplia camilla.

Tomó asiento a un lado, observando a su viejo amigo dormitar, esperando paciente a que abriera los ojos porque de alguna forma misteriosa, Steve siempre despertaba cuando él llegaba. James sonrió apenas, alcanzando una mano arrugada cuando ese par de ojos azules de mirada algo nublada lo buscaron.

—Punk.

El famoso Capitán América comenzaba su partida de este mundo, y deseaba hacerlo en completa paz, sin cámaras ni tampoco gente visitándolo todo el tiempo para rendirle honores o llorar. Quería un retiro silencioso, discreto, que el mundo lo recordara como ese joven atlético dispuesto a pelear con todo un ejército extraterrestre por sí solo, no como un anciano al que el suero estaba abandonando.

—¿Lo lograron?

—Con algunos percances, pero lo hicimos. Todo está en orden, de momento.

Steve sonrió por debajo de su máscara de oxígeno. —¿Estás seguro?

—Punk...

—No te quedes con esa duda, Buck, no lo hagas.

—¿Y si me equivoco?

—De todas formas te habrás quitado la duda de encima, pero sé que Sam no me decepcionará.

—No lo sé.

La mano temblorosa del capitán apretó lo mejor que pudo la derecha de James, jadeando pesadamente al buscar aliento para hablar.

—Hazlo, déjame saber que estarás por fin con alguien que te apreciará como te mereces. Por este viejo amigo tuyo, inténtalo, Buck.

Era doloroso el saber que un día le enviarían un mensaje sobre la muerte de Steve, sentía que cuando eso ocurriera, se quedaría solo. James sabía que era un pensamiento idiota, pero no dejaba de sentirlo así, quedándose junto a su amigo hasta que este volvió a dormirse, retirándose luego de acomodar su almohada y sábana. Fue a un bar para tomar un trago, pensando en sí acaso podría tener el valor de decirle a Sam que le gustaba, que deseaba intentar una relación con él si acaso sentía lo mismo.

—¿Sargento Barnes?

Una mujer madura de cabellos negros en coleta vestida con ropas elegantes se sentó a su lado en la barra, sonriéndole como si le conociera de toda la vida. Frunció su ceño, creyendo que era otra periodista.

—¿Quién es usted?

—Ah, las formalidades, solo dime Valentina, es todo lo que necesitas saber.

—No tengo tiempo para...

—Nadie tiene tiempo, cariño, por eso vengo ahora contigo —una mano de la mujer quitó distraídamente pelusas de su chaqueta— Eres un elemento valioso que todo mundo está ignorando o despreciando, mejor dicho. Yo no. Mi gente espera que aceptes nuestra invitación para ser parte de un grupo de héroes muy especiales que devolverán al mundo el equilibrio que el Blip se robó.

—Usted...

—Ahora, todos estamos bien enterados de lo grandiosos que fueron los Vengadores, todo lo que sacrificaron. Pero seamos honestos, desde la muerte de Tony Stark el mundo se fue al carajo, lo que nos enseña una gran lección cariño: el gobierno jamás hará algo por ti a menos que te vuelvas su perro faldero, y te mantendrá en los puros huesos o serías demasiado para ellos. Por eso nosotros estamos dispuestos a invertir en una nueva iniciativa con gente tan maravillosa como tú para hacer ese trabajo que nadie más hará porque, seamos honestos, cuando existían los Vengadores todos los demás respiraron aliviados de tener quien limpiara el cagadero.

—Creo que no me...

—James, cariño, no lo pienses mucho. Te daré un nuevo uniforme que vaya acorde a este increíble brazo metálico que no has podido explotar porque te reprimen y te ayudaré a que sigas protegiendo el mundo justo como lo hacías en los viejos tiempos con el Capitán América, el primero, me refiero. Solo que a diferencia de ellos, nosotros NUNCA te dejaríamos abandonado en la nieve desangrándote o juzgaríamos por qué hiciste lo que hiciste para salvar el pellejo de gente mediocre malagradecida que no movería ni un solo dedo para ayudar pero sí para criticar.

—¿Quién es usted, realmente?

—Una condesa —rio Valentina, bajando del banquillo y tendiéndole una tarjeta— Cuando estés listo, búscame, tesoro. No sabes los planes que tengo para ti. Serás una maravilla y lo mejor es que lo harás como te gusta, sin cámaras o agentes vigilando cada paso tuyo con papeles que firmar mientras hay terroristas explotando cosas. Seremos discretos pero efectivos, entonces les enseñaremos cómo se hacen las cosas bien hechas y tú, amor mío, dejarás de ser un soldado menospreciado por el simple hecho de haber estado bajo el control de HYDRA cuando has dado hasta tu propio ser por esos mismos que han deseado hacerte daño. Yo pago las bebidas, chao.

Bucky no supo qué decir, anonadado por toda la palabrería de la mujer, mirando la tarjeta dejada en su mano, notando que solamente decía una dirección en coordenadas geográficas, sin nombres o teléfonos. Frunció su ceño, pero no tiró la tarjeta con perfume caro, la guardó por si acaso debía hacer una búsqueda de información sobre la condesa Valentina, dejando su bebida a medio terminar para volver donde Steve, hablando con la enfermera y dormir a su lado unas horas antes de tomar el vuelo de regreso para estar antes de que llegaran Sam con toda su familia, encontrándolo en su faena de terminar de lijar una pared de la cocina.

—¿Todo en orden? —Sam silbó al ver el trabajo.

—Claro, ¿qué tal esa charla?

—Viejo, no pienso dar más pláticas, me duele la cabeza con tantas preguntas sobre el mismo tema.

—Lo adoró —contradijo Sarah sonriendo a James— No debiste trabajar tanto, luego mi hermano se volverá más perezoso de lo que ya es.

—Sarah.

—Sam.

Aquella charla lo dejó inquieto, como lo de hablar con Sam. Optó por concentrarse en lo segundo, esperando un momento en que estuvieron a solas, Sarah había llevado a los niños a pescar, ellos dos terminaban con un techo. James había meditado mucho la forma en cómo abordar su atracción hacia Wilson, solo que en cuanto lo vio sin la camisa, lleno de sudor y jadeando pesadamente, la naturaleza cambió los planes. Le arrebató la botella que estaba bebiendo para besarlo, estampándolo contra la pared, pegando su cuerpo al del Sam, quien primero no reaccionó, luego abrazándolo con sus manos bajando a su trasero para pegarlo contra su cadera.

Subieron a la recámara, entre besos y manos posesivas deslizándose por sus pieles sudadas, calientes por las caricias. Bucky sonrió contra la boca de Sam, cayendo a la cama con este encima suyo, restregándose contra él, pateando para quitarse el estorboso pantalón, la ropa interior. Le sorprendió un tanto que Sam tuviera ahí un lubricante, no que fuese extraordinario. El sargento tomó el tubo, dándole un pequeño espectáculo al otro al separar sus piernas para prepararse él mismo, dando a entender cómo lo harían. La mirada complacida y lujuriosa de Wilson fue una excelente recompensa, ver ese miembro goteando y palpitando por sus gemidos, ayudándolo a que entrara en él, usando su piernas para empujarlo de golpe.

—¡Demonios, James!

El ligero escozor le gustó, la sensación de Sam en su interior que lo apretó juguetón, buscando sus labios antes de las embestidas que vinieron, poderosas y profundas. Le pareció que la cama rechinó, entre sus jadeos y maldiciones no lo distinguió, llevando una mano a su erección atrapada entre sus cuerpos, masturbándose al ritmo de aquellas penetraciones con Sam sonriéndole al verlo.

—Eso... hazlo por mí.

James se corrió con un gemido ahogado, succionando ese miembro duro hasta que lo sintió terminar igual con el peso de Sam cayendo sobre el suyo, sus pieles empapadas y respirando como si les falta el aire. Buscó esos labios que besó con lentitud, enredando sus lenguas entre suspiros antes de que Sam se separara, buscando en su baño la toalla para limpiarse y descansar. No fue a propósito el quedarse dormido, pero la adrenalina gastada en ese momento lo dejó fuera. Cuando despertó, Wilson no estaba ahí, solo una nota de que bajara a cenar. El sargento sonrió, tomando un baño, bajando a la cocina a tiempo cuando llegó Sarah con los niños que traían pescados, muy contentos de su esfuerzo.

Sam le sonrió, si bien fue una sonrisa tímida y corta, ayudando a preparar esos pescados mientras Sarah contaba los últimos chismes recabados con las demás madres mientras esperaba a que sus hijos terminaran de pescar. James sabía que no podían hablar de lo que pasó en esos precisos momentos, pero iban por buen camino al menos, estuvo de buen humor durante la cena, subiendo a su recámara para dormir otro poco, en verdad Sam le había arrancado todas sus energías con todo y ser un súper soldado. Ya le bromearía al respecto, primero debían tener esa charla importante que tuvo que esperar un día entero porque Wilson tuvo asuntos urgentes que atender según le dijo Cass.

—Fue a comprar flores —AJ rio con su hermano.

—¿Flores? —James estuvo a nada de sonrojarse.

—Hoy en la mañana me dijo que tenía algo importante que decirme —comentó Sarah sonriendo con cejas alzadas— Y Cass escuchó que buscaba en el otro condado un negocio de flores bastante bueno.

—¡Mi tío tiene una novia!

—A callar, a lo mejor es para alguien más.

—Pero te dijo que preparas una cena —reclamó AJ.

—¿Cena? —Barnes sintió que el corazón se le salía del pecho.

—Ya sé, es... ¿te sientes bien, James?

—Ah, claro. ¿Te ayudo en algo?

No creyó que de nuevo tuviera esas mariposas en el estómago, arreglándose para la cena como el resto de los Wilson, todos esperando en la sala a que apareciera Sam. Llegó a tiempo, las luces de su camioneta pasando por la ventana de la sala trajeron de nuevo ese ritmo loco en el corazón del sargento, levantándose con sus manos tallándose contra sus muslos, cepillando su cabello. Sarah fue a abrir la puerta, sonriendo a alguien más pues escuchó una voz femenina junto a la de Sam.

—¡Bienvenida! Pasen, pasen, ya estábamos esperándolos.

James se detuvo a medio pasillo, viendo entrar una joven morena de lindo rostro con cabellos acomodados en una trenza que caía sobre su hombro, con un vestido blanco del brazo de Sam cargando un esplendoroso ramo de flores. Cass y AJ corrieron a saludarlos, aparentemente todos conocían a la joven, excepto por el sargento.

—Ella es Darlene —presentó Sam, evadiendo la mirada de Bucky.

—Su novia —rio aquella, extendiendo su mano para saludar.

Toda una lluvia de pensamientos vino a Barnes mientras se sentaban a cenar, escuchando como si fuese un eco lejano que la joven era un antiguo amor que recién se había encontrado con Sam en un centro comercial, recuperando esa chispa de cariño en un segundo noviazgo. James solo sonrió por mero compromiso, de pronto la casa se sintió muy fría, volvió esa sensación de que no encajaba, que nada tenía que hacer con esa familia risueña que además halagaba a la chica pues tenía un buen trabajo además de ayudar a los más necesitados como Sarah.

No dijo nada, no hizo nada que se pudiera tomar como una grosería. James se mantuvo firme hasta que la pareja se marchó, ayudando a Sarah con los trastes sucios, arropando a los niños. Solo hasta que la casa se quedó a oscuras, fue que salió tan rápido como pudo para correr hasta los pantanos donde gritó con todas sus fuerzas. Cayó de rodillas cuando todo le dio vueltas, viendo borroso por las lágrimas que brotaron solas de sus ojos. Le faltó el aire, su corazón latiendo demasiado aprisa, un ataque de pánico. ¿Qué clase de idiota era Sam? ¿Qué clase de idiota era él para haberse creído importante? Se dejó caer de costado, haciéndose ovillo para controlar el temblor de su cuerpo.

Se quedó dormido así, despertando con un respingo en la madrugada por el ulular de una lechuza. Ya no podía quedarse en esa casa, a duras penas había fingido que todo estaba bien, no podría mantener esa fachada cuando ya se sentía roto de nuevo. Bucky se levantó, volviendo a la casa a hurtadillas para tomar su ropa que echó aprisa en una maleta, siempre pendiente de que nadie lo escuchara, saliendo por detrás de la casa donde estaba la motocicleta recién comprada, tirando de ella hasta salir de la propiedad, encendiéndola al fin para marcharse a toda prisa.

¿Por qué?

La pregunta retumbó en su cabeza todo el camino, limpiándose nuevas lágrimas diciéndose que estaba siendo demasiado idiota al escapar así. Al carajo con la madurez. Buscando algo con qué limpiarse el rostro, metió la mano en un bolsillo de su chaqueta, encontrando la tarjeta de la condesa Valentina. Miró las coordenadas con enojo, acelerando rumbo a esa dirección. Por un ligero momento había decidido olvidar aquello, comentárselo a Sam para investigar, ahora todo lo que deseaba era estar lo más lejos posible de aquel idiota. Si estaba exagerando, si no estaba pensando las cosas bien poco o nada le importó, tomando el desvío de la autopista rumbo a Indiana.

—Yo no soy como tú —le diría a un durmiente Steve a modo de despedida— Jamás podré ser como tú.

Se dirigió a las coordenadas, rumbo a Washington D.C., luego de tirar a la basura su celular. Era un edificio viejo y abandonado, sin nadie cuidando la entrada pobremente cubierta con una malla metálica. Tenía un enorme patio interior al que entró mirando alrededor los tres niveles que poseía con arcos y columnas de estilo neoclásico.

—Ah, James, querido, bienvenido.

Valentina apareció por una puerta lateral, de brazos abiertos con una amplia sonrisa. No le impidió que besara su mejilla o arreglara sus ropas cuando lo inspeccionó.

—¿Viaje largo?

—Te escucho.

—Bien, como dije, haremos las cosas discretas, sin ofrecerle cuentas a ningún gobierno. Somos una iniciativa privada y eso implica que solo nosotros tenemos la facultad de decirte qué puedes hacer y qué no. Créeme, bambino, no habrá muchas restricciones. ¿Qué tal si comenzamos con darte un nuevo nombre?

—¿Han pensado en todo?

—Cariño, no te ofrecería nada que no estuviera planeado. No somos como ellos que juegan a decir algo y hacen una cosa completamente diferente —Valentina alzó su mentón— Te llamaremos... Canario.

—¿Canario?

—¿No es genial? Un nombre que pareciera débil pero en realidad esconde un fuerte significado. ¿Sabías que se usaron canarios para las minas de carbón como sistema de alerta?

—¿Eso seré?

—No, James, claro que no. No de esa forma al menos, serás un sistema de alerta, sí, pero para tus enemigos, cuando tú aparezcas ellos sabrán que no estás solo.

—¿Qué?

La condesa rio, girándose cuando se escucharon pasos. Bucky se tensó al ver nada menos que a Jonathan Walker aparecer en un uniforme negro de franjas rojas como su escudo en una versión oscura del que ahora portaba Sam Wilson.

—Sé que ya se conocen, serán equipo. James, John, John, James. Te presento a nuestro US Agent. John, te presento a tu Canario.

—James —el rubio se acercó con una expresión feliz— Me alegra tanto que te unieras. Sé que no quedamos en buenos términos, pero estoy dispuesto a todo por ti.

—¿Por mí?

—Claro, yo le pedí a Val que te buscara, si haré esto quiero a alguien como tú a mi lado.

James parpadeó algo confundido, John estiró un brazo para alcanzar su codo.

—Por fin encuentro mi camino correcto, y jamás dejaré de agradecer porque no estaré solo en él, si tú estás conmigo puedo vencer lo que sea.

Walker le sonrió, asintiendo a Valentina antes de darse media vuelta y volver por la puerta por la que había salido. El sargento estaba de una pieza, buscando entender semejantes palabras que bien podían tener múltiples significados. La condesa rio bajito, acercándose a él.

—¿Sabes? Creo que le gustas —murmuró antes de erguirse, caminando hacia esa misma puerta, mirándolo por el rabillo del ojo— ¿Vienes?

Pudo escapar, darse media vuelta para contarle a medio mundo sobre eso. James solamente tragó saliva, viendo sus manos unos segundos y echar a andar hacia los brazos de Valentina que lo recibieron con alegría y un beso en su mejilla, prometiéndole que a partir de ese día, todo sería mejor para él. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top